Jared suspiró, de nuevo estaba en el mismo restaurante, la presencia de Dominic se había hecho costumbre luego de dos semanas, claro había veces en que el infante no estaba —como ese día—, pero por lo general se le veía bajo las mesas del restaurante, con Raúl o algún adulto que usaba palabras «raras» y se veía en la obligación de responderle al curioso niño por su significado, el mismo lo tuvo que hacer, Dom podía ser muy insistente cuando algo le interesaba. Ahora entendía un poco más su forma de hablar, conocía muchas palabras para un pequeño y todo se debía a que la mayor parte del tiempo estaba entre adultos.
Alguna que otra vez se cruzó con Evangeline, quien venía por el niño en las tardes y le metía una buena regañina a Raúl por sacarlo antes de tiempo. Él sonreía nervioso y se echaba a reír con aire de maldad cuando ella se iba. Evangeline era educada, pero se limitaba a las normas de cortesía y se iba.
Se atragantó con el café al ver que la puerta se abría, dando paso a una mata de rizos castaños. Dom tenía un aspecto parecido al de la segunda vez que lo vio, pero esta vez era mucho peor con un moretón en la mejilla y un pañuelo para limpiar la sangre seca de su frente.
Anthony lo miró aterrado.
—¿Qué te pasó amiguito? —inquirió levantándose dispuesto a curarlo. El niño hizo un movimiento de cabeza brusco y se fue, completamente enfadado, renegando contra el mundo. Raúl se acercó a ellos, suspirando con resignación.
—Solo es una rabieta. Tuvo una pelea en el colegio, nada fuera de lo común —explicó.
—¿Dom? ¿Pelea? —preguntaron incrédulos. El niño siempre se había mostrado de carácter dulce y educado.
Raúl asintió y agregó:
—Suele tenerlas...
—Disculpen. Raúl —interrumpió una mujer.
—Paloma —exclamó el dueño del restaurante con una sonrisa atontada y pareció irse a otro mundo por segundos. Ella negó con la cabeza risueñamente y le acarició la mejilla. Él colocó una cara seria y carraspeó volteando a mirarlos—. Ellos son Jared y Anthony. Paloma es mi novia —explicó envolviendo su hombros con un brazo.
Ambos hicieron un saludo, la habían visto un par de veces con Evangeline aunque nunca imaginaron que alguien que vestía como gitana pudiera salir con Raúl.
—¿Dónde está Dom? —preguntó. Raúl suspiró resignado y, luego de una pequeña batalla con Anthony, aceptó que lo curara y se perdieron en las escaleras rumbo al segundo piso donde estaba la oficina de Raúl.
***
Anthony se fijó que Dominic había cambiado su ropa por unos pantalones caquis, una camiseta y zapatillas rojas, parecía dormido en la silla detrás del escritorio, con la cabeza y los pies colgando de los laterales. Su cara seguía amoratada, pero estaba limpia.
—¿Dom? —tanteó Raúl. La única seña de estar despierto fue un leve movimiento de su mano y una exhalación que pareció provenir de lo más profundo de sus pulmones.
Anthony apretó la caja de primeros auxilios, pero Paloma se acercó a él primero. Apartándole el cabello de la cara le tocó la frente. Dom abrió los ojos y lo miró desde las profundidades de sus ojos azul mar.
—Lo siento —susurró.
—Eso no va a arreglarlo —replicó—. Debes dejar de portarte así, cariño, solo causa problemas y haces que tu mamá se ponga triste.
—Lo sé —balbuceó y su voz tenía un tinte quebrado—. Pero es que me molesta tanto que hablen así de ella… sin saber nada… —Algunas lágrimas que fueron rápidamente limpiadas escaparon de sus ojos. Paloma lo sentó abrazándole fuerte. Dom terminó por separarse luego de un rato y colocar su cara seriecita de siempre, se bajó del asiento y alzó su cabeza con orgullo mirando a todos como si hubiera crecido en dos minutos.
—Tengo hambre —anunció sin esperar a que dijeran algo más. Se coló lo más rápido que pudo entre las piernas de los adultos y escapó rumbo al primer piso.
***
—¿Está seguro de eso, señor? —interrogó terminando de escribir el contrato.
—Claro que sí —gruñó dejando el puro a un lado—. Nunca me retracto después de tomar una decisión —dijo orgulloso. Apoyó ambos codos en la mesa y juntó las manos.
