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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Capítulo 10: Todos tenemos una historia que contar

Erika correteaba por el parque ante la atenta mirada de Aranel, su hermanita era loca y se dedicaba a jugar en los columpios, elevándose lo más alto que podía y haciendo concursos con los otros niños.

—¡¡Nel, Nel!! —exclamó con una enorme sonrisa y le mostró el bicho que traía entre sus manos. Hizo un gesto de asco, nunca entendió la fascinación de los niños por los insectos, aquello parecía un escarabajo negro y feo, desde su punto de vista.

—Bótalo —dijo con fastidio. Erika la miró con los ojos a puntos de derramar lágrimas. Ella frunció más el ceño ante eso.

La niña sabía que aquello no funcionaba con ella. La figurita infantil rodó los ojos y soltó el bicho.

—Quiero helado, vamos al centro comercial —musitó y dio media vuelta, pero se volvió al darse cuenta que su hermana mayor no la seguía. De hecho tenía los brazos cruzados sobre el pecho y una cara que decía claramente «¿quién te crees?”» . Puso sus ojitos de cachorro.

—Con Bryan sí funcionaba —bufó cuando Aranel tomó su mano.

—Bryan era despistado y descuidado —gruñó.

Erika empezó a dar saltitos mientras caminaba a su lado, sabía que luego de lo que dijo su hermana estaba molesta con ella, más que molesta nostálgica, sabía que hería sus sentimientos cada vez que mencionaba a su hermano o padres de la nada. Pero lo único que quería era a su hermana de vuelta, no es que antes sonriera o hablara más, pero hacía lo que le gustaba.

Arrugó la nariz pensativamente, pero su hermana le dio un helado de fresa y tuvo que esbozar una enorme sonrisa.

—Gracias —dijo y comenzaron a caminar por las tiendas.

Erika hablaba hasta por los codos y era feliz porque su hermana tenía su atención exclusiva. Luego de la muerte de sus padres Aranel era lo único que tenía, bueno Christopher también contaba, defendió a su hermana y le dio una casa, pero hasta que ella no cumpliera los dieciocho era imposible que se la llevara, sólo esperaba el momento justo…

—Ésa es Mailen —exclamó Erika y corrió hacia ella—. ¿Por qué tan sola? —interrogó con una mirada pícara y miró a los lados para saber si estaba con alguien, al no ver a nadie tomó su mano.

—Hola, Aranel. ¿Cómo les va? —preguntó.

—A nosotras bien, pero tú estás muy sola, ¿por qué nunca estás con David? Es tu hermano —comentó inocentemente.

—Historia complicada —respondió tratando de evitar el tema, pero Erika era una niña muy curiosa y continuó haciendo comentarios y hablando sin parar para presionarla, ni modo de escapar, era una niña demasiado inteligente.

Aranel intentó por todos los medios que su hermana parara, veía el gesto frustrado de Mailen y la verdad de que no quería responder. Finalmente cedió y se dispuso a contar la historia.

—Todo comenzó cuando yo tenía siete años, estábamos en el parque —relató y comenzó a perderse en los recuerdos.



La pequeña jugaba en la caja de arena, quería hacer un castillo, era una tarea difícil considerando que tenía muy poca agua y se desmoronaba.

Un niño más grande le dio una patada al castillo.

—No molestes a mi hermana, abusivo —gruñó David.

—Yo hago lo que me dé la gana —dijo y volvió a empujar a Mailen, que comenzó a llorar por el golpe. David se le tiró encima como si fuera un león, empezó a darle golpes sin parar hasta que su hermanita menor le pidió parara. El otro niño se fue corriendo mientras lloraba.

—¿Estás bien? —preguntó dulcemente ayudándola a levantarse.

—Sí, pero no me gusta que pelees. Pueden herirte —le dijo sollozando y frotó los parpados para apartar las lágrimas.

