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miércoles, 20 de julio de 2011

Aviso

¡Hola, hola!

Bueno rara vez dejo notas, la cosa es que el salgo de viaje y la otra semana no estaré, por tanto lo siento, pero no habrá capítulo de “El problemas eres tú”.

Intente escribir los dos está semana, pero la verdad andaba seca y bueno sea como sea no soy de andarme con retrasos… ¡estoy tan emocionada por el viaje! Que no puedo pensar en nada más.

Capítulo 6: Pequeña visita

Anthony se movía entre la pista para esquivar las parejas, Jared le seguía de cerca, con la suficiente distancia para ver que su mejor amigo iba a la barra, había posado sus ojos en dos rubias esculturales de largas piernas que eran imposibles de ocultar con las pequeñas faldas que les llegaban a mitad del muslo.

Él se deslizó en el taburete.

—Hola, preciosas. —Las chicas lo estudiaron con la mirada y sonriendo con coquetería, subiendo y bajando las largas pestañas llenas de rímel. Anthony se presentó, inclinándose hacia ellas con aquella sonrisa de medio lado que le había visto usar miles de veces. Cuando Jared llegó se alejó un poco de él, su amigo le hizo un gesto de mano para que se acercara—. Jared, ellas son Amélie y Caroline. Él es Jared, un antipático obsesionado del trabajo y necesita relajarse. —Jared frunció el ceño y los ojos de Anthony destellaron. Amélie le dirigió una sonrisa y lo recorrió con una mirada—. ¿Qué dices si vamos a bailar? —murmuró Anthony a Caroline con voz seductora, ella aceptó y los dejaron solos. Amélie cruzó las piernas hacia el otro lado y lo miró al tiempo que se llevaba la bebida a la boca.

—¿No me invitas a bailar? —preguntó tomando un sorbo.

Suspiró y le tendió una mano. La chica dejó la bebida a un lado y le cogió la mano. Ambos se dirigieron a la pista de baile moviéndose al compás de la música.

***

—Jared, arriba, es hora de que te vayas. —Su amigo emitió un gemido de protesta y se enredó en las sábanas.

Anthony se rió con maldad, a pesar de las protestas de Jared logró convencerlo de tomar un trago, al que lo siguió otro y luego otro...

Suspiró, había sido una noche genial, aunque su amigo no pensara lo mismo. Tiró de las sábanas y le lanzó un vaso de agua a la cara. Jared abrió los ojos asustado y se levantó como un autómata.

—Idiota —gruñó de mala gana fulminándolo con la mirada. Anthony le tendió una taza de café con una sonrisa de oreja a oreja—. Gracias —balbuceó y sentó en la cama a tomarla.

—De nada. Por cierto tienes como diez minutos para ir a tu departamento, cambiarte e ir a la empresa… —comentó apoyándose en la puerta. Jared escupió el café, miró el reloj de su muñeca, formuló una maldición antes de empezar a vestirse. Anthony observaba como se trababa para abotonar la camisa, trataba de contener su risa. Jared le frunció el ceño y se apresuró a salir, le dio un puñetazo en el hombro.

—Buena suerte deshaciéndote de la chica —exclamó cuando pasó por la puerta de la habitación de su amigo y entre el pequeño espacio se notaba la parte de un brassier. Anthony rió cuando escuchó el portazo.

Negando con la cabeza fue por otra taza de café.

***

—Buenos días, Jared —saludó su secretaria, Cécile, en cuanto lo vio—. Se le ha hecho un poco tarde —comentó con una sonrisa. Jared sonrió.

Su secretaria era una mujer de casi cincuenta años, de los cuales gran parte había sido secretaria de su padre.

—Buenos días —contestó abriendo la puerta de su oficina.

—Por cierto, Jared… Tiene una pequeña visita —murmuró.

Jared la observó confundido. Miró su oficina y la silla que solían ocupar socios o Anthony cuando quería molestarlo dio la vuelta.

