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martes, 3 de abril de 2012

¡Gracias por leer!

Hola y perdón, sé que he tenido abandonado el blog desde que termine "El problema eres tú", pero la verdad es que intentaba decidirme porque próxima historia publicare, aunque tengo algunas historias largas para seguir no he podido decidirlo, además de que ando a la loca por un examen que tengo en dos semanas.

Hace meses una amiga me reto a escribir un Fanfic sobre Sakura Card Captor, ya que es mi anime favorito, pese a que lo comencé y está quedando muy largo ¡sigo sin terminarlo! No sé si publicarlo aquí cuando lo termine, pero ese no es el fin de esta entrada.

Es para darles las gracias a todos los que leyeron "El problema eres tú", sobre todo a Eli y Dominique quienes me animaron con sus comentarios, también por los nuevos comentarios.


Nos volveremos a ver, solo es cuestión de que me descargue un poquito :)

miércoles, 22 de febrero de 2012

Epílogo: Los adultos son tontos


Dom esperó a escuchar los pasos de su madre en el primer piso para salir de abajo de la cama. Su mamá siempre le estaba escondiendo cosas, sabía que su papá y ella pelearon, cada vez que preguntaba por su padre, su madre lo evadía. Ahora sabía el porqué, tenía que reunirlos antes de que su madre hiciera «algo estúpido» como alegó Paloma por teléfono. Se mordió los labios, no podía hacerlo solo. Gregory estaba de viaje, Luc era muy pequeño, Anthony apenas podía moverse, su papá estaba implicado… Posiblemente Paloma y Raúl podrían, pero acababa de escuchar a Paloma decirle a su madre que era hora de que tomara sus propias decisiones. No le quedaban muchas opciones.

—Dominic, ¿dónde estás? —preguntó Evangeline al aire. Esperó pacientemente unos minutos, a veces a Dom le gustaba hacerse el gracioso, aparecer de la nada abrazándose a sus piernas. Frunció el ceño al no escuchar respuesta, pero cuando decidió buscarlo el niño asomó la cabeza por la puerta de la cocina. 

Esbozó una sonrisa al verlo con el cabello tan revuelto como de costumbre—. ¿Tienes hambre? —Dom asintió, aunque no era cierto, debía distraer a su madre que estaba preocupada, lo sabía porque no dejaba de mover los dedos sobre las superficies. Evangeline automáticamente se dirigió a la cocina, acariciándole la cabeza al niño cuando pasó por su lado. El infante miró los bolsillos del pantalón, buscando algún bulto que indicara que tenía el celular. Se alegro al no notar nada porque así no tendría que dar explicaciones por cogerlo, pero debía buscarlo—. ¿Qué quieres comer?

Respondió con un encogimiento de hombros y fue a la sala, encendió el televisor por accidente al subirse al sillón para mirar si estaba debajo de los cojines. Su madre dejaba en cualquier lado el celular cuando estaba con él. Se frustró al no encontrarlo, así que se fue al piso de arriba con el sonido del televisor amortiguando sus pasos. Tal vez lo había dejado en la mesita de noche después de hablar con Paloma y no se fijó.


Deslizó el lapicero entre los dedos, escuchando atentamente la voz al otro lado de la línea, esperó hasta que las palabras ansiosas y apresuradas se detuvieron, solo entonces se atrevió a replicar. Movió el lapicero sobre el papel para mantener las manos ocupadas y no caer en la tentación de abrir el último cajón del escritorio —lo único que tenía que hacer era estirar la mano—, en más de veinte años jamás lo abrió y no pensaba hacerlo ahora. Ni siquiera porque su única hija estuviera haciendo un desastre de su vida, tal y como él mismo hizo con la suya.

André entró al despacho con traje, en el bolsillo de la chaqueta estaba la corbata, no le importaba, se suponía que era su día libre así que no tenía derecho a reprocharle nada, además el que no la llevara o sí no cambiaba nada. Se rascó la barbilla distraídamente. Dom estaba en la playa con Evangeline, Jared estaba hundido en su trabajo.

—¿Has arreglado todo? —inquirió mirándolo. André asintió con lentitud, se acercó al escritorio y colocó un fajo de papeles.

—¿Para qué le propuso ese trato si pensaba hundirla? —preguntó en voz baja. Se refería a Amélie. George lo observó con seriedad.

