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miércoles, 28 de septiembre de 2011

Capítulo 14: Nunca es pronto para los problemas


—¿Listo? —interrogó Evangeline abrochándole los últimos botones de la camiseta.

—Sí —asintió Dominic feliz.

—Vámonos entonces.

—¿De qué hablaste con Jared? —interrogó el pequeño curioso mientras bajaban las escaleras.

Evangeline no le contestó, cogió las llaves que estaban junto a la puerta y lo animó a salir de la casa al ver que se fijaba en las escaleras. Dominic comenzó a ponerse nervioso ¿y si Jared se hubiese ido y nunca más lo volviera a ver? Sentía que algo iba mal porque las personas no se querían de un momento a otro y si ellos se casaron, solo lo hicieron por…  su madre por él, pero ¿Jared por qué  lo hizo?

Dominic sintió que un tornado revolvía todo en su cabeza, las cosas que siempre había querido y las verdades que no sabía. Pensó que primero tendría que averiguar muchas cosas antes de poder obtener lo que realmente quería mientras caminaba por las calles del que era su nuevo hogar.

Las casas no eran muy ostentosas, la mayoría de dos pisos con bonitos jardines ocultos tras cercas, con fachadas blancas o colores cremas. Se podían oír los gritos de los niños jugando. Era diferente al barrio donde vivía George, donde las casas a duras penas podían verse debido a las grandes rejas o paredes. A las movidas calles del barrio de Paloma, donde los vendedores y artistas se podían ver desde la ventana, o incluso el de Raúl, donde lo único que se podía ver era la interminable fila de autos, aunque Raúl casi nunca estaba en su casa porque estaba con Paloma.

***

—¿Y qué piensas hacer? —interrogó Paloma con su mejor tono de hermana mayor—. Vas a vivir con él, Evangeline. En la misma casa, con Dominic. ¡No puedes huir para siempre! —exclamó apuntándola con el dedo. La menor apartó la cara y arrugó la nariz, completamente molesta de que su amiga tuviera la razón—. Además tampoco puedes evitar que Dominic se encariñe con él. ¿Qué harás? ¿Apuntar a Jared con una pistola y amenazarlo? —Evangeline la observó completamente aburrida, Paloma podía llegar a ser realmente dramática. Tal vez no debió ir a hablar con ella, pero era la única persona con quien contaba, aparte de Raúl, que era su amigo desde que era una niña—. ¿Amarrar a Dominic con una cuerda para no perderlo de vista? —Esa no era una mala idea, aunque igual ella tenía que trabajar y se verían en el restaurante, además Raúl (que creía tener el derecho de hacer lo que le diera la gana por ser como su hermano mayor desde que era una niña) iba a poyar a Paloma—. Sé realista.

—Lo estoy siendo —replicó cruzándose de brazos—. No lo conozco.

—Y tampoco vas a conocerlo si no lo escuchas —reprochó—. Deberías escuchar lo que tiene para decirte, la razón por la que se casó contigo.

—Sé la razón por la que se casó conmigo: la empresa de mi padre ¿Por qué otra cosa lo iba a hacer? —Paloma negó con la cabeza repetidas veces.

—Él no es de ese tipo —dijo con firmeza. Evangeline emitió un bufido bajo.

—Yo reconozco mejor a  las personas como Jared. He vivido toda mi vida rodeada de ellas ¿recuerdas? —musitó provocando que su amiga rodara los ojos.

—Tú has vivido es una caja de hierro, no conoces a las personas. —Evangeline suspiró se pasó la mano por cara agotada, no tenía caso discutir con Paloma, era un caso perdido y sabía que Paloma pensaba lo mismo de ella—. No porque tu padre y tu tío fueran iguales, las demás personas lo son.

Evangeline arrugó la nariz de nuevo, no sabía porque sacaba a relucir el tema de su tío, la última vez que lo vio lo único que hizo fue espetarle que era igual a su madre, pero desde eso hacía años. Evangeline se levantó del banco dispuesta a irse, ya estaba a unos dos metros de Paloma.

