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miércoles, 31 de agosto de 2011

Capítulo 11: Charlas


Evangeline se mordía el labio mientras veía las cosas sobre la cama. Mentalmente repasó todo, empezó a empacar y cuando terminó preguntó en voz alta:
—¿Qué me hace falta?
—Razonar —contestó Paloma desde la puerta. Evangeline la observó negando con la cabeza y se fue a buscar la ropa de Dominic—. Va encontrarte de todos modos, lo sabes.
—No estoy huyendo de él —replicó abriendo el cajón y empezando a buscar—. Tengo que hacer un viaje por mi trabajo...
—Del cual convenientemente regresas dos días después de la boda ¿no? —Evangeline bufó y continúo con su búsqueda. Había estaba presionando a su jefe para que la enviara a ella, el boleto de Dom lo había pagado por su parte—. Tu padre te buscará y obligará de todos modos.
—¡A veces me pregunto de qué lado estás! —exclamó malhumorada, dejando su tarea a un lado.
—Del bueno, por supuesto —contestó limándose las uñas.
—¿Y te parece que mi padre quiera casarme a la fuerza con alguien que no conozco? —renegó. Volvió a rebuscar en los cajones la ropa, la lanzó a la cama.
—No, George nunca me ha parecido buena persona. Esto no hace que mejore mi opinión sobre él, pero estoy pensando en Dominic. Él necesita un padre, Evangeline. —La menor dejó su trabajo al escucharla, se volvió a ella como si le hubiesen dado una descarga eléctrica.
—De nada me sirvió a mí tenerlo —dijo enfadada—. Después de que me tenga a mí y sea buena madre va a estar bien —habló firmemente—. Además eres la menos indicada para darme un sermón sobre los padres. ¿Tengo que recordarte que fuiste tú la que se escapó de su casa?
—Porque no quería llevar la misma vida que mis padres, no porque no los quisiera —replicó moviendo la cabeza de un lado a otro—. No quería pasarme el resto de mi vida ordeñando vacas y recogiendo huevos. —Evangeline se cruzó de brazos con molestia porque eso ya lo sabía—. Mi padre fue un buen hombre y no sabes cuánto agradezco que estuviera mientras crecí. Ellos no podían darme lo que yo quería, creí que no iban a entenderlo, por eso escape. Y ahora no intentes desviarte del tema.
—No tengo por qué casarme con Jared, no pienso hacerlo. —Empezó a empacar de nuevo—. No estaré atada de por vida a una persona que no conozco. Ni con él ni con nadie.
Dominic, apoyado en el marco de la puerta, alcanzó a escuchar las últimas palabras mientras miraba con decepción como su camiseta roja favorita era doblada y guardada en la maleta, a eso le seguía mucha más de su ropa. Resignado a que nunca tendría un papá arrastró los pies por la alfombra del pasillo, su conejo de peluche, que tenía agarrado de una oreja, le seguía mirando con sus ojos negros a Paloma en la puerta de la habitación.
Dom se subió al asiento y buscó el control de la televisión, pasando los canales sin ver realmente, apretó a peluche con fuerza, él quería tener un papá, quería a Jared, él le caía bien. Lo llevó a comer dulces y jugó con él bajo la lluvia, el mismo día que fue a hablar con él, entonces sabía que si su madre y él no querían pues no había nada que hacer, pero cuando George le dijo que Jared había aceptado sintió una indescriptible felicidad, claro que el que él aceptara no significaba que su madre también lo haría, así que no quedaba de otra que aguantarse.
Con el pasar de los días habían llegado las semanas, con ellas el tiempo de que su sueño se cumpliera estaba tan lejos como cerca. No podía hacer nada más que observar cómo los adultos decidían mientras sentía su estómago revolverse con el correr del tiempo. Se preguntaba porque nunca escuchaban la opinión de los niños. Estrujó la oreja de su peluche, quería llorar.
Paloma, que se había cansado de hablar con Evangeline, se fue a la sala y al ver al niño así se acercó y le acarició la mejilla.
—¿Qué te pasa, cariño? —interrogó ofreciéndole una sonrisa. Dom suspiró y movió la cabeza para decirle que no pasaba nada—. ¿Estás preocupado porque van a salir de viaje?
—No. ¿Cuándo volveremos? —interrogó mientras Paloma lo sentaba en sus piernas y trataba inútilmente de devolver los rizos a su lugar.
—Pronto —aseguró con otra sonrisa—. Tú de lo único que tienes que preocuparte es de no perder al Sr. Orejas, disfrutar mucho el viaje y comerte muchos dulces a escondidas. —Le guiñó el ojo con aire de complicidad. Dominic sabía que Paloma ocultaría dulces en su pequeña mochila.
Se acurrucó en sus brazos con sueño.
Al día siguiente estaba subido en un avión, al lado de su madre, alejándose de un sueño que no era capaz de decirle a nadie.
***
—¿Te das cuenta de lo cerca que estás de atarte a una persona que no amas? —preguntó Anthony con aire aburrido, movía el café de su taza completamente abstraído, como si no hubiese nada más interesante en el mundo que ver el café haciendo pequeños remolinos en la taza. Jared tenía la cabeza apoyada en una mano, había tenido una reunión muy temprano, para cuando llegó su amigo estaba ahí con toda la intención de no dejarlo trabajar.
—¿Podrías dejar de hacerme la misma pregunta? —suspiró frunciendo el ceño—. ¿No tienes que ir a poner banditas o hacer de perrito faldero con la chica que ahora ocupa tu habitación de invitados?
—¡No soy ningún perrito faldero! —protestó indignado.
—La semana pasada me dejaste con la palabra en la boca cuanto ella te llamó.
—Está en problemas, la estoy ayudando —murmuró mirando a otro lado. Jared enarcó una ceja.
—A la chica que te mintió, ilusionó y traicionó. Y yo soy el tonto. —Anthony suspiró incapaz de rebatir eso, se quedó un rato en silencio. Pasados unos minutos volvió a esbozar su sonrisa traviesa de siempre. Jared se dio la vuelta en la silla para mirar las nubes grises que empezaban a amenazar la ciudad—. Hace días que  no veo a Dom —comentó.
—Salió de la ciudad con tu futura esposa —dijo riendo. Jared rodó los ojos—. Raúl me lo mencionó cuando fui a desayunar. Increíble que yo sepa más de ella que tú. —Se echó a reír con descaro.
Al ver que su amigo no le prestaba atención, se levantó y le dio una palmada en el hombro para sacarlo de sus pensamientos.
—No me ignores —riñó.
—Tengo que trabajar —musitó simplemente dándose la vuelta y recogiendo los papeles que debía leer.
—¿Y? —interrogó para desesperarlo.
—Vete —espetó impaciente.
Anthony subió las manos en señal de rendición y se fue soltando una de sus carcajadas estrepitosas.
***
Dominic había pasado una de esas semanas fantásticas en que lo único que tienes que preocuparte, tal como dijo Paloma, era de no perder a su peluche y que su madre no le descubriera comiendo dulces. Su mamá solo trabajaba en las mañanas en la oficina de un hombre robusto y sonrisa amable mientras él jugaba en la computadora de la secretaria. Luego se iban a  recorrer los parques y comer helado. Sin embargo, en las noches cuando fingía dormir porque no podía ya que el estómago se le retorcía, su mente se invadía de esos pensamientos de lo que haría si Jared fuera su padre.
Pateó de nuevo la pelota con aire distraído contra un árbol, lo hizo demasiado fuerte porque no pudo atraparla y siguió rodando por el parque.
—Dom —llamó Evangeline al ver que salía corriendo.
—¡Voy por la pelota, mamá! —exclamó y siguió corriendo.


