—Jared
—escuchó. Miró a los lados confundido cuando sintió un tirón en el pantalón y
bajó la cabeza. Sonrió a la imagen de Dominic con su pijama de autos y el
conejo de peluche sostenido por la oreja.
—Hola,
Dom —musitó agachándose para estar a su altura.
—¿Dónde
estamos? —preguntó el niño que aún no se había despertado completamente y no
hacía más que frotarse el ojo intentando quitar el sueño.
—Ésta
va a ser tu nueva casa, Dom —contestó en un suspiro acariciándole el cabello—.
Vamos a vivir aquí tu madre, tú y yo. —Dominic lo miró y esbozó una sonrisa
feliz—. ¿Te gusta la idea? —Dominic asintió eufórico.
—¿Entonces
se casaron? George me dijo que mamá lo haría, pero no sabía si era verdad,
porque además tú podías arrepentirte a último momento —dijo el infante hablando
muy rápido y dando saltitos inquietos alrededor de Jared.
Jared
sonrió mirando la alegría del niño, aunque empezaba a marearlo. Prefirió
cogerle la mano y llevarlo a la cocina. El pequeño estaba demasiado ocupado
fijándose en todo lo que veía para prestar atención a lo que sea que Jared
estuviese cocinando.
Fue
a la sala donde estaban unos bonitos sillones de color crema, una mesita de
vidrio al lado del sillón de dos cuerpos, en la mesita reposaba un florero con
rosas blancas. Un cuadro de un paisaje cerca de la chimenea…
Subió
al segundo piso, tenía cuatro habitaciones, un baño al final del pasillo y otro
al que se entraba por la habitación de Jared. Volvió a bajar, abrió cajones,
movió y volvió a acomodar cualquier cosa que le pareciera interesante, desde
las porcelanas chinas hasta algunos
papeles en el escritorio ubicado en el estudio.
Dominic
vio algo que brillaba y se movía, así que lo siguió, el objeto rodó hasta la
cocina, chocó contra los asientos del comedor y paró, así que gateando se metió
entre los asientos. Jared dejó los platos en la mesa, observó los pies de
Dominic moviéndose bajo la mesa.
—¿Dom,
qué haces? —interrogó Jared.
—Nada
—contestó agarrando el pequeño objeto. Se lo metió al bolsillo del pijama y
gateó para salir.
Dom
sonrió, se subió al asiento y empezó a comer el sándwich.
—Me
hubiese gustado poder hacer algo mejor, pero no hay muchas opciones —murmuró
Jared. Tendría que ir a mercar, lo cual siempre le pareció extremadamente
aburrido.
Suspiró
pensativo, era un tanto raro estar sentado junto a Dominic, saber que Evangeline
andaba en una de las habitación de arriba profundamente dormida y que de ahora
en adelante viviría con ellos.
—Está
rico —replicó Dom con seguridad infantil. Jared sonrió, no debía ser muy
difícil para un niño hambriento pensar que estaba rico. El infante cogió la
taza de chocolate con ambas manos y se lo tomó de un trago—. Gracias —musitó
satisfecho limpiándose el bigote.
—De nada —respondió cogiendo ambos platos.
Dom
se paró en la silla y apoyó las manos en la mesa, empezó a mover los pies,
provocando que el asiento se moviera de adelante a atrás.
—¿Jared,
sabes jugar futbol? —interrogó mirándolo lavar los platos.
—Cuidado,
podrías caerte. Sí, sé jugar futbol. Tendríamos que conseguir una pelota si
quieres jugar. Tengo una en casa de mis padres…
—¡Yo
tengo la mía aquí! —exclamó Dominic saltando del asiento, lo cual provocó un
ligero «toc» cuando se equilibró de nuevo, se retiró de la cocina en un tropel
de pasos apresurados. El retumbar de los escalones cesó cuando llegó al piso de
arriba.
Dominic
entró de puntillas en la habitación, se metió debajo de la cama en que estaba
su madre dormida buscando a tientas el balón, las cortinas no dejaban pasar la
luz de la mañana. Cuando lo agarró salió y cerró la puerta con cuidado. Se fue
abajo y se dirigió al patio donde Jared lo esperaba.
El
patio era bonito, no era enorme como el George ni tenía plantadas tantas flores,
sin embargo tenía un encanto especial con las enredaderas formando una red de
flores en las columnas, los arbustos llenos de botones a punto de abrirse y
algún pajarito que cantaba en el árbol de la esquina del patio.