—Un momento —murmuró cayendo en cuenta, volteó a ver a Paloma, que ya tenía la guitarra colgando del hombro—. ¿Quién te habló de mi tío? Jamás te lo he mencionado.

—Las gitanas somos adivinas —replicó con una sonrisa juguetona.

—Voy a matar a Raúl, eso es más seguro a que tú seas adivina —farfulló molesta y se fue a los juegos donde Dominic se columpiaba cada vez más alto.

***

—Se ha ido, me ha abandonado —susurró Anthony llevándose otro trago mientras se dejaba caer en el sillón.

—¿Puedo decir te lo dije? —preguntó Jared burlonamente.

Como respuesta recibió un proyectil con forma de cojín.

—Se ha ido, me ha abandonado —repitió aún sin poder creérselo, otro trago.

—De nuevo —murmuró y esquivó otro proyectil—. Deberías practicar tu puntería, está un poco oxidada desde que tirabas piedras a la ventana  del señor Moreau —comentó pasando la página de su revista.

—Lo tenía merecido, cada vez que un balón caía a su jardín no nos lo devolvía, lo pinchaba en frente de nosotros —replicó. Sonrío mientras decía—: Una ventana por cada balón, excepto por mi balón autografiado, ese merecía dos ventanas. —Jared rodó los ojos y Anthony le lanzó otro cojín, el cual esquivó tranquilamente—. Deja de hacer eso, lo que necesito ahora es apoyo moral y tú lo único que haces es decirme «Te lo dije». ¿Qué clase de amigo eres? —inquirió.

—Uno muy bueno —respondió pasivamente—. Te dije que tuvieras cuidado ¿me escuchaste? No. Tu querida Amélie no es más que una traidora.

—Yo creo que le pasó algo —musitó para sí mismo—. Ella no se iría así de la nada.

—Anthony, no seas estúpido —espetó fastidiado—. Se supone que el iluso soy yo así que sé realista, Amélie te abandonó de nuevo, probablemente ya está en un avión con destino a alguna playa  y acompañada de algún tipo que le mantiene la copa de champaña llena.

—A ti te pasa algo y te estás descargando conmigo —acusó—. ¿Es por Evangeline, verdad? ¿Te negó los derechos maritales? —bufó.

—No, simplemente no quiso escucharme —suspiró resolviendo su café.

—Pobrecito, no soy psicólogo, pero puedo conseguirte una cita con un colega. Aunque lo mejor sería un terapeuta, porque debes estar loco para haberte casado con esa chica. Tal vez debería practicarte una lobotomía —dijo hablando consigo mismo.

Jared le lanzó un cojín que le tiró la copa al suelo, un minuto de silencio siguió al sonido del cristal rompiéndose.

—Si la rompes, la pagas —murmuró Anthony.

—Esta no es una casa de porcelanas, así que perdiste —replicó levantándose, dejó la taza de café en la cocina y cogió su chaqueta—. Anthony arregla esto, está hecho un asco. Si vuelve Amélie ciérrale la puerta en la cara, no me importa que se le rompa la nariz, tiene un montón de hombres dispuestos a pagarle la rinoplastia, te lo aseguró.

—Sí, ya. Lo dice el que sabe mucho de mujeres —masculló tapándose la cara con el brazo.
—Estoy casado.

Anthony soltó una carcajada al escuchar eso. Jared sonrió, satisfecho con su trabajo salió de la casa, lo que menos necesitaba ahora era a su amigo deprimido. Si Amélie fuera hombre desde hacía mucho le hubiera roto la nariz en algún callejón.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Capítulo 13: Vida nueva


—Jared —escuchó. Miró a los lados confundido cuando sintió un tirón en el pantalón y bajó la cabeza. Sonrió a la imagen de Dominic con su pijama de autos y el conejo de peluche sostenido por la oreja.

—Hola, Dom —musitó agachándose para estar a su altura.

—¿Dónde estamos? —preguntó el niño que aún no se había despertado completamente y no hacía más que frotarse el ojo intentando quitar el sueño.

