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miércoles, 9 de noviembre de 2011

Capítulo 20: Desliz familia


Jared tuvo que contarle toda la historia a su hermana mientras sostenía una bolsa muy fría en su oreja, de igual forma le quedó roja, pero era mejor decirle la verdad antes de que ella volviera con su súper táctica de castigo.

Debió dejar que Anthony le pintara el cabello de naranja el día de su boda, igual ya no podía devolver el tiempo y solo quedaba soportarla a ella y sus torturas.

Suzanne se había quedado pensativa luego de terminar la historia, mirándolo fijamente, descubriendo si le había dicho toda la verdad o no.

—Quiero conocerla —declaró luego de quince minutos de absoluto silencio en los que Jared había estado mirando por la ventana.

—¿A quién? —preguntó medio ido.

—A tu esposa, ¡tonto! Es lo único que hemos hablado y la razón por la que estoy aquí —espetó de mal genio. Suzanne quería volver a retorcerle la oreja, pero se contuvo y siguió hablando—: Charles, Luc y yo iremos a unas cabañas esta semana. Vas a venir, los tres. —Jared miró a su hermana con cara de incredulidad, seguía siendo tan mandona como cuando eran niños, pero ya habían crecido y no podía decirle qué hacer.

—Dominic tiene clases. Tengo un trabajo y dudo que quieras hacerte cargo de él. ¡No puedo simplemente desaparecer una semana! —protestó dejando la bolsa a un lado.

Suzanne le lanzó una mirada fulminante.

—Pues vas a hacerlo —ordenó ella y salió de la oficina musitando—: Nos vemos esta noche en la cena, en casa de papá ¡y no olvides empacar!

Sí, definitivamente su hermana no pudo llegar en mejor momento.


Dominic suspiró al ver a su madre al final del restaurante. André lo tenía cogido por la mano, aunque no era necesario. Él parecía muy tranquilo mientras esquivaban las mesas. Todo se movía con una sincronización perfecta, el ir y venir de los meseros y sus bandejas de la cocina, las pequeñas libretas en sus manos y sus retiradas rápidas aparentemente serenas.

Evangeline estaba con Raúl, vio desde la puerta como él le dijo algo a Paloma y ella se fue, rumbo al piso de arriba. Ahora él tenía un brazo alrededor de los hombros de su madre y parecía tenso mientras hablaban. Evangeline negaba con la cabeza al tiempo que él le apretaba la mano y le besaba la frente, era un gesto fraternal. Dominic fue testigo millones de veces de aquellas muestras de afecto, sabía que era porque Raúl consideraba a su madre su hermana pequeña, ya que él no tenía hermanos.

En realidad Raúl siempre fue el sensato entre los dos, Evangeline desde pequeña fue imposiblemente terca y pesimista, siempre intentó hacerle ver las cosas, pero ya que él también era serio, resultaba casi imposible que ella lo escuchara. Claro, la llegada de Paloma significó un cambio para ambos. Aprendieron un poco más a disfrutar las pequeñas cosas de la vida, hasta el punto en que Raúl dejó de intentar y la lanzó a que viviera la vida como debía ser. Aun así, existían demasiados secretos entre ambos, secretos que no solían compartían ni si siquiera con Paloma.

—Mamá —musitó Dominic y se sentó en su regazo.

Raúl lo observó con el ceño fruncido al tiempo que Evangeline lo abrazaba muy fuerte, casi ahogándolo, reprochándole lo mucho que la había preocupado. Ella tenía los ojos húmedos y se veía un poco pálida, pero terminó dándole un beso en la frente y diciéndole que estaba castigado, lo cual le parecía natural, aunque se quedaría un buen rato sin dulces…De igual forma, probablemente Raúl y Paloma le darían, como siempre.