—No te preocupes estoy bi…

Cayó al piso de rodillas y empezó a sostenerse la cabeza. Le dolía al tiempo que miles de recuerdos se acumulaban en una perfecta secuencia. No entendía nada de qué era lo que veía y por qué le dolía observarlo. Una tristeza creció en su interior cuando una imagen pasó rápida como una flecha, una chica en brazos de alguien ¿sus brazos?

Ella estaba bañada en sangre y él le pedía que se quedara, que no lo abandonara, respondía que todo iba a estar bien y que fuera feliz, incluso le sonreía, pero su sonrisa era triste y el brillo en sus ojos se apagaba, como el de alguien que pierde la vida… Se desmayó, aún con aquella imagen en su mente.

Abrió sus ojos con pesadez. ¿Cuánto tiempo había dormido? Se encontró con el techo blando del hospital, movió un poco su mano y se dio cuenta que había alguien a su lado, Mailen, que lo miraba con su ojos muy abiertos, llenos de preocupación y culpabilidad.

—¿Cómo te sientes? —Se animó la pequeña a preguntar. La miró confundido.

—Tu mirada… Es igual a la de ella… —susurró.

—¿Quién? —preguntó curiosa sentándose en la cama

—Los de ella. Ca… —Sacudió su cabeza, era imposible que fuera ella—. No importa. —La observó fijamente y frunció el ceño—. Mailen, de ahora en adelante, deberás defenderte tú sola, yo debo encontrarla a ella, así que ya no podré cuidarte —habló decidido.



Revolvió el contenido de su vaso mientras caminaban cuando terminó de relatar.

David había cumplido su promesa, se olvidó casi por completo de ella y aquellas tardes que pasaron juntos cuando la defendía. Desde de aquel día apenas si veía a su hermano, comenzó a irle mal, ella era una niña muy dependiente y cuando dejó de ayudarle fue en picada hasta que finalmente la enviaron con sus tíos como castigo, aunque claro que vivía mucho mejor con ellos y cuando Christopher fue a la universidad se mudó, eso era mejor que volver a vivir con sus padres.

—Me pregunto si mi hermano habrá encontrado lo que buscaba —musitó encogiéndose de hombros. Erika prefirió callarse, era obvio que David no la iba a encontrar, ella misma se encargaría de eso mientras cuidara de su hermana, así que bailoteó entre las plantas.

—Es una historia triste —comentó con inocencia—. Es una lástima que a veces las personas no sepan apreciar lo que tienen, claro que ni se ha dado cuenta que perdió, está perdido. Igual, todos en algún momento debemos aprender la lección —susurró logrando causarle un escalofríos a su hermana, le parecía extraña su forma de comportarse, como cuando su hermano decía cosas que no venían al caso, sólo que Erika era mucho más atenta a lo que estaba a su alrededor.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Capítulo 9: Entre recuerdo y recuerdo los pasados se entrelazan

Mirar el cielo estrellado la calmaba, tenía ligeros recuerdos de cuando subía el techo para buscar a su hermano… siempre. Bryan le estiraba los brazos y ella sabía que era una señal para que lo abrazara. De alguna forma era su código secreto, si es que se le podía llamar así.

Cerró los ojos, se sentía confundida y cansada. Christopher no la regañó, sabía que había tenido suficiente y que podría terminar insultándolo o diciéndole algo más sobre eso de ser hermanos o, mejor dicho, que la tratara como su hermana.

Nunca lo había comprendido, desde que lo conoció —cuando tenía ocho años—, él siempre andaba con su hermano y de vez en cuando le hablaba, pero luego de un pequeño incidente en el que Bryan olvidó recogerla la cuidó. Recordaba esa tarde como muchas otras que pasaron juntos, Bryan no era un chico muy organizado y mucho menos centrado, con lo distraído y olvidadizo que era siempre terminaba llamando a Christopher y contando con él.

En alguna ocasión le preguntó por qué siempre se preocupaba tanto por ella y si con sus hermanos era así de bueno, si es que los tenía.

—Porque me recuerdas a alguien, pero tú eres tú y no, soy hijo único —contestó.