—Ésta va a ser tu nueva casa, Dom —contestó en un suspiro acariciándole el cabello—. Vamos a vivir aquí tu madre, tú y yo. —Dominic lo miró y esbozó una sonrisa feliz—. ¿Te gusta la idea? —Dominic asintió eufórico.

—¿Entonces se casaron? George me dijo que mamá lo haría, pero no sabía si era verdad, porque además tú podías arrepentirte a último momento —dijo el infante hablando muy rápido y dando saltitos inquietos alrededor de Jared.

Jared sonrió mirando la alegría del niño, aunque empezaba a marearlo. Prefirió cogerle la mano y llevarlo a la cocina. El pequeño estaba demasiado ocupado fijándose en todo lo que veía para prestar atención a lo que sea que Jared estuviese cocinando.

Fue a la sala donde estaban unos bonitos sillones de color crema, una mesita de vidrio al lado del sillón de dos cuerpos, en la mesita reposaba un florero con rosas blancas. Un cuadro de un paisaje cerca de la chimenea…

Subió al segundo piso, tenía cuatro habitaciones, un baño al final del pasillo y otro al que se entraba por la habitación de Jared. Volvió a bajar, abrió cajones, movió y volvió a acomodar cualquier cosa que le pareciera interesante, desde las porcelanas chinas  hasta algunos papeles en el escritorio ubicado en el estudio.

Dominic vio algo que brillaba y se movía, así que lo siguió, el objeto rodó hasta la cocina, chocó contra los asientos del comedor y paró, así que gateando se metió entre los asientos. Jared dejó los platos en la mesa, observó los pies de Dominic moviéndose  bajo la mesa.

—¿Dom, qué haces? —interrogó Jared.

—Nada —contestó agarrando el pequeño objeto. Se lo metió al bolsillo del pijama y gateó para salir.
Dom sonrió, se subió al asiento y empezó a comer el sándwich.

—Me hubiese gustado poder hacer algo mejor, pero no hay muchas opciones —murmuró Jared. Tendría que ir a mercar, lo cual siempre le pareció extremadamente aburrido.
Suspiró pensativo, era un tanto raro estar sentado junto a Dominic, saber que Evangeline andaba en una de las habitación de arriba profundamente dormida y que de ahora en adelante viviría con ellos.

—Está rico —replicó Dom con seguridad infantil. Jared sonrió, no debía ser muy difícil para un niño hambriento pensar que estaba rico. El infante cogió la taza de chocolate con ambas manos y se lo tomó de un trago—. Gracias —musitó satisfecho limpiándose el bigote.

—De nada —respondió cogiendo ambos platos.

Dom se paró en la silla y apoyó las manos en la mesa, empezó a mover los pies, provocando que el asiento se moviera de adelante a atrás.

—¿Jared, sabes jugar futbol? —interrogó mirándolo lavar los platos.

—Cuidado, podrías caerte. Sí, sé jugar futbol. Tendríamos que conseguir una pelota si quieres jugar. Tengo una en casa de mis padres…

—¡Yo tengo la mía aquí! —exclamó Dominic saltando del asiento, lo cual provocó un ligero «toc» cuando se equilibró de nuevo, se retiró de la cocina en un tropel de pasos apresurados. El retumbar de los escalones cesó cuando llegó al piso de arriba.

Dominic entró de puntillas en la habitación, se metió debajo de la cama en que estaba su madre dormida buscando a tientas el balón, las cortinas no dejaban pasar la luz de la mañana. Cuando lo agarró salió y cerró la puerta con cuidado. Se fue abajo y se dirigió al patio donde Jared lo esperaba.

El patio era bonito, no era enorme como el George ni tenía plantadas tantas flores, sin embargo tenía un encanto especial con las enredaderas formando una red de flores en las columnas, los arbustos llenos de botones a punto de abrirse y algún pajarito que cantaba en el árbol de la esquina del patio.

Jared le sonrió e hizo un gesto para que lanzara la pelota. Dominic la pateó y ambos comenzaron un juego de pases que terminó en un partido el uno contra el otro.

***

—¡Dominic! —exclamó Evangeline desde la puerta.
El infante sonrió y corrió hacía ella, dio un salto y se le agarró a las piernas.

