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miércoles, 26 de octubre de 2011

Capítulo 18: Niñerías


—¿Qué haces aquí? —preguntó Anthony riendo al ver a su mejor amigo entrar con una mueca molesta y la mejilla roja. Evangeline salió de detrás de Jared, Anthony esbozó su sonrisa más encantadora, pero ella solo frunció el ceño,  así que dejó de sonreír e imitó su expresión.

Evangeline alzó la mano dispuesta a golpearlo, por su culpa no tenía trabajo, pero Jared la detuvo en el aire con un suspiro.

—Se lo merece —masculló enfadada sin bajar la mano. Anthony los observó muy tranquilo, volviendo a sonreír.

—Créeme, lo sé mejor que nadie, pero no vinimos a eso sino a que te revise la mano –explicó.

—¿Qué tiene tu mano? —interrogó Anthony acercándose, colocándose en su faceta de doctor.

—Nada, y mucho menos que a ti te importe —espetó Evangeline soltándose de Jared. Se alejó de Anthony como si fuera el mismísimo demonio. Jared le agarró el brazo cuando ella quiso salir, quería irse a casa y dormir, le empezaba a desesperar la actitud de ella.

—Deja de ser tan infantil y orgullosa. Anthony te revisará, no te dejaré salir de aquí hasta que lo haga —masculló enfadado.

—Uy, alguien está enojado —comentó Anthony risueño, ambos voltearon a verlo con miradas asesinas y él se limitó a alzar la mano y hacer un símbolo de paz y amor—. Deberías hacer lo que dice, cuando se pone así ni yo lo contradigo.

—Pues no soy tú —replicó enfadada—. No quiero que me revises la mano, además no tengo nada.
Jared entrecerró los ojos, ella lo observó desafiante.

***

Jared miraba por la ventana mientras Anthony le terminaba de vendar la mano a Evangeline. Él estaba muy sonriente mientras ponía el broche para que la venda se quedara en su lugar, había sido divertidísimo escuchar la discusión de esos dos y ver las miradas que se lanzaban.

—¿Ves? No dolió nada —dijo como con una sonrisa burlona hablándole como si fuese una niña pequeña. Ella contestó con una mirada fría, se levantó del asiento mascullando un «gracias», dispuesta a irse.

—Hoy no almorzaré contigo —murmuró Jared saliendo detrás de Evangeline. Ella caminaba rápido por los pasillos, claro que no lo suficiente, pues Jared la alcanzó al llegar a la salida—. ¿Dominic ya casi sale, verdad?

—Sí —asintió ella suspirando con desasosiego cuando él la dirigió de nuevo al auto—. ¿Por qué no me dejas en paz? —preguntó subiendo al auto y abrochándose el cinturón—. Tú por tu lado y yo por el mío, ambos felices —murmuró.

—El problema es que estamos casados y francamente estoy aburrido de este jueguecito.

—No sé de qué hablas —replicó ella pasivamente mirando por la ventana.

—No soy estúpido, Evangeline. No me casé contigo por la empresa de tu padre, no soy tan avaricioso para unir mi vida a la de alguien por dinero, hay cosas más importantes.

—¿Cómo qué? —interrogó mirándolo con curiosidad fingida, pero sus ojos delataban la burla.

—El amor —respondió muy serio. Ella enarcó una ceja.

—¿Ahora vas a decirme que te enamoraste de mí? —bufó—. Además ¿sabes los índices de divorcio que hay? —replicó ella incrédula cruzándose de brazos—. Las personas que un día se aman, al otro se odian, se engañan, se enamoran de otros y a esos también terminan odiándolos. Es ridículo. —Jared suspiró, puede que aquello fuera verdad, pero no para todo el mundo, desde su punto de vista habían personas a las que sí les funcionaba—. El único amor real es el de la familia, si es que le importas a tu familia —masculló por lo bajo.

—¿George se divorció de tu madre? —preguntó.

—Él nunca se ha casado —replicó mirando por la ventana—. Tienes que dar la vuelta  a la derecha en la próxima calle —dijo para desviar el tema. Evangeline casi no recordaba a su madre, solo sabía que si ella no hubiese muerto jamás habría conocido a George, pero su tío (por mucho que hubiera querido a su hermana) no estuvo dispuesto a cumplir con su última voluntad, la entregó en cuanto el funeral acabó y su vida se convirtió en una de las tantas responsabilidades de George que delegaba a alguien.

