Para una correcta visualización de las letras, te recomiendo instalar esta fuente.

Para ver mi otro blog, mis proyectos y divagues AQUI
Para hacer cualquier otra pregunta AQUI

viernes, 31 de diciembre de 2010

Adiós 2010

Bueno el 2010 ya se va y como todo estuvo lleno de alegrías tristezas y también de lágrimas por lo menos yo lloré muchísimo peor también me reí conocí nuevos amigos y personas que me han apoyado... a todos ellos les doy las gracias y pues siempre llevare esas personitas en el corazón y espero en el 2011 que sigan conmigo y quererlos más de lo que los quiero....pero dejando de lado todo el sentimentalismo pues va haciendo la hora de gritas

¡adiós 2010!

Y

¡Bienvenido
!

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Capítulo 15: Discusiones

David frunció el ceño al ver a Alejandro con su hermana. Hace unos días Jonathan le había dicho que al parecer estaba tras Mailen y, por lo que notaba, se hicieron novios. En ese momento no le creyó, pero ahora que los veía afuera abrazados y besándose, la idea no le apareció tan descabellada.

—Mailen —murmuró. Asustada y sonrojada se separó de Alejandro.

—Hola —balbuceó—. Será mejor que me vaya, adiós. —Ella le dio un beso en la mejilla y se fue sin decir nada más.

—¿Qué haces con mi hermana? ¿Qué es lo que quieres? —farfulló enojado—. ¿A quién buscas?

—Ella es muy linda. ¿Es qué no crees que puede llamar la atención sólo por ser ella? —preguntó sonriendo con sorna.

—No me charles, dime qué quieres —gruñó. Alejandro sonrió y se encogió de hombros.

—No es tu problema —dijo y se fue con una sonrisa.

David dio un suspiro cansado, aquel chico desprendía un aura siniestra además de que sus sentidos estaba alertan y le avisaban que era peligroso. Pensó en su hermana, ¿y si quería llegar a él o a Christopher por medio de ella? Porque su primo había puesto el grito en el cielo cuando se enteró de que Mailen salía con Alejandro, prácticamente le prohibió que lo viera, pero ella se había enfadado y le dijo que podía ser su primo, pero no le daría órdenes.

Caminó tranquilamente por la acera, con las manos en los bolsillos pensado en qué hacer, su hermana no le haría caso, estaba feliz con Alejandro.

—¿Qué te paso? —preguntó sin detener su paso cuando Jonathan se puso a su lado. Tenía la muñeca vendada y respiraba con dificultad.

—Un ataque, cada vez son más. Creo que deberíamos irnos de esta ciudad —comentó. David dio media vuelta furioso y lo fulminó con la mirada. Él ya se esperaba esa reacción de su parte.

—No hasta que la encuentre —declaró decidido y su amigo suspiró.

—A veces esto me parece inútil, sé que has sentido su presencia, pero son débiles rastros de su poder, alguien la protege y sea quien sea es muy fuerte.

—Me importa un bledo —terció enfadado, la sola idea de dejar la cosas así le parecía una locura, él derrotaría a quién fuera con tal de encontrarla. Jugueteó un poco con el collar que llevaba en el bolsillo. Jonathan lo observaba de reojo—. Hoy vi a Mailen con Alejandro —dijo de repente—. Se estaban besando —agregó. Jonathan se detuvo con la boca abierta.

—Te lo dije, pero no me creíste —reprochó—. ¿Se alejará de ella?

—No lo sé —contestó con simpleza.

Jonathan lo miró furioso, él chasqueó la lengua con fastidio y rodó los ojos. Por alguna extraña razón su amigo se había mostrado interesadísimo en ese tema. Eso era algo que no comprendía, quizás entendía un poco a Christopher con su reacción de primo protector, después de todo había pasado un poco más de tiempo con Mailen, pero ¿de Jonathan? Todo era diferente, él lo conocía de, prácticamente, toda la vida, era su amigo, confidente, quien siempre lo apoyaba… Por eso todo le resultaba más confuso llegar a una conclusión sobre lo que le pasaba con su hermana.

—¡Debes alejarla de él, le hará daño! —reprendió empezando a llamar la atención de la gente. El chico le dio un tiro en la manga y lo obligó a caminar, no era un tema para que los demás escucharan.

—No quiso hacerle caso Christopher que la ha apoyado, mucho menos me lo hará a mí que dejé todo atrás —contestó—. Además ya está grande, debería cuidarse sola.

—¡¡Eres su hermano!! —exclamó y le iba a dar la espalda, pero David lo detuvo cogiéndole por la camisa.

—Vale, ¿quieres hacer algo por ella? Vigílala, no se puede hacer mucho más, si está en peligro me llamas y yo me encargo, al igual que de las bestias. ¿Te parece?

Jonathan entrecerró los ojos y asintió, ya nada más le quedaba por hacer, prefería vigilarla él a que lo hiciera David, se notaba de lejos que no tenía mucho interés por hacerlo, a pesar que sentía aquella aura maligna saliendo de Alejandro. Suspiró pesadamente, a veces no entendía el porqué deseaba ayudar tanto a Mailen. Se dirigieron a un callejón y cuando estuvieron seguros que no había nadie observándolos, Jonathan desapareció en el aire.



Erika sonreía abiertamente y la abrazaba como una loca, su hermanita se encontraba feliz de verla de nuevo. Los días lejos de la única familia que le quedaba eran interminables, siempre esperaba ansiosa que terminaran y llegara la ocasión en que podría viajar a ver a Aranel. Ése era el momento justo en que todo su sufrimiento y pesar por estar alejadas desaparecía y sólo había felicidad en su corazón que se dejaba notar por las pocas sonrisas que lucía la mayor parte del tiempo.

—¿Cómo están todos? —preguntó la niña comiendo su helado.

—Bien —contestó con simpleza y se dedicó a mirarla. Su hermanita le sonreía de oreja a oreja y le pidió que siguiera contándole. Sabía que no iba a parar hasta que consiguiera lo que quería—. Christopher ha estado muy ocupado estos días y Mailen consiguió un novio —comentó. Ante eso la infante abrió los ojos como platos—. Se llama Alejandro, era de mi colegio —añadió distraídamente.

—¿Qué hizo Christopher cuando lo supo? —preguntó sin reparos poniendo aquella expresión de madurez.

Se la quedó mirando, parecía más adulta y aquello lograba ponerle los pelos de punta y le daba escalofríos, su hermanita era rara. Vio de nuevo sus ojos verdes y tuvo un fugaz momento en que los vio, los mismos ojos en la cara de alguien más, la presencia de su hermana no le pareció extraña. Se llevó la mano a la cabeza y apretó los parpados.

—¡Aranel! ¡Aranel! —gritó su hermanita asustada. Sus ojos la miraban con preocupación y nerviosismo. La escuchaba lejana, como si se estuviera yendo a otro mundo—. No, no, no. —Erika negó con la cabeza y la abrazó por el cuello—. No puedes, no puedes —susurraba a su oído acariciándole el cabello con una mano. Siguió murmurando frases y finalmente se sintió entre adormilada y mareada.



Christopher abrió los ojos con sorpresa al sentir ese poder, era cálido y dulce, tal y como lo recordaba. Estaba parado en uno de los edificios más altos de la ciudad con sus alas extendidas tras él, había salido a dar un paseo, pero nunca esperó volver a sentir eso de nuevo. Miró al horizonte hacia el lado sur de la ciudad.

Se acercó al borde y echó a volar.



—Erika —llamó Aranel abriendo los ojos por fin—. ¿Por qué me abrazas? —preguntó al verla agarrada a su cuello.

—Por nada, nada —contestó risueña ocultando su nerviosismo—. Será mejor que nos vayamos —musitó tomando su mano y jalándola.

Frunció el ceño, se sentía extraña, su hermanita había vuelto a tener aquel toque infantil.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Feliz navidad!


¡Feliz navidad a todos! Bueno, es mi primera navidad con el blog así que no podía dejarlo así, desgraciadamente con estas cosas nunca he sido muy expresiva... tampoco escribiendo cartas soy pésima para eso, el hecho es desearles una muy feliz navidad a todos que la pasen muy bien con sus seres queridos y porque no, ¡¡que tengan muchos regalos! (Pero no olviden que no es la finalidad de la navidad, si no la de compartir).


También agradecer a los que han apoyado el blog y leído las historias.

¡Besos!

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Capítulo 14: Cuestión de estrategia

Caminaba sin rumbo, no tenía ningún lugar especial al que ir, sólo deseaba poder alejarse de todo. Fue por eso que no supo por qué terminó frente a una discoteca, se quedó un rato pensado en la posibilidad de entrar, ella no era esa clase de chica, pero considerando que no tenía nada que perder, se decidió…

Se sobresaltó al escuchar un ruido proveniente de la parte trasera del local, se mordió el labio antes de caminar, debía estar loca, cualquier persona normal se iría corriendo a su casita, pero era un impulso el que la llevaba. Abrió los ojos como platos al ver un chico siendo golpeado por un hombre adulto.