—¿Quieres jugar, mami? —inquirió con los ojos muy brillantes—. No te imaginas lo malo que es Jared jugando futbol —dijo Dominic riendo. Jared lo observó ofendido.

—Tal vez luego —contestó abrazándolo fuerte, le acarició la mejilla con cariño y le besó la frente

—Buenos días —saludó Jared. La chica emitió un saludo que más parecía un suspiro de resignación—. Fui yo quien te metió dos goles —replicó Jared jugando con el balón distraídamente.

—Te deje ganar —aseguró Dominic. Evangeline sonrió cuando Jared enarcó una ceja y se cruzó de brazos en espera de lo que diría Dom—. Además te aprovechaste de que eres más grande. En una ocasión me alzaste del suelo y no pude detenerte.

—Ya que Jared es un tramposo ¿qué tal si vamos a jugar con Raúl? —interrogó Evangeline cogiendo al niño de la mano.

—Pero si Raúl es aún más tramposo —protestó el infante dejándose llevar.

—Evangeline, espera quiero hablar contigo —murmuró Jared.

—Ve a bañarte —ordenó a Dominic. El niño se mordió el labio, ahí empezaba el problema ¿Y si los dejaba solos y su madre le decía que no quería nada con Jared? ¿Si aprovechaba que no habían desempacado para irse definitivamente? Negó con la cabeza y se sentó en el suelo, eso era lo más parecido que había hecho a un berrinche.

—No quiero. Ven conmigo —pidió. Al menos si su madre estaba con él no iba a pelear con Jared.

—Ve, Dominic —repitió. El niño se cruzó de brazos.

—Únicamente vamos a hablar —prometió Jared—. Todo estará bien.

—¿Entonces por qué no puedo escuchar?

—Porque no es algo que deban escuchar los niños. —Evangeline lo jaló y lo puso de pie, le dio un empujoncito para que siguiera el camino—. Hablaré con Jared y tú te irás a bañar y vestir. Ni se te ocurra espiarnos, ya te conozco —reprimió apuntándolo con el dedo y mirándolo sospechosamente.
Dominic los miró una última vez, con sus ojos de cachorro, antes de dar media vuelta y salir corriendo rumbo a las escaleras. Evangeline se volteó hacia él con una expresión de disgustada que Jared se sorprendió, su sonrisa había desaparecido y los ojos azules eran idénticos a los de George cuando estaba enojado.

—La verdad es que no quiero estar casada contigo, lo cual es bastante evidente. Si dije «acepto» es porque George tenía a Dominic, tiene a demasiados de la policía en su bolsillo como para denunciarlo, así que estaba atada de manos —masculló de brazos cruzados—. Así que éste es el trato: tú me quitas de encima a George y tú obtienes la empresa de mi padre que probablemente sea la razón por la que te casaste conmigo. ¿Todos felices? —preguntó al aire—. Sí —contestó a sí misma. Dio media vuelta para irse, pero Jared la cogió por el hombro. Se había quedado petrificado cuando ella empezó a hablar, sorprendido del cambio de actitud tan repentino.

—No me case contigo por esa razón —replicó—. Es algo que me gustaría explicarte.

—Pues no quiero escucharte —espetó soltándose—. Para mí no eres más que el lobo en entrenamiento de George. —Siguió el camino como si nada. Jared ni siquiera intentó detenerla, se había casado con una fiera en modo defensivo al menos… las veinticuatro horas del día.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

De alta por cumpleaños

Hola! perdón por no poner capí hoy, veré si puedo ponerlo en el transcurso de la semana, Es que ayer fue mi  cumple y no he tenido ni tiempo ni animo de escribir, sorry por las molestias, esta ees la historia con que más problemas he tenido para escribir, pero no me rendiré.


Besitos

domingo, 11 de septiembre de 2011

De premios va la cosa

Durante mese me han dado algunos premios de los que tata: no he dado noticias y es que siempre olvido ponerlos -o me da pereza-. El caso es que aquí hay algunos que me dio May Abiatti del blog El rincón de May

Este premio consiste en contestar una pregunta así que:

Respuesta: Romance, la verdad es que aunque odie admitirlo suelo ser bastante cursi, en la ficciónn que no creo en príncipes azules, además de Mathy.