Notó que lo dijo con cierta tristeza, pero ella era sólo una niña cuando eso pasó y no le prestó más atención al tema. Notaba que a veces él se quedaba mirándola fijamente y luego volteaba la cara, con el pasar de los años había dejado de hacerlo y parecía haberse resignado.


Ella era bellísima. Mientras recorrían la playa miraba el suelo para buscar estrellas de mar y devolverlas al agua. El viento revolvía su cabello y a la luz del sol, detrás de ella, parecía resplandecer… Nunca había conocido a una persona más alegre, vivaz y enérgica, así como nunca antes se enamoró.

Fue incapaz de mover la mirada cuando ella fijó sus ojos en él.

Su vestido blanco se ondeó al viento, pero ella permaneció tranquila, esbozó una sonrisa de la nada y se lanzó al mar. Quiso poder ser aquel agua cristalina y atraparla entres sus brazos, quizás correr tras ella, pero incapaz de caminar la observó irse y perderse entre las olas.

—¿Estás bien? —preguntó Jonathan al verlo despertar sobresaltado.

—No mucho, la verdad.

Miró el reloj sobre la mesita, era temprano. Se tumbó de nuevo en la cama mirando a su amigo—. ¿Cómo rayos es que me sigues hasta aquí?

Jonathan se encogió de hombros y le sonrió a lo que dio un suspiro resignado. Siempre se había preocupado por él, era su amigo de toda la vida, uno de los pocos que tenía, podía conocer mucha gente, pero de amigos a conocidos era una enorme diferencia. Sólo esperaba que no estuviera haciendo esto por una razón estúpida

Jonathan jugueteó con un anillo entre sus dedos pensativamente. Aquella búsqueda era una completa locura. Entendía que David no supiera el porqué lo acompañaba, se podría decir que tenía una deuda con él, aunque siempre terminaba llevándose un golpe cuando le decía eso, pero más allá de la deuda era lo que conocía, la persona que le apoyaba, más que su amigo era su hermano.

—Estás pensado en ella —comentó bajo las cobijas. El anillo causó un pequeño tintineo al caer al suelo y rodar, osciló entre un lado y otro hasta que finalmente se detuvo mostrando algo parecido a una flor con centro violeta—. ¿Por qué nunca se lo diste? —preguntó curioso.

—No hubiera habido caso, ella te quería a ti y ahora tiene un novio —contestó con simpleza mientras lo recogía—. Además así está mejor, sabes lo que puede pasar. Y ahora cuéntame qué has soñado.

—¿Cómo sabes que soñé algo?

—Porque escucho el golpe del collar cuando lo abres y cierras. —Su respuesta era simple y sencilla, mas David se quedó callado.





Se fijó en la taza llena de palomitas de maíz, algunas con dulce y otras saladas. Christopher esbozó una enorme sonrisa ante el ceño fruncido de ella. Sabía lo que significaba todo eso, de hecho debía estar llena la alacena de dulces y gomas de mascar. Christopher consentía demasiado a Erika, con todos esos dulces le darían caries, pero decirle eso sería inútil porque con ella nunca la escuchaban.

Era sábado y Erika vendría este fin de semana, siempre era ella la que iba, pero sus tíos no estarían y ella se quedaría con su hermana.

—La llevaré al parque así que más te vale que no hayas alquilado tantas películas —dijo llevando al salón y se acomodó en el piso. Eso era más divertido que verlas en el sillón.

—¿Qué haces? —consultó Christopher cuando la vio en el suelo con los ojos cerrados y un plato lleno de palomitas.

—En un rato vendrá Erika, pondrá una película, servirás gaseosa, yo me quedaré dormida y ella me despertara para que salgamos. Erika saltara por los parques como una posesa y me hará comprarle un helado con jarabe extra…

—La vida suena aburrida cuando lo dices de esa manera. ¿Dónde quedó la acción, las sorpresas, la aventura…?

—En un auto incendiado hace casi tres años —contestó con gesto aburrido, pero sabía que tras sus párpados cerrados contenía las lágrimas.