—¿Dominic? —balbuceó incrédulo. La secretaria se levantó y lo observó desde la puerta. Aquel niño había llegado solo hasta el último piso sin que nadie prestara mayor atención, exigiendo hablar con Jared. Ella intentó hablar con él y sacarle el nombre o el teléfono de su madre, el infante se había negado rotundamente a hablar y al ver su determinación lo dejó en la oficina de su jefe—. ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has llegado? ¿Dónde está tu madre? —preguntó atropelladamente. El niño lo observó extrañamente serio, todo lo serio que se podía ser mientras sostenía un conejo de peluche en la mano, se deslizó en el asiento hasta tocar el suelo.

—Quería hablar contigo —respondió apretando el peluche—. Mamá no sabe que estoy aquí y no es buena idea decírselo considerando que se ha pasado los últimos días maldiciendo a George.

La secretaria alzó una ceja. Jared suspiró, cargó al niño y lo sentó en el sofá que estaba contra la pared, donde se encontraba una mochila roja que debía ser del niño.

—Cécile, ¿podrías traerme un café, por favor?—pidió, ya que no había podido desayunar decentemente en casa de su amigo—. Y leche con chocolate para Dom. ¿Ésa es tu favorita, cierto? —El infante asintió silenciosamente dejando el muñeco a un lado.

—En un momento —replicó la secretaria y se fue.

—Lo sé todo. George me dijo que te ofreció un trato en el que debes casarte con mi mamá —murmuró el pequeño yendo al grano. Jared se quedó con la boca abierta, Dom no tenía ni idea sobre ser sutil, pero aquello no era lo que le sorprendía, sino el hecho de que George se lo dijera al niño. ¿Acaso eso sería una maniobra para chantajearlo?—. ¿Vas a aceptar? —preguntó con la cara aún más seria.

—Dom, eres un niño. George no tenía por qué decirte esas cosas, no es un tema del que debas preocuparte —musitó acariciándole el cabello. Dom le apartó la mano y frunció el ceño.

—Eso dicen siempre los adultos cuando no quieren responder algo —protestó. Cécile entró y les dejó las bebidas, se fue luego de recibir las gracias. Dominic bebió de su vaso al ver que Jared no quería contestarle—. Mamá te odiaría si aceptaras… —susurró con un tinte triste—. A mí me gustaría, eres genial y así tendría un papá. ¡Pero no tienes por qué sentirte comprometido! —balbuceó apurado cuando Jared iba a decir algo—. Entendería si no quieres. Después de todo ¿quién iba a querer a una mujer con un hijo pequeño? —susurró con los ojos aguados. El niño se mordió el labio para no llorar. Jared maldijo a George mil veces por ponerlo en aquella situación—. Yo solo quería decirte que no tienes que sentirte mal por rechazar el trato, eres una de esas personas con demasiada conciencia y por eso él se está aprovechando de ti… —No podía creer que un niño con bigote de leche le estuviera diciendo eso.

Se quedo observándolo. Hasta aquel pequeño se había dado cuenta de lo que Anthony llevaba diciéndole durante años. Las palabras de su amigo resonaban en su cabeza.

«Sí sigues pensado tanto las cosas, en las demás personas, Jared, un día de estos se aprovecharan de ti. No es malo ser buena persona, pero en serio te pasas. De igual forma, siempre estaré yo para llevarte al lado oscuro».

—Igual solo quería decirte —suspiró Dominic—. Gracias por escucharme y por la leche de chocolate. —Se bajó, cogió su peluche y lo guardó en la mochila.

—¿Cómo llegaste aquí, Dom? ¿Cómo sabías que aquí estaba mi oficina? —inquirió.

—Una vez vine con George, me quedé en el auto —aclaró—. Y llegué solo, me escapé del cole, no es muy difícil si sabes usar la distracción correcta. —Dominic se encogió de hombros como si aquello no tuviera mayor importancia—. En todo caso será mejor que me vaya tengo que volver al colegio…

—Jared, ya llegaron los de tu reunión de las once —dijo su secretaria por el teléfono.