miércoles, 24 de agosto de 2011

Capítulo 10: Espionaje


Dominic ahogó un gemido de dolor cuando las espinas se le clavaron en la piel, oculto entre el rosal que daba a la ventana de la oficina de George.

Aquel día Raúl no pudo llegar a tiempo para recogerlo, como consecuencia para cuando llegó, George había enviado a uno de sus orangutanes por él, por supuesto todo era un trampa para que Evangeline se viera obligada a ir a la casa de su padre, quien estaba atrapada en la oficina de George, ambos hablaban a gritos, de los cuales muchos eran injurias de Evangeline a su padre.

—¡No voy a casarme con Jared O’Conell! ¡Ni con él ni con nadie! —exclamó con las mejillas rojas por la rabia.

Dominic se apretó contra la pared intentando no hacerse más daño.

—Ya veremos —replicó—. Aprenderás a las buenas o a las malas el lugar que te corresponde —murmuró sentándose en la silla detrás del escritorio, sacó un puro limitándose a observarla en silencio mientras lo encendía.

—¡Ya no soy una niña para que vengas a controlarme! —rugió observándolo con frialdad, la misma que le dedicaba su padre. Una de las cosas que muchas veces dificultó la convivencia de ambos es que podían llegar a ser igual de tercos. Claro que Evangeline no tenía la manía de controlar la vida de los demás como su padre.

George sabía que ella no se iba a echar para atrás en aquel momento así que hizo un gesto de mano para indicarle que podía irse.