Mi pregunta: ¿Leer o escribir?



Reglas del Premio:

1-. Mencionar quién te lo otorgó 

El rincón de May muchas gracias.

2-.Obsequiar a 5 maravilloso blogs (como soy perezoso le doy este premio y el anterior) 


3-. ¿Por qué tomaste la decisión de crear un espacio personal pero compartido? Aclaro, ¿qué te incitó a crear un espacio en blogger?

Me gustaba compartir mis ideas, luego comencé a escribir pequeñas cosas cortas así que le puse más atención.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Capítulo 12: Acepto


Jared no era una persona impaciente, eso fue lo que le permitió pasar los días pasados con tranquilidad relativa, pasó la mayoría del tiempo haciendo lo que siempre hacía: salir con Anthony, ir al trabajo y dejarse arrastrar a alguna pista de baile y emborracharse, eso sin mencionar molestar a Anthony con aquella chica que ya lo había traicionado una vez y tarde o temprano lo volvería a hacer.

—Te deseo suerte —musitó su amigo con los ojos cerrados y expresión aburrida—. Apuesto a que te rebanará el cuello en la noche de bodas. ¿Ya escribiste tu testamento? Porque la verdad es que quiero tu viejo balón de futbol.

—Cierra la boca y no me animes tanto —contestó frotándose las sienes.
Anthony abrió los ojos y sonrío, le dio una palmadita de ánimo.

—Aún puedes arrepentirte —murmuró—. Nada está decidido hasta que digas acepto.

En ese momento se encontraban reunidas personas que no conocía y dudaba mucho que Evangeline lo hiciera, ella ni siquiera había estado en la ciudad, sabía muy bien que no quería eso y no le extrañaba.

La música comenzó a tocar, volteó hasta la puerta, envuelta en un vestido blanco estaba su futura esposa agarrada del brazo de su padre, caminando a tropezones. Ella llegó a su lado sin siquiera mirarlo, se acomodó junto a él y se mantuvo quieta mientras George iba a sentarse en la primera fila.

El sacerdote empezó a decir las palabras ceremoniales y cuando llegó al «acepto» Anthony le lanzó una de esas miradas de «huye, yo me encargo de distraerlos». Se quedó callado un rato antes de decirlo finalmente. Evangeline ni siquiera dudo, lo que se hizo fue mirar de refilón a George. Se preguntaba cómo hizo George para convencerla.

—Si hay alguien que se oponga que hable ahora o calle para siempre —dijo el sacerdote dirigiéndose a la multitud.

Anthony abrió la boca, Jared le lanzó una mirada para que callara lo que iba a decir, pero no contuvo la sonrisa burlona.

Cuando dijeron «puede besar a la novia» le dio un beso corto y casto, carente de sentimiento.

—Sonríe —susurró a su oído cuando los aplausos se escucharon.

—Odio las mentiras —replicó ella de inmediato y dio un paso adelante para irse.

—Pasemos al salón por favor —pidió George haciendo señas. La multitud obedeció y siguió—. Más vale que te comportes, Evangeline —ordenó fulminándola con la mirada y puso su mano sobre la de ella apretándola. Ella no hizo ninguna mueca a pesar de que le dolía, todo lo contrario, se mantuvo firme y fría ante él.

Su padre siempre estaba intentando controlar su vida, su carácter, diciéndole qué hacer. Hasta hacia unos años logró detenerlo, pero ahora de nuevo estaba a su merced.

—No tengo por qué hacerlo, he cumplido mi palabra. Ya finjo un matrimonio que no quiero, no venía en el paquete fingir ser feliz —replicó fríamente y sintió como le apretaba más el hombro—.¿Dónde está…? —preguntó, pero su padre le hizo un gesto para que se callara y se fue.

Jared, sin saber por qué, sintió un pinchazo en el estómago. Algo estaba mal ahí.

Evangeline no esperó a que le dijera algo, se fue tras su padre.