—Espera. —Lo cogió por el hombro al ver que el niño empezaba a caminar a la salida ¿vendrán a recogerte?

—No.

—Quédate aquí —ordenó sacando el celular. Buscó el número y marcó, esperando que le contestaran—. Hola, Raúl… —Dominic frunció el ceño, si él quería que Raúl lo recogiera lo habría llamado—. Llamaba exactamente por eso, Dominic está en mi oficina… Oh, está bien… No te preocupes. No hay problema… Adiós —colgó dando un suspiró

—Yo quería ir al colegio, ahora ya no podré ir —protestó cruzándose de brazos—. En todo caso puedes irte a tu reunión y dejarme aquí, ya estoy acostumbrado —susurró sacando un cuaderno y lápices de colores y se sentó en el suelo a dibujar.

—Puedes pedirle lo que quieras a Cécile —dijo antes de salir. Dominic siguió dibujando como si nada.

miércoles, 13 de julio de 2011

Capítulo 5: El contrato

La semana siguiente llegó demasiado lento para Jared, el viernes que George habló con Evangeline había sido la última vez que vio a Dom, Raúl casi nunca estaba en el restaurante cuando ellos iban a almorzar, si no encontraba demasiado ocupado como para atenderlos. Tenía cierto mal sabor de boca sobre la desaparición del pequeño y el contrato. Había esperado semanas por ese día y ahora no podía hacer más que mirar por la ventana mientras su abogado revisaba que todo estuviera en orden con lo antes dicho y lo que agregaron.

—¿Qué clase de broma es ésta, Montagne? ¡Lo que pide es una locura! —exclamó Daniel, sobresaltando a los presentes—. Este contrato carece de seriedad.

—¿Qué sucede, Daniel? ¿Qué pide? —preguntó impaciente.

Jared tomó el papel al ver a su abogado pálido y balbuceante, tanto que era incapaz de responder. Leyó rápidamente buscando aquello que tanto alarmaba a Daniel y lo había tenido con el corazón en un hilo durante semanas.

Cuando lo encontró lo releyó cinco veces antes de poder creerlo, se pasó la mano por la cara.

—¡¿Está usted loco?! —gritó alterado.

—No grites —gruñó George tranquilamente.

—¿Cómo rayos quiere que no le grite? —preguntó irritado blandiendo los papeles y dejándolos a un lado como si quemaran—. Creí que usted estaba en sus cabales, pero veo que me he equivocado —farfulló recogiendo la chaqueta.

—No veo porque te alarmas tanto, tú más que nadie ganaría si aceptas —replicó sacando un puro y jugando con él entre sus manos.

—¿En serio? —dijo con sarcasmo—. Dígame ¿qué ganaría? —inquirió poniéndosela.

—La empresa completa. Al fin y al cabo no tengo más familia que mi hija y será ella quien acabará quedándosela, nunca le ha interesado, ella no se quiere la presidencia. Lo más probable será que la venda —comentó con tono distraído, pero su mirada decía que aquella idea no le gustaba—. Claro, si no existe alguien que la persuada de lo contrario

—El matrimonio no es juego, mucho menos un negocio, debe estar basado en algo más que un acuerdo de ganancia —acotó frustrado—. No se puede jugar con las personas de esa manera, si algo llegara a salir mal, más que solo su hija y yo saldríamos heridos, hay un niño en medio —reprochó.

—Un niño que no tiene padre —comentó—. Dominic más que nadie saldría ganando. ¿Tú le tienes bastante cariño o no? Vienes de una familia estable, deberías saber cuán importante es tener ambos padres —siguió.

—¿Dónde queda el amor, la confianza…? —interrogó, porque con Dom lo había dejado fuera de juego.

—Basura —protestó. Jared se irritó más ante eso.

—Esto es una locura —repitió Daniel levantándose con su portafolios. Jared hizo un asentimiento de cabeza y abrió la puerta. Daniel salió primero.

—Tienes un mes para pensarlo, Jared. Si tú no estás dispuesto estoy seguro de que habrá alguien más que no se corte por los valores morales —refunfuñó. Jared se retiró cerrando la puerta tras él.