Aranel no era una chica llorona, prefería morderse la lengua a dejar que la vieran llorar. El día en que murieron sus padres se encerró en su habitación y no le abrió a nadie, ni siquiera a Erika que tocó la puerta e incluso la amenazó con meterse a la habitación por el techo.

Cuando salió parecía una zombi, se movía por pura y mera inercia sin prestar atención a nadie. Algo había muerto en su interior y fue enterrado con sus padres y Bryan.

Escuchó el sonido acelerado del timbre, esa era la forma de Erika para decirles que estaba allí. De inmediato se tiró a los brazos de Christopher y lo apretó por el cuello con una radiante sonrisa, pero se soltó y corrió hacia su hermana.

—Hola, enana —dijo ella desde el suelo al sentir los pasos apresurados.

Erika se tumbó encima de ella y le recorrió el rostro con los dedos, al no ver nada irregular, sonrió y empezó a hacerle cosquillas para que la mirara.

Iba a ser un largo fin de semana…

lunes, 15 de noviembre de 2010

Premios

Muchísimas gracias a Erzenguel por los premios que me ha dado, están lindisimos

.

No olviden que el miércoles hay capi de La búsqueda!

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Capítulo 8: Salir de fiesta con Alejandro es igual a problemas

Aranel nunca se había caracterizado por la paciencia, por eso en aquel momento, cuando Christopher le reclamaba por haber estado con una persona que más de uno le había dicho era peligroso, se cruzó de brazos y dejó ver una mueca de fastidio producida en sus labios. Christopher prácticamente le gritaba y ella sin soportarlo más explotó.

—¡Maldita sea, no soy tu hermana! —exclamó con las manos cerradas y eso fue como un puño en el estómago para el chico de ojos grises—. ¡Sé que te importa lo que me pase, pero estoy cansada de hacer lo que me dices como si fuera una niña pequeña! —Él apretó los labios y ella se masajeó las sienes—. Lo siento, pero tengo que salir.

Tomó su chaqueta, hacía frío y tal vez lloviera. Aquella brisa helada erizaba su piel y el vaho que salía de su boca ya era imposible de detener, aun así no deseaba regresar, quería ir al parque e imaginar que todo estaría bien, que su hermano la buscaría como cuando escapaba de casa.

Por eso se hizo en una banqueta esperando que el tiempo pasara, aunque Bryan no iría por ella. Suspiró con cansancio recordando el pasado, uno que no volvería y que se negaba a mostrar a quienes la rodeaban. Los juegos, llantos, peleas y risas pasaban una y otra vez por su mente, pero era algo que sólo le pertenecía a ella y que no compartiría con nadie.

—¿Por qué tan sola? Te escapaste de tu niñera —inquirió Alejandro frente a ella, no hizo ningún gesto, no le iba a temer, era un simple chico del que le dijeron que se alejara.

—Soy bastante grande para tener niñera —contestó con simpleza y echó la cabeza hacia atrás—. No te invité a sentarte —dijo frunciendo el ceño cuando lo sintió a su lado.

—Creí que el parque era publico —replicó rápido con una sonrisa cínica.

—Al menos sé que con este frío tus neuronas siguen funcionando —susurró cerrando los ojos.

—No deberías quedarte aquí y mucho menos con los ojos cerrados, no sabes qué clase de cosas aparecen en la noche —murmuró tomándole la mano. Intentó apartarla, pero él se lo impidió y la jaló para que se levantara—. Vamos a una fiesta —sugirió con una sonrisa tentadora en sus labios.

—No puedo, mañana tengo trabajo, odio las fiestas y tengo que regresar a casa… —El chico la besó dejándola aturdida antes de que dijera algo más.

—¿Quieres regresar con tu niñera? Te dará un regalo, eres joven, Aranel, vamos a vivir la vida. Si te van a castigar que sea por algo que valga la pena. Su voz era suave, aterciopelada e incitaba a cometer un crimen, además sus ojos de color chocolate la tenían hipnotizada, él sabía lo que era capaz de provocar y estaba poniéndole todo su empeño en hacerlo, la cogió por el brazo y la arrastró por el parque hasta su auto.