—No vuelvas a hacer eso —murmuró Raúl enfadado. Dominic dejó de ser presionado con tanta fuerza y volteó a verlo. Raúl siempre le invitó a que hiciera travesuras, le dio dulces cuando  se supone que no podía. Él era la persona menos indicada para hacerle reclamos—. Sé lo que estás pensado, hay de casos a casos, Dominic. No confundas las cosas. No es lo mismo que yo te saque del colegio y te lleve al parque, a que te escapes.

—¿Cuál es la diferencia? —preguntó Dominic con desafío.

—Raúl… —murmuró Evangeline. Raúl hizo un gesto y ella se quedó callada.

—Que conmigo estás protegido. No sabes lo que podría haberte pasado a ti estando solo...

—No estaba solo —interrumpió rápidamente. Raúl pareció aún más molesto.

—Oh, no. Olvidaba que te fuiste con tu amiguito, que tiene la misma edad que tú —farfulló.

—Te estás pasando… —protestó Evangeline. Raúl la ignoró y siguió hablando.

—Fue irresponsable por tu parte, no sabías qué podría pasarles a ambos estando por ahí.

Dominic apretó los labios, su madre lo abrazó de nuevo muy fuerte. Él seguía mirando a Raúl, tal vez el hecho de que él jamás lo regañara hizo que fuera más duro porque sabía que tenía razón.

—No dijiste nada la vez que me escapé para hablar con Jared —susurró.

—Porque aquel día yo te llevé —dijo André que desde hacía rato se había sentado al lado de Raúl con los brazos cruzados—. Raúl lo sabía, lo llamé en cuanto me fui para que te recogiera. Ese día al menos pensaste en llamar a alguien. Hasta luego —suspiró apoyando las manos en la mesa y se retiró.

Dominic se quedó en silencio. Paloma volvió a bajar, le guiñó un ojo y le dirigió una sonrisa tranquilizadora a Dominic de forma discreta en cuanto vio a Raúl. Ella probablemente no comprendía muchas cosas de aquellos tres, pero al menos estaba ahí para cuando quisieran contárselo.


Dominic terminó de cambiarse de ropa mientras seguía admirando la habitación. Jared la había mandado a arreglar a escondidas y esa noche por fin se la había mostrado. La habitación tenía un montón de estrellas y planetas colgando en el techo que brillaban en la oscuridad, su cama parecía un carro y tenía un montón de juguetes nuevos, al igual que una biblioteca pequeña con muchos cuentos. Al principio Dominic no podía creer que era para él. Evangeline se había mostrado un tanto cerrada a la idea, pero no lo demostró frente a Dominic, sino que le regaló una de aquellas bonitas sonrisas que podían quitarle cualquier preocupación a quien la viera.

Bajó las escaleras y corrió a la salida. Jared y su madre estaban listos para salir, aunque ella tenía cara de querer asesinar a Jared.

Dominic estaba muy nervioso, Jared les dijo que su hermana estaba en la ciudad con su familia y querían conocerlos. Tenía miedo de que no les agradara…


Se bajaron del auto, Jared parecía resignado cuando introdujo la llave en la puerta y abrió. Dominic quedó medio oculto entre ambos adultos mientras entraban y se hubiera quedado así si no fuera porque Jared lo cargó.

—No te preocupes, mi familia es muy buena —aseguró.

Un torbellino de cabello negro y ojos grises se agarró a las piernas de Jared, casi haciéndole perder el equilibrio.

—Hola, Luc. ¿Cómo estás, mi sobrino favorito? —preguntó sonriendo.

—¡Soy tu único…! —replicó el niño, pero se quedó helado al ver un niño extraño agarrado al cuello de su tío. Frunció el ceño de inmediato—… Entonces es verdad que te casaste —balbuceó el infante. Una mujer que se parecía mucho a Jared salió de una de las habitaciones y les regaló una sonrisa de bienvenida—. Y que tu esposa tiene un hijo y ahora también es tuyo…

Evangeline se puso tensa. La mujer fijó sus ojos en Jared, que a su vez los fijó en Evangeline. Los adultos se quedaron mirándose, Luc esperaba una respuesta y Dominic sentía que el corazón se le apretaba.