George sonrió de medio lado y encendió el puro.

—¿Está seguro de lo que está haciendo señor? —preguntó el abogado que hasta entonces se había mantenido en silencio—. El negocio con los O’Conell era bastante importante —murmuró preocupado.

—Claro que sí, no me aseguré en vano de que su padre se cansara para que lo enviara y así conocerlo —contestó después de una gran bocanada de humo—. Él aceptará —agregó muy seguro de sí mismo—. La forma en que ha reaccionado me lo confirma. —Otra bocanada de humo y el abogado se fue—. Amor… —bufó con desdén.

***

Sabía que estaba conduciendo muy rápido, pero estaba furioso y nervioso. Redujo la velocidad antes de terminar atropellando a alguna viejecita.

Dejó el auto en el parqueadero y subió a su departamento. Dispuesto a tomarse una copa de lo primero que encontrara.

—Hola —saludó Anthony como si nada en cuanto entró. Su mejor amigo se acercó a él entrecerrando los ojos—. ¿Qué pasó? Estás nervioso —musitó con una mirada sospechosa. Tiró la chaqueta a un lado y se desabotonó los primeros botones de la camisa. La corbata se la había quitado en el auto y estaba seguro de haberla metido en algún bolsillo.

—¿Cómo entraste? —preguntó tratando de ignorar el hecho de que su amigo lo conocía muy bien, pero al parecer no funcionó porque Anthony lo cogió por los hombros y lo obligó a sentarse.

—Quieto —ordenó como si Jared fuera un cachorro. Se fue a la cocina, buscó dos vasos y sacó la botella de brandy del bar. Regresó a la mesa y se sentó, sirvió un poco y se lo tendió. Lo cogió y se lo tragó de una—. Tengo una copia de las llaves.

—¿Cuándo te las di? —interrogó enarcando una ceja.

—Nunca. Las saqué en cuanto te lo dieron, ni te diste cuanta porque vivías en casa de tus padres —sonrió burlón—. Debí hacer una fiesta sin que supieras, hubiera sido provechoso. —Colocó una expresión seria y le dio otro vaso. Jared lo tomó sin protestar y Anthony lo estudió con ojo crítico.

—George quiere que me case con Evangeline —exclamó de repente y apoyando los codos en la mesa—. Es parte del contrato. Dice que al final me quedaría con su empresa porque ella la odia y él no tiene a quien más dejársela. —Negó con la cabeza como si no creyera aquello—. Me ha dado un mes, si no aceptó hará negocios con otra persona que este dispuesta casarse con su hija.

—Tú querías ser su socio y terminarás siendo su yerno. ¿Cuál es el problema? ¿Sabes cuántos matrimonios aseguran las relaciones financieras? Además si las cosas no funcionan existe el divorcio —Jared bufó ante eso y lo fulminó con la mirada. ¿Qué más podía esperar de su mejor amigo? Cuyos padres divorciados llenaron su vida a punto de objetos materiales y viajes para que no se sintiera solo, incluso él se había beneficiado. Anthony se rascó la barbilla y se quedó mirando el techo, regresó sus ojos a Jared—. Bueno, comprendo tu punto de vista. Sé que crees en el amor y esas cosas cursis… Pero mírame a mí, mis padres se divorciaron y ahora son felices con el dinero que se sacaron el uno al otro. —Se encogió de hombros.

—Olvidas a Dominic —susurró fríamente—. Tú eres un cínico, desvergonzado y llegas a altos estándares de irresponsabilidad…

—¡Rayos! Hablas como un viejo anticuado, de esos que no creían en el sexo fuera del matrimonio —protestó sirviéndose otro trago—. Que hubiera sido de ti sin mí… no hubieras disfrutado de tu adolescencia y mucho menos de la universidad… —sonrió con sorna—. ¿Qué acaso te olvidas que hasta hace un año y medio te despertabas con resaca y sin saber con quién te habías acostado, mucho menos dónde? —Soltó una risita—. Desde que tu padre te dio la empresa parece que te lavaron el cerebro —protestó enfurruñado.