Ella soltó un bufido rabioso y se retiró con un portazo. Dominic al escucharlo empezó a arrastrarse para salir de su escondite. Reconoció la voz de André, el jefe guardias de seguridad de George, quien aparte de eso podía considerarse su «mandadero» y secretario a medio tiempo debido a que era en quien más confiaba, aunque no lo consideraba su amigo, solo un empleado leal. Medía dos metros de altura y quién sabe cuánto de ancho, lo seguro es que a Dominic siempre le había parecido un orangután.

—Su hija no se veía muy feliz —comentó.

—No importa, tú ya sabes qué hacer. La boda será en tres semanas, no voy a esperar que Evangeline tenga oportunidad de escaparse —susurró con una mirada fría—. Cuatro días antes de la boda, ni más ni menos. Evangeline asistirá quiera o no.

—De acuerdo, señor —dijo con voz monótona. George era un gran jefe, aunque  no estuviera de acuerdo con la mayoría de sus decisiones.

Dominic se arrastró pasa salir de su escondite en cuanto oyó que la puerta se cerraba de nuevo, corrió hacia la puerta trasera de la casa, que daba a la cocina, para escabullirse hasta la sala, su madre ya debía estar buscándolo.

—¡Suéltame! —protestó el infante tratando de zafarse. El hombre lo inmovilizó tranquilamente—. ¡André, suéltame!

—No creo que quieras que tu madre se entere que estuviste espiando. ¿Qué acaso tu madre no te enseñó que espiar está mal? —inquirió burlón—. De hecho no solo está mal, ella se pasa la vida tratando de que crezcas como un niño normal, muy lejos de la influencia de George, y cuando no te dicen andas escuchando a escondidas cosas que no te corresponden.

—Eres el mandadero de George, no mi padre —refunfuñó cruzándose de brazos.

—Eres un niño malcriado —rió jalándole la mejilla. Sacó una piruleta del bolsillo y se la entregó—. Pórtate bien y no te metas en más problemas. —Dominic lamió el dulce sin dar muestras de escucharlo mientras se dejaba llevar.

André, al ser el hombre de más confianza de George, inevitablemente terminaba encargándose siempre de aquellos temas que George consideraba relevantes, pero molestos: Evangeline y Dominic. A ella la había conocido cuando tenía unos trece años, por entonces solo era otro más en el montón y se encargaba de ser niñero y chofer de las pocas veces en que ella estaba en casa, algunos fines de semana —en vacaciones de verano solía irse con sus amigas— hasta aquel en que nunca más se volvió a ir y meses después apareció Dominic en su vida, logrando por fin una pequeña luz en los ojos de la niña que solía sentarse en silencio en la parte trasera del auto mientras era llevada a alguna de las aburridas  reuniones de su padre.

Dominic siempre lo trataba de «mandadero», al menos desde que había aprendido a hablar, cosa que no había disminuido el cariño que le tenía por haberlo visto crecer.

—¿Sabes, André? Eres un mandadero…

—Eso ya me lo has dicho millones de veces —murmuró abrochándole el cinturón.

—Déjame terminar —protestó—. El punto es que eres amable así que no entiendo por qué sigues trabajando para alguien como George.

—Creo que hemos tenido esta conversación cientos de veces. Él puede ser un mal padre, un mal abuelo y en general, aunque le da mucha importancia a la familia, no le da la misma que a sus negocios, así que es un buen jefe.

—Está bien ¿podrías ir a buscar a mamá? Por favor —pidió. André se rió y le revolvió el cabello.

—No será necesario, ella ya viene —contestó. Evangeline dio un suspiró resignado.

—No tienes que llevarnos —musitó.

—Órdenes del jefe —dijo dándole un pequeño empujón en el hombro para que entrara al auto.

***

—¿Estás seguro de que vas a seguir con esto? —preguntó Anthony una semana después de que hubiera firmado el contrato.

Jared se frotó la sien con molestia, siempre que le hacía esa pregunta empezaba a sufrir de dolor de cabeza.

—¿Ya se lo dijiste a tu padre y a tu hermana? —interrogó con una sonrisilla burlona, sonrío más cuando su mejor amigo colocó una cara de estar a punto de sufrir un infarto—. ¿Qué, acaso vas a casarte sin decir nada? —inquirió rodando los ojos—. ¡Imposible! —balbuceó al ver la cara de tremenda culpabilidad de Jared—. Tienes que estar loco, van a darse cuenta tarde o temprano, ¿qué les dirás cuando lo sepan, eh?

—Ya sé me ocurrirá algo —contestó moviéndose inquieto en el asiento.

—¿Qué te casaste en Las Vegas? —bufó Anthony levantándose.

—Pues no lo había pensado, pero es una buena idea.

Anthony se fue a la cocina rodando los ojos. Jared aprovechó para dirigirse a la habitación de invitados. Se quedó en la puerta sin poder hablar al ver la chica que dormitaba en la cama. Escuchó como algo se rompía.