—Llegamos —anunció Jared sacándola de sus pensamientos.

Evangeline se bajó del auto y buscó entre el montón de niños que corrían como locos a la salida, todos lucían la ropa sucia,  las camisas por fuera del pantalón, las mochilas colgándoles de un brazo o siendo arrastradas en el pavimento.

—¡Dominic! —exclamó al reconocer los rizos de su cabello castaño casi imposible de peinar. Repitió su nombre de nuevo.

El infante al verla echó a correr hacia ella, empezando con su saltos nerviosos por todos lados, ya que eran raras las ocasiones, por no decir inexistentes, en que su madre iba a buscarlo al colegio.

—¡Mamá! —gritó lanzándose sobre ella. Evangeline lo cargó y le plantó un beso en la mejilla, provocando que el niño se riera.

—¿Ella es tu mamá? —curioseó Greg que estaba con Dominic, como era ya costumbre, y que también había salido corriendo al ver que su amigo lo hacía—. Es muy joven —comentó sonriendo—, pero es genial que no tenga arrugas. Mi mamá las tiene —murmuró acercándose mucho, como si les contara un secreto—, pero no se le notan porque usa un montón de maquillaje, tiene muchísimos frascos en su tocador, algunos huelen rico y otros horrible, además tienen colores extraños —musitó pensativo—. Como aquella que se pone en las noches. Una vez fui a buscarla porque no podía dormir y tenía la cara verde, me dio tanto miedo que grité y corrí, fue a buscarme a mi habitación y me dijo que era ella, casi no le creí, pero se quitó la cosa verde y viscosa, y sí —dijo tocándose las mejillas imitando lo sorprendido que se quedó aquel día—. ¡Oh! ¡Es cierto! No me he presentando —exclamó agarrándose el cabello como si hubiera cometido un pecado capital—. Aunque supongo que Dom le habrá dicho que soy su mejor amigo, bueno el único, así como él también es mi único amigo aquí, pero no importa porque Dom es genial. Mi cumpleaños es este fin de semana ¿va a dejarlo ir, verdad? ¿Verdad? —inquirió moviéndose inquieto alrededor de ambos.

—Claro —balbuceó Evangeline.

—¡Genial! Nos vemos en mi fiesta —gritó corriendo para subir al auto de su padre que ya empezaba a impacientarse.

—¿En serio puedo ir? —preguntó Dominic jugueteando con el borde de la camiseta. Evangeline asintió mientras intentaba arreglarle un poco la ropa. Dominic observó la venda en la mano cuando lo hacía—. ¿Qué te pasó? —interrogó el niño frunciendo el ceño.

—Nada de lo que debas preocuparte —contestó acariciándole la mejilla. Dominic entrecerró los ojos, insatisfecho con la respuesta—. Jared nos está esperando —susurró esperando que el niño se distrajera. Conocía mejor que nadie lo curioso y rápido que era Dominic para hacer deducciones cuando algo no estaba bien desde su punto de vista. Evangeline lo bajó y le cogió la mano, él volvió a dar saltitos inquietos, sobre todo al ver a Jared, se le iluminaron los ojos y salió corriendo.

—¿Cómo estás? —interrogó cogiéndolo y alzándolo en el aire. Dominic hizo una exclamación de sorpresa y se echó a reír.

—Bien, ¡me han invitado a una fiesta de cumpleaños! —exclamó muy feliz.

***

—¿Dom, qué pasa? —preguntó Gregory al verlo en una esquina. Tenía un gorro de fiesta rojo en espiral lleno de escarcha, que hacía resaltar el estampado de autos de su camiseta—. ¿Te aburres? —inquirió medio triste.

—No —respondió negando con la cabeza, provocando que la punta bailara. Gregory se rió—. Es solo que tengo que hacer algo, pero… tendría que escaparme del colegio, porque mi mamá no me dejará averiguarlo si se entera.

A Gregory le brillaron los ojos.