—Aquí hay mucho ruido —musitó resistiéndose a entrar. Pero Alejandro le dio un último jalón y la música resonó en sus oídos.

No era mucha la luz, de por sí sólo era un estrover que la enloquecía y le hacía difícil caminar entre la gente y a menudo se chocaba, pero Alejandro no soltaba su mano. Las luces intermitentes la estaba mareando y se golpeó contra un tipo, estaba a dispuesto a gritarla, mas al ver que le fruncía el ceño y lo fulminaba con la mirada la dejó en paz.

Estaba molesta, ni siquiera sabía por qué estaba ahí, algo le decía que se fuera. Alejandro casi no le estaba prestando atención y sólo la jalaba por el lugar, empezaba a desesperarse.

Poco y nada había notado del camino recorrido desde el parque al lugar de la fiesta, no sabía muy bien dónde se encontraba, pero de seguro si lograba soltarse del agarre del chico llegaría sin problemas a casa, a seguir aguantando los regaños y reclamos de Christopher, que ahora serían más.


El teléfono celular sonaba como loco. Christopher estaba demasiado ocupado en una partida de play contra David y Jonathan para contestarle. Quería ganarles, desde que llegaron que sólo perdía y era suficiente, le tocaba ser el vencedor aunque sea una vez y el estúpido teléfono lo desconcentraba, aun así se negaba rotundamente a responder, quizás era Aranel y no tenía ganas de hablarle, no después de lo que había hecho. ¿Acaso no entendía que sólo quería cuidarla? Suspiró con cansancio y notó que por estar perdido en sus pensamientos, volvía a perder.

—¡¡Contesta!! —gritaron ambos amigos cansados del ruidoso celular.

Los dos siguieron jugando mientras tomaba el celular de la mesa del comedor, era Erika, era un cien por ciento seguro que le gritara.

Se levantó con gesto cansado, sabía lo que le esperaba.

—¡¿Dónde estás?! El peligro suena en cada rincón de mi mente, te aseguro que no es lindo. Más te vale que en media hora hayas arreglado lo que sea que esté mal porque te juró que si algo le pasa a mi hermana ¡voy a cortar tu cuello! —exclamó y escuchó el “pip pip” indicando que habían cortado la llamada.

Erika no era una niña paciente y eso lo sabía desde el día en que vio a su mejor amigo con una pequeña de ojos verdes en brazos. Parecía un dulce angelito al ser tan pequeña, pero a medida que fue creciendo descubrió la verdadera niña tras aquella mirada, se parecía más a su hermano que a su hermana con aquella sonrisa enigmática.

No sólo eso, Erika parecía tener una extraña fijación con su hermana desde que apenas podía caminar, algo que se desarrollo con el tiempo y el exceso de que Bryan estuviera a su lado, si Aranel se fastidiaba porque Bryan la cuidara, mucho más cuando su hermanita se metía al colegio y alejaba a Alejandro de ella. Ambos estaban en absoluto acuerdo de que era peligroso.

—Eso no se oyó bien —comentó Jonathan dejando a un lado el control.

—¿Necesitas ayuda? —inquirió David con una sonrisa.

—Podría decirse —dijo en un suspiro.

Christopher sabía bien de qué era capaz aquella pequeña, él y el mismísimo Bryan le habían enseñado.

—Vamos de niñeros… —susurró David con una sonrisa, quería decirle unas cuantas cosas a Alejandro y averiguar un poco más por la razón que estaba ahí. Tomaron sus chaquetas y salieron del departamento rumbo a la calle, se montaron en el auto de Christopher y vagaron por varios minutos en la fría y peligrosa ciudad de Nueva York.


Los tres se separaron al llegar al lugar, iba a ser difícil encontrar una simple chica en un lugar lleno de adolescentes locos y algunos borrachos o drogados. Algunos se le acercaron a David con sonrisas atontadas en los labios y tambaleándose.