—¿Qué acaso esa no es…? —Anthony se apresuró y lo cogió por la espalda, le tapó la boca con una mano y lo sacó, cerró la puerta con cuidado y terminó de arrastrarlo hasta la sala—. ¡Anthony! —llamó enfadado al ver que su amigo se iba a la cocina.

—Cierra la boca —replicó hablando en susurros—. Y sí es ella —renegó al notar el tonó que había usado.

—Dijiste que no querías volver a saber nada de ella, que la odiabas, que era una traidora… —Anthony lo calló con impaciencia.

—Sé lo que dije, pero me pidió ayuda y bueno…

—¿Y la ayudarás después de lo que hizo? —balbuceó estupefacto. Anthony lo observó impasible.

—Sí —respondió finalmente.

—Y luego me dices que yo soy el estúpido —suspiró—. En todo caso dime si necesitas desahogarte o que alguien te vigile cuando te emborraches porque ella te clavó el cuchillo en la espalda.
Anthony se encogió de hombros, conteniéndose de replicarle.

—¿Sabes? Somos unos idiotas con las mujeres —susurró Anthony y su amigo se echó a reír.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Capítulo 9: Problemas


A Jared casi le da un infarto al ver a George en su oficina, sentando en su silla. Frunció el ceño y, luego de dejar el maletín encima del escritorio, le dirigió un saludo educado. No lo había visto desde aquella reunión hacia tres semanas, de la que salió con la mente echa un lio.

Hasta aquel día Anthony lo había molestado con que casi le besaba los pies a George, aunque siempre lo negaba y lo mandaba a callar, al menos lo intentaba, porque Anthony cuando quería bromear era incontenible. De igual forma lo dejó cuando Jared le contó la «gran idea» del contrato de George.

—Buenos días —saludó George tan campante y le hizo un gesto para que se sentara frente a él.

—Si no estoy mal es usted el invitado —replicó enarcando una ceja y cruzándose de brazos.

—No te pongas territorial ahora —bufó, pero al ver que no se movía se cambió de silla. Jared se acomodó en la suya y se apoyó en el escritorio—. ¿Ya has pensado en mi oferta? —preguntó el mayor.

—Sigo pensado lo mismo que ese día —respondió fríamente recostándose en la silla.

—Esperaba que no me dijeras eso, aunque me lo temía —suspiró rascándose la barbilla—. Desgraciadamente tengo un pequeño inconveniente y debo dar por terminado el plazo, aunque se supone que te daría tiempo a pensarlo hasta la otra semana.

—No importa mucho, no voy a casarme con Evangeline. Un matrimonio debe basarse en mucho más que un acuerdo.

George lo miró con interés disimulado.

—Si ésa es tu última decisión no tengo nada que hacer aquí. —Se levantó tranquilamente—. Sinceramente no te culpo por tu decisión. Evangeline es bastante rebelde, ya sabía desde que era una niña que me iba a dar problemas, entre ellos está Dominic. —Jared frunció el ceño, no sabía por qué George le estaba diciendo eso.

—Mi negativa no es por Dominic. Él es un niño encantador —objetó.

—Pero no lo suficiente para que te encargues de él, ¿verdad? —interrogó con una sonrisa—. De igual forma no es algo de lo que tú o yo debamos preocuparnos. —Se encogió de hombros y dio media vuelta, dispuesto a irse.

—¿A qué se refiere?

—A que tengo otro candidato en mente —musitó sonriendo y lo miró por un momento con ojos calculadores—. ¿Conoces  F. Dupois? —Jared se puso pálido al escuchar aquel nombre—. Supongo que sí porque es bastante conocido, el caso es que creo que él estará gustoso del trato, sobre todo después de aquel lio que tuvo con su ex esposa... Dudo que Dominic le traiga grandes problemas.

—No puedes dejar a tu hija y a Dom a manos de ése —renegó golpeando el escritorio—. ¡Golpeó a su esposa! La única razón por la que sigue libre es que logró comprar al juez —protestó levantándose indignado.

—Jared, no sé si te has dado cuenta —susurró con un tono que evidenciaba una risa que no dejaría salir—. Evangeline y yo no nos llevamos bien, nunca lo hemos hecho. Yo solo quiero que mi empresa siga a flote —dijo como si estuviera orgulloso de que esa fuera su máxima aspiración—, y en manos de alguien de mi familia —agregó—. Él no dejaría que mi hija venda la empresa y ella luego se la daría a Dominic, quien probablemente termine en un internado a pesar de las protestas de mi hija. —Jared lo observó, no podía creer que en serio quiso hacer negocios con aquel hombre, a quien parecía importarle un pepino la vida de dos personas contra una estúpida empresa.