—Estoy haciendo un favor. —André alzó una ceja y emitió un bufido de incredulidad—. Anthony le dio todo a Jared, pero él no tiene cabeza en este momento para hacer los trámites, así que me pidió que lo hiciera en su nombre. La demanda la pondrá él, no yo. Simplemente seré quien hable con el abogado hasta que él pueda. —Su voz era moderada, las palabras inocentes, pero André llevaba demasiado tiempo trabajando para George, podía reconocer la mirada calculadora tras la expresión cuidadosamente en blanco—. Prometí un lugar seguro, un trabajo estable, que por mi parte no recibiría demandas, no respondo por lo que hagan otros. —Técnicamente no estaba hundiéndola.

André salió de la habitación negando con la cabeza, esbozando una media sonrisa. George tenía su propia forma de demostrar que las personas le importaban. Amélie iría a la cárcel, tanto o más años que Gustave, pese a los esfuerzos de su familia por sacarlo, saber que su hijo iría a la cárcel mancharía el apellido, sin embargo no podían hacer mucho, George tenía negocios con ellos.

George se quedó solo de nuevo, cogió el teléfono y marcó el número. Jared tuvo que firmar el contrato, Evangeline aceptar que era lo mejor y confiar en él, debía ser Jared el que no la dejara escapar. ¿Qué era decir una verdad para mantener los hilos en su lugar?


—¡Vamos, mami! —exclamó Dominic jalándola. Había sido difícil convencerla de llevarlo, a su madre le gustaba ir al parque y jugar con él, pero le huía a las multitudes, las ferias eran lugares llenos de pequeños grupos que apenas podían moverse entre sí para no separarse. Se maravilló con las luces de colores y tanta comida chatarra que probar, pero tenía una misión más importante. Movió los ojos por todo el lugar, arrastrando a su madre por la mano y negándose a subir a los juegos—. ¡Papá!

El grito sorprendió a Evangeline que, incapaz de reaccionar, dejó que Dom se soltara de su mano y corriera hasta el hombre que tenía su vida de cabeza. ¿O que la enderezó?

Jared alzó a Dom y le dio una vuelta en al aire, provocando que el niño riera.

—Mamá y yo te hemos extrañado un montón —declaró Dominic abrazándose a su cuello.

—¿En serio? —inquirió Jared lanzándole una mirada extraña a Evangeline.

Ella se lo quedó mirando, sin embargo no dijo nada porque Dom los observaba con ilusión.


Dominic miró a sus padres y apretó las manos, ambos voltearon a verlo con sonrisas tensas, a duras penas se hablaban, podía ser que George hubiera traído a su papá, pero parecía haberlo hecho enfadar. Se mordió los labios, él no era un niño al que le gustaba llorar, mucho menos si su mamá estaba cerca, pero en «tiempos desesperados medidas desesperadas» decidió dejando que las lágrimas le corrieran por la cara. Se sorbió la nariz, lo que llamó la atención de sus padres.

—¿Ya no se quieren? —interrogó con una voz lacrimógena y se soltó de la mano de ambos para limpiarse las lágrimas con los puños. El corazón de Lin se hundió.

—¿Por qué dices eso? —preguntó Evangeline evadiendo la pregunta.

—Claro que sí nos queremos —terció Jared conteniendo el «al menos yo sí la quiero».


Las nubes se cernían para esconder la luna, así era como se sentía, como si su capacidad de razonamiento hubiera sido cubierta con un manto. ¿En qué pensaba cuando dejó a Lin marcharse? ¡Sin decirle que la quería! Negó con la cabeza mientras la miraba acariciar el cabello de Dom, que ya estaba dormido.

—¿Qué estás haciendo aquí? —balbuceó Evangeline al salir de la habitación del niño.

—Te quiero —declaró directamente. A Evangeline se le cortó la respiración, no se movió del lado de la puerta mientras Jared seguía hablando—. No pienso divorciarme, si lo intentas va a ser el divorcio más largo que exista, lo suficiente como para demostrarte cuanto te quiero —murmuró cruzándose de brazos—. No pienso dejar que separes nuestra familia.

Evangeline parpadeó, tratando de procesar las palabras. Sin decidirse a reír de lo estupendo que era escuchar esas palabras por boca de alguien más, o ponerse a llorar porque era como si a Jared le hubieran arrancado las palabras de los labios. Quería besarlo para que no dijera nada más, le dolería menos que no las dijese a que lo hiciera por la «familia».