—Eso no es cierto —replicó rodando los ojos y dejando su bebida a un lado.

—Pruébalo. —Entrecerró los ojos—. No tengo turno, vamos a bailar —propuso sonriendo.

—Tengo que trabajar —replicó negando con la cabeza. Anthony alzó una ceja y le lanzó una mirada acusadora. Jared bufó y decidió que la ventana tenía mucha mejor vista—. Eres un santurrón —burló. Su mejor amigo le observó con frialdad—. ¿El señorito educado tiene miedo que papi llame a regañarlo por llegar con resaca al trabajo?

—Idiota —protestó y Anthony empezó a atosigarlo, pero Jared salió con otro tema—. Eso explicaría por qué no hemos visto a Dom desde que George habló con Evangeline, creo que se lo dijo y ella se enfado mucho. Ella debe odiarme por algo de lo que ni siquiera tengo la culpa —suspiró.

—Yo también me enfadaría si mi padre quisiera arreglar mi vida —musitó mientras Jared volvía a coger su vaso y revolvía el contenido con la mano derecha y se apoyaba la mejilla en la izquierda, finalmente se tomó lo que quedaba y se levantó de la mesa—. Igual no me cambies de tema, vamos a bailar. —Se levantó, hizo un paso hacia atrás y dio un giro. Colocó un brazo en los hombros de Jared—. Lo que necesitas, querido amigo, es despejarte y no hay mejor forma de hacerlo que bailando…

—…Y emborrachándose hasta perder el conocimiento —añadió rodando los ojos y tratando de zafarse. Anthony lo sostuvo más fuerte.

—Beber o no, no es obligación —murmuró—. Aunque no sería mala idea considerando que has de querer olvidar aquel contrato espeluznante. —Le apretó el hombro—. Vamos, Jared, será divertido —aseguró.

—No dejaras de dar lata ¿verdad? —Anthony sonrío de medio lado, con la misma sonrisa que le daba a las chicas antes de invitarlas a su departamento.

—No.

Una hora después se habían cambiado de ropa e iban camino a camino a la pista de baile.

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viernes, 8 de julio de 2011

Premio Pepinillero


Este premio me lo ha dado Eli, del blog La húesped.

1. Si pudieras vivir dentro de una película, ¿Cuál elegirías?:

El mundo de Harry Potter

2. Sales de la ducha, ¿te entretienes dibujando algo en el espejo empañado?, ¿el que?.

Nunca.

3. ¿Que hacías la última vez que tus compañeros te rogaron que abortaras en esa situación?.

No recuerdo que alguna vez me lo hayan pedido.

4. ¿Que cosas absurdas o extravagantes te gustaría coleccionar?.

No colecciono nada y hasta ahora no he encontrado nada que me apasione para coleccionar.

5. ¿Que tipo de ropa interior usas?.

O.o Pantaletas y brassier.

6. ¿En que momento del sueño te despertastes y te molestó tanto intentastes volver a dormir y seguir soñando?

Casi nunca sueño y los sueños que he tenido me caigo de algún lugar, así que no son cosas como para volver a dormir xD.


Ahora debo darlo a 7 blog:


El rincón de May (Para que sepas lo he hehco de pura maldad //gg)
A capa y espada
Erzenguel palabras al viento
Alexandra

Ya pondré los demás luego, si es que no me olvido.

miércoles, 6 de julio de 2011

Capítulo 4: Demasiadas coincidencias

Jared suspiró, de nuevo estaba en el mismo restaurante, la presencia de Dominic se había hecho costumbre luego de dos semanas, claro había veces en que el infante no estaba —como ese día—, pero por lo general se le veía bajo las mesas del restaurante, con Raúl o algún adulto que usaba palabras «raras» y se veía en la obligación de responderle al curioso niño por su significado, el mismo lo tuvo que hacer, Dom podía ser muy insistente cuando algo le interesaba. Ahora entendía un poco más su forma de hablar, conocía muchas palabras para un pequeño y todo se debía a que la mayor parte del tiempo estaba entre adultos.