—Acepto —masculló sin pensar. George esbozó una sonrisa de medio lado y volteó a verlo completamente. Sacó su celular y le dio un pequeño timbrazo a su abogado, que estaba afuera junto con Daniel, el abogado de Jared—. ¿Era una trampa, verdad? —susurró cuando notó el gesto.

—Sí y no —contestó como si nada. Se sentó frente a él—. Sabía que aceptarías y si ni diciéndote esto lo hacías, pues siempre he tenido el plan B, Dupois —comentó—. Claro que primero hay que agotar todos los recursos con el plan A, tú, el cuál sería mucho más amable y beneficioso para ambas partes. —Se miraban mutuamente, tratando de descubrir los pensamientos, algo en lo que George ya tenía mucha práctica—. Pero dime, aún sabiendo por qué lo hago vas a aceptar, ¿verdad? —Sonrío cuando Jared no contestó—. Te encariñaste con Dominic, aunque no quieras a mi hija. Admitiré que al principio no se me ocurrió, pero era más fácil él que Evangeline, cuyo punto débil también es el niño. —Negó con la cabeza, pero sonreía—. Desgraciadamente para ti, afortunadamente para mí, eres una persona con demasiados valores morales. Lo que hacen las familias —suspiró.

El abogado de George y Daniel eligieron ese momento para entrar. Jared hizo que Daniel revisara el contrato minuciosamente para asegurarse que no hubiera otras sorpresas desde la última vez, ya no confiaba en George, por eso mismo no dudaba que fuera capaz de hacer uso de su plan B.

—Dudo que Evangeline se case de buena gana —masculló.

—De mi hija me encargó yo hasta que diga «acepto», después el problema es tuyo —replicó George.

***

—Gracias por venir —dijo la chica sentada frente a Anthony, quien estaba teniendo un pequeño ataque cardiaco silencioso. Solo asistió porque creía que aquella nota era una broma de Jared, aunque su amigo no tenía mucho sentido del humor en esas cosas, incluso llegó a pensar que alguno de sus compañeros de trabajo podría haberlo hecho, pero en el fondo sabía que era imposible ya que nadie, a parte de Jared, sabía sobre ella—. Sé que no tengo derecho a pedirte nada, sobre todo después de cómo terminaron las cosas entre nosotros la última vez nos vimos —musitó con los ojos húmedos. Movía las manos frenéticamente sobre la mesa mientras Anthony seguía observándola sin parpadear—. Pero estoy desesperada —sollozó y le cogió la mano por encima de la mesa—. No tengo a nadie más a quién recurrir.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Ella tenía las manos frías, como siempre. Su celular sonó antes de que pudiera hundirse en los recuerdos de los viejos tiempos.

—Es Jared —susurró al reconocer el tono. La chica le soltó la mano para que contestara.

—No te preocupes, sé lo importante que él es para ti —murmuró regalándole una sonrisa a través de las lágrimas—. Ya es suficiente con molestarte viniendo hasta aquí a pedirte ayuda, no impediré que te comportes como el fiel amigo que sé que eres.

Él suspiró, conocía mejor que nadie aquella forma de hablar. Cogió el aparato y se lo colocó en la oreja, antes de que pusiera decir «Hola» Jared le soltó la noticia.

—¡¿Cómo que firmaste el maldito contrato?! —gritó. La chica lo observó sorprendida. En otro caso se hubiera puesto a bromear y escuchar pacientemente con risas lo que su amigo tenía para decirle, pero estaba alterado. Allí estaba ella, a quien creyó que nunca más vería, y ahora su mejor amigo, que poseía una mente donde la palabra «divorcio» no tenía sentido, le salía con que firmó un contrato para casarse con alguien que no amaba.

Anthony se quedó callado por un momento, escuchando. Miró el celular y luego a ella, se pasó la mano por el cabello con frustración.

—Jared, estaré ahí en una hora y media, más o menos, no hagas ninguna otra estupidez. —Le cogió la mano a ella—. Perdóname —suspiró ayudándola a levantarse—. Mi mejor amigo ha hecho algo completamente irracional a pesar de que siempre se jacta de tener la cabeza mejor puesta que yo. ¿Podrías contarme de camino a mi departamento?

La chica asintió silenciosamente y se dejó guiar al auto de Anthony, que le abrió la puerta antes de acomodarse en su lugar.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Capítulo 8: Palabras

—¿Estás enfadada? —preguntó Dominic mordiéndose el labio mientras ella terminaba de secarlo. Le acababa de contar cómo se había escapado y la razón por la que lo hizo. Por supuesto su madre no estaba muy feliz.