—Vamos —animó quitándose el gorrito de fiesta.

—Es tu fiesta —replicó negando con la cabeza—. Todo el mundo se dará cuenta.

Gregory esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

—Eso lo hace más divertido. Entre ir a una misión súper secreta y quedarme a romper la piñata, prefiero la primera opción —alegó cogiéndole la mano, le quitó el gorro de la cabeza y lo empezó a jalar hacia el jardín—. Sé por dónde podemos salir, cuando el balón se pasa la cerca me escapó por ahí —explicó riendo, se arrodilló y se metió debajo de la mesa del pastel, siguió por la de los bocadillos y llegó hasta el jardín.

Dominic se resignó a siempre terminar entre arbustos de rosales cuando Gregory se agachó y los atravesó.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Capítulo 17: Paciencia


Masculló una maldición debajo de las cobijas mientras tanteaba la mesita de noche en busca del teléfono.

—Espero que no sea del hospital —renegó contestando.

—¿Sigues dormido? —inquirió la voz al otro lado del teléfono—. ¿Sabes la hora qué es? —interrogó mirando su reloj—. Es medio día, ¿estuviste ayer en una fiesta?  ¿Para qué pregunto? Es obvio que sí. ¿Dónde estás?

—¿Jared? Maldita sea. ¡Es mi día libre! —protestó indignado. Aquello despertó a la chica que dormía a su lado, que intentó quitarle el teléfono para que volviera a dormir. ¿Cómo era que se llamaba? Su nombre se había perdido entre la novena y décima copa de alcohol—. ¿No puedes vivir sin mí un día o al menos hasta la noche? —reclamó adormilado.

—¿Dónde estás? —repitió impaciente.

Observó por la ventana los letreros para tratar de ubicarse.

—Cerca del Orange's Café —contestó.

—Bien, te recojo ahí, si llegas antes que yo: pídeme un café.

—¿Estás loco? Estoy ocupado —riñó a la nada porque la señal de que había colgado era lo único que se escuchaba al otro lado de la línea—. Estúpido Jared, maldita resaca… —gruñó levantándose y buscando el pantalón.

—Vuelve a la cama, sea quien sea puede esperar —murmuró la chica deslizándose entre las sábanas. Se le pegó empezando a besarlo, empujándolo de vuelta a la cama. Anthony suspiró, le agarró ambas manos y se las dejó por encima de la cabeza, se le quitó de encima cuando ella empezó a besarle el cuello, buscó la ropa y se vistió como si nada. Ella lo observó entre incrédula y enfurruñada.

—Lo siento, preciosa, pero si quiero que mi mejor amigo me dé su riñón cuando me esté muriendo por exceso de alcohol, debo irme —dijo despreocupadamente dándole un último beso—. Te llamaré —exclamó aunque ambos sabían que era mentira. Cogió su chaqueta y cerró la puerta.

***

—¿Qué te pasa ahora, Jared? —interrogó Anthony enarcando una ceja al verlo llegar con cara de haber pasado una mala noche.

Su mejor amigo suspiró y se sentó apoyando la cabeza en una mano.

—George me llamó ayer, me insinuó que enviará a Dominic a algún colegio lejos porque «Evangeline es una mala influencia» ¿puedes creerlo? —preguntó al aire mientras Anthony lo miraba con una sonrisa desinteresada—. Por cierto —musitó apuntándolo con la cuchara mientras se tomaba el café—, no sé si Evangeline tiene telepatía o qué, porque me llamó para insultarme, discutí con ella y ahora ha desaparecido, no dormí anoche y… ¿Sabes qué? No importa el resto —suspiró terminando de tomarse el café.

—Te dije que George me daba mala espina, te dije que era mala idea casarte, pero no voy a repetírtelo, aunque creo que acabo de hacerlo ¿no? —Jared lo fulminó con la mirada como respuesta—. Evangeline te abandonó, un problema menos del que preocuparte —musitó encogiéndose de hombros.

—Esto no es lo que esperaba de casarme —murmuró.

—¿Qué esperabas de casarte con una chica cuyo padre es un manipulador que secuestró a su hijo para chantajearla? —interrogó enarcando una ceja. Jared emitió un gruñido bajo, odiaba cuando Anthony se ponía en su faceta de sabelotodo sarcástico.