Alguna que otra vez se cruzó con Evangeline, quien venía por el niño en las tardes y le metía una buena regañina a Raúl por sacarlo antes de tiempo. Él sonreía nervioso y se echaba a reír con aire de maldad cuando ella se iba. Evangeline era educada, pero se limitaba a las normas de cortesía y se iba.

Se atragantó con el café al ver que la puerta se abría, dando paso a una mata de rizos castaños. Dom tenía un aspecto parecido al de la segunda vez que lo vio, pero esta vez era mucho peor con un moretón en la mejilla y un pañuelo para limpiar la sangre seca de su frente.

Anthony lo miró aterrado.

—¿Qué te pasó amiguito? —inquirió levantándose dispuesto a curarlo. El niño hizo un movimiento de cabeza brusco y se fue, completamente enfadado, renegando contra el mundo. Raúl se acercó a ellos, suspirando con resignación.

—Solo es una rabieta. Tuvo una pelea en el colegio, nada fuera de lo común —explicó.

—¿Dom? ¿Pelea? —preguntaron incrédulos. El niño siempre se había mostrado de carácter dulce y educado.

Raúl asintió y agregó:

—Suele tenerlas...

—Disculpen. Raúl —interrumpió una mujer.

—Paloma —exclamó el dueño del restaurante con una sonrisa atontada y pareció irse a otro mundo por segundos. Ella negó con la cabeza risueñamente y le acarició la mejilla. Él colocó una cara seria y carraspeó volteando a mirarlos—. Ellos son Jared y Anthony. Paloma es mi novia —explicó envolviendo su hombros con un brazo.

Ambos hicieron un saludo, la habían visto un par de veces con Evangeline aunque nunca imaginaron que alguien que vestía como gitana pudiera salir con Raúl.

—¿Dónde está Dom? —preguntó. Raúl suspiró resignado y, luego de una pequeña batalla con Anthony, aceptó que lo curara y se perdieron en las escaleras rumbo al segundo piso donde estaba la oficina de Raúl.

***

Anthony se fijó que Dominic había cambiado su ropa por unos pantalones caquis, una camiseta y zapatillas rojas, parecía dormido en la silla detrás del escritorio, con la cabeza y los pies colgando de los laterales. Su cara seguía amoratada, pero estaba limpia.

—¿Dom? —tanteó Raúl. La única seña de estar despierto fue un leve movimiento de su mano y una exhalación que pareció provenir de lo más profundo de sus pulmones.

Anthony apretó la caja de primeros auxilios, pero Paloma se acercó a él primero. Apartándole el cabello de la cara le tocó la frente. Dom abrió los ojos y lo miró desde las profundidades de sus ojos azul mar.

—Lo siento —susurró.

—Eso no va a arreglarlo —replicó—. Debes dejar de portarte así, cariño, solo causa problemas y haces que tu mamá se ponga triste.

—Lo sé —balbuceó y su voz tenía un tinte quebrado—. Pero es que me molesta tanto que hablen así de ella… sin saber nada… —Algunas lágrimas que fueron rápidamente limpiadas escaparon de sus ojos. Paloma lo sentó abrazándole fuerte. Dom terminó por separarse luego de un rato y colocar su cara seriecita de siempre, se bajó del asiento y alzó su cabeza con orgullo mirando a todos como si hubiera crecido en dos minutos.

—Tengo hambre —anunció sin esperar a que dijeran algo más. Se coló lo más rápido que pudo entre las piernas de los adultos y escapó rumbo al primer piso.

***

—¿Está seguro de eso, señor? —interrogó terminando de escribir el contrato.

—Claro que sí —gruñó dejando el puro a un lado—. Nunca me retracto después de tomar una decisión —dijo orgulloso. Apoyó ambos codos en la mesa y juntó las manos.