—Sí —dijo Jared finalmente—. Dominic ahora es mi hijo también.

Dominic miró a otro lado, tenía una pequeña sonrisa en la cara.

—Un placer, soy Suzanne —saludó tendiéndole una mano a Evangeline. Ella le correspondió el saludo y le tomó la mano para no ser grosera, aunque no se esperó el pequeño tirón que le dio para que saliera de detrás de Jared—. Luc es mi hijo y mi esposo, Charles, nos está esperando en la cocina —comentó sonriendo—. Tú debes ser Dom. —Dominic hizo un gesto de mano para saludarla. Suzanne le plantó un beso en la mejilla que hizo que se sonrojara—. Tienes unos muy bonitos ojos, así como los de tu madre.

El infante esbozó una sonrisa avergonzada y se rascó la mejilla.

La mujer se parecía mucho a Jared, los mismos ojos y nariz, aunque el cabello de ella era un poco más oscuro, pero no llegaba hasta el negro de Luc. El niño lucía los ojos de su madre, solo que ella se mostraba seria, pero cordial, mientras que los del niño normalmente rebosaban de alegría.

Luc frunció el ceño y se abrazó fuerte a las piernas de su tío cuando Jared bajó a Dominic al suelo.

—Vayan a jugar un rato mientras servimos la cena —murmuró Suzanne.

Los adultos se fueron a la cocina mientras que ambos niños se quedaron ahí. Jared volvió la cabeza para verlos, le extrañaba el comportamiento de Luc, usualmente el pequeño pegaba muchos más saltos inquietos a su alrededor cuando lo veía.

—Déjalos, estarán bien —susurró Suzanne y los metió a ambos a la cocina, que estaba al final del pasillo.

—No me agradas, mi tío Jared es mío y punto —renegó Luc empujándolo. Dominic se tambaleó ligeramente. Luc tenía apenas tres años, no era como los niños de su colegio. Además era familia de Jared, él dijo que ahora es su papá, ¿pero y si no lo pensaba de verdad? Luc volvió a empujarlo y estaba tan confuso que cayó al suelo.

—¡Hey! ¿Qué pasa? —interrogó Jared que no se había quedado tranquilo.

Luc lo observó enfadado y corrió por las escaleras.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Capítulo 19: Travieso tiempo


Gregory se pegó a la pared, se asomó a la esquina. Un carro pasó, así que se abalanzó sobre Dominic, que caminaba tranquilamente por la calle desierta, ambos rodaron por el suelo hasta quedar ocultos por un basurero.

—Eso estuvo muy cerca —murmuró Greg con su voz de súper espía. Dominic se sobó la cabeza, se había golpeado con el basurero—. Tendremos que tener más cuidado o podrían descubrirnos —musitó muy bajo. Dominic rodó los ojos, se sacudió la ropa y se levantó, empezó a caminar como si nada por la acera—. ¡Dom, ¿qué acaso estás loco?! Nos descubrirán —protestó jalándolo para que se pegara a las paredes como él estaba haciendo. Miró para todos lados, fijándose en que nadie los estuviese siguiendo.

Un perro, que llevaba un buen rato emitiendo gemiditos tristes  mientras veía a los niños, se salió del jardín de sus dueños, fue tras los niños y empezó a ladrar.

—¡Oh, no! Nos han descubierto ¡Retirada! —exclamó Gregory muy alto y le agarró la mano para correr.
El cachorro creyó que estaban jugando, así que corrió tras ellos.

—¡Vete a casa! —espetó Dominic deteniéndose. Gregory siguió jalándolo. El cachorro ladró de nuevo a modo de protesta, se movió a un lado y a otro, invitándolos a jugar—.  ¡Vete! —repitió, el perro bajó la cola y dio media vuelta, a medio camino volvió la cabeza y agachó las orejas. Dominic se cruzó de brazos y el perro corrió a su casa de nuevo.

—Hubieras dejado que nos persiguiera, era más divertido creer que los perros de nuestros enemigos nos seguía —refunfuñó Gregory cruzándose de brazos. Dominic negó con la cabeza y siguió caminando.