Jared
le sonrió e hizo un gesto para que lanzara la pelota. Dominic la pateó y ambos
comenzaron un juego de pases que terminó en un partido el uno contra el otro.
***
—¡Dominic!
—exclamó Evangeline desde la puerta.
El
infante sonrió y corrió hacía ella, dio un salto y se le agarró a las piernas.
—¿Quieres
jugar, mami? —inquirió con los ojos muy brillantes—. No te imaginas lo malo que
es Jared jugando futbol —dijo Dominic riendo. Jared lo observó ofendido.
—Tal
vez luego —contestó abrazándolo fuerte, le acarició la mejilla con cariño y le
besó la frente
—Buenos
días —saludó Jared. La chica emitió un saludo que más parecía un suspiro de
resignación—. Fui yo quien te metió dos goles —replicó Jared jugando con el
balón distraídamente.
—Te
deje ganar —aseguró Dominic. Evangeline sonrió cuando Jared enarcó una ceja y
se cruzó de brazos en espera de lo que diría Dom—. Además te aprovechaste de
que eres más grande. En una ocasión me alzaste del suelo y no pude detenerte.
—Ya
que Jared es un tramposo ¿qué tal si vamos a jugar con Raúl? —interrogó
Evangeline cogiendo al niño de la mano.
—Pero
si Raúl es aún más tramposo —protestó el infante dejándose llevar.
—Evangeline,
espera quiero hablar contigo —murmuró Jared.
—Ve
a bañarte —ordenó a Dominic. El niño se mordió el labio, ahí empezaba el
problema ¿Y si los dejaba solos y su madre le decía que no quería nada con
Jared? ¿Si aprovechaba que no habían desempacado para irse definitivamente?
Negó con la cabeza y se sentó en el suelo, eso era lo más parecido que había
hecho a un berrinche.
—No
quiero. Ven conmigo —pidió. Al menos si su madre estaba con él no iba a pelear
con Jared.
—Ve,
Dominic —repitió. El niño se cruzó de brazos.
—Únicamente
vamos a hablar —prometió Jared—. Todo estará bien.
—¿Entonces
por qué no puedo escuchar?
—Porque
no es algo que deban escuchar los niños. —Evangeline lo jaló y lo puso de pie,
le dio un empujoncito para que siguiera el camino—. Hablaré con Jared y tú te
irás a bañar y vestir. Ni se te ocurra espiarnos, ya te conozco —reprimió
apuntándolo con el dedo y mirándolo sospechosamente.
Dominic
los miró una última vez, con sus ojos de cachorro, antes de dar media vuelta y
salir corriendo rumbo a las escaleras. Evangeline se volteó hacia él con una
expresión de disgustada que Jared se sorprendió, su sonrisa había desaparecido
y los ojos azules eran idénticos a los de George cuando estaba enojado.
—La
verdad es que no quiero estar casada contigo, lo cual es bastante evidente. Si
dije «acepto» es porque George tenía a Dominic, tiene a demasiados de la
policía en su bolsillo como para denunciarlo, así que estaba atada de manos
—masculló de brazos cruzados—. Así que éste es el trato: tú me quitas de encima
a George y tú obtienes la empresa de mi padre que probablemente sea la razón
por la que te casaste conmigo. ¿Todos felices? —preguntó al aire—. Sí —contestó
a sí misma. Dio media vuelta para irse, pero Jared la cogió por el hombro. Se
había quedado petrificado cuando ella empezó a hablar, sorprendido del cambio
de actitud tan repentino.
—No
me case contigo por esa razón —replicó—. Es algo que me gustaría explicarte.
—Pues
no quiero escucharte —espetó soltándose—. Para mí no eres más que el lobo en
entrenamiento de George. —Siguió el camino como si nada. Jared ni siquiera
intentó detenerla, se había casado con una fiera en modo defensivo al menos…
las veinticuatro horas del día.
2 Plumas:
Bueno, es oficial. Me enganché.
Un beso
¡Que a la defensiva está Evangeline! Claro que es normal, teniendo un padre como George no confia en nadie, y menos si ese alguien trabaja para su padre.
Espero que Jared sea capaz de ganarse su confianza, seguro que si sigue siendo tan adorable con Dominic, consigue que Evangeline vea la verdad.
Un beso y estupendo capitulo.
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