—Entonces ¿te encuentras bien? ¿Superaste tu trauma? —preguntó Anthony con un aire burlón como si Jared fuese un niño muy crecido. En respuesta emitió un gruñido de enfado y siguió con su almuerzo como si nada.
—La verdad, ahora creo que fue muy mala idea contarte eso… —Sintió su silla moverse, un pisotón en su zapato. Decidió alzar el mantel y ver qué pasaba—. ¿Dominic? —preguntó. El niño lo observó sorprendido y con sus ojos muy abiertos, traía la ropa impecable aunque estaba gateando. Su cara era de estar en un buen problema—. Sal de ahí —pidió incómodo. El infante sacudió la cabeza—. Dom, las personas están mirando, debes salir de ahí. ¿Estás con tu madre? —Dominic sacudió su cabeza de nuevo—. ¿Con George? ¿Con tu padre…? —aventuró. El niño soltó una risita ante la última pregunta.
—No tengo papá —musitó asomándose debajo del mantel. Jared suspiró trémulamente, cansado y el niño se apiadó de él—. El mesero me llevará a una de las mesas, entonces George me verá y va a llevarme —objetó temblando y colocando de nuevo el mantel en su lugar—. No puedo dejar que George me vea —explicó intranquilo y se abrazó las rodillas—. Él está en el restaurante al otro lado de la calle. Solo espero que se vaya.
—Vale. — Jared se fijó en la acera del otro lado, precisamente George salía del restaurante, subió a un auto y se fue, probablemente a su oficina—. George se fue, es seguro que salgas. —El niño lo miró dudoso, pero finalmente aceptó. Se sacudió el polvo por si acaso y vio a Anthony que lo miraba curioso. Tal vez debió pensarlo mejor en un principio. Jared tal vez estaba ocupado con un socio y él estaba molestando… lo entregaría. Antes de que pudiera echar a correr Jared lo cogió por el hombro y lo sentó en el asiento a su lado, entre él y Anthony, que estaba al otro lado de la mesa—. Bien. Dominic, él es mi mejor amigo, Anthony. Anthony, él es Dom —presentó—. Es nieto de George.
Dominic hizo una mueca, pero los adultos no parecieron notarlo.
—Un placer —dijo Anthony extendiéndole la mano sobre la mesa. Dom la estrechó como si fuera algo que hiciese todos los días y sonrió—. Es un gusto conocerte, la otra vez no pudimos presentarnos. —El niño enrojeció, recordaba el accidente, aunque no tenía por qué avergonzarse. Anthony le guiñó un ojo de manera cómplice para que se calmara—. ¿Por qué te escondes de tu abuelo? —preguntó divertido.
Ahora sí hizo una cara de verdadero horror. Él jamás —de hecho, nadie que conociera la forma en que George lo miraba— juntaría «George» y «abuelo» en la misma oración. Claro que Jared solo los vio juntos una vez, así que puso una cara de extrema incomodidad y prefirió decir por qué estaba ahí.
—Mi mamá está trabajando. Raúl me sacó del jardín y más tarde me llevará al parque —explicó—. George siempre reniega contra mamá, usa cualquier cosa para echarle en cara lo joven e inmadura que es para criar un niño, si me ve aquí cuando debería estar estudiando la tomará contra ella cuando tenga que ir a recogerme en su casa —completó dando una largo suspiro y hundiéndose en el asiento. Jared enarcó una ceja ante eso. Anthony se dedicó a mirar el niño con atención. Ambos olvidaron el almuerzo. Jared debía ir a la empresa, pero le importaba más Dom, aunque no tuviera que ver con él. Anthony tenía que ir al hospital, como doctor su trabajo era curar heridas físicas, como persona no podía limitarse solo a eso.
—¡Dom! —llamó una voz. El niño la reconoció de inmediato y esperó que llegara hasta él—. Soy Raúl Lambert, dueño del restaurante. La casa invita por cualquier molestia o desastre que haya causado mi hijo —dijo nerviosamente corriendo la silla para sacar el niño. Dominic rodó los ojos al verlo.