—¡¡Deténgase!! —gritó asustada dándole un susto al hombre que soltó al chico.

La observó con una furia, casi inhumana, y cuando se acercaba hacia ella el chico se levantó limpiándose la sangre y tirándolo al suelo. Le dio un par de golpes y lo dejó ahí tirado.

—¿Estás bien? —preguntó con suavidad ayudándola a pararse luego de haber caído por la sorpresa. Asintió hipnotizada por esos ojos chocolate y aquella sonrisa.

—Ah… sí. Sí —asintió con una sonrisa vergonzosa, levantándose.

—Una chica tan linda no debería estar por ahí, nunca se sabe con qué o quién te encuentres —dijo volviendo a sonreír. Ella fue incapaz de decir algo más, sintiéndose tímida y nerviosa—. Soy Alejandro —se presentó.

—Mailen —contestó sencilla.

El chico siguió sonriendo y cada vez se hacía más grande mientras la observaba con astucia, aunque ella no sabía lo que en realidad significaba. Por unos momentos se sintió en una nube color rosa sin poder dejar de mirar a aquel chico. Nadie conocía lo que sentía, pero en ese instante se sintió segura y protegida, algo que había perdido junto con su hermano.

—¿Qué tal sí te acompaño a tu casa? Es peligroso que andes sola —murmuró sin soltar su mano, sus mejillas se sonrojaron y asintió.

Alejandro la condujo hasta su auto y permitió que le guiara por las calles, cuando finalmente llegaron a la zona en que vivían ella le indicó el edificio. Ni siquiera preguntó lo que había pasado en la calle, aquellos golpes que recibió… Todo fue olvidado con esa sonrisa encantadora y mirada confiada, lo único que tenía en mente en ese momento, el chico la dejó embobada.

—Me encantaría volver a verte —musitó cuando ya se iba. Ella le sonrió y le dio su número como despedida.

Alejandro se la devolvió como si nada y la vio partir. Se fijó en lo alto del edificio, podía estar oscuro hasta el punto de casi no ver nada, pero sabía que Jonathan lo observaba con cara molesta y el ceño fruncido.

—Me vas a dañar el carro —susurró con frialdad cuando el chico de ojos entre verde y miel se sentó sobre el capot, luego de haberse tirado desde la azotea del edificio.

—Aléjate de ellas —masculló bajándose.

—¿Por qué? ¿Es tu novia? —preguntó con burla.

—No, pero no es casualidad que primero fueras tras Aranel y luego con Mailen, que curiosamente es la hermana de David y vive cerca de Nel —replicó.

—Es sólo una coincidencia —respondió con sorna—. Y ahora sí me disculpas tengo mejores cosas que hacer que hablar con un simple mensajero —burló.

—No te equivoques conmigo, puedo ser más de lo que parezco —farfulló y se fue de allí.

Él soltó una sonora carcajada mientras lo veía irse, luego se subió a su carro y se fue.



Su amigo le miraba con una expresión serena, clavando sus ojos en los suyos, mientras desayunaba. Jonathan rara veces estaba con él en las mañanas, mucho más desayunar juntos, pero ésta fue diferente, le había pillado mirando a Mailen antes de irse, pero sólo fue un vistazo rápido así que no podía concluir nada.

—¡Podrías soltarlo de una maldita vez! —exclamó ya exasperado.

—A veces me pregunto cómo eres tan ciego —dijo finalmente.

—¿De qué hablas? —inquirió u otro sinónimo de preguntar aún no entendía nada. Vio en Jonathan una expresión con cierto enfado, primera vez que estaba así.

—Anoche estuvo ese tipo raro aquí, ¡con Mailen! —gritó pegándole un puño a la mesa como si eso fuera la peor parte—. Y tú ni enterado —reclamó.

—Cálmate —pidió tranquilo—. Mi hermana está grandecita como para saber qué hacer —agregó encogiéndose de hombros.

Su amigo lo fulminó con la mirada, sin poder creer lo que le estaba diciendo. Jonathan salió del departamento.

David se quedó alucinado, su amigo no era así, no entendía qué le pasaba. Pero es que él no podía comprenderlo, está de más como siempre lo tuvo todo, cuando Jonathan sólo tenía aquella amistad, se enfadaba con él porque dejaba de lado a su familia. Se preocupó por ir a salvar y proteger a Nel, una chica que sólo conocía porque vivía con su primo, pero no de su propia hermana, por eso se enojaba, pero tampoco le podía echar nada en cara porque al fin y al cabo era su amigo, sólo quería ayudarlo un poco, más allá de eso no hacía nada.



—Hola, Mailen —saludó Aranel cuando la chica entró a la cafetería.

—¿Muy ocupada? —preguntó al ver el local a punto de estallar y a la chica yendo de un lado a otro con los pedidos, además una bandeja de platos inmensa y bajo ella una libretita donde apuntaba los pedidos.

Ella asintió con gesto cansado y fue a dejar las cosas a la cocina, sólo para salir con más bandejas trayendo pedidos.

Mailen soltó una risotada al verla caer sobre el taburete.

—Creo que voy a renunciar, no puedo con esto. Cientos de mocosos, todos gritando, jalándome de un lado a otro, incluso algunos lloraban… es demasiado para mí —balbuceó recostada en la barra y con la cara enterrada entre sus brazos. Mailen le palpó la cabeza, pobrecita de su amiga.

La cafetería se quedo un poco más vacía así que ahora podía respirar, aunque sabía que no tardaría nada en volver a llenarse.

—No exageres, en unos años terminarás la carrera y podrás dejar de trabajar aquí.

—Que me parta un rayo —masculló levantando la cabeza por fin. Volvió a su expresión seria de siempre y Mailen le volvió a sonreír, pero le timbró el celular y se apartó un momento para hablar. Luego de un rato le dijo que tenía que irse con una sonrisa radiante.

Quiso preguntarle a dónde iba, movida por más que curiosidad un mal presentimiento, pero se fue antes de que pudiera decirle algo. Frunció el ceño con una expresión desconfiada y alejó sus pensamientos de todo eso para seguir atendiendo el local.

martes, 14 de diciembre de 2010

Capítulo 13: ¿Cuál es las respuesta correcta?

Era un día extremadamente soleado. Era extraño considerando que entraban al invierno… lo sentía anti natural.

—Hola —saludó al ver a Christopher. Él le dirigió una mirada examinadora y abrió la boca, pero la cerró, como esperando que le dijera algo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó cariñosamente.

—Normal —contestó tomando una botella de agua y comenzó a lanzarla por el aire distraídamente.

—¿Normal? —interrogó en un susurro. Ella lo observó, estaba raro, no le dio mucha importancia y se fue a trabajar.

Había muchos niños jugando en la calle, aquel barrio no se había caracterizado por los infantes, era un lugar muy tranquilo al ser una serie de edificios con apartamentos y sin jardines para jugar… Algo andaba mal, como si no fuera su mundo… Tal vez era un sueño.

Apretó los labios y siguió caminado, pero el cielo se oscureció y las calles se convirtieron en una serie de callejones con pasos resonantes tras ella, echó a correr con el corazón desbocado y el aire diciéndole que faltaba algo.

Abrió los ojos desmesuradamente cuando casi cae a un barranco, lo conocía. Su cerebro le decía que había algo familiar en la quietud y oscuridad de las olas.

—Ven conmigo —susurró el viento en su oído cuando una chica de cabello largo y ojos miel apareció frente a ella, sobre el mar. Dio un paso asustada, aunque no le parecía peligrosa.

—No puedo, me ahogaré —replicó rápida dando un traspié.

La chica le dirigió una mirada de profunda tristeza, el viento ondeó su vestido y escuchó como las olas chocaban contra las piedras. Un rugido vino desde atrás, una criatura horripilante. La sangre en sus venas se congeló y vio el mar con las rocas, la chica sobre el cielo aún mirándola.

—No temas —murmuró. Era fácil decirlo cuando ella estaba suspendida en el aire y el tiempo, quería gritarle que dejara de verla de esa forma. Le recordaba la mirada que tuvo hace años, le recordaba la mirada que muchas veces la vigiló en sueños…

Pasó sus ojos de uno a otro y se dejó caer con el viento silbando en sus oídos.



Esperaba un fuerte golpe al chocar contra el agua y luego ser arrastrada por las olas hacia las rocas, era lo que ocurría cuando caías por un barranco, lo sabía, aun así se lanzó. Pero no pasó eso, sino que algo completamente diferente y a lo que no estaba preparada. Su corazón dio un vuelco al sentir el pasto húmedo en su espalda… fresco… suave… tranquilizador…

Aunque la visión ante ella, una vez que se sentó, la dejó sin aliento, ¡era magnífico! Un campo de flores blancas, algo que nunca en su vida imaginó conocería, todo era tan hermoso que no podía creer lo que veía, no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa… Pero ante ella volvió a aparecer aquella chica y todos sus pensamientos se perdieron en esos ojos de enfrente.

