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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Capítulo 13: Vida nueva


—Jared —escuchó. Miró a los lados confundido cuando sintió un tirón en el pantalón y bajó la cabeza. Sonrió a la imagen de Dominic con su pijama de autos y el conejo de peluche sostenido por la oreja.

—Hola, Dom —musitó agachándose para estar a su altura.

—¿Dónde estamos? —preguntó el niño que aún no se había despertado completamente y no hacía más que frotarse el ojo intentando quitar el sueño.

—Ésta va a ser tu nueva casa, Dom —contestó en un suspiro acariciándole el cabello—. Vamos a vivir aquí tu madre, tú y yo. —Dominic lo miró y esbozó una sonrisa feliz—. ¿Te gusta la idea? —Dominic asintió eufórico.

—¿Entonces se casaron? George me dijo que mamá lo haría, pero no sabía si era verdad, porque además tú podías arrepentirte a último momento —dijo el infante hablando muy rápido y dando saltitos inquietos alrededor de Jared.

Jared sonrió mirando la alegría del niño, aunque empezaba a marearlo. Prefirió cogerle la mano y llevarlo a la cocina. El pequeño estaba demasiado ocupado fijándose en todo lo que veía para prestar atención a lo que sea que Jared estuviese cocinando.

Fue a la sala donde estaban unos bonitos sillones de color crema, una mesita de vidrio al lado del sillón de dos cuerpos, en la mesita reposaba un florero con rosas blancas. Un cuadro de un paisaje cerca de la chimenea…

Subió al segundo piso, tenía cuatro habitaciones, un baño al final del pasillo y otro al que se entraba por la habitación de Jared. Volvió a bajar, abrió cajones, movió y volvió a acomodar cualquier cosa que le pareciera interesante, desde las porcelanas chinas  hasta algunos papeles en el escritorio ubicado en el estudio.

Dominic vio algo que brillaba y se movía, así que lo siguió, el objeto rodó hasta la cocina, chocó contra los asientos del comedor y paró, así que gateando se metió entre los asientos. Jared dejó los platos en la mesa, observó los pies de Dominic moviéndose  bajo la mesa.

—¿Dom, qué haces? —interrogó Jared.

—Nada —contestó agarrando el pequeño objeto. Se lo metió al bolsillo del pijama y gateó para salir.
Dom sonrió, se subió al asiento y empezó a comer el sándwich.

—Me hubiese gustado poder hacer algo mejor, pero no hay muchas opciones —murmuró Jared. Tendría que ir a mercar, lo cual siempre le pareció extremadamente aburrido.
Suspiró pensativo, era un tanto raro estar sentado junto a Dominic, saber que Evangeline andaba en una de las habitación de arriba profundamente dormida y que de ahora en adelante viviría con ellos.

—Está rico —replicó Dom con seguridad infantil. Jared sonrió, no debía ser muy difícil para un niño hambriento pensar que estaba rico. El infante cogió la taza de chocolate con ambas manos y se lo tomó de un trago—. Gracias —musitó satisfecho limpiándose el bigote.

—De nada —respondió cogiendo ambos platos.

Dom se paró en la silla y apoyó las manos en la mesa, empezó a mover los pies, provocando que el asiento se moviera de adelante a atrás.

—¿Jared, sabes jugar futbol? —interrogó mirándolo lavar los platos.

—Cuidado, podrías caerte. Sí, sé jugar futbol. Tendríamos que conseguir una pelota si quieres jugar. Tengo una en casa de mis padres…

—¡Yo tengo la mía aquí! —exclamó Dominic saltando del asiento, lo cual provocó un ligero «toc» cuando se equilibró de nuevo, se retiró de la cocina en un tropel de pasos apresurados. El retumbar de los escalones cesó cuando llegó al piso de arriba.

Dominic entró de puntillas en la habitación, se metió debajo de la cama en que estaba su madre dormida buscando a tientas el balón, las cortinas no dejaban pasar la luz de la mañana. Cuando lo agarró salió y cerró la puerta con cuidado. Se fue abajo y se dirigió al patio donde Jared lo esperaba.

El patio era bonito, no era enorme como el George ni tenía plantadas tantas flores, sin embargo tenía un encanto especial con las enredaderas formando una red de flores en las columnas, los arbustos llenos de botones a punto de abrirse y algún pajarito que cantaba en el árbol de la esquina del patio.