Se alejó de la habitación de Dom y se fue a la sala con Jared siguiéndole los pasos.

—Por mucho que quiera a Dom no puedo pasarme el resto de la vida al lado de una persona que solo me quiere por él —susurró con la voz rota.

—No hablamos de Dom, hablamos de ti —masculló.

—¿Y por qué me quieres? —preguntó irritada—. Me comporté) mal contigo cuando te conocí, luego apenas confié en ti y ahora planeo pedirte el divorcio —soltó aunque no se veía capaz de hacer lo último. Quería gritar, pero no podía con Dom durmiendo. Tenía suficiente con  haberse pasado la vida tratando de complacer a su padre, no quería preguntarse cada mañana si Jared decidiría dejarla por una mujer que en verdad amara, entonces tanto ella como Dom quedarían con el corazón roto—. George me dijo que pensara bien antes de hacer cualquier estupidez. Vine aquí y me di cuenta de que te quiero —musitó alzando la cabeza y mirándolo a los ojos—, pero…

Jared no la dejó seguir hablando, se abalanzó sobre ella y la besó. Estaba llevándolo mal desde un principio, Anthony siempre lo provocó diciéndole que era un romántico, pero estaba asustado y enojado con Evangeline por querer dejarlo. Lin no creía en palabras, sino en hechos, pero igual le susurró las razones por las que la quería sin soltarla.

—Quiero que tengamos una niña, pero que no se parezca a ti porque eres demasiado terca.

—Te he dicho hace poco que iba a pedirte el divorcio, ¿qué te hace pensar que voy a tener hijos contigo? —reclamó con la respiración agitada. No podía creer que una de las cosas que le gustaba a Jared de ella, según lo que acaba de murmurarle, era que le llevara la contraria—. ¿Qué haces? —protestó mordiéndose los labios.

—Porque yo te quiero, tú me quieres y si lo pides ya te he dicho que será muy largo, así que tengo tiempo suficiente para convencerte de que lo revoques —explicó acariciándola—. Me encanta sobrepasar obstáculos, resolver problemas y ya que el problemas eres tú… —Dejó la oración a medias. Anthony siempre conseguía de él lo que quería retándolo, por haber crecido en una familia adinerada y unida las cosas siempre fueron fáciles, hasta el punto que se dejaba engatusar por Anthony para hacer travesuras, simplemente para después comportarse bien y demostrar lo bueno que era.

—Dominic —barbotó Evangeline para hacerle entrar en razón.

—La solución para eso es que nos encerremos en la habitación. —Evangeline lo miró como si estuviera loco. Jared la abrazó—. Te quiero, tú y Dom son mi familia ahora, no quiero perderlos ¿tanto te cuesta aceptar eso?

Su padre no fue valiente, perdió a su madre y también a ella y… ¡No quería ser como él!

Besó a Jared porque lo quería, fuera como fuera él demostró quererla con miles de detalles antes de todo aquel problema. El miedo se debía a que se volvió tan imprescindible como Dominic, pensar en perder a su hijo le aterraba, después de aquella noche le daba miedo levantarse un día y que Jared ya no estuviera a su lado.


Dom esbozó una sonrisa feliz al ver a su hermanita. Tenía los ojos de su papá, el cabello de su mamá y tan rizado como él. Al ser tan pequeña no era más que una pelusita ensortijada. Káiser ladró insistentemente, enojado porque desde que la niña nació su dueño ya no le prestaba tanta atención. La bebé miró desde el cochecito con una sonrisa al celoso cachorro, agitó los brazos para atraer la atención de su hermano mayor con una risa balbuceante.

Dominic suspiró porque Gregory también aprovechó para hacer acto de aparición, discutía con su primo de nuevo por quién era su mejor amigo. Era su cumpleaños y por tanto el centro de atención, esbozó una sonrisa al ver a su familia, era mucho más grande de la que se imaginó en un principio, pero no la cambiaría por nada.

FIN

miércoles, 15 de febrero de 2012

Capítulo 34: Solo un poco de tiempo


Dom se tapó los oídos con las manos, el estruendo de sirenas, golpes y vidrios al quebrarse acosaba las cuatro paredes en que estaba encerrado con Amélie. Amélie dijo que sus padres llegarían pronto por él, pero no le creyó porque era una mentirosa que traicionó a Anthony, además Dom sabía que a su padre no le caía bien. Su papá era Jared sin importar lo que Gustave dijera. Jared lo abrazaba, le daba besos, le contaba cuentos y jugaba fútbol con él.