Raúl lucía como siempre que su madre estaba a punto de asesinarlo. El cabello castaño, casi rubio, lo traía desordenado luego de habérselo revuelto, probablemente cuando descubrió que no estaba. Sus ojos negros iban de aquí para allá, rastreando que no hubiera Evangeline cerca.
—No he hecho nada malo, tú eres el que me perdió de vista, por lo que me vi obligado a esconderme. Y no eres mi padre —bufó el infante ofendido. Raúl colocó una cara de estar a punto de sufrir un infarto.
—No hay problema —habló Anthony con aire despreocupado—. En realidad ya lo conocíamos. —Raúl pareció relajarse ante eso—. Puede quedarse con nosotros a almorzar si es que no lo ha hecho ya —comentó al ver que los meseros lo llamaban.
—Si no hay problema… —murmuró agradecido porque odiaba tener que dejar al pequeño solo—. De todos modos, la casa invita. Tener que soportar al enanito así sea por un rato es suficiente pago. —Sonrió revolviéndole el cabello al niño, que refunfuñó ante la acción. Cambió su actitud de «padre nervioso» a una que parecía más la de un hermano mayor y se fue ordenando a uno de los camareros que los atendiera.
Los dos hombres voltearon a ver el niño al mismo tiempo, esperando una explicación.
—Raúl es el novio de Paloma, que es una amiga de mamá con la que vivimos —musitó jugueteando con los cubiertos sin mirarlos—. Es un buen negociante, pero en su vida personal es bastante despreocupado. Él y Paloma siempre me alientan a hacer cosas que mamá dice están mal, como comer muchos dulces o escaparme del jardín. —Sonrió ante eso—. A mamá la tratan como si fuese su hija y siempre la están regañando —añadió y dejó de ponerles atención cuando llegó el camarero con su comida.
***
Paloma dio un largo suspiró al ver a Evangeline tirada en el sofá de la sala como si ese fuese una cómoda cama, negó con la cabeza y le puso una manta encima, sabía que luego de que se quedaba dormida no volvía a despertar hasta que sonaba el despertador.
Fue a la habitación se que suponía compartía su amiga con su hijo, pero en realidad solo usaba los fines de semana o cuando lograba hacerla entrar en razón.
Evangeline siempre estaba haciendo algo, no podía quedarse quieta, desde que había nacido Dom hasta el sol de hoy consiguió las cosas por ella misma. Claro que recibió ayuda, pero porque no le quedaba más opción, como en el caso de Paloma que debía obligarla. Para ella seguía siendo la misma niña de dieciséis años que encontró en el parque envuelta en lágrimas y confesó estar embarazada.
***
Tres… Dos… Uno.
La alarma dio un pitido molesto, estiró el brazo para apagarla, ya estaba despierto, con sus cinco sentidos alerta desde hacía buen rato. No se sentía cansado a pesar de que solo durmió unas pocas horas. Usualmente se tomaba un buen rato antes de salir de la cama, pero considerando que ya llevaba tiempo despierto se deslizó entre las sabanas y se dirigió al baño.
No debió dejarse convencer por Anthony de ir a aquel bar, no tenía ojeras, pero sí se veía pálido. El celular sonó en alguna parte de la habitación, con pereza revolcó la ropa que estaba por ahí, debía estar en algún bolsillo de su pantalón.
—Hola —contestó cuando por fin lo encontró.
—Jared, nos vemos en el restaurante de siempre en dos horas —murmuró la voz adormilada de Anthony, pero no estaba solo, se oía una voz femenina—. Amigo, tengo que irme, me esperan —susurró y estaba seguro de que tenía una sonrisa de medio lado.
Jared tiró el celular a la cama, a veces le sorprendía que su amigo siendo doctor no se cortara a la hora del sexo. Anthony había madurado en muchas cosas, pero seguía