—No importa, igual ya llegamos —replicó mirando a través de las rejas.

Al no ver a ninguno de los jardineros o vigilantes, se escurrió entre los barrotes.

—Parece una cárcel muy sofisticada —comentó Gregory siguiéndolo—. Yo no podría vivir en un lugar así. Mamá quería comprar una casa en este barrio, pero entonces yo le dije que no quería, le hice una pataleta y hablé con papá, ambos se pasaron un buen rato hablando en la oficina de mi padre mientras yo jugaba a matar aliens, aunque si escuché un par de cosas y… —Dom le tapó la boca al ver uno de los vigilantes, de igual forma no sirvió de mucho, porque Gregory siguió hablando, aunque sus palabras no eran más que balbuceos incomprensibles.


Evangeline miraba el cielo mientras Paloma tocaba la guitarra, la música de ella siempre la envolvía en una nube de ensueño, la tonada era suave y de repente tomaba fuerza para volver a caer, pero casi siempre terminaba con un «sol» como se supone que terminaba la vida, recordando los días sencillos, al menos eso era lo que pensaba Paloma.

—¿Dónde está Dominic? —interrogó Paloma apareciéndose frente a ella. Evangeline parpadeó confusa, preguntándose desde hace cuanto su amiga estaba allí.

—En la fiesta de un amiguito —contestó revolviendo la poca gaseosa que quedaba en su vaso—. Voy a recogerlo en un rato y luego iremos al parque —balbuceó.

—¿Te pasa algo? Te ves desanimada y cansada ¿hace cuánto que no duermes? —preguntó cogiéndola por las mejilla y mirándole los ojos demasiado fijo.

Evangeline trató de rehuirle la mirada, pero era demasiado difícil.

—Siempre te pasa en esta fecha ¿por qué? —Evangeline se quedó callada y su mirada se tornó un tanto oscura y triste. Hizo una mueca al sentir el celular vibrar, pero lo agradeció porque al menos tenía una excusa para evadir a Paloma—.  Hola… ¿Qué Dominic qué? —exclamó atónita y se levantó como si la hubieran pinchado, pero palideció en un instante y estuvo a punto de caerse al suelo.

—¿Qué pasa? —inquirió al ver que ella se tapaba la cara con una mano mientras la otra sostenía el celular, pero le temblaba.


Anthony le lanzaba papelitos a Jared mientras la persona que estaba al otro lado del celular le hablaba, Jared lo fulminó con la mirada cuando el sexto papelito le golpeó la frente.

—Infantil —reprochó enfadado y volvió a agachar la mirada para seguir escribiendo. Otro papelito—. ¿No tienes nada más que hacer que no dejarme trabajar? —preguntó irritado. Como respuesta recibió otro papelito. Cogió las bolitas que su amigo le había lanzado previamente y se las tiró.

—¿Qué están haciendo? —interrogó una voz que les congeló el alma a ambos. Jared miró la puerta muy despacio, al ver a las dos personas que estaban en la puerta sintió que el alma se le salía del cuerpo.
—¡Tio Jared! —gritó su sobrino muy feliz.

—¿Suzanne? ¡Se supone que estabas de viaje! —protestó Jared mientras su sobrino le jalaba el pantalón, demasiado inquieto, como era natural en él.

—Estaba, pero en vista de qué no me has contestado ni tampoco a papá y que me han llegado ciertos rumores… decidí venir a verte —contestó impasible—. Hola, Anthony —saludó.

—¿Ni una sonrisa? —preguntó riendo y se acercó a ella  para abrazarla, la hermana de Jared le devolvió el abrazo y le regaló una pequeñísima sonrisa.

—Eso es solo contigo —murmuró el niño que por fin había conseguido su cometido y Jared lo tenía cargado—. Con mi papá siempre sonríe mucho. —El pequeño pegó un gritó cuando Jared lo cogió como un costal.