—Sí —contestó envolviéndolo en la toalla y abrazándolo fuerte contra su pecho—. ¿Cómo se te ocurrió escaparte? ¡Pudo haberte pasado algo! —reprendió—. Te pudo aplastar un auto o pudieron secuestrarte o… ¡quién sabe qué rayos! —Dominic suspiró y la abrazó.
—Pero no me pasó nada —balbuceó a modo de defensa.

—Dom, si te perdiera me volvería loca —musitó acariciándole la mejilla.

—No me ha pasó nada —repitió el niño.


Evangeline suspiró resignada y le besó la mejilla. Se fue a la habitación y lo dejó encima de la cama. Dominic se quedó observándola mientras su madre le buscaba la ropa. Lo primero que había hecho al entrar al departamento fue meterlo al baño, durante el camino no le dijo nada, se limitó a abrazarlo.

—Yo puedo —protestó cuando su madre empezó a vestirlo. Evangeline permitió que lo hiciera solo, aunque cuando el niño quería ponerse la camisa comenzó a hacerle cosquillas, dificultándole la tarea—. No más —pidió riendo a carcajadas.

Evangeline ignoró las protestas y no dejó de hacerle cosquillas hasta que el pequeño tenía las mejillas rojas y lágrimas en los ojos. Le acarició la barriga y lo sentó para ponerle la camisa. Dominic se abrazó a ella muy fuerte, con ojos soñolientos, se apoyó en su hombro quedándose dormido.

Evangeline le acarició la espalda, el cabello rizado y húmedo y se quedó un rato tranquilla mientras lo observaba dormir, le seguía pareciendo tan pequeño para aquella mentalidad que tenía a veces.

Lo único que deseaba hacer era apartarlo de su padre, que era quien terminaba tratándole como un adulto, aunque eso no le sorprendía, su padre nunca había sido de consideraciones, en su mente fría y llena de números no existía espacio para las contemplaciones.

Escuchó la puerta del departamento abriéndose, pasos por el corredor. Raúl entró con una sonrisa descarada. Le frunció el ceño y acomodó a Dom en la cama tapándolo con las cobijas.

—Luego arreglo, cuentas contigo —gruñó de mala gana. Raúl le tendió las llaves de su auto con una sonrisa. Evangeline las tomó—. Gracias, nos vemos a las ocho —masculló cogiendo la mochilas con las cosas de la universidad y retirándose. Se despidió de Paloma que estaba en la sala regando las plantas.

***

Dominic al día siguiente se había ganado un castigo en el colegio, aunque por suerte  consistía en no salir a recreo, lo cual no le molestaba en absoluto porque prefería quedarse en el salón pintando.

Ya tenía el dibujo de una familia con un perro. Su maestra decía que tenía mucho talento para el dibujo, aunque a veces creía que lo decía únicamente porque era de las pocas cosas que hacía como un niño «normal». Escuchó la puerta abrirse y ni siquiera se molesto en alzar la vista, debía sr su profesora buscando algo.

—¿Quieres jugar futbol? —preguntó uno de los niños de su clase, detrás de él estaban dos pequeños que tenían expresiones atemorizadas.

—No —negó sin mirarlo, ya había reconocido la voz.

—¿Por qué? ¿No sabes jugar? Tal vez no, después de todo no tienes papá que te enseñe —comentó el infante con voz melosa—. ¡No tiene papá, no tiene papá! —canturreó con una vocecilla odiosa. Dominic siguió dibujando impasible. El niño le quitó el dibujo al ver que era el motivo por el que lo ignoraba—. ¿Éste es el papá que quieres y no tienes? —preguntó con una sonrisilla burlona.

Dominic recogió las pinturas, se limpió las manos en un trapo y se sacó el delantal, las guardó en la estantería ignorándolo olímpicamente.

—Nunca vas a tener un papá, de nada te sirve soñar —dijo con maldad, tratando de molestarlo ya que nada parecía funcionar.

—Pues no tenerlo es mejor que tener uno que envía a la sirvienta a las reuniones escolares por considerarlo tan poco importante —replicó.

El otro niño le envió un puñetazo con una mirada furiosa. Dominic lo retuvo y escuchó como los otros dos niños se retiraban con pasos apresurados dispuestos a llamar a la maestra.

—¡Romperé tu tonto dibujo! —gritó amenazante, cogiendo por diferentes esquinas el papel.

—Pues hazlo —contestó cruzándose de brazos, apretó los labios cuando el papel empezó a desgarrarse. El niño lo rompió a la mitad, luego los juntó y lo volvió a romper. Cuando se aseguró de que no eran más que pequeños trozos en sus manos, los tiró al cielo como si fuera confeti, luego dio media vuelta y corrió a la salida antes de que llegara la profesora.