—¡Déjame! —escuchó que gritaron.

David salió al callejón y se encontró con Aranel a punto de saltarle encima a un hombre que estaba borracho, tenía las manos empuñadas y el hombre sólo estaba caído, se levantó y tambaleándose intentó acercarse a ellos. No se dio cuenta cuando su primo llegó, seguido de Jonathan, hasta que lo escuchó.

—¡¡Manuel!! —gritó Christopher y lo cogió por el brazo para que la dejara—. ¿Quieres matar a tu sobrina, idiota?

El hombre dio un paso atrás desorientado.

Aranel se soltó y caminó por la calle, sin importarle en lo más mínimo los chicos que había llegado. Sabía que Christopher iría por ella y prácticamente la arrastraría hasta el departamento, no le diría nada porque estaba molesta con él, o tal vez sí le diría algunas cuantas cosas por lo irresponsable que fue, escucharía mostrando atención a sus palabras, pero en el fondo sus pensamientos estarían en otro lado. Luego de eso, ambos se encerrarían en sus habitaciones, sólo volverían a hablarse cuando sus enojos pasaran. Algo típico en sus peleas, pero lo más pesado le tocaría a Christopher, debía darle todo los detalles de lo sucedido a Erika, aquella niña no lo dejaría en paz hasta que lo hiciera.

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miércoles, 3 de noviembre de 2010

Capítulo 7: Y del pasado regresa al presente

La gripe de Aranel había empeorado, Christopher estaba desesperado, pero no podía hacer nada porque decidió dejarla tranquila.

—Voy al baño —balbuceó David sintiéndose extraño, se levantó y Christopher no protestó.

Siguió sus instintos y se dio cuenta de que la presencia que sentía provenía de la habitación de Aranel, entró sin ningún escrúpulo y fijó su vista en la esquina al otro lado de la habitación.

Susurrando unas palabras en un idioma extraño el viento se manifestó en aquella esquina dejando vislumbrar una presencia fantasmal. Un espíritu, no era peligroso, todo lo contrario, era noble y bondadoso, aun así no bajó la guardia y musitó:

—¿Qué buscas?

Él sonrió y señaló la cama, donde dormía Aranel con una expresión torturada.

Se fijó mejor en él cuando escuchó un “Debía asegurarme que estaba bien”. Un susurro lejano, pero sabía que provenía del espíritu que se acercó a paso lento y suave con cierto temor hasta la chica y rozó su mano sutilmente contra la mejilla.

—Bryan… —tartamudeó Christopher—. No debes estar aquí, vete, puedo cuidarla.

El joven puso una expresión contrita, no debía de tener más de diecinueve años, el cabello de color miel caía sobre su rostro y unos ojos verdes que lo observaban con curiosidad, pero se volvieron a Aranel y besó su frente que de inmediato cambió su expresión por una mucho más pacífica.

—Nunca he dudado de tus capacidades, no te lo hubiera confiado si no fuera así, pero deseaba verlas, ahora que lo he hecho me marchare, nos veremos pronto —dijo y desapareció esbozando una sonrisa misteriosa que le recordó a alguien más, y el viento pareció haber traído un murmullo cuando escucharon—. Me encantó conocerte.

Christopher observó a David lúcido, no se esperaba que Bryan apareciera. Desde el año pasado que no lo veía, cuando Aranel estuvo en el hospital.

—¿Qué hace este idiota aquí? —interrogó la chica frotándose los ojos y se levantó de la cama enarcando una ceja, ellos no se movieron de su lugar—. No sé si se han dado cuenta, pero ésta es mi habitación —dijo enfadada y los empujó hacia fuera.

—Ella es un encanto incluso cuando se despierta —musitó con burla—. ¿Quién era ese chico?

—Nadie importante —contestó con una expresión melancólica.

Aranel salió de la habitación con su ropa normal y los vio a ambos.

—No estorben, me voy a trabajar —anunció rápido antes de que Christopher le preguntara—. No, ya estoy bien y he faltado mucho —replicó de mal genio cuando estaba a punto decirle algo.