—¿Qué es este lugar? —preguntó sin dejar de observar a todos lados. Aquello parecía sacado de un sueño.

La chica no contestó y se dirigió al bosque, con aquel andar sigiloso y delicado, gracioso y suave, parecía bailar entre los árboles o al menos eso quiso creer. Primero la siguió con la mirada, dudando si levantarse e ir tras ella, pero algo en su interior le decía que debía hacerlo, por su bien. Así que lo hizo a paso lento aunque decidido.

—Si te dijera qué es este lugar, no te ayudaría para nada, no importa. La pregunta es quién eres tú —contradijo.

La miró con gesto huraño, tenía el presentimiento de que la conocía, pero no sabía de dónde y lo que decía le recordaba a Erika, siempre con esas preguntas extrañas, enredándola. Frunció su ceño y se cruzó de brazos, ¡como si tuviera el tiempo de más para estarlo perdiendo con alguien que, al parecer, solo quería fastidiarla! Pateó el suelo como si fuera una niña mimada a la que no le quieren comprar su juguete y la observó fijamente.

—Hablas como mi hermana —replicó caminando.

—Tu hermana sabe quién es.

—¡Pues si sabes tanto, dime quién soy! —farfulló molesta de tanta palabrería.

—No puedo decirte, tienes que responderla —dijo finalmente antes de desaparecer y dejarla sola.

Abrió su boca con asombro, ni siquiera la dejó saber algo más, no entendía absolutamente nada. ¿Qué pasaba con su hermana? ¿Qué pasaba con ella? Apretó los puños con molestia y bajó la mirada… El lugar se borró antes sus ojos.



Despertó cuando tocaron su puerta. Christopher entró como si nada. Se sentía extrañamente cansada.

—Tu jefe llamó hace un rato, dije que estabas enferma —comentó sonriendo—. ¿Estás bien?

—Sí —contestó y se levantó, estaba lloviendo—. ¿Erika?

—Vinieron anoche por ella —respondió sabiendo a que se refería.

Ella no le habló de nada más y caminaba normal, le alegró que al menos los poderes de David funcionaran con ella, aún no comprendía por qué los suyos nunca le hacían caso, pero nada se podía hacer. Soltó un largo suspiro, quizás algunas cosas era mejor no saberlas.

Pensó en llamar a Erika y decirle que todo estaba bien, pero conociéndola ya debería saberlo todo.



Miraba el collar, la fotografía estaba vieja y gastada, además que era a blanco y negro. Lo cerró al sentir los pasos por el pasillo y lo guardó en el bolsillo.

—Hola, David —saludó alegremente su hermana.

—Hola —contestó desanimado, esperaba que fuera Jonathan.

David quería a su hermana, en algún lugar guardaba cariño hacia ella, pero estaba tan concentrado y sumido en sus cosas que se olvidó de su familia y su pasado. Dio un suspiro largo y a ella le pareció que envejeció por un instante. Se notaba cansado, aunque claro, sanar una persona no era tan fácil como decir un conjuro y ya, era mucho más complicado que uno de trasporte.

Mailen frunció el ceño, la verdad no sabía qué decirle, el paso de los años lo convirtieron en un extraño.

—Bien —dijo dudosa y se encerró en su habitación, mas eso fue peor luego de un rato. Tenía que ir a algún lado, no necesitaba estar en esa casa y la presencia de su hermano la ponía inquieta.

Tomó su bolso y salió del departamento, cualquier otro lugar era mejor que ése.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Capítulo 12: Charlas

Los pasos cortos repicaron contra el piso de la azotea. Él no se dio la vuelta, sabía quién era.

—Creí que ibas a quedarte con Nel luego del incidente —dijo la vocecita infantil.

No lo hizo porque creyó que ella lo haría, se equivocó. Pero no lo admitiría ante la pequeña Erika, porque al fin y al cabo ella lo sabía y no se lo echaría en cara. La chiquita, desesperada de que no la mirara, subió al borde de la azotea y se sentó a su lado.

—Cuidado te caes. —Empezó a enfadarse porque sus frases eran tan cortas que no podría sacar ningún provecho de ellas.

Al llegar ahí esperó que hubiera pensado lo suficiente como para concentrarse en el embrolló que se les iba a venir encima.

—¡Ponme atención! —exclamó ya exasperada haciendo excesivo usos de sus brazos y por un momento perdió el equilibrio, vio su muerte. Su cuerpo estrellado contra el piso y sangrante, por suerte Christopher la sostuvo y la devolvió a su lugar.

—¿Cómo has llegado aquí, Erika? —preguntó observándola por fin. Se veía triste, culpable e impotente, claro que ella sabía el remedio para los sentimientos turbios que invadían al chico.

—Eso es secundario, no te preocupes, pero bueno a lo que vine —se dijo a sí misma—. No fue tu culpa, la verdad es que la cuidas mucho mejor que yo —habló la pequeñita—. Mi hermano estaría feliz…

—Esto ya no tiene que ver con Bryan y mi promesa, Erika. Es con la promesa que me hice a mí mismo cuando mi hermana murió.

—Tú no tienes hermanos —recordó remarcando la palabra de forma exagerada.

Christopher sabía que ella le diría eso, a pesar de que el mismo a veces se olvidaba y mezclaba todo. En aquellos momentos su cabeza se convertía en un verdadero torbellino de recuerdos y pensamientos. Se estrujó la cabeza como si quisiera olvidar, estaba cansado tanto física como mentalmente.

—Erika, sólo déjame en paz —dijo sacando las alas de su espalda y parándose al borde del edificio para poder volar.

—Entonces huirás como siempre. Bien —replicó y le dio la espalda, ella se las arreglaría sola para proteger a su hermana y que David no descubriera quien realmente era. No necesitaba un tonto ángel que había decidido renunciar al cielo.

Escuchó cada vez más bajo el aleteó, indicándole que se había alejado. Golpeó una lata que estaba tirada en el suelo como si fuera la culpable de sus problemas. Debía irse a su casa. Sabía que Christopher iba a regresar tarde o temprano para revisar a su hermana, pero depender de él, siendo que huyó, le ponía de mal humor.



Abrió sus ojos y los sintió heridos por la luz del sol, miró a un lado y no encontró nada.

—No te levantes, sigues muy débil. —La voz de David la obligó a girar su cabeza al otro lado.

Se encontraba cerca a la puerta del baño con un pantalón largo y subió la mirada. No llevaba camisa puesta y algunas gotas de agua resbalaban por su torso bien marcado debido al ejercicio, el cabello húmedo y desordenado revelándole que acaba de tomar una ducha.

Se incorporó sobre la cama y un mareo acudió a ella.

—Te dije que no lo hicieras. Nunca haces caso —renegó acercándose a la cama descalzo. Le tomó la temperatura, por lo menos no tenía fiebre—. Debes descansar. —La empujó por los hombros para acostarla de nuevo, mas ella se mostró recia a seguir órdenes.

—No. ¿Dónde estoy? No es mi habitación —acotó luego de notar la pintura, las cortinas y la colcha blanca. Su mente adormilada comenzó a trabajar con rapidez y el dolor en su pierna le alertó que su sueño fue real—. ¿Qué fue lo que pasó anoche?

—Luego las respuestas —replicó rápido y empujó de ella un poco más fuerte, que al estar débil no pudo resistir más—. Duerme —ordenó dándole un beso en la frente. Sintió sus ojos pesados y no tuvo más opción que sumirse de nuevo en lo más profundo de su mente.

Dio un suspiro y acomodó la cobija sobre ella, acarició su mejilla detenidamente y la dirigió a su frente, sabía lo que tenía que hacer, pero no estaba muy seguro sí…

Tomó un mechón de cabello y lo enredó en sus dedos para ver mejor su rostro. Sus párpados cerrados y tranquilos, los labios entre abiertos y su respiración acompasada. No supo por qué, simplemente se agachó sobre ella y le robó un beso de los labios, sabían a miel, a lágrimas borradas por la lluvia y sonrisas perdidas en el tiempo.

—Eres un aprovechado —dijo una voz desde atrás, se volvió molesto para observar a Jonathan, divertido por la escena que presenciaba—. Siempre deseé que olvidaras al ángel, pero no creí que te aprovecharías de ella estando inconsciente.

—Cierra la boca, ella no me importa —terció enfadado porque lo hubieran pillado in frangati. Jonathan soltó una risotada y protestó levantándose para ponerse una camiseta—. ¿Averiguaste quién envió a los demonios?

—No encontré nada, él que haya sido sólo la quería muerta a ella y sabe a qué juega.