—Pero… ¿está seguro de qué aceptará? —George fulminó con la mirada a su abogado. Decidió quedarse callado. Sabía que lo debió haber hecho desde un principio, después de todo George Montagne era su cliente más terco, siempre hacía lo que le daba la gana y las opiniones de los demás, buenas o malas, entraban por un oído y salían por el otro—. ¿Por qué él? —preguntó por curiosidad cerrando su portafolios.
—No tengo por qué decirte mis razones —espetó. El abogado le hizo una inclinación de cabeza a modo de despedida. Lo ignoró porque debía contestar el teléfono—. ¿Cómo que…? —Alcanzó a escuchar antes de cerrar la puerta.
***
Jared fijó sus ojos en la puerta de nuevo, ahí estaba Evangeline vestida de traje y la cara entre la furia y la decepción.
Sin embargo todo se resumió a los pasos apresurados de Dominic que bajaba las escaleras de dos en dos y se lanzó a los brazos de su madre. El niño la abrazó fuerte por el cuello y susurró disculpas en su oído. Ella lo apretó y le acarició la mejilla.
—Sin dulces —murmuró. Dominic asintió, aceptando su castigo porque sabía que lo merecía. Abrazó más fuerte a su madre, las palabras que le decían los otros niños del colegio seguían retumbando en su memoria y aunque le dieran ganas de llorar porque todo aquello era injusto no lo haría, él era el hombrecito de mamá y la iba a cuidar.
—Evangeline —exclamó Paloma desde primer escalón—. ¡Deberías estar en el trabajo! Te dije que yo me encargaría.
—Hola —musitó—. Es mi hijo y es la hora del almuerzo, podía venir —replicó bajándolo.
Paloma rodó los ojos y se cruzó de brazos.
—Bueno entonces vamos a almorzar —dijo Anthony sonriendo.
—¿Podemos almorzar con ustedes? —inquirió Dominic.
—Claro —contestó despeinándolo.
—No queremos molestar —replicó con el ceño fruncido cogiéndole la mano para ir a otra mesa.
—Bobadas —bufó Anthony corriendo tres sillas. Dominic de encaramó en una al lado de Jared como si nada, Paloma no tardó en unírseles y Evangeline no le quedó más opción que aceptar al ver que la habían dejado sola.
Raúl revisó su reloj antes de musitar una excusa y alejarse en busca del camarero.
—Él siempre está ocupado a esta hora ¿verdad? —comentó Jared.
—Un almuerzo o una cena siempre es la mejor carta de presentación cuando eres dueño de un restaurante —murmuró Dominic como si hubiera escuchado muchas veces esa frase.
Cualquier cosa que fueran a decir los demás quedó olvidaba por la presencia de George. Jared empezó a temer que pidiera sentarse mientras veía la mirada de descontento e indignación que cruzaba por el rostro de la hija de su casi socio. Dominic susurró un «Ya se ha enterado» tan bajo que nadie más lo escuchó.
—Buenas tardes —saludó—. Evangeline tengo que hablar contigo —dijo de tal manera que ella no tenía opción—, ahora —agregó al ver que no se levantaba. Ella suspiró frustrada y miró a Paloma antes de irse, pidiéndole que sacara a Dom de ahí o las cosas de pondrían feas—. Mi secretaria te llamará para decirte cuando nos veremos la próxima semana, Jared. —Él asintió. George se alejó. Jared no pudo evitar que una ridícula sonrisa se le escapara mientras tenía un nudo en la garganta. Dom enarcó una ceja, Anthony bufó.
—Parece que nos han aguado la fiesta —murmuró Paloma sacando a Jared de las fantasías que empezaban a formarse en su cabeza—. Dom, debemos irnos antes de que George regrese, nunca demora mucho con Evangeline —dijo levantándose. Ambos se despidieron de ella cuando cargó a Dom y se fue.
La teoría de Paloma se comprobó cuando luego de quince minutos Evangeline pasó al lado de la mesa y le lanzó una mirada entre desprecio, rabia y frustración a Jared que él no comprendió.
3 Plumas:
Se me ha hecho corto, estoy ansiosa por saber lo que George ha decidido y que ha enfadado a Evangeline.
Saludos!!
CIERTO muy corto¡
Pero no digo nada
ya que yo también lo hago
ja ja ja ja¡¡
Espero el próximo capi¡
Besos,BYE
Hola ^^ bastante interesante. Pobre de Jared no sabe de que lo culpan xD jajaja
Nos leemos en el proximo capi ^^
Publicar un comentario