—Que al menos escuchará la razón por la que lo hice, pero ella nunca escucha.
Anthony suspiró y sacó el celular.

—Tampoco va a escucharte, es desconfiada por naturaleza, para hacer que te escuche tienes que hacer que te conozca, pero para llegar allá hay que ser un poco… cruel… —susurró buscando un número en concreto.

—¿De qué hablas? ¿Qué vas a hacer? —preguntó, pero Anthony esbozó una sonrisa maléfica. Se levantó y se alejó de la mesa.

—¿Jes? Habla Anthony ¿podrías hacerme un favor? —preguntó apoyándose en la ventana de la cafetería—. Sí, ya sé… No fui todo lo sensible que debí ser contigo… Por favor… Es algo de vida o muerte… Se trata de mi mejor amigo y ya sabes que es como mi hermano, haría lo que fuera por él… Aja… —Jared rodó los ojos al escucharlo y emitió un bufido cuando su mejor amigo esbozó su sonrisa de conquistador—. Evangeline Montagne… Gracias, te lo agradeceré el resto de mi vida, al igual que Jared… —Anthony se frustró, sabía que no iba a salir de esta como si nada—. Nos vemos.

—¿Qué has hecho? —inquirió con el entrecejo fruncido cuando colgó.

—Un favor por una cita. Tendrás que pagarme la tortura de una cena con Jes a cambio del pequeño favor que va a hacer. Llámame y me cuentas cómo reaccionó Evangeline.

—¿A qué te refieres? ¿Qué has hecho? ¿Por qué creo que algo malo va a pasar? —interrogó desconfiado.

—Ya lo sabrás, no será bonito, pero tendrás tu oportunidad para que te conozca… —replicó riendo—. Nos vemos —dijo como si nada haciéndole una despedida de capitán mientras soltaba una carcajada.

***

—¡¡Te odio!! —exclamó Evangeline entrando sorpresivamente a la sala de reuniones. Jared se levantó de inmediato al verla, no sé explicaba como llegó ahí sin que nadie la detuviera—. ¡¡¡Eres un idiota!!! —gritó dándole una cachetada en frente de todos.
Jared se quedó en blanco.

Se tocó la mejilla, la sentía caliente por el golpe. La furia, indignación y confusión empezaron a emerger. Le cogió el brazo a Evangeline y la sacó de la sala. Ella se tropezó al salir, pero se retorcía para zafarse. Los empleados se asomaron al pasillo por el alboroto, pero al ver al jefe trataron con todas sus fuerzas de quitarse del camino y fundirse a las paredes. La metió a su oficina y la soltó mientras cerraba la puerta con un estruendo.

El vicepresidente salió de la reunión y ordenó que volvieran a sus trabajos.

—¡¿Qué rayos te pasa?! —exclamó enojado.

—¡Hiciste que me despidieran! —protestó y le dio un puñetazo en el pecho.

—¿De qué hablas? —preguntó aún más confundido.

Él tomó su mano cuando estaba dispuesta a pegarle otro. Evangeline lloraba de rabia,  impotencia y traición. Ella se mostró más ofendida por fingir que no sabía nada y se zafó a la fuerza, sin importarle si se lastimaba. Se limpió las lágrimas, no dejaría que la viera llorar.

Jared se revolvió el cabello. Mataría a Anthony, seguro aquello era obra de él y su estúpida llamada.

George abrió la puerta y ella dio un paso atrás asustada. Él estaba en la reunión, pero Evangeline no lo había notado de tan cegada por la rabia que estaba. Él se acercó en dos zancadas, le agarró la mano con fuerza y se la apretó sin consideración, emitió un quejido lastimero y no opuso resistencia. Solo una vez lo vio tan molesto con ella y aquel día estaba grabado a fuego y sangre en su memoria.

—Suéltala —balbuceó Jared nervioso por la forma en que la cogió. De la manera más sigilosa posible la separó de George y la ocultó tras él. Tenía la sospecha que haría mucho más que gritarle.