David suspiró y le hizo un ademán de que podía irse. Jonathan se encogió de hombros y dejó que hiciera lo que quisiera.

La querían muerta a ella. ¿Por qué? Era una simple humana común y corriente o ¿no?

Cerró los párpados con fuerza, no era su problema.

—Creí que ya no regresarías —murmuró hundido en la silla. Los pasos no resonaron al tocar el suelo, sabía quién era, pocas personas podían tomarlo desprevenido y Christopher no era uno de esos.

—Hazlo —pidió Christopher parando frente a él.

—¿Qué cosa? —preguntó con tono inocente.

—Ya sabes —murmuró y David esbozó una pequeña sonrisa antes de levantarse y hacer lo que había planeado.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Capítulo 11: Demostrar quien se es realmente

Se dejo caer en el sofá. Erika la tuvo corriendo de un lado a otro sin parar, aunque no fue la única porque luego de que Mailen terminara la historia, prácticamente la obligó a ir con ellas. Su hermanita a veces era imparable.

—¿Cansada? —interrogó Christopher con una sonrisa.

—Muerta, diría yo —replicó con ganas de dormir. Para su mala suerte la niña de ojos verdes salió del pasillo proclamando que verían una película.

—¡Quiero ver la del Rey León! —gritó a todo pulmón con una enorme sonrisa.

—Erika, tengo dolor de cabeza —susurró con los ojos cerrados. La chiquilla hizo un puchero infantil y se cruzó de brazos.

Empezó a darle pequeños empujones y jalones, sabía que con los ojos cerrados no haría efecto su técnica, tal vez abiertos tampoco, pero nada costaba intentar.

—Vamos, déjala dormir. Veré la película contigo —dijo Christopher riendo.

—Eso es genial, me voy a dormir —alegó Aranel levantándose y dejándolos solos.

Erika estaba a punto de ir tras ella, pero Christopher sonrió y encendió el DVD, enfadada aceptó, era de las pocas veces que podía estar con su hermana y todos se confabulaban en su contra para no dejarla estar. Bueno, tal vez era un poco dramática.

—¿Qué tanto hicieron? —preguntó con curiosidad mientras comía palomitas.

—Averiguar un poco más de lo que ha hecho James, ver películas, correr. Lo normal —respondió sin mirarlo.

—Él no es James, es David —recriminó, mas la niña lo ignoró.

Para ella siempre se llamaría así, aunque pasara el tiempo.



Erika saltaba de charco en charco y soltaba una risa cada vez que el agua salpicaba, sobre todo si mojaba un poco a su hermana que la miraba molesta, pero sabía que era incapaz de hacerle algo.

Sabía que su hermano ya no estaba con ella, por mucho que se empeñara en olvidarlo no podría y por más que buscara un reflejo de Bryan en la sonrisa de su hermanita, no sería lo mismo. Cerró los ojos, debía concentrarse y alejar esa tristeza que a veces la invadía, ella odiaba llorar, se sentía débil cuando lo hacía.

Se detuvo y se colocó alerta, no podía verlo ni escucharlo, pero sabía que estaba ahí, lo sentía. El cielo mismo se lo decía al oscurecerse de aquella forma. Se mantuvo alerta esperando que la presencia se revelara o al menos saber qué o quién era el objetivo.

La niña salió corriendo entre la multitud de niños que huían de la lluvia para llegar a sus padres. Intentó seguirla. Aranel quiso seguirla, pero no la veía por ningún lado

Su corazón latía acelerado, no sabía qué hacer, podía sentir el peligro retumbando en sus oídos. Cerró los ojos e intentó concentrarse. Aranel gritó su mente.

Miraba a todas lados nerviosa y empezó a correr nuevamente sin poner atención a lo que sucedía a su alrededor, finalmente chocó con alguien. Cerró sus ojos por inercia al estar a centímetros del suelo.

Una mano en su brazo hizo que se colocara de pie nuevamente. Un chico de cabello negro y revuelto, ojos azules y mirada profunda la observaba expectante.

—¿Erika? —Esa voz llego a su oído con suave murmullo, removiéndose inquieta se lanzó a los brazos de Aranel—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué escapaste?

—Debemos irnos, rápido —susurró inquieta bajándose y tomó su mano empezando a arrastrarla. La chica la detuvo por lo hombros. La niña estaba muy rara y sea lo que fuera le explicaría—. No hay tiempo, Aranel. Debemos irnos. Te lo contaré todo, luego —añadió al ver que no la soltaba.

Observó a su alrededor, tratando de sentir esa energía que la perseguía. David, al igual que ella la notó y, tomando a la mayor de una mano y la niña de otra, empezó a jalarlas donde algunos autos estaba parqueados.

—¿Qué rayos haces? —gritó Aranel furiosa.

—Salvar tu vida —contestó abriendo la puerta trasera del auto y Erika subió de inmediato y se abrochó el cinturón.

—No me subiré —replicó cuando le abrió la puerta del copiloto. El chico, que en ese momento no tenía paciencia para las paranoias femeninas, la obligó a subir y se puso al volante.

—Ponte el cinturón —ordenó cortante y ella con rabia obedeció.

Piso el acelerador a fondo, las llantas del auto chirriaron y el motor rugió con fuerza. David manejaba a máxima velocidad en la autopista. De un momento a otro empezó a andar entre callejones hasta que finalmente quedaron en uno sin salida y se obligó a frenar.

—¡¡¡Estás loco!!! —exclamó cuando se detuvo.

—Nos encontraron —informó la niña de ojos verdes saliendo del auto.

—Maldita sea. —Soltó un sonoro suspiro y bajó del auto.

—¿Cuál es tu problema? —preguntó la chica furiosa, tomando la mano de la niña.

David ignoró los gritos y puso la vista al frente esperando el ataque, un rugido bestial salió de una esquina oscura, tirándose sobre Aranel y obligándola soltar la manita de Erika.

Gritó con sorpresa y dolor cuando el enorme animal mordió su pierna derecha y con sus garras hirió el muslo, con un movimiento de cabeza la tiró contra una pared dejándola semi inconsciente. Erika estaba punto de abalanzarse sobre la criatura cuando David la apartó a un lado y lo atravesó con la espada, la criatura quedó a un lado de Aranel.

Ella observó esas garras filosas, el pelaje grisáceo desaliñado, los ojos rojos y el fétido olor que desprendía y tuvo miedo. Por primera vez desde hace años tuvo miedo, se llevo la mano al rostro, sus ojos estaban cristalizados y su boca temblorosa. Erika corrió hacia ella para abrazarla.

—Ya tranquila, todo acabó —intentó calmarla.

—No. Todavía no acaba, hay más —rebatió David convencido dándoles la espalda para fijarse alrededor.

David, al no sentir la presencia de más seres, se volteó a ellas agachándose junto a la chica para revisar la herida. Era horrible, brotaba sangre sin detenerse y unas manchas negras cubrían parte de ella, sacó un pañuelo le hizo un torniquete para evitar la hemorragia, luego revisó la herida en su cabeza.

El chirrido de unas llantas lo alertó y vio a Jonathan bajando del auto y acercándose a ellos.

De las sombras saltaron más de esas criaturas, ahogó un grito del susto y Erika, ya cansada de los seres de ojos rojos, dio un paso al frente. David intentó detenerla cuando la niña les envió una mirada siniestra y un aura de color verde emanó de ella, elevó sus pies del suelo y sacudió su cabello.

—¡¡Largo!! —gritó la infante con furia, las criaturas corrieron despavoridos mientras unas manchas rojas aparecían en sus pieles debido a pequeños cortes causados por el viento.

Erika cayó al suelo exhausta. Jonathan recogió su pequeño cuerpo y David tomó en brazos a Aranel, que se encontraba en un estado de shock al ver a su hermanita espantar esas horribles criaturas.

—Christopher me va a matar —renegó David cuando ella apoyó su cabeza contra el pecho.



En las sombras y atrapada en su mente podía escuchar gritos lejanos. Sentía que algo la quemaba.

—¿¡Cómo mierda pasó esto!?

—¡¡¡No fue mi maldita culpa!!! La niña llegó y sentí las presencias, no sé nada más. Las saqué del lugar para que no hubiera más heridos.

—Pero no cuidaste de Aranel y ahora está herida. ¡¡Pudo haber muerto!! —recalcó sus últimas palabras con rabia.

—¡¡No soy protector de nadie!! Hice lo mejor que pude —renegó.

Lo último que escuchó fue un portazo antes de volver a ser engullida por las sombras.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Capítulo 10: Todos tenemos una historia que contar

Erika correteaba por el parque ante la atenta mirada de Aranel, su hermanita era loca y se dedicaba a jugar en los columpios, elevándose lo más alto que podía y haciendo concursos con los otros niños.