Recogió los pedazos y los botó a la basura en el mismo momento en que la profesora entró.

—¿Qué pasa aquí? —interrogó, pero se quedó callada al ver que ahí solo estaba Dominic—. ¿Dónde está Ben? —preguntó tratando de ver si estaba bajo alguna mesa—. Me dijeron que estaba peleando contigo —murmuró distraídamente mientras revisaba.

—Supongo que en el patio, jugando con los demás —respondió encogiéndose de hombros—. Y no hemos peleado.

La maestra se acercó a él y lo cogió por las mejillas, tratando de saber si mentía, se rindió al ver que Dominic tenía una mueca inexpresiva, con el cabello rizado enmarcándole la carita y los ojos azules que la miraban fijamente.

—¿Sabes que puedes confiar en mí, verdad? —Dom asintió con la cabeza—. Bueno, quedan unos quince minutos de recreo —musitó fijándose en el reloj—. Sal al patio —ordenó revolviéndole el cabello. El infante salió con andar lento y pausado. Los dos niños lo observaron en cuanto salió por la puerta, se quedaron un rato mirándolo antes de seguir tirándose la pelota de futbol el uno al otro. Unas niñas empezaron a hablar entre cuchicheos, soltando risitas mientras lo miraban y cuando notaban que él las veía se volteaban y hacían un círculo, abrazándose entre ellas.

—Dom, ¿quieres jugar? —preguntaron las voces chillonas de las tres niñas. Las tres rieron cuando cogió la piedra y la tiró al uno. Era el juego del avión, donde debían saltar las casillas por orden, donde caía la piedra debían pasárselo. El fin era llegar al cielo y luego devolverse, siempre sin tocar la raya.


miércoles, 3 de agosto de 2011

Capítulo 7: Niñero por un día

Dominic dejó a un lado los lápices de colores y las hojas luego de un rato, se puso a mirar por la ventana. Había sacado los colores para dibujar porque era algo que le gustaba, lo que siempre hacía cuando lo dejaban solo, fuera en la oficina de Raúl, de George, de su madre o en el parque con Paloma, era algo que lo distraía y mantenía ocupado. Aunque ahora no funcionaba, tenía demasiadas cosas en la cabeza, sobre todo luego de que George había hablado con él.

Sabía que George era anticuado en muchas cosas, pero si había algo que amaba verdaderamente era su trabajo, para él Evangeline había llegado en un momento inoportuno, se había encargado porque no tenía más opciones, pero no la quería y era algo que se notaba a leguas, de igual forma él no le importaba, si ya le fastidiaba solo por existir, luego de que naciera Dom no la echó a patadas porque se vería mal y ahora quería controlar su vida, meterse a la fuera, y de paso asegurarse que su querida empresa no terminaría en manos de algún tonto que dejaría el buen nombre por el piso cuando muriera.

Suspiró resignado, él a su pocos años lo único que quería era a su mamá… y un papá. Jared le gustaba, él era bueno y no trataría mal a su mamá como sabía que hacían muchas personas, entre ellos George, pero claro también estaba el hecho de que Jared tenía que aceptar, aunque no le parecía justo la forma en que George lo quería usar. Le gustaría mucho que lo hiciera, después de todo sabía que si no era él sería otra persona.

También estaba su mamá, que por esos días se había mantenido medio distraída, enfadada y ofendida con George. Él ya había intentado más una vez deshacerse de Dominic, antes de que naciera, después y durante todos aquellos años que la había torturado con comentarios sarcásticos, directas cuando estaban solos e indirectas cuando la obligaba a presentarse a aquellas reuniones que ella detestaba, aunque ya no era una niña y podía decidir sobre su vida, George lo hacía porque no podía permitir que su imagen terminara más afectada de lo que ya estaba. Ella cedía en ocasiones para que la dejara en paz, porque aunque fuera por poco tiempo él se mantenía alejado de Dom, sin hacerle daño con sus miradas y palabras, igual siempre volvía a la carga, sabía que no se mantendría tranquilo hasta que no la tuviera en un puño, y aquello era lo que intentaba hacer casándola con Jared.

Él solo quería una familia, una como la que tenían los demás niños. ¿Tanto era pedir?

—¿Dom? —El pequeño volteó la cara de inmediato al escuchar la voz de Jared, quien había entrado hace un rato, pero se mantuvo en silencio observando al pequeño. Se arrodilló ante él y recogió los colores. Los metió en la mochila del infante y aprovechó para sacar el abrigo, estaba lloviendo y no quería que se enfermara—. Iremos a almorzar y de paso te dejo con Raúl —comentó ayudándole a ponerse el abrigo.

Dominic no se resistió cuando lo cargó, se quedó tranquilo abrazado a su cuello hasta que bajaron al sótano donde estaba el parqueadero.