—Mocosa estúpida —masculló lanzándole una mirada despectiva y salió. Evangeline temblando se dejó caer en el sillón. Por un momento creyó que iba a golpearla.
—Dame tu mano —ordenó Jared al ver que se la acariciaba con una mueca. Negó con la cabeza.

Jared comprendió que ella estaba demasiado nerviosa, así que la tomó por el codo y la obligó a levantarse. Le rodeó los hombros con un brazo a pesar de que ella lo fulminó con la mirada e intentó soltarse. Luego de pedirle a la secretaria que cancelara sus citas, la llevó hasta el parqueadero.

—¿A dónde vamos? —preguntó cuando estuvieron a pocos pasos del auto.

—Con Anthony, él te revisará la mano y luego iremos por Dominic —contestó con simpleza desactivando la alarma del auto.

—No tengo nada en la mano.  Además sigo odiándote por hacer que me despidieran.
—No lo hice, fue Anthony.

—¿Y aún así quieres que vaya con él? —protestó empujándolo con la mano que no le dolía, pero fue inútil—. No quiero que me abraces —renegó enfadada.

—No lo hago —replicó sin mover el brazo—. Sobre Anthony, es un buen doctor, aunque sea un tonto. Sube —musitó abriéndole la puerta.

—No quiero ir a ningún lado contigo —dijo dando media vuelta.

Jared suspiró, tenía sueño y no estaba de buen humor, así que la cogió por la cintura y la obligó a subirse.

martes, 11 de octubre de 2011

Capítulo 16: Vidas


—Eres un tramposo —renegó Dominic cruzándose de brazos.

—Y tú un mal perdedor —replicó Raúl echándose a reír—. El nene no pudo ganar y ahora enojado está —canturreó revolviéndole el cabello. Dominic  le cogió la mano y se lo sacó de encima. Echó a correr por el restaurante en busca de las escaleras—. ¡Dom, cuidado con los clientes! —exclamó cuando algunos de los comensales voltearon a ver el niño con mala cara.

—Señor, lo necesitan en la cocina —murmuró un mesero que hacía equilibrio con una bandeja en cada mano.

Raúl lo miró con cara de confusión. Al ver que al muchacho le bajaba el sudor por la frente y ponía una mueca con dirección a la mesa cinco supo que había problemas, tal vez algún crítico.

Se dirigió a las puertas de la cocina que no hacían más que moverse adelante y atrás con el ir y de los meseros y sus bandejas.

—Eric, mesa dos. Dan, mesa tres.

—¿Qué estás haciendo? Te dije que lo frieras, no que lo cocinaras.
Las órdenes iban de un lado a otro con el olor a comida que se metía incluso debajo de la piel. Amaba aquel lugar, aún con aquel chef enfadado que era el protagonista de la cocina.

—¡Raúl! —exclamó el chef principal—. Hasta que por fin apareces —gruñó con el entrecejo fruncido—. Quítate tu bonito traje y vístete, hace demasiado que no pones la mano en un cuchillo. Ésta es mi cocina, pero es tu restaurante. Si quieres mantenerlo en lo alto más te vale que te pongas manos a la obra.

***

Dominic dejó la maleta del colegio encima del asiento, se quitó el uniforme y sacó la ropa y al Sr. Orejas antes de meter el uniforme y cambiarse, lo dejó encima del asiento y salió de la oficina cerrando la puerta tras él, probablemente Anthony y Jared ya estuviesen abajo dispuestos a pedir. Raúl por lo general a la hora del almuerzo estaba en la cocina o con algún cliente, antes le dejaba una mesa para él solo y luego subía a jugar con la computadora hasta que Paloma llegará por él.

Bajó las escaleras de dos en dos, no importaba lo que dijera Raúl, así era mucho más rápido y siempre que tuviera cuidado no tenía de qué preocuparse.

—¡Ahí estás! —exclamó alguien desde arriba. Subió la mirada y se le resbaló un pie del escalón por ponerlo demasiado al borde. Dominic se agarró del barandal antes de volver a resbalarse—. Estuve buscándote por todos lados ¿sabes? —reclamó Gregory—. No, no lo sabes porque no me viste —dijo contestando a sí mismo—. Te he visto cuando entraste con tu padre, yo estaba con mi papá así que le dije que iba a buscarte porque creí que tal vez les gustaría almorzar con nosotros,  aunque papá me dijo que no te buscara cuando vio que el tuyo entraba a la coci…

—Raúl no es mi padre, es un amigo de mamá —musitó Dominic bajando las escaleras con Gregory tras él.