—¡Jared! Ten cuidado podría caerse... —renegó acercándose a su hermano y cogió al niño—. Luc, ve con Anthony, él te comprará un helado mientras yo hablo con tu tío.

Al pequeño le brillaron los ojos al escuchar y salió disparado hacia la puerta.

—¡Muévete! —exclamó el niño.

—No lo pierdas de vista —ordenó Suzanne. Anthony enarcó una ceja, incrédulo del descaro de ella, no sabía desde cuando se había apuntado para ser niñero, mucho menos de Luc—. ¡Anda, ya se ha subido al ascensor! —proclamó señalándole el camino. Anthony dio media vuelta, mascullando algo y se fue tras el niño, que por experiencia propia sabía era una pesadilla—. ¿Cómo es eso de que te has casado? —inquirió apenas Anthony cerró la puerta de la oficina.

Jared suspiró, ya se lo temía.

—Me he casado, su nombre es Evangeline, tiene un hijo y eso es todo —murmuró jugando con una pelota anti estrés que le había regalado Anthony cuando su padre se fue de viaje, dejándolo al mando.

—Ya  ¿desde cuándo, si es que se puede saber, tenías novia? Solo me fui dos meses. ¿Me vas a decir que en esos dos mese te conseguiste una esposa?

—Sí —respondió sencillamente.

—¿Qué hiciste, Jared? Sé que no eres lo suficiente tonto o iluso como para meterte con una chica que apenas conoces sin una buena razón —masculló cruzando los brazos

—Eso era lo que hacía mamá cuando quería sacarnos algo, en ti no funciona —bufó haciendo lo mismo. Empezó a caminar hacia la salida para escapar de su hermana.

Suzanne le agarró la oreja, aunque él era más alto, se la empezó a jalar. Jared trató de soltarse, pero era imposible porque empezó a jalarla más fuerte, odiaba cuando su hermana hacía eso.

—Suzanne, ya no soy un niño —protestó indignado,  pero ni así lo soltó.


—¿André, estás enfadado? —preguntó Dominic tratando de mirarlo a través del espacio de los asientos. André había subido a ambos niños al auto sin que nadie los viera, después de haberlos pillado en el jardín y ayudarlos a colarse en la oficina de George, trató de sonsacarles que era aquello que tanto querían, pero solo logró saber que se habían escapado.

—¿Por casi provocarle un infarto tu madre y a la de tu amigo? Qué va.  Los que deben estar enfadados son sus padres —replicó encogiéndose de hombros mientras conducía—. Siéntate y abróchate el cinturón —riñó.

—Nosotros ya le explicamos que estábamos en un plan súper secreto y no podemos revelar nada de nuestra misión súper secreta —murmuró Gregory mirando a los lados como si los estuviesen acechando. André esbozó una sonrisa mientras Dominic negaba con la cabeza, Gregory era tan teatrero—. Nuestros enemigos podrían haber puesto micrófonos o usted puede ser uno encubierto.

—Eso no va a salvarlos del castigo —reprendió. Ambos niños se encogieron de hombros. Gregory estaba casi seguro de que probablemente sus padres no se había dado cuenta de su desaparición y lo de Dominic no se habría sabido si André no hubiese llamado a Evangeline luego de completar la misión.

De igual forma lo importante era que el sobre que Dominic necesitaba estaba guardado en su pantalón esperando a ser leído en la noche, aunque no fuera muy bueno leyendo, cuando su madre estuviera dormida y no hubiera moros en la costa.

André se encargaría de llevar a Greg a su casa y luego a Dominic al restaurante de Raúl, donde Paloma y  Evangeline ya estaban esperando. Tal vez cuando le avisó a Evangeline no debió empezar con aquel tono bromista para calmarla, lo más posible es que se pusiera más nerviosa de lo necesario. A los niños no les llegó a pasar nada, lo que había sido una suerte, pero estaba seguro que Dominic se sentiría mal al ver a su madre y dejaría de hacer aquellas escapadas que tan nerviosos ponían a todos.

 

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