—¡¡Nel, Nel!! —exclamó con una enorme sonrisa y le mostró el bicho que traía entre sus manos. Hizo un gesto de asco, nunca entendió la fascinación de los niños por los insectos, aquello parecía un escarabajo negro y feo, desde su punto de vista.

—Bótalo —dijo con fastidio. Erika la miró con los ojos a puntos de derramar lágrimas. Ella frunció más el ceño ante eso.

La niña sabía que aquello no funcionaba con ella. La figurita infantil rodó los ojos y soltó el bicho.

—Quiero helado, vamos al centro comercial —musitó y dio media vuelta, pero se volvió al darse cuenta que su hermana mayor no la seguía. De hecho tenía los brazos cruzados sobre el pecho y una cara que decía claramente «¿quién te crees?”» . Puso sus ojitos de cachorro.

—Con Bryan sí funcionaba —bufó cuando Aranel tomó su mano.

—Bryan era despistado y descuidado —gruñó.

Erika empezó a dar saltitos mientras caminaba a su lado, sabía que luego de lo que dijo su hermana estaba molesta con ella, más que molesta nostálgica, sabía que hería sus sentimientos cada vez que mencionaba a su hermano o padres de la nada. Pero lo único que quería era a su hermana de vuelta, no es que antes sonriera o hablara más, pero hacía lo que le gustaba.

Arrugó la nariz pensativamente, pero su hermana le dio un helado de fresa y tuvo que esbozar una enorme sonrisa.

—Gracias —dijo y comenzaron a caminar por las tiendas.

Erika hablaba hasta por los codos y era feliz porque su hermana tenía su atención exclusiva. Luego de la muerte de sus padres Aranel era lo único que tenía, bueno Christopher también contaba, defendió a su hermana y le dio una casa, pero hasta que ella no cumpliera los dieciocho era imposible que se la llevara, sólo esperaba el momento justo…

—Ésa es Mailen —exclamó Erika y corrió hacia ella—. ¿Por qué tan sola? —interrogó con una mirada pícara y miró a los lados para saber si estaba con alguien, al no ver a nadie tomó su mano.

—Hola, Aranel. ¿Cómo les va? —preguntó.

—A nosotras bien, pero tú estás muy sola, ¿por qué nunca estás con David? Es tu hermano —comentó inocentemente.

—Historia complicada —respondió tratando de evitar el tema, pero Erika era una niña muy curiosa y continuó haciendo comentarios y hablando sin parar para presionarla, ni modo de escapar, era una niña demasiado inteligente.

Aranel intentó por todos los medios que su hermana parara, veía el gesto frustrado de Mailen y la verdad de que no quería responder. Finalmente cedió y se dispuso a contar la historia.

—Todo comenzó cuando yo tenía siete años, estábamos en el parque —relató y comenzó a perderse en los recuerdos.



La pequeña jugaba en la caja de arena, quería hacer un castillo, era una tarea difícil considerando que tenía muy poca agua y se desmoronaba.

Un niño más grande le dio una patada al castillo.

—No molestes a mi hermana, abusivo —gruñó David.

—Yo hago lo que me dé la gana —dijo y volvió a empujar a Mailen, que comenzó a llorar por el golpe. David se le tiró encima como si fuera un león, empezó a darle golpes sin parar hasta que su hermanita menor le pidió parara. El otro niño se fue corriendo mientras lloraba.

—¿Estás bien? —preguntó dulcemente ayudándola a levantarse.

—Sí, pero no me gusta que pelees. Pueden herirte —le dijo sollozando y frotó los parpados para apartar las lágrimas.

—No te preocupes estoy bi…

Cayó al piso de rodillas y empezó a sostenerse la cabeza. Le dolía al tiempo que miles de recuerdos se acumulaban en una perfecta secuencia. No entendía nada de qué era lo que veía y por qué le dolía observarlo. Una tristeza creció en su interior cuando una imagen pasó rápida como una flecha, una chica en brazos de alguien ¿sus brazos?

Ella estaba bañada en sangre y él le pedía que se quedara, que no lo abandonara, respondía que todo iba a estar bien y que fuera feliz, incluso le sonreía, pero su sonrisa era triste y el brillo en sus ojos se apagaba, como el de alguien que pierde la vida… Se desmayó, aún con aquella imagen en su mente.

Abrió sus ojos con pesadez. ¿Cuánto tiempo había dormido? Se encontró con el techo blando del hospital, movió un poco su mano y se dio cuenta que había alguien a su lado, Mailen, que lo miraba con su ojos muy abiertos, llenos de preocupación y culpabilidad.

—¿Cómo te sientes? —Se animó la pequeña a preguntar. La miró confundido.

—Tu mirada… Es igual a la de ella… —susurró.

—¿Quién? —preguntó curiosa sentándose en la cama

—Los de ella. Ca… —Sacudió su cabeza, era imposible que fuera ella—. No importa. —La observó fijamente y frunció el ceño—. Mailen, de ahora en adelante, deberás defenderte tú sola, yo debo encontrarla a ella, así que ya no podré cuidarte —habló decidido.



Revolvió el contenido de su vaso mientras caminaban cuando terminó de relatar.

David había cumplido su promesa, se olvidó casi por completo de ella y aquellas tardes que pasaron juntos cuando la defendía. Desde de aquel día apenas si veía a su hermano, comenzó a irle mal, ella era una niña muy dependiente y cuando dejó de ayudarle fue en picada hasta que finalmente la enviaron con sus tíos como castigo, aunque claro que vivía mucho mejor con ellos y cuando Christopher fue a la universidad se mudó, eso era mejor que volver a vivir con sus padres.

—Me pregunto si mi hermano habrá encontrado lo que buscaba —musitó encogiéndose de hombros. Erika prefirió callarse, era obvio que David no la iba a encontrar, ella misma se encargaría de eso mientras cuidara de su hermana, así que bailoteó entre las plantas.

—Es una historia triste —comentó con inocencia—. Es una lástima que a veces las personas no sepan apreciar lo que tienen, claro que ni se ha dado cuenta que perdió, está perdido. Igual, todos en algún momento debemos aprender la lección —susurró logrando causarle un escalofríos a su hermana, le parecía extraña su forma de comportarse, como cuando su hermano decía cosas que no venían al caso, sólo que Erika era mucho más atenta a lo que estaba a su alrededor.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Capítulo 9: Entre recuerdo y recuerdo los pasados se entrelazan

Mirar el cielo estrellado la calmaba, tenía ligeros recuerdos de cuando subía el techo para buscar a su hermano… siempre. Bryan le estiraba los brazos y ella sabía que era una señal para que lo abrazara. De alguna forma era su código secreto, si es que se le podía llamar así.

Cerró los ojos, se sentía confundida y cansada. Christopher no la regañó, sabía que había tenido suficiente y que podría terminar insultándolo o diciéndole algo más sobre eso de ser hermanos o, mejor dicho, que la tratara como su hermana.

Nunca lo había comprendido, desde que lo conoció —cuando tenía ocho años—, él siempre andaba con su hermano y de vez en cuando le hablaba, pero luego de un pequeño incidente en el que Bryan olvidó recogerla la cuidó. Recordaba esa tarde como muchas otras que pasaron juntos, Bryan no era un chico muy organizado y mucho menos centrado, con lo distraído y olvidadizo que era siempre terminaba llamando a Christopher y contando con él.

En alguna ocasión le preguntó por qué siempre se preocupaba tanto por ella y si con sus hermanos era así de bueno, si es que los tenía.

—Porque me recuerdas a alguien, pero tú eres tú y no, soy hijo único —contestó.

Notó que lo dijo con cierta tristeza, pero ella era sólo una niña cuando eso pasó y no le prestó más atención al tema. Notaba que a veces él se quedaba mirándola fijamente y luego volteaba la cara, con el pasar de los años había dejado de hacerlo y parecía haberse resignado.


Ella era bellísima. Mientras recorrían la playa miraba el suelo para buscar estrellas de mar y devolverlas al agua. El viento revolvía su cabello y a la luz del sol, detrás de ella, parecía resplandecer… Nunca había conocido a una persona más alegre, vivaz y enérgica, así como nunca antes se enamoró.

Fue incapaz de mover la mirada cuando ella fijó sus ojos en él.

Su vestido blanco se ondeó al viento, pero ella permaneció tranquila, esbozó una sonrisa de la nada y se lanzó al mar. Quiso poder ser aquel agua cristalina y atraparla entres sus brazos, quizás correr tras ella, pero incapaz de caminar la observó irse y perderse entre las olas.

—¿Estás bien? —preguntó Jonathan al verlo despertar sobresaltado.

—No mucho, la verdad.

Miró el reloj sobre la mesita, era temprano. Se tumbó de nuevo en la cama mirando a su amigo—. ¿Cómo rayos es que me sigues hasta aquí?