—¿Entonces dónde está tu papá? Me gustaría conocerlo, además podría presentarte el mío —comentó Gregory cogiéndole la mano cuando acabaron de bajar y lo arrastró a una de las mesas que estaban cerca de las escaleras. Dominic suspiró, Greg volvía loco a cualquiera hablando continuamente, pero era su único amigo y temía que se alejará si le decía la verdad. Muchos niños de su clase lo hacían no porque les cayera mal, sino que sus padres siempre comenzaban a criticar al ver a Evangeline sola.

—No tengo papá —susurró muy bajo.

—¿No? Bueno pues mis padres están divorciados. Papá me recoge y me lleva al lugar que yo quiera, aunque hoy ha elegido él. Me dijo que hoy comeríamos donde él quisiera porque siempre lo que pido es pizza. A mí me parece un lugar demasiado… —Suspiró al no encontrar las palabra que buscaba—. Se parece al que solía ir con mamá en sus aniversarios, me gustaría más que hubiese juegos, pero bueno ya estamos aquí y es genial porque te he visto, así no me aburriré.

—Hola —saludó el padre de Gregory tapando el auricular del teléfono. Gregory hizo una mueca de molestia en cuanto lo vio.

—¿Él puede almorzar con nosotros? —inquirió Gregory mirando el teléfono, su padre asintió—. ¿Almuerzas con nosotros, verdad? —interrogó Gregory.

—Eh… antes tengo que avisarle a… —Señaló la mesa de Jared y Anthony que estaban hablando. Jared lo vio y le sonrió, agitó la mano para decirle que se acercara. Gregory sonrió feliz y decidió acompañarlo.
—¿Quiénes son?

—Jared es el del cabello castaño, mamá y él se casaron hace poco, pero es una larga historia —balbuceó al ver que los ojos de Gregory resplandecían de curiosidad—. Anthony es el mejor amigo de Jared.

—¿Un nuevo amigo, Dom? —preguntó Anthony con su actitud risueña de siempre.

—Soy Gregory, pero me gusta más que me digan Greg porque… —Dominic le tapó la boca viendo venir que les soltaría toda la perorata.

—Él habla mucho —musitó a las caras interrogantes y confusas de los mayores—. Gregory es de mi clase. Él y su papá me invitaron a almorzar con ellos ¿puedo? —interrogó viendo a Jared demasiado fijo.

—Claro —respondió dudando. Dominic jamás preguntaba si podía hacer algo o no, ni siquiera a Raúl o Paloma les pedía permiso, ya que estaba acostumbrado a que le dijeran que sí, siempre y cuando se mantuviera en sus rangos de visión.

—¡Genial! —exclamó Gregory cogiéndole el brazo a Dom y lo jaló lejos de ellos sin despedirse. Dominic tenía cara de resignación mientras se despedía con la mano, provocando que Anthony se riera.

—Me recuerdan a ti y a mí, aunque por lo general la que nos arrastraba era tu hermana, siempre lo hacía de la oreja  —protestó recordando el dolor y el frío del hielo que tenía que ponerse cuando le quedaba roja—. Me sorprende que las tengamos de tamaño normal, a mí siempre me fue peor que a ti —farfulló entrecerrando los ojos. Jared esbozó una sonrisa—. Ella te dejaba sentar en cualquier lado mientras me regañaba.

—Alguna ventaja tenía que sacar de que fuera mi hermana —replicó encogiéndose de hombros.

—Sí, claro. ¿Qué tal le va?

—Muy bien —contestó rascándose la oreja nerviosamente.

—¿Cómo tomaron lo de tu matrimonio? —Jared tragó saliva. Sabía que venía eso. Se había salvado antes porque su amigo estaba demasiado ocupado con la desaparición de Amélie, pero ahora que tenía de vuelta el control de su vida uno de sus pasatiempos favoritos era desesperarlo—. ¿No se los dijiste?

