—¿Estás enfadada? —preguntó Dominic
mordiéndose el labio mientras ella terminaba de secarlo. Le acababa de contar
cómo se había escapado y la razón por la que lo hizo. Por supuesto su madre no
estaba muy feliz.
—Sí —contestó envolviéndolo en la toalla y abrazándolo fuerte contra su pecho—. ¿Cómo se te ocurrió escaparte? ¡Pudo haberte pasado algo! —reprendió—. Te pudo aplastar un auto o pudieron secuestrarte o… ¡quién sabe qué rayos! —Dominic suspiró y la abrazó.
—Pero no me pasó nada —balbuceó a modo de defensa.
—Sí —contestó envolviéndolo en la toalla y abrazándolo fuerte contra su pecho—. ¿Cómo se te ocurrió escaparte? ¡Pudo haberte pasado algo! —reprendió—. Te pudo aplastar un auto o pudieron secuestrarte o… ¡quién sabe qué rayos! —Dominic suspiró y la abrazó.
—Pero no me pasó nada —balbuceó a modo de defensa.
—Dom, si te perdiera me volvería loca
—musitó acariciándole la mejilla.
—No me ha pasó nada —repitió el niño.
Evangeline suspiró resignada y le besó
la mejilla. Se fue a la habitación y lo dejó encima de la cama. Dominic se quedó
observándola mientras su madre le buscaba la ropa. Lo primero que había hecho
al entrar al departamento fue meterlo al baño, durante el camino no le dijo
nada, se limitó a abrazarlo.
—Yo puedo —protestó cuando su madre
empezó a vestirlo. Evangeline permitió que lo hiciera solo, aunque cuando el
niño quería ponerse la camisa comenzó a hacerle cosquillas, dificultándole la
tarea—. No más —pidió riendo a carcajadas.
Evangeline ignoró las protestas y no
dejó de hacerle cosquillas hasta que el pequeño tenía las mejillas rojas y
lágrimas en los ojos. Le acarició la barriga y lo sentó para ponerle la camisa.
Dominic se abrazó a ella muy fuerte, con ojos soñolientos, se apoyó en su
hombro quedándose dormido.
Evangeline le acarició la espalda, el
cabello rizado y húmedo y se quedó un rato tranquilla mientras lo observaba
dormir, le seguía pareciendo tan pequeño para aquella mentalidad que tenía a
veces.
Lo único que deseaba hacer era
apartarlo de su padre, que era quien terminaba tratándole como un adulto,
aunque eso no le sorprendía, su padre nunca había sido de consideraciones, en
su mente fría y llena de números no existía espacio para las contemplaciones.
Escuchó la puerta del departamento
abriéndose, pasos por el corredor. Raúl entró con una sonrisa descarada. Le
frunció el ceño y acomodó a Dom en la cama tapándolo con las cobijas.
—Luego arreglo, cuentas contigo —gruñó
de mala gana. Raúl le tendió las llaves de su auto con una sonrisa. Evangeline
las tomó—. Gracias, nos vemos a las ocho —masculló cogiendo la mochilas con las
cosas de la universidad y retirándose. Se despidió de Paloma que estaba en la
sala regando las plantas.
***
Dominic al día siguiente se había
ganado un castigo en el colegio, aunque por suerte consistía en no salir a recreo, lo cual no le
molestaba en absoluto porque prefería quedarse en el salón pintando.
Ya tenía el dibujo de una familia con
un perro. Su maestra decía que tenía mucho talento para el dibujo, aunque a
veces creía que lo decía únicamente porque era de las pocas cosas que hacía
como un niño «normal». Escuchó la puerta abrirse y ni siquiera se molesto en
alzar la vista, debía sr su profesora buscando algo.
—¿Quieres jugar futbol? —preguntó uno
de los niños de su clase, detrás de él estaban dos pequeños que tenían
expresiones atemorizadas.
—No —negó sin mirarlo, ya había
reconocido la voz.
—¿Por qué? ¿No sabes jugar? Tal vez no,
después de todo no tienes papá que te enseñe —comentó el infante con voz melosa—.
¡No tiene papá, no tiene papá! —canturreó con una vocecilla odiosa. Dominic
siguió dibujando impasible. El niño le quitó el dibujo al ver que era el motivo
por el que lo ignoraba—. ¿Éste es el papá que quieres y no tienes? —preguntó
con una sonrisilla burlona.
Dominic recogió las pinturas, se limpió
las manos en un trapo y se sacó el delantal, las guardó en la estantería
ignorándolo olímpicamente.
—Nunca vas a tener un papá, de nada te
sirve soñar —dijo con maldad, tratando de molestarlo ya que nada parecía
funcionar.
—Pues no tenerlo es mejor que tener uno
que envía a la sirvienta a las reuniones escolares por considerarlo tan poco
importante —replicó.
El otro niño le envió un puñetazo con
una mirada furiosa. Dominic lo retuvo y escuchó como los otros dos niños se
retiraban con pasos apresurados dispuestos a llamar a la maestra.
—¡Romperé tu tonto dibujo! —gritó
amenazante, cogiendo por diferentes esquinas el papel.
—Pues hazlo —contestó cruzándose de
brazos, apretó los labios cuando el papel empezó a desgarrarse. El niño lo
rompió a la mitad, luego los juntó y lo volvió a romper. Cuando se aseguró de
que no eran más que pequeños trozos en sus manos, los tiró al cielo como si
fuera confeti, luego dio media vuelta y corrió a la salida antes de que llegara
la profesora.
Recogió los pedazos y los botó a la
basura en el mismo momento en que la profesora entró.
—¿Qué pasa aquí? —interrogó, pero se
quedó callada al ver que ahí solo estaba Dominic—. ¿Dónde está Ben? —preguntó
tratando de ver si estaba bajo alguna mesa—. Me dijeron que estaba peleando
contigo —murmuró distraídamente mientras revisaba.
—Supongo que en el patio, jugando con
los demás —respondió encogiéndose de hombros—. Y no hemos peleado.
La maestra se acercó a él y lo cogió
por las mejillas, tratando de saber si mentía, se rindió al ver que Dominic
tenía una mueca inexpresiva, con el cabello rizado enmarcándole la carita y los
ojos azules que la miraban fijamente.
—¿Sabes que puedes confiar en mí,
verdad? —Dom asintió con la cabeza—. Bueno, quedan unos quince minutos de
recreo —musitó fijándose en el reloj—. Sal al patio —ordenó revolviéndole el
cabello. El infante salió con andar lento y pausado. Los dos niños lo
observaron en cuanto salió por la puerta, se quedaron un rato mirándolo antes
de seguir tirándose la pelota de futbol el uno al otro. Unas niñas empezaron a
hablar entre cuchicheos, soltando risitas mientras lo miraban y cuando notaban
que él las veía se volteaban y hacían un círculo, abrazándose entre ellas.
—Dom, ¿quieres jugar? —preguntaron las
voces chillonas de las tres niñas. Las tres rieron cuando cogió la piedra y la
tiró al uno. Era el juego del avión, donde debían saltar las casillas por
orden, donde caía la piedra debían pasárselo. El fin era llegar al cielo y
luego devolverse, siempre sin tocar la raya.
2 Plumas:
Que decirte, que me dejas con ganas de más. Dominic es tan lindo y tan maduro, pobrecito. Los niños pueden ser muy crueles... En fin, espero que publiques pronto ^^
Un abrazo
Hola tengo un nuevo directorio de novelas y me gustaria poner la tuya si quieres www.unidos-por-una-pasion.blogspot.com. en la columna salen los datos que debes enviar gracias
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