Jonathan se encogió de hombros y le sonrió a lo que dio un suspiro resignado. Siempre se había preocupado por él, era su amigo de toda la vida, uno de los pocos que tenía, podía conocer mucha gente, pero de amigos a conocidos era una enorme diferencia. Sólo esperaba que no estuviera haciendo esto por una razón estúpida

Jonathan jugueteó con un anillo entre sus dedos pensativamente. Aquella búsqueda era una completa locura. Entendía que David no supiera el porqué lo acompañaba, se podría decir que tenía una deuda con él, aunque siempre terminaba llevándose un golpe cuando le decía eso, pero más allá de la deuda era lo que conocía, la persona que le apoyaba, más que su amigo era su hermano.

—Estás pensado en ella —comentó bajo las cobijas. El anillo causó un pequeño tintineo al caer al suelo y rodar, osciló entre un lado y otro hasta que finalmente se detuvo mostrando algo parecido a una flor con centro violeta—. ¿Por qué nunca se lo diste? —preguntó curioso.

—No hubiera habido caso, ella te quería a ti y ahora tiene un novio —contestó con simpleza mientras lo recogía—. Además así está mejor, sabes lo que puede pasar. Y ahora cuéntame qué has soñado.

—¿Cómo sabes que soñé algo?

—Porque escucho el golpe del collar cuando lo abres y cierras. —Su respuesta era simple y sencilla, mas David se quedó callado.





Se fijó en la taza llena de palomitas de maíz, algunas con dulce y otras saladas. Christopher esbozó una enorme sonrisa ante el ceño fruncido de ella. Sabía lo que significaba todo eso, de hecho debía estar llena la alacena de dulces y gomas de mascar. Christopher consentía demasiado a Erika, con todos esos dulces le darían caries, pero decirle eso sería inútil porque con ella nunca la escuchaban.

Era sábado y Erika vendría este fin de semana, siempre era ella la que iba, pero sus tíos no estarían y ella se quedaría con su hermana.

—La llevaré al parque así que más te vale que no hayas alquilado tantas películas —dijo llevando al salón y se acomodó en el piso. Eso era más divertido que verlas en el sillón.

—¿Qué haces? —consultó Christopher cuando la vio en el suelo con los ojos cerrados y un plato lleno de palomitas.

—En un rato vendrá Erika, pondrá una película, servirás gaseosa, yo me quedaré dormida y ella me despertara para que salgamos. Erika saltara por los parques como una posesa y me hará comprarle un helado con jarabe extra…

—La vida suena aburrida cuando lo dices de esa manera. ¿Dónde quedó la acción, las sorpresas, la aventura…?

—En un auto incendiado hace casi tres años —contestó con gesto aburrido, pero sabía que tras sus párpados cerrados contenía las lágrimas.

Aranel no era una chica llorona, prefería morderse la lengua a dejar que la vieran llorar. El día en que murieron sus padres se encerró en su habitación y no le abrió a nadie, ni siquiera a Erika que tocó la puerta e incluso la amenazó con meterse a la habitación por el techo.

Cuando salió parecía una zombi, se movía por pura y mera inercia sin prestar atención a nadie. Algo había muerto en su interior y fue enterrado con sus padres y Bryan.

Escuchó el sonido acelerado del timbre, esa era la forma de Erika para decirles que estaba allí. De inmediato se tiró a los brazos de Christopher y lo apretó por el cuello con una radiante sonrisa, pero se soltó y corrió hacia su hermana.

—Hola, enana —dijo ella desde el suelo al sentir los pasos apresurados.

Erika se tumbó encima de ella y le recorrió el rostro con los dedos, al no ver nada irregular, sonrió y empezó a hacerle cosquillas para que la mirara.

Iba a ser un largo fin de semana…

lunes, 15 de noviembre de 2010

Premios

Muchísimas gracias a Erzenguel por los premios que me ha dado, están lindisimos

.

No olviden que el miércoles hay capi de La búsqueda!

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Capítulo 8: Salir de fiesta con Alejandro es igual a problemas

Aranel nunca se había caracterizado por la paciencia, por eso en aquel momento, cuando Christopher le reclamaba por haber estado con una persona que más de uno le había dicho era peligroso, se cruzó de brazos y dejó ver una mueca de fastidio producida en sus labios. Christopher prácticamente le gritaba y ella sin soportarlo más explotó.

—¡Maldita sea, no soy tu hermana! —exclamó con las manos cerradas y eso fue como un puño en el estómago para el chico de ojos grises—. ¡Sé que te importa lo que me pase, pero estoy cansada de hacer lo que me dices como si fuera una niña pequeña! —Él apretó los labios y ella se masajeó las sienes—. Lo siento, pero tengo que salir.

Tomó su chaqueta, hacía frío y tal vez lloviera. Aquella brisa helada erizaba su piel y el vaho que salía de su boca ya era imposible de detener, aun así no deseaba regresar, quería ir al parque e imaginar que todo estaría bien, que su hermano la buscaría como cuando escapaba de casa.

Por eso se hizo en una banqueta esperando que el tiempo pasara, aunque Bryan no iría por ella. Suspiró con cansancio recordando el pasado, uno que no volvería y que se negaba a mostrar a quienes la rodeaban. Los juegos, llantos, peleas y risas pasaban una y otra vez por su mente, pero era algo que sólo le pertenecía a ella y que no compartiría con nadie.

—¿Por qué tan sola? Te escapaste de tu niñera —inquirió Alejandro frente a ella, no hizo ningún gesto, no le iba a temer, era un simple chico del que le dijeron que se alejara.

—Soy bastante grande para tener niñera —contestó con simpleza y echó la cabeza hacia atrás—. No te invité a sentarte —dijo frunciendo el ceño cuando lo sintió a su lado.

—Creí que el parque era publico —replicó rápido con una sonrisa cínica.

—Al menos sé que con este frío tus neuronas siguen funcionando —susurró cerrando los ojos.

—No deberías quedarte aquí y mucho menos con los ojos cerrados, no sabes qué clase de cosas aparecen en la noche —murmuró tomándole la mano. Intentó apartarla, pero él se lo impidió y la jaló para que se levantara—. Vamos a una fiesta —sugirió con una sonrisa tentadora en sus labios.

—No puedo, mañana tengo trabajo, odio las fiestas y tengo que regresar a casa… —El chico la besó dejándola aturdida antes de que dijera algo más.

—¿Quieres regresar con tu niñera? Te dará un regalo, eres joven, Aranel, vamos a vivir la vida. Si te van a castigar que sea por algo que valga la pena. Su voz era suave, aterciopelada e incitaba a cometer un crimen, además sus ojos de color chocolate la tenían hipnotizada, él sabía lo que era capaz de provocar y estaba poniéndole todo su empeño en hacerlo, la cogió por el brazo y la arrastró por el parque hasta su auto.



—Aquí hay mucho ruido —musitó resistiéndose a entrar. Pero Alejandro le dio un último jalón y la música resonó en sus oídos.

No era mucha la luz, de por sí sólo era un estrover que la enloquecía y le hacía difícil caminar entre la gente y a menudo se chocaba, pero Alejandro no soltaba su mano. Las luces intermitentes la estaba mareando y se golpeó contra un tipo, estaba a dispuesto a gritarla, mas al ver que le fruncía el ceño y lo fulminaba con la mirada la dejó en paz.

Estaba molesta, ni siquiera sabía por qué estaba ahí, algo le decía que se fuera. Alejandro casi no le estaba prestando atención y sólo la jalaba por el lugar, empezaba a desesperarse.

Poco y nada había notado del camino recorrido desde el parque al lugar de la fiesta, no sabía muy bien dónde se encontraba, pero de seguro si lograba soltarse del agarre del chico llegaría sin problemas a casa, a seguir aguantando los regaños y reclamos de Christopher, que ahora serían más.


El teléfono celular sonaba como loco. Christopher estaba demasiado ocupado en una partida de play contra David y Jonathan para contestarle. Quería ganarles, desde que llegaron que sólo perdía y era suficiente, le tocaba ser el vencedor aunque sea una vez y el estúpido teléfono lo desconcentraba, aun así se negaba rotundamente a responder, quizás era Aranel y no tenía ganas de hablarle, no después de lo que había hecho. ¿Acaso no entendía que sólo quería cuidarla? Suspiró con cansancio y notó que por estar perdido en sus pensamientos, volvía a perder.

—¡¡Contesta!! —gritaron ambos amigos cansados del ruidoso celular.

Los dos siguieron jugando mientras tomaba el celular de la mesa del comedor, era Erika, era un cien por ciento seguro que le gritara.

Se levantó con gesto cansado, sabía lo que le esperaba.

—¡¿Dónde estás?! El peligro suena en cada rincón de mi mente, te aseguro que no es lindo. Más te vale que en media hora hayas arreglado lo que sea que esté mal porque te juró que si algo le pasa a mi hermana ¡voy a cortar tu cuello! —exclamó y escuchó el “pip pip” indicando que habían cortado la llamada.