—¿Te pasa algo? —preguntó mientras el infante se abrochaba el cinturón sentado en la parte trasera.

—Nada con lo que puedas ayudarme —respondió el pequeño sacando su conejo de peluche del maletín. Jared suspiró y prefirió subir al auto empezando a conducir camino al restaurante de Raúl—. Jared ¿tú tienes padres? —preguntó mirándolo, jugueteando con la orejas del conejo.

—Padre sí, mi madre murió. —Dominic colocó una cara arrepentida—. No te preocupes, fue hace un par de años —musitó tranquilo—. Tengo a mi hermana, ella está ya casada e incluso tiene un hijo de tres años, tal vez un día te lo presente. Dominic sonrió y le preguntó cómo era su papá, siempre había tenido una curiosidad sobre los padres de los demás niños, aunque no solía acercárseles mucho porque ellos creían que él era raro y viendo siempre la relación que su madre y George tenían , no le parecía el mejor ejemplo, además de que se sentía intimidado. Paloma solía hablarle de sus padres, ella los quería mucho, aunque hubiera escapado de la granja en que vivían ellos, siempre se había sentido atrapada allí y pese a que en un principio los decepcionó, se mantenían en contacto por cartas.

—Mamá nunca me ha hablado de mi padre, dice que él hizo algo malo y que espera nunca volverlo a ver, aunque eso lo escuché cuando ella estaba hablando con Paloma una vez —musitó. Cuando llegaron al restaurante y Jared aparcó, se bajó con su mochila al hombro y el peluche en la mano, Jared lo siguió adentro, aunque se sorprendió cuando uno de los camareros se le acercó con una nota de parte de Raúl—. ¿Qué pasa? —inquirió el pequeño al ver que terminaba de leer el papel y lo hacía una bolita metiéndoselo al bolsillo.

—Al parecer Raúl tuvo un problema con Paloma y han salido, tu madre está trabajando.

—Puedes dejarme con George —musitó entendiendo el problema.

—No, vete a sentar en una de las mesas, ahora voy —dijo antes de salir a la calle con el celular pegado a la oreja dispuesto a cancelar las citas de ese día. Dominic se encogió de hombros porque la verdad no quería ir con George. Cuando Jared volvió pidió al camarero y luego de almorzar se dirigieron al parque aprovechando que había dejado de llover, pese a las reticencias de Jared que había terminado cediendo a los ojos de cachorro de Dom.

—¡Amo la lluvia! —exclamó el niño dando saltitos, provocando que el de agua y barro salpicaran. Jared lo vigilaba de cerca, apoyado en la columna de los columpios. El infante se puso a juguetear entre todos los charcos, salpicando a donde iba, cuando se cansó se acercó a él con las mejillas rojas por el frío, pero una gran sonrisa, aunque tuviera la ropa húmeda, los pantalones empapados y embarrados, solo le había faltado revolcarse—. ¿Qué hora es? —interrogó el pequeño.

—Las dos—contestó fijándose en su reloj.

—Mamá sale a las tres —suspiró.

—Bueno, ya que aún queda tiempo, vamos por un chocolate caliente —replicó cogiéndole la mano. Conocía una cafetería a la que su padre solía llevarlo cuando era más pequeño, así que se fueron allí.





***


—¿Por qué siempre eres tan bueno conmigo? —preguntó Dom limpiándose el bigote de chocolate con la manga de la camisa.

—No veo porque no habría de serlo, eres un buen niño.

—George dice que soy una molestia —balbuceó.

—Él es frío, buen negociante, pero es la clase de personas que la familia no le importa. No lo escuches, tu madre te ama y es lo importante —dijo muy seguro acariciándole el cabello.

—Dominic —llamó Evangeline. El pequeño sonrió al verla y se bajó del asiento—. Gracias por cuidarlo —musitó aunque no se veía para nada feliz. Él le había mandado un mensaje diciéndole donde estaban, en la nota de Raúl decía que él sería quien se lo diría, pero al parecer ella no sabía nada en realidad por la mirada recelosa que le lanzaba. Le entregó la mochila del niño y ella dio de nuevo las gracias y se despidió.

Evangeline asesinaría a Raúl, luego a Paloma, el plan había sido de ambos, en cuanto Raúl se enteró de que el niño estaba con Jared aprovechó la ocasión para salir a pasear con su novia, claro que a ella no le dijo nada y si no fuera porque Jared le había mandado ese mensaje, hubiera ido a recoger a Dominic al restaurante.

Igual sabía que esos dos tenían un plan, en cuanto le dijo a Paloma sobre la idea de su padre ella simplemente murmuró: «Al menos es un chico decente».

 

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