La puerta se abrió y el pequeño alzó la mirada al reconocer la voz de André. El hombre hizo una mueca al verle la mejilla, pero antes de que dijera algo el niño estaba siendo abrazado por Jared. André los dejó tranquilos y le cogió el brazo a Amélie, a la cual Jared le lanzó una mirada de desprecio cuando pasó por su lado.

Amélie le avisó a George del lugar, pero no impidió que le hiciera daño a su hijo. Aun así tenía un auto que la llevaría a donde quisiera, la promesa de un lugar seguro y un trabajo estable.

—¿Y mamá? —susurró Dom en su oído. Jared le dio un beso en la mejilla y le limpió las lágrimas, no quería explicarle al niño que George decidió que Lin armaría un alboroto y le echó un sedante en el agua. Su mejor amigo estaba en el hospital, su hijo asustado y con el labio partido, su esposa drogada y George sonreía.

—Podemos irnos —declaró el anciano dándose por satisfecho después de hablar con la policía, desde su punto de vista todo estaba arreglado.

Jared sintió el irrefrenable deseó de matar a su suegro, pero solo se metió al auto en silencio. «Dom está bien» repitió mentalmente. Gustave iría a la cárcel, cuando George estuviera anciano y no pudiera valerse por sí mismo lo enviaría a un psiquiatra, desgraciadamente George era esa clase de anciano que aún tenía demasiado por dar.


Evangeline arrancó a Dominic de los brazos de Jared en cuanto salieron del auto. Le lanzó una mirada furibunda a su padre, que se dirigió a la casa con el paso elegante y arrogante que de niña la intimidaba.

—Te quiero, mamá. —Sintió que el aire le volvía a los pulmones cuando el niño se abrazó a su cuello.

—Yo te amo —replicó apretándolo contra su cuerpo y le dio un beso en la frente. Jared le había limpiado la cara, así que no quedaba rastro de la sangre, pero sí de donde salió. Su madre le acarició la mejilla y entró a la casa donde todos estaban esperando.

Jared estaba hablando por teléfono. Raúl, André y Paloma charlaban, pero cuando vieron al pequeño esbozaron tal sonrisa que Dominic volvió a sentir que estaba a salvo. George no estaba por ningún lado, así que supuso que se encontraba en el estudio.

Después de que Jared le avisó a su familia que todo estaba bien, que Dominic llamara a Gregory y le contara lo ocurrido, Evangeline convenció a Jared de irse. Lo único que querían era estar solos con el pequeño, así que al llegar a casa pusieron una película, Jared hizo palomitas y cuando acabó lo que veían Dom se acostó con ellos. Evangeline tardó mucho en dormirse. Su corazón estaba hecho un lío, tenía un nudo en la garganta y el calor la estaba sofocando, pero si se quitaba las cobijas se congelaría. Que Jared tuviera abrazado a su hijo no le ayudaba.


—¿Qué? —reclamó Jared mirándola empacar desde el borde de la cama. Evangeline suspiró y se pasó la mano por los ojos. Se encogió de hombros, sintiendo que una parte de sí se rompía, estaba cansada y deseaba alejarse de todo. Las notas de Dom reposaban en la mesita de noche, con dos meses de vacaciones por delante tenía la oportunidad de salir de viaje—. No puedes irte —masculló.

—Pase mi carta de renuncia hace una semana, así que mi contrato con tu empresa ya está acabado —musitó cerrando la maleta.

—El trabajo no importa —replicó irritado y la siguió hasta la habitación de Dominic. El niño estaba en casa de Gregory ya que no se verían por semanas—. Lin, ¿estás escuchando? —inquirió impaciente.
Evangeline asintió, quería llorar, por no pensaba hacerlo delante de Jared.

—Iré con Dom a la casa en la playa que tiene George —balbuceó haciendo una mueca al recordar el día que le ofreció la casa.


El día siguiente al secuestro de Dom, después de haberlo pensado durante toda la noche, había ido a casa de George, quien ni siquiera levantó la vista de sus papeles cuando la oyó entrar en el estudio. Antes de que pudiera empezar a hablar George murmuró:

—Sabía que vendrías.