—No, pero me ha estado llamando y no he querido contestarle. —Anthony se echó a reír con maldad.

—¡Su pequeño hermanito se ha revelado! Gracias, amigo —dijo cogiéndole la mano por encima de la mesa y dándole un apretón al tiempo que la sacudía—. Con esto tendré para molestarla por el resto de la vida, con todo lo que te defendía cuando éramos niños, siempre me hecho a mí la culpa de todo. Incluso de la vez que cambiamos su champú y terminó con el cabello verde.

—¿Aún tienes la foto?

—Claro que sí, es oro. Oro puro. Aunque no es que la vaya a volver a chantajear, solo que es un bonito recuerdo —dijo riendo.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Capítulo 15: Vida de ¿familia?


Era uno de esos días en que el sol reinaba en el cielo, así que la mayoría de los niños se lo pasaban lanzando el balón mientras las niñas saltaban la cuerda al son de alguna canción.

—Oye, ¿estás bien? —interrogó el curioso infante. El pequeño se meneó inquieto al ver que el otro no se movía, se había hecho una bolita y no podía verle la cara ya que la tenía metida entre las rodillas y el cabello le tapaba la frente—. ¿Estás muerto? —musitó cogiéndolo por el hombro y le dio una sacudida. Dominic parpadeó confuso y le miró, que él recordara aquel niño no era parte del colegio. El extraño se tumbó a su lado despreocupadamente—. Qué susto me has dado, creí que te había pasado algo —sonrió—. ¿Cómo te llamas?

—Dominic —respondió.

—Necesitas que te corten el cabello —comentó haciendo un gesto con las manos como si fueran tijeras y riendo.

Dominic pensó que no tenía mucho derecho a decirle nada sobre su cabello porque el de él estaba casi igual, la diferencia yacía en que era liso y rubio, desde su punto de vista tenía un montón de espagueti en la cabeza. Los ojos eran de color castaño y el uniforme estaba lleno de tierra.

—¿Quién eres? —preguntó ya cansado de buscar en su memoria si lo conocía o no.

—Gregory Benoit, pero dime Greg porque no me gusta. Mamá me lo puso porque le prometió al abuelo que le pondría su nombre al primer hijo que tuviera, a veces pienso qué clase de nombre me hubiese puesto si hubiera nacido mujer, ¿crees que me habría llamado «Gregoria»? Creo que sí, la verdad agradezco haber nacido hombre porque «Gregoria» me parece horrible. ¿A ti te gusta tu nombre? Dominic me parece mucho mejor que el mío y.... — El infante se calló y se rascó la cabeza, se estaba haciendo un lio—. Ah, además voy en tu clase, me transfirieron hoy. Bueno, no hoy porque entonces no podría haber asistido a la clase ya que estarían haciendo los papeles apenas y… —El niño se quedó cavilando un momento mientras Dominic se sostenía la cabeza—. El punto es que a partir de hoy estudio aquí —murmuró con una sonrisa feliz.

—Hablas demasiado y muy rápido —balbuceó.

—Mi madre dice lo mismo —dijo pensativo tocándose la barbilla.

—Tiene razón —murmuró levantándose, se limpió el uniforme y empezó a caminar.

—Hey, ¿a dónde vas? —inquirió siguiéndolo.

—A clase, falta poco para que toquen el timbre —replicó en un suspiro.

—¿Y por qué no usar los últimos minutos jugando? —protestó jalándolo por el brazo al ver un par de niños jugando a las canicas.

—Ve a jugar tú —susurró al ver que se dirigía al grupo de Ben, algunos niños del grupo hablaban a susurros, lo cual fastidiaba bastante a Ben, que ya cansado de no saber lo que decía les quitó las canicas y las tiró lejos. Dominic apartó a Gregory, cuya mayor cualidad o defecto, dependiendo del lado que se viera, era ser demasiado persistente. Gregory olvidó el juego al ver lo que sucedió y se detuvo delante de Dom para detenerlo.

Dom dio un paso para pasar por su lado derecho y el niño lo bloqueó, intentó por el otro lado y volvió a bloquearlo.