Jared le sonrió e hizo un gesto para que lanzara la pelota. Dominic la pateó y ambos comenzaron un juego de pases que terminó en un partido el uno contra el otro.

***

—¡Dominic! —exclamó Evangeline desde la puerta.
El infante sonrió y corrió hacía ella, dio un salto y se le agarró a las piernas.

—¿Quieres jugar, mami? —inquirió con los ojos muy brillantes—. No te imaginas lo malo que es Jared jugando futbol —dijo Dominic riendo. Jared lo observó ofendido.

—Tal vez luego —contestó abrazándolo fuerte, le acarició la mejilla con cariño y le besó la frente

—Buenos días —saludó Jared. La chica emitió un saludo que más parecía un suspiro de resignación—. Fui yo quien te metió dos goles —replicó Jared jugando con el balón distraídamente.

—Te deje ganar —aseguró Dominic. Evangeline sonrió cuando Jared enarcó una ceja y se cruzó de brazos en espera de lo que diría Dom—. Además te aprovechaste de que eres más grande. En una ocasión me alzaste del suelo y no pude detenerte.

—Ya que Jared es un tramposo ¿qué tal si vamos a jugar con Raúl? —interrogó Evangeline cogiendo al niño de la mano.

—Pero si Raúl es aún más tramposo —protestó el infante dejándose llevar.

—Evangeline, espera quiero hablar contigo —murmuró Jared.

—Ve a bañarte —ordenó a Dominic. El niño se mordió el labio, ahí empezaba el problema ¿Y si los dejaba solos y su madre le decía que no quería nada con Jared? ¿Si aprovechaba que no habían desempacado para irse definitivamente? Negó con la cabeza y se sentó en el suelo, eso era lo más parecido que había hecho a un berrinche.

—No quiero. Ven conmigo —pidió. Al menos si su madre estaba con él no iba a pelear con Jared.

—Ve, Dominic —repitió. El niño se cruzó de brazos.

—Únicamente vamos a hablar —prometió Jared—. Todo estará bien.

—¿Entonces por qué no puedo escuchar?

—Porque no es algo que deban escuchar los niños. —Evangeline lo jaló y lo puso de pie, le dio un empujoncito para que siguiera el camino—. Hablaré con Jared y tú te irás a bañar y vestir. Ni se te ocurra espiarnos, ya te conozco —reprimió apuntándolo con el dedo y mirándolo sospechosamente.
Dominic los miró una última vez, con sus ojos de cachorro, antes de dar media vuelta y salir corriendo rumbo a las escaleras. Evangeline se volteó hacia él con una expresión de disgustada que Jared se sorprendió, su sonrisa había desaparecido y los ojos azules eran idénticos a los de George cuando estaba enojado.

—La verdad es que no quiero estar casada contigo, lo cual es bastante evidente. Si dije «acepto» es porque George tenía a Dominic, tiene a demasiados de la policía en su bolsillo como para denunciarlo, así que estaba atada de manos —masculló de brazos cruzados—. Así que éste es el trato: tú me quitas de encima a George y tú obtienes la empresa de mi padre que probablemente sea la razón por la que te casaste conmigo. ¿Todos felices? —preguntó al aire—. Sí —contestó a sí misma. Dio media vuelta para irse, pero Jared la cogió por el hombro. Se había quedado petrificado cuando ella empezó a hablar, sorprendido del cambio de actitud tan repentino.

—No me case contigo por esa razón —replicó—. Es algo que me gustaría explicarte.

—Pues no quiero escucharte —espetó soltándose—. Para mí no eres más que el lobo en entrenamiento de George. —Siguió el camino como si nada. Jared ni siquiera intentó detenerla, se había casado con una fiera en modo defensivo al menos… las veinticuatro horas del día.

2 Plumas:

mientrasleo dijo...

Bueno, es oficial. Me enganché.
Un beso

Eli dijo...

¡Que a la defensiva está Evangeline! Claro que es normal, teniendo un padre como George no confia en nadie, y menos si ese alguien trabaja para su padre.

Espero que Jared sea capaz de ganarse su confianza, seguro que si sigue siendo tan adorable con Dominic, consigue que Evangeline vea la verdad.

Un beso y estupendo capitulo.

 

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