Erika no era una niña paciente y eso lo sabía desde el día en que vio a su mejor amigo con una pequeña de ojos verdes en brazos. Parecía un dulce angelito al ser tan pequeña, pero a medida que fue creciendo descubrió la verdadera niña tras aquella mirada, se parecía más a su hermano que a su hermana con aquella sonrisa enigmática.

No sólo eso, Erika parecía tener una extraña fijación con su hermana desde que apenas podía caminar, algo que se desarrollo con el tiempo y el exceso de que Bryan estuviera a su lado, si Aranel se fastidiaba porque Bryan la cuidara, mucho más cuando su hermanita se metía al colegio y alejaba a Alejandro de ella. Ambos estaban en absoluto acuerdo de que era peligroso.

—Eso no se oyó bien —comentó Jonathan dejando a un lado el control.

—¿Necesitas ayuda? —inquirió David con una sonrisa.

—Podría decirse —dijo en un suspiro.

Christopher sabía bien de qué era capaz aquella pequeña, él y el mismísimo Bryan le habían enseñado.

—Vamos de niñeros… —susurró David con una sonrisa, quería decirle unas cuantas cosas a Alejandro y averiguar un poco más por la razón que estaba ahí. Tomaron sus chaquetas y salieron del departamento rumbo a la calle, se montaron en el auto de Christopher y vagaron por varios minutos en la fría y peligrosa ciudad de Nueva York.


Los tres se separaron al llegar al lugar, iba a ser difícil encontrar una simple chica en un lugar lleno de adolescentes locos y algunos borrachos o drogados. Algunos se le acercaron a David con sonrisas atontadas en los labios y tambaleándose.

—¡Déjame! —escuchó que gritaron.

David salió al callejón y se encontró con Aranel a punto de saltarle encima a un hombre que estaba borracho, tenía las manos empuñadas y el hombre sólo estaba caído, se levantó y tambaleándose intentó acercarse a ellos. No se dio cuenta cuando su primo llegó, seguido de Jonathan, hasta que lo escuchó.

—¡¡Manuel!! —gritó Christopher y lo cogió por el brazo para que la dejara—. ¿Quieres matar a tu sobrina, idiota?

El hombre dio un paso atrás desorientado.

Aranel se soltó y caminó por la calle, sin importarle en lo más mínimo los chicos que había llegado. Sabía que Christopher iría por ella y prácticamente la arrastraría hasta el departamento, no le diría nada porque estaba molesta con él, o tal vez sí le diría algunas cuantas cosas por lo irresponsable que fue, escucharía mostrando atención a sus palabras, pero en el fondo sus pensamientos estarían en otro lado. Luego de eso, ambos se encerrarían en sus habitaciones, sólo volverían a hablarse cuando sus enojos pasaran. Algo típico en sus peleas, pero lo más pesado le tocaría a Christopher, debía darle todo los detalles de lo sucedido a Erika, aquella niña no lo dejaría en paz hasta que lo hiciera.

Anterior

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Capítulo 7: Y del pasado regresa al presente

La gripe de Aranel había empeorado, Christopher estaba desesperado, pero no podía hacer nada porque decidió dejarla tranquila.

—Voy al baño —balbuceó David sintiéndose extraño, se levantó y Christopher no protestó.

Siguió sus instintos y se dio cuenta de que la presencia que sentía provenía de la habitación de Aranel, entró sin ningún escrúpulo y fijó su vista en la esquina al otro lado de la habitación.

Susurrando unas palabras en un idioma extraño el viento se manifestó en aquella esquina dejando vislumbrar una presencia fantasmal. Un espíritu, no era peligroso, todo lo contrario, era noble y bondadoso, aun así no bajó la guardia y musitó:

—¿Qué buscas?

Él sonrió y señaló la cama, donde dormía Aranel con una expresión torturada.

Se fijó mejor en él cuando escuchó un “Debía asegurarme que estaba bien”. Un susurro lejano, pero sabía que provenía del espíritu que se acercó a paso lento y suave con cierto temor hasta la chica y rozó su mano sutilmente contra la mejilla.

—Bryan… —tartamudeó Christopher—. No debes estar aquí, vete, puedo cuidarla.

El joven puso una expresión contrita, no debía de tener más de diecinueve años, el cabello de color miel caía sobre su rostro y unos ojos verdes que lo observaban con curiosidad, pero se volvieron a Aranel y besó su frente que de inmediato cambió su expresión por una mucho más pacífica.

—Nunca he dudado de tus capacidades, no te lo hubiera confiado si no fuera así, pero deseaba verlas, ahora que lo he hecho me marchare, nos veremos pronto —dijo y desapareció esbozando una sonrisa misteriosa que le recordó a alguien más, y el viento pareció haber traído un murmullo cuando escucharon—. Me encantó conocerte.

Christopher observó a David lúcido, no se esperaba que Bryan apareciera. Desde el año pasado que no lo veía, cuando Aranel estuvo en el hospital.

—¿Qué hace este idiota aquí? —interrogó la chica frotándose los ojos y se levantó de la cama enarcando una ceja, ellos no se movieron de su lugar—. No sé si se han dado cuenta, pero ésta es mi habitación —dijo enfadada y los empujó hacia fuera.

—Ella es un encanto incluso cuando se despierta —musitó con burla—. ¿Quién era ese chico?

—Nadie importante —contestó con una expresión melancólica.

Aranel salió de la habitación con su ropa normal y los vio a ambos.

—No estorben, me voy a trabajar —anunció rápido antes de que Christopher le preguntara—. No, ya estoy bien y he faltado mucho —replicó de mal genio cuando estaba a punto decirle algo.

—Déjame hablar —protestó cruzándose de brazos.

—No tiene caso porque sé lo que dirás —replicó con indiferencia y se fue.



Aranel estaba en su turno normal, corriendo de un lado a otro con los pedidos.

—¿Qué desea? —interrogó con gesto monótono y aburrido sin levantar su vista de la libreta.

—Hola, Nel —musitó el chico de la mesa y lo observó, la boca se le quedó seca y se le formó un nudo en la garganta al darse cuenta de quién era.

Un par de hipnóticos ojos color chocolate la tenían clavada, los reconocía de cuando fue a la secundaria, aquella época en que todo era mejor, cuando Bryan le había prohibido en rotundo a acercarse aquel chico, ella no dudó ni un momento en obedecerle, porque sabía que no le pediría algo así si no lo creyera necesario.

Bryan había sido un idiota siempre, distraído y olvidadizo, pero tenía como un sexto sentido para el peligro y Erika lo heredó.

—Parece que te has olvidado de mí —susurró decepcionado, pero la sonrisa ladeada que lucía lo desacreditaba—. Soy Alejandro y estaba contigo en clase de química —asintió con la cabeza y sintió escalofrío cuando rozó los dedos de su mano, la apartó de inmediato.

—Disculpa, tengo que regresar a mi trabajo si no pedirás nada —balbuceó recuperando la voz.

—Ah, vale. Pues quiero un pastel y coca cola —pidió apoyándose en la mesa. Ella asintió como una autómata y se fue.

Alejandro sonrió de medio lado, cambió mucho en aquellos años y ahora el tonto hermano no estaba para defenderla.

Aranel le llevó el pedido, no era una chica cobarde y nunca lo sería.

—Gracias —susurró con una ligera sonrisa—. ¿Quieres salir conmigo esta noche? —interrogó de repente, se había levantado y le sostenía por el brazo, tomó uno de los mechones de su cabello y lo enredaba entre sus dedos.

—No puedo, mañana trabajo —balbuceó nerviosa e intento zafarse.

—Eso puede arreglarse fácil —contestó contra sus labios.

—Aranel… —La soltó de inmediato y casi cae al suelo. Christopher apareció de la nada, tomó el otro brazo de la chica y la jaló para abrazarla de forma protectora.

—Bueno, debo irme —musitó Alejandro, dejó el dinero sobre la mesa y se fue a paso lento y silencioso, volvió la mirada un momento y desapareció entre el gentío de la calle.

—Ese tipo no me agrada —farfulló David a sus espaldas.

—A mí tampoco me agradó nunca, pero Bryan siempre fue exagerado y sigiloso cuando se trababa de él. No sé qué hace tras Nel.



Erika intentaba hacer su tarea por todos los medios, pero mordía el borrador del lápiz con nerviosismo. ¿Cuánto tiempo más tendría que estar atrapada en aquella casa? Dio un largo suspiro y se concentró al máximo en sus deberes.

—Deberías irte de una buena vez, te castigarán si te ven tanto tiempo acá —murmuró a sus espaldas.

—Pero…

—¡¡Vete de una buena vez!! —ordenó la niña con molestia y se cruzó de brazos con enfado observando al espíritu que tenía su mismo color de ojos.