—Déjame hablar —protestó cruzándose de brazos.

—No tiene caso porque sé lo que dirás —replicó con indiferencia y se fue.



Aranel estaba en su turno normal, corriendo de un lado a otro con los pedidos.

—¿Qué desea? —interrogó con gesto monótono y aburrido sin levantar su vista de la libreta.

—Hola, Nel —musitó el chico de la mesa y lo observó, la boca se le quedó seca y se le formó un nudo en la garganta al darse cuenta de quién era.

Un par de hipnóticos ojos color chocolate la tenían clavada, los reconocía de cuando fue a la secundaria, aquella época en que todo era mejor, cuando Bryan le había prohibido en rotundo a acercarse aquel chico, ella no dudó ni un momento en obedecerle, porque sabía que no le pediría algo así si no lo creyera necesario.

Bryan había sido un idiota siempre, distraído y olvidadizo, pero tenía como un sexto sentido para el peligro y Erika lo heredó.

—Parece que te has olvidado de mí —susurró decepcionado, pero la sonrisa ladeada que lucía lo desacreditaba—. Soy Alejandro y estaba contigo en clase de química —asintió con la cabeza y sintió escalofrío cuando rozó los dedos de su mano, la apartó de inmediato.

—Disculpa, tengo que regresar a mi trabajo si no pedirás nada —balbuceó recuperando la voz.

—Ah, vale. Pues quiero un pastel y coca cola —pidió apoyándose en la mesa. Ella asintió como una autómata y se fue.

Alejandro sonrió de medio lado, cambió mucho en aquellos años y ahora el tonto hermano no estaba para defenderla.

Aranel le llevó el pedido, no era una chica cobarde y nunca lo sería.

—Gracias —susurró con una ligera sonrisa—. ¿Quieres salir conmigo esta noche? —interrogó de repente, se había levantado y le sostenía por el brazo, tomó uno de los mechones de su cabello y lo enredaba entre sus dedos.

—No puedo, mañana trabajo —balbuceó nerviosa e intento zafarse.

—Eso puede arreglarse fácil —contestó contra sus labios.

—Aranel… —La soltó de inmediato y casi cae al suelo. Christopher apareció de la nada, tomó el otro brazo de la chica y la jaló para abrazarla de forma protectora.

—Bueno, debo irme —musitó Alejandro, dejó el dinero sobre la mesa y se fue a paso lento y silencioso, volvió la mirada un momento y desapareció entre el gentío de la calle.

—Ese tipo no me agrada —farfulló David a sus espaldas.

—A mí tampoco me agradó nunca, pero Bryan siempre fue exagerado y sigiloso cuando se trababa de él. No sé qué hace tras Nel.



Erika intentaba hacer su tarea por todos los medios, pero mordía el borrador del lápiz con nerviosismo. ¿Cuánto tiempo más tendría que estar atrapada en aquella casa? Dio un largo suspiro y se concentró al máximo en sus deberes.

—Deberías irte de una buena vez, te castigarán si te ven tanto tiempo acá —murmuró a sus espaldas.

—Pero…

—¡¡Vete de una buena vez!! —ordenó la niña con molestia y se cruzó de brazos con enfado observando al espíritu que tenía su mismo color de ojos.

—Cuídate y a…

—No necesito que me lo digas, sé lo que debo hacer y quién será la más afectada en todo esto, David nunca debió venir a buscarla, pero me encargaré personalmente que no la encuentre. Aranel es mi hermana, ahora me preocupa que Alejandro quiera… —Bryan le besó la mejilla cortando todas sus palabras y consiguiendo que la sangre se agolpara en sus mejillas.

—Sé que cumplirás y cuidarás a Nel.

—Gracias por confiar en mí —dijo con una sonrisa.

Bryan, más que su hermano mayor, había sido su héroe en la infancia, siempre la cuidó aunque a veces hacía tratos con Aranel para escaparse y salir un rato con sus amigos.

 

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