—Pero… ¿está seguro de qué aceptará? —George fulminó con la mirada a su abogado. Decidió quedarse callado. Sabía que lo debió haber hecho desde un principio, después de todo George Montagne era su cliente más terco, siempre hacía lo que le daba la gana y las opiniones de los demás, buenas o malas, entraban por un oído y salían por el otro—. ¿Por qué él? —preguntó por curiosidad cerrando su portafolios.

—No tengo por qué decirte mis razones —espetó. El abogado le hizo una inclinación de cabeza a modo de despedida. Lo ignoró porque debía contestar el teléfono—. ¿Cómo que…? —Alcanzó a escuchar antes de cerrar la puerta.

***

Jared fijó sus ojos en la puerta de nuevo, ahí estaba Evangeline vestida de traje y la cara entre la furia y la decepción.

Sin embargo todo se resumió a los pasos apresurados de Dominic que bajaba las escaleras de dos en dos y se lanzó a los brazos de su madre. El niño la abrazó fuerte por el cuello y susurró disculpas en su oído. Ella lo apretó y le acarició la mejilla.

—Sin dulces —murmuró. Dominic asintió, aceptando su castigo porque sabía que lo merecía. Abrazó más fuerte a su madre, las palabras que le decían los otros niños del colegio seguían retumbando en su memoria y aunque le dieran ganas de llorar porque todo aquello era injusto no lo haría, él era el hombrecito de mamá y la iba a cuidar.

—Evangeline —exclamó Paloma desde primer escalón—. ¡Deberías estar en el trabajo! Te dije que yo me encargaría.

—Hola —musitó—. Es mi hijo y es la hora del almuerzo, podía venir —replicó bajándolo.

Paloma rodó los ojos y se cruzó de brazos.

—Bueno entonces vamos a almorzar —dijo Anthony sonriendo.

—¿Podemos almorzar con ustedes? —inquirió Dominic.

—Claro —contestó despeinándolo.

—No queremos molestar —replicó con el ceño fruncido cogiéndole la mano para ir a otra mesa.

—Bobadas —bufó Anthony corriendo tres sillas. Dominic de encaramó en una al lado de Jared como si nada, Paloma no tardó en unírseles y Evangeline no le quedó más opción que aceptar al ver que la habían dejado sola.

Raúl revisó su reloj antes de musitar una excusa y alejarse en busca del camarero.

—Él siempre está ocupado a esta hora ¿verdad? —comentó Jared.

—Un almuerzo o una cena siempre es la mejor carta de presentación cuando eres dueño de un restaurante —murmuró Dominic como si hubiera escuchado muchas veces esa frase.

Cualquier cosa que fueran a decir los demás quedó olvidaba por la presencia de George. Jared empezó a temer que pidiera sentarse mientras veía la mirada de descontento e indignación que cruzaba por el rostro de la hija de su casi socio. Dominic susurró un «Ya se ha enterado» tan bajo que nadie más lo escuchó.

—Buenas tardes —saludó—. Evangeline tengo que hablar contigo —dijo de tal manera que ella no tenía opción—, ahora —agregó al ver que no se levantaba. Ella suspiró frustrada y miró a Paloma antes de irse, pidiéndole que sacara a Dom de ahí o las cosas de pondrían feas—. Mi secretaria te llamará para decirte cuando nos veremos la próxima semana, Jared. —Él asintió. George se alejó. Jared no pudo evitar que una ridícula sonrisa se le escapara mientras tenía un nudo en la garganta. Dom enarcó una ceja, Anthony bufó.

—Parece que nos han aguado la fiesta —murmuró Paloma sacando a Jared de las fantasías que empezaban a formarse en su cabeza—. Dom, debemos irnos antes de que George regrese, nunca demora mucho con Evangeline —dijo levantándose. Ambos se despidieron de ella cuando cargó a Dom y se fue.

La teoría de Paloma se comprobó cuando luego de quince minutos Evangeline pasó al lado de la mesa y le lanzó una mirada entre desprecio, rabia y frustración a Jared que él no comprendió.

 

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