—Cuídate y a…

—No necesito que me lo digas, sé lo que debo hacer y quién será la más afectada en todo esto, David nunca debió venir a buscarla, pero me encargaré personalmente que no la encuentre. Aranel es mi hermana, ahora me preocupa que Alejandro quiera… —Bryan le besó la mejilla cortando todas sus palabras y consiguiendo que la sangre se agolpara en sus mejillas.

—Sé que cumplirás y cuidarás a Nel.

—Gracias por confiar en mí —dijo con una sonrisa.

Bryan, más que su hermano mayor, había sido su héroe en la infancia, siempre la cuidó aunque a veces hacía tratos con Aranel para escaparse y salir un rato con sus amigos.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Capítulo 6: Para eso son los amigos

Lo recordaba a la perfección, tenía el cabello miel y los ojos verdes. Siempre estaba sonriente y animado, excepto cuando la veía a ella, se sonrojaba y empezaba a tartamudear, o a lo lejos cuando la observaba suspiraba sin parar.

Le causaba gracia que fuera así, se reía a su costa y junto con Christopher le hacían bromas, pero él lejos de molestarse sonreía ampliamente y volvía su mirada a ella, perdido en sus pensamientos.

Nunca supo lo que pensaba, siempre estaba tan alejado de la realidad, o al menos de la que ella conocía.


—¿Dónde está Aranel? —interrogó al entrar al departamento y ver a su primo sentado como si fuera su casa.

—Se fue a dormir hace un rato, se veía realmente muy mal —contestó con aire aburrido y siguió a su primo por el pasillo.

Abrió la puerta despacio y se adentró en la habitación. Las ventanas estaban cerradas y todo estaba absolutamente oscuro, gracias a la luz que se colaba por la puerta pudo notar un bulto bajo las sabanas.

Aranel tenía las mejillas sonrojadas y la frente ardiéndole, pero no era capaz de hacer algo por ella, siempre tuvo que verla así, impotente. Se sentó en la cama junto a ella y puso la mano sobre su frente.

—Es extraño que enferme considerando que te tiene tan cerca —musitó David desde la puerta con los brazos cruzados.

—Yo también lo creo, siempre se me hace raro, pero es algo que pasa por estas fechas, añadiéndole que es demasiado terca —respondió con una media sonrisa apagada.

—Sigo pensado igual —murmuró fijándose en como su primo apartaba la mano de la frente y guardaba algo en el cajón. Se levantó de la cama y se dirigió hacia él—. Debe haber una razón por la que se enferma, y más aún si siempre es en la misma época.

—Algún día sabré la respuesta a esa pregunta, pero no será esta noche, de eso estoy seguro. Así que sí no te molesta, vete —balbuceó cansado—. No estoy para discutir ahora contigo.

David se fue por el pasillo y cerró la puerta tras de sí. Christopher arrastró sus pies hasta la habitación y se encerró, serían días muy agitados.



El timbre sonaba sin parar y aunque odiara tener que hacerlo se levantó de la cama, tirando todo al suelo, incluida la cobija en la que había estado envuelta.

—Tienes un aspecto horrible —balbuceó Mailen al verla. Rodó los ojos ante el comentario y con voz bajita, quedada y ronca musito con sarcasmo:

—Muchas gracia por tu ánimo, al despertar, lo que más quiero es que me digan lo mal que me veo.

Mailen se encogió de hombros y entró al departamento mientras vio como ella se metía a la habitación de nuevo, golpeó la puerta de su primo sin compasión, esperando escuchar al menos un respiro desde adentro.

—¿Qué? —inquirió de mala gana cuando abrió la puerta, pensado que era de nuevo su primo.

—¡Uy, que genio!, pero a mí no me vengas con eso que no tengo la culpa.

Entró a la habitación y abrió las cortinas, escuchó como Christopher gruñía, mas siguió con su trabajo sin importarle que protestara.

—Deberías dejar de quejarte y arreglar esto. ¡Eres un desastre! No tienes derecho a estar así —renegaba la chica y salió de nuevo, al ver al puerta cerrada cayó en cuenta de añadir—. Aranel está mal, se le ven ojeras horribles y la cara muy pálida, pero tiene las mejillas rojas. ¿Por qué no me mencionaste que estaba enferma? —recriminó enfadada, cruzando los brazos y golpeando el suelo con sus zapatos.

—No estuve en casa, lo siento —tartamudeó aturdido y quiso entrar a la habitación, pero su prima lo envió hacia el baño.

—Eres un asco, mejor arréglate y yo iré a preparar sopa, a ti también terminara dándote gripe —farfulló y se fue, no pudo evitar sonreír ante el gesto y obedeció.

—Si supieras que no puedo enfermarme —susurró escuchando como golpeaba ollas, dio un suspiro resignado y entró al baño.



—¿Has encontrado algo? —interrogó David cuando Jonathan salió de entre las sombras. Tenía el cabello húmedo y la ropa desgarrada, no es que él estuviera en mucho mejor estado, pero al menos no sangraba.

—La verdad es que no mucho, un par de bestias se me han tirado encima, creo que ya está despierto y con su poder al límite —susurró apartándose el cabello de la frente y dejando ver sus ojos de color miel con el toque verdoso que los caracterizaba—. ¿Estás seguro de querer encontrarla? Lo hacíamos antes porque no había ningún peligro, pero ahora con ése vagando por el mundo estará en riesgo.

—Lo haré antes que él.

Jonathan no dijo nada más, no tenía caso.



—Levántate —ordenó una voz en tono osco. Sintió como le quitaban las cobijas y las tiraban al suelo, abrió los ojos con pereza.

—Tú no —balbuceó con un tono ronco y cansado.

—Deja de ser vaga, enana. Si no estás en el auto en quince minutos, te juro que vendré y te llevaré del cabello —amenazó y salió dando un portazo.

Aranel se levantó de la cama y se dirigió al baño, por experiencia propia sabía de lo que era capaz.

—No deberías llevártela, tiene gripe —explicó al ver que fruncía el ceño.

—Me importa un comino, que se ponga un saco y listo —dijo y se fue.

Vio el auto rojo y como la chica dentro de él golpeaba la dirección de una forma rítmica. Le tiró la chaqueta al regazo, no le dio importancia, Jaqueline no era la chica más paciente del mundo, ni la más educada o respetuosa. De hecho ella era lo contrario a todo eso, razón por la que no entendía muchas cosas, pero también del que se llevaran también, aunque si se le agregaba el que fuera la única que le había parado los pies y era capaz de enfrentársele, le obligaba a tenerle cierto respeto hacia su poca paciencia y tolerancia.

—Aún no sé qué te vio —susurró muy bajito, al menos eso creyó.

—Puedes preguntárselo cuando lo veas, claro que no se vale hacer trampa e intentarlo antes —dijo y supo de inmediato a qué se refería por lo que guardó silencio y se hundió en el asiento.





—Bueno, mocosa…

—No me digas así —interrumpió molesta y la chica la observó con una ceja enarcada.

—Para mí siempre lo serás, así que cierra…

—Cállate tú, a mí nadie me dice qué hacer y menos una a la que le tuve que enseñar matemáticas, aunque me lleve cuatro años —objetó y cuando Jaqueline la observó sin decir nada supo que le había ganado la partida, pero la guerra iba a ser muchísimo más dura.

—Escúchame muy bien, porque lo diré una y sólo una vez…

—Pues más te vale que empieces ya que tienes tanta prisa.

—¡Muy bien! Si vuelves a abrir tu bocota juro que te la rompo —amenazó y la señaló con el dedo. Hizo un gesto desinteresado indicándole que continuara.

Aquella manera tosca y ruda de hablar le traía recuerdos de su infancia, tantas veces habían peleado de esa forma, aunque ella en realidad nunca le puso una mano encima, eso fue antes del incidente porque aún recordaba muy bien la cachetada que le dio hace un año.

—Niña, hazme caso —exclamó chasqueando sus dedos frente a ella—. Jane me llamó y dijo que habrá un recital el domingo, vas a ir.

—No —replicó de inmediato y frunció el ceño apretando sus manos en un puño.

—A Bryan no le hubiera gustado que lo dejaras, siempre dijo que te veías linda…

—¡¡No me importa lo que él quería!! ¡¡Haré lo que se me dé la regalada gana, porque al fin y al cabo soy mayor!! —Sintió su mejilla arder al terminar la frase—. No me importa lo que digas, no lo haré.

—¿Dejarás tu carrera así como así? —interrogó con una mirada fulminante.

—Ésta fue la misma discusión que tuvimos hace dos años. Te diré lo mismo que en aquella ocasión: Jódete y déjame en paz. —Le dio la espalda y caminó en dirección a la carretera, ignorando la lluvia. Jaqueline no iría tras ella, la conocía lo suficiente para saber que prefería empeorar a dejar que la llevara de vuelta, además era una niña caprichosa y se lo merecía.

 

Template para blogger por May Abiatti para Plumas Azules