«Va a ser un largo camino» pensó mientras veía la chica marcharse.


Evangeline no había charlado con casi nadie de la fiesta, solo con Paloma que andaba por ahí de la mano de Raúl, era la primera vez que la veía con ropa que no era de gitana. Las personas empezaban a  murmurar por qué los novios no estaban juntos, le lanzaban miradas sospechosas y a él no le quedaba de otra que concentrarse en Anthony, que no hacía más que burlarse de él.

George se acercó, a su lado venía André con Dominic dormido en sus brazos. Jared se quedó un tanto chocado, imaginaba que el pequeño estaba con alguna niñera porque no lo había visto en todo la ceremonia. Se sorprendió aún más cuando Evangeline se acercó a paso rápido y nervioso, arrebató al niño de las manos de André y lo revisó casi histérica.

—¿Qué le hiciste? —interrogó con pánico en su voz.

—No le he hecho nada, se ha quedado dormido —respondió George. Ordenó a André que se fuera y Jared siguió mirándolos confundido.

—¿Por qué no cierras la boca? ¿Qué ahora vas a venir con el teatrito de que no sabías nada? —dijo Evangeline fulminándolo con la mirada—. Porque la verdad yo he estado pensado que fuiste tú quien le ayudó a secuestrar a Dominic.

—¿Fue así como te convenció? —masculló confuso—. ¿Secuestraste a Dominic? —interrogó mirando a George. Él simplemente lo miró como si fuera un pobre niño perdido—. Eso no iba en el trato, George.

—El trato era que te casabas con mi hija y punto, los recursos que yo usara para convencerla no eran de tu incumbencia —replicó tranquilamente. Dio media vuelta y se fue.

—Evangeline, no sabía nada de esto —renegó mirando al infante.

—Sí, claro —contestó rodando los ojos—. Dominic,  despierta —musitó acariciándole la mejilla con cariño. El niño tardó en abrir los parpados, se frotó los ojos con torpeza. Se fijó en la persona que lo cargaba y se abrazó a su cuello cuando reaccionó.

—¿Nos vamos a casa, mami? Te extrañe un montón —balbuceó y parecía que la estrangularía por la fuerza con que la abrazaba. Evangeline lo calló frotándole la espalda mientras el pequeño se acomodaba en su cuello para seguir durmiendo. Se lo llevó con Paloma. Jared iba a seguirlos, pero la mirada que ella le dio era una muerte segura. Las vio perderse por una puerta, Evangeline regresó sola al rato.

—No te dejes envenenar la mente por George, porque no pienso alejarme de Dominic ¿entendiste?  —Asintió, porque estaba anonado ya que ella se había acercado.


—Creo que es momento de irnos —dijo a su oído y ella asintió, se dirigió a las habitaciones para cambiarse y al regresar el vestido de la boda había sido reemplazado por uno más corto de color azul que realzaba sus ojos. Traía a Dominic en brazos y no supo por qué le daba la impresión de que no podía con él.

—Tu padre me dijo que las maletas están en el auto. —Ella asintió y continúo el camino—. ¿Quieres que te ayude? —interrogó mirando al niño, pero Evangeline lo abrazó más fuerte—. No soy tu padre, Evangeline. Nunca se me pasó por la cabeza que él pudiera hacer algo así. No tuve nada que ver —suspiró. Estiró los brazos para coger a Dominic.

Ella se mordió el labio inferior con nerviosismo y deslizó su mano por la espalda del pequeño para entregárselo.


El camino en la limusina fue en silencio y corto, Evangeline se limitaba a mirar el niño en absoluto silencio, acariciándole el cabello distraídamente.

Ella dio un suspiro resignado cuando el auto se detuvo frente a la casa, había sido un regalo de George. El chofer se encargaría de las maletas por lo que siguió a Jared por los pasillos desiertos hasta una habitación de invitados donde dejó al niño en la cama y se encargó de taparlo bien con las cobijas.

—Eh… —La observó indeciso, rascándose la nuca.

—Yo me quedo aquí —dijo ella. Hizo un vago gesto de asentimiento y se fue.


 

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