—No me conoces para saber lo que haré —reclamó enojada, sentándose frente a él.

—Eres mi hija. Claro que te conozco —replicó tranquilamente y pasó la página de lo que leía.

—Para conocer a alguien necesitas tiempo, algo que tú nunca me diste, ni siquiera en este momento.

—Hay muchas formas de conocer a alguien. —George dejó los papeles en el escritorio y se quitó las gafas, con la misma monotonía y cuidado con que hacía todo, las limpió con un paño de seda y volvió a ponérselas—. Te pareces tanto a mí que… a veces olvidó que eres hija de tu madre —susurró distraídamente. Volvió a fijar su vista en los papeles—. Puede que tengas mis ojos, pero miras el mundo como ella lo veía.

Evangeline se quedó en completo silencio, sin comprender la repentina mención de su  madre, cuando era una niña George evadía cualquier pregunta sobre ella.

—¿Qué significa eso? —interrogó cuando se cansó de buscarle el significado a las palabras—. Ella no te importaba.

—Solo lo que escuchaste y tu madre me importaba mucho. Me importaba tanto que me negué a encadenarla a una vida que la haría infeliz, desgraciadamente para cuando comprendió eso tú ya habías nacido.  —Se levantó, cogió un libro de la biblioteca y volvió a su lugar—. La dejé marchar y no protesté cuando te llevó con ella. Sabía que no estaba hecha para la vida que yo llevo, pero ella se negaba a creerlo.
—Pudiste cambiar.

—No quería hacerlo. Por mucho que una persona quiera a otra, en ocasiones no están hechos para estar juntos. —Su tono era resignado—. La razón por la que te lo digo ahora es que sé que quieres dejar a Jared. —Evangeline se mordió los labios y apartó la mirada—. Él puede ofrecerte lo que tu madre quería que le diera. Lo que necesitas —suspiró pesadamente. Una verdad que hace mucho tenía aceptada: su hija tampoco estaba hecha para la clase vida que llevaba—. Piénsalo bien antes de tomar una decisión. Las vacaciones de Dom serán en dos semanas —sacó un sobre del cajón y se lo extendió. Evangeline lo abrió, dos boletos de avión para la Riviera Francesa. Su padre usaba esa casa para agasajar a sus socios, rara vez para vacacionar—. Ya he dado la orden para que esté lista si decides ir, por el tiempo que quieras —añadió y le hizo un gesto para que se fuera. Antes de marcharse lo escuchó decir—: Sé más valiente de lo que yo fui. No lo arruines.


Dominic miró impaciente a su alrededor, apretó la mano de su papá. Káiser gruñó desde el interior de su caja de transporte. Dom le había metido la pelota de goma para que no se aburriera, pero el cachorro no estaba feliz. El niño tampoco estaba contento.

—¿Por qué tú no vienes? —preguntó de nuevo mirando a su padre.

—Tengo que trabajar —repitió en un suspiro. Evangeline se mordió los labios y apartó la mirada. Pese a que necesitaba tiempo para pensar no quería que Dom se preocupara. Con Gustave detrás de rejas y con George siendo George de nuevo, todo volvía a la normalidad. Jared le sonrió al niño y le dio un beso en la mejilla—. Pórtate bien.

Dominic frunció el ceño y se agarró a la mano de su madre.


Evangeline se fijó en su hijo, tenía el cabello más revuelto de lo normal por la brisa marina, jugaba a la pelota con otro niño. Káiser estaba dormido a su lado, estuvo jugando con los niños un rato, pero el sol y el mar lo dejaron exhausto.

—Mira, mamá —gritó Dominic emocionado abriendo la palma de la mano. Un pequeño cangrejo exhibía sus patas ansioso por volver al agua. Káiser abrió los ojos al escuchar la voz de su dueño, batió la cola, pero pareció cansarse porque cerró los ojos y se durmió. Dom soltó una carcajada y le acarició la barriga, el animalito agradeció lamiéndole la mano—. Extrañó a papá —declaró sentándose en las piernas de su madre.

Evangeline contuvo el aliento, ella también lo extrañaba. Aunque hablaba con él por teléfono casi todos los días, al igual que Dominic, se le hacía un nudo en la garganta y no podía decirle lo que sentía. No era que se hubiera acostumbrado a él, era mucho más que eso. Jared la hacía reír, con él se sentía segura y le gustaban sus detalles sencillos. Lo quería.

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