—¿Por qué no juegas con los demás? ¿Haces trampa? ¿No sabes jugar? —interrogó curioso pasándole un brazo por los hombros—. Porque si ese es el caso, puedo enseñarte, la verdad es que es muy fácil, no entiendo cómo alguien no sabe jugar si es uno de los juegos más viejos, incluso mi papá jugaba, lo sé porque él fue quien me lo enseñó, y me dijo que mi abuelo se lo enseñó primero así que ¿te imaginas lo viejo que debe ser para que también mi abuelo lo jugara? —Dominic suspiró ya empezaba de nuevo a hablar demasiado.

Dominic sonrió, se zafó como pudo y echó correr. Gregory se quedó quieto, rió y lo siguió, tratando de pasarlo.

—A ver quién llega primero —exclamó sobrepasándolo. Dominic corrió mucho más rápido, ni siquiera al pasar la puerta para correr por los pasillos y llegar al salón de clases aminoró la marcha. Algunos niños que estaban adentro se pegaron a las paredes, una maestra está de más les gritó que no podían correr en los pasillos, pero no hicieron caso y continuaron con la carrera, finalmente se dejó caer cuando ya llegaba al salón y se deslizó hasta tocar la puerta, el sonido de la campana fue la bienvenida.

—¡Gané! —jadeó con una sonrisa triunfante. Gregory apoyó las manos en las rodillas, tratando de recuperar el aire. El cabello rubio le tapaba la cara, ya que estaba inclinado  hacia abajo, aun así podía ver a Dominic tirado en el suelo. Le estiró la mano para ayudarlo a levantarse, Dominic se la cogió.

—Ganaste con un poco de trampa, era una carrera y te deslizaste.

Dominic se rascó la cabeza avergonzado.


Jared abrió la puerta de la que era su casa desde hace un par de semanas, dejó la chaqueta a un lado y cuando se disponía a subir las escaleras escuchó:

—¡Hola, Jared! —saludó Dominic saliendo de la cocina con una alegre sonrisa. Jared se sorprendió un poco, generalmente Dominic no estaba cuando él llegaba, y eso significaba que Evangeline también había llegado. Ellos llegaban a las nueve, después de que Evangeline pasaba a recoger a Dominic en casa de Paloma, si es que no lo llevaban antes—. Mamá no tuvo clases en la universidad hoy, así que llegamos antes —comentó.

—Buenas noches —musitó Evangeline saliendo de la cocina, limpiándose las manos con un trapo. Jared la miró y la expresión de ella se hizo cautelosa, lo que sea que pensaba se escondió tras sus ojos.

—¿Vas a cenar con nosotros? —preguntó Dom cogiéndole la mano a Jared. Era difícil negarle algo a Dominic con aquellos ojos azules tan brillantes y la sonrisa esperanzada.

—Claro —contestó revolviéndole el cabello.

—Mamá hizo lasaña, Raúl se la enseñó y es muy rica —murmuró acompañándolo a la cocina dando saltitos.

—¿En serio? Pues vamos a probar —replicó.

Dominic se subió al asiento mientras  Evangeline servía.

—¿Quieres que te ayude con algo? —inquirió acercándosele a Evangeline.

—No, gracias —respondió tranquila y dejó los platos en la mesa.

Jared suspiró y se sentó, le gustaría que ella dijera algo más. Incluso que lo insultara sería algo nuevo. Desde la charla en el jardín las palabras que le dirigía eran pocas: buenos días, buenas tardes, buenas noches, adiós.

—En mi clase hay un niño nuevo, su nombre es Gregory, dice que es el nombre de su abuelo —dijo Dominic para acabar con el silencio—. Hicimos una carrera y le gané, aunque dijo que hice trampa porque me deslicé el último metro. Se cambió de lugar y ahora nos hacemos en la misma mesa.

Dominic continuó hablando mientras comía, Evangeline se limitaba a mirarlo con una sonrisa y Jared de vez en cuando soltaba algún comentario de sus días con Anthony.

Para Dominic aquello era lo más parecido a una cena en familia, usualmente cenaba con Raúl o Paloma, ya fuera en el restaurante o en el apartamento, aún cuando se cambiaron de casa. Paloma lo cuidaba mientras su madre estudiaba y cuando llegaba por él ya estaba demasiado tarde.

 

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