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miércoles, 9 de febrero de 2011

Capítulo 21: Más y más recuerdos

Corrió. Simplemente corrió como si su vida dependiera de ello. Sentía que se ahogaba. Necesitaba alejarse de todo, olvidar. Dejó que las lágrimas corrieran libres por sus pálidas mejillas. La tristeza la embargaba y el dolor lastimaba su pecho. Se tropezó y cayó el suelo pero no le importó no quería levantarse. Lloró, como nunca lo había hecho

«¿Por qué?» repetía incesantemente en su cabeza. Su padre había decidido que era hora de casarla, no le sorprendía, pues era mayor, debía casarse, pero aun así, no quería, no con alguien a quien no conocía y tampoco amaba.

Se levantó, soltándose el cabello usualmente peinado en un moño alto, dejó que cayera como una cascada sobre sus hombros, quitó su vestido quedando solamente que el que usaba cuando escapaba de casa al bosque. Siempre le había gustado el bosque, se sentía diferente, especial, que nada arruinaría su vida. Su vestido de tirantes le llegaba hasta las rodillas; corrió descalza, sintiendo la tierra húmeda y el pasto entre sus dedos.

Llegó hasta un pequeño río. Se sentó con un árbol detrás de ella, abrazó sus piernas y hundió su cabeza entre ellas. Continuó llorando. Lo que deseaba era desahogarse. Huyó después de recibir la noticia. Quería estar sola, alejarse de aquel lugar que durante años no había sido más que una prisión, una jaula que nunca la dejó volar libre. El bosque siempre había sido su refugio, nadie iba ahí y no tenía que aparentar o mentir.

—¿Por qué lloras? —preguntó una voz a sus espaldas, sobresaltándola—. Lo lamento, no quería asustarla.

—Largo —ordenó sin levantar la cabeza.

—Una joven tan bella no debería llorar —susurro aún más cerca la voz—. Creo que se vería mejor con una sonrisa en su rostro.

—¿Qué no entiendes? Vete—replicó molesta haciendo un intento por limpiar el rastro de su llanto.

—No. —Sintió el murmulló en su rostro y por fin miró a su interlocutor. James la miraba con embeleso, como si no hubiera visto nada más hermoso en toda su vida—. No debes llorar. —Llevó su mano al rostro de ella para secar las lágrimas.

Se levanto de donde estaba sentada y empezó a caminar por el bosque, él la siguió, se apoyó tras un árbol viendo al chico un poco más lejos.

—¿Qué es lo que quieres? ¿No entiendes que no quiero verte? Quiero estar sola —gritó con furia.

—La soledad no es buena compañera, podría cometer un error —musitó tranquilo acercándose al roble, pero ella lo rodeó para escapar de él—. ¿Por qué huyes? —interrogó curioso.

—No huyo. No le temo a nada —farfulló orgullosamente.

—Entonces, ¿por qué llorabas?

—No te importa —contestó encogiéndose de hombros.

—Me parece muy extraño que derrames lágrimas si no vale la pena. Dime —pidió acercándose sin que ella se diera cuenta. La atrapó por detrás y la obligó a girarse.

—Suéltame. —Se removió inquieta en los brazos del chico

—No hasta que me digas por qué llorabas —dijo abrazándola más fuerte

—Siempre he vivido en una prisión, una jaula, me han cortado las alas aún sin volar. Quiero ser libre, quiero volar —gritó con lágrimas en los ojos. Tomó la camisa de él y la arrugó con sus manos, sollozando.



Se despertó sudando. Últimamente los sueños —mejor dicho recuerdos—, se hacían cada vez más frecuentes, algo estaba mal. Era increíble que los tuviera tan seguido.

Se levantó de la cama con pereza, se sentía agotado, maldijo el momento en que decidió usar ese hechizo. Lo peor es que Jonathan le dijo que no funcionó. Tanto esfuerzo para nada.

—No deberías moverte aún —reprochó una vocecita desde la puerta.

—¿Desde cuándo eres mi conciencia? Creí que eras mi amigo —susurró débilmente y emitió un quejido cuando las fuerzas le fallaron y cayó a la cama.

—Eres muy terco y…

—¿Te gusta mi hermana? —preguntó directamente para distraerlo y Jonathan de sonrojó—. Me late que incluso ya comenzaron la sesión de besos.

—Somos novios —tartamudeó nervioso. No sabía si a su amigo le iba a parecer mal.

—Felicidades… Supongo. —Bostezó y se estiró en la cama para alcanzar su celular. Se extrañó al ver un número desconocido—. ¿Le has dicho lo que somos? —inquirió dejando a un lado el celular mientras pensaba quién rayos podía tener su número, no se lo había dado a nadie desde que llegó a la ciudad… tal vez sólo fuera un equivocado.

—No, pero tarde o temprano se lo diré —contestó. David asintió—. De verdad la quiero —confesó.

—Ya era hora que olvidaras a esa chica. Creo que pondré una barrera, cada vez los ataques están más cerca de este edificio, creo que nos buscan —comentó cambiando de tema. Jonathan asintió cansado.

—Aún estás débil, lo haremos en cuanto te recuperes. —Chasqueó la lengua con fastidio, ya era bastante malo estar así, encima tenía niñera…



—Te digo que está loco —musitó Erika dando vueltas alrededor de Christopher.

—Lo que digas.

—Eres desesperante —balbuceó la niña muy molesta frunciendo el entrecejo. Él la estaba ignorando descaradamente mientras hablaban, ella odiaba que le hicieran eso.

—Sabes, mejor me voy con Nel —gruñó infantilmente y corrió a la sala donde estaba su hermana. Se abrazó a la pierna de la mayor, que la miró confundida pero no le dijo nada.

Erika se soltó y se sentó al lado de su hermana, dejando que su cabeza reposara en su regazo. Aranel siempre le transmitía la seguridad que necesitaba, era la única familia que tenía y nunca dejaría que le pasara algo. Suspiró y rozó sus dedos con la mejilla de su hermana mientras sonreía.

1 Plumas:

tres de tres dijo...

me encanta Erika, es muy mona!! y me alegro de q Jonathan este saliendo con la hermana de David =D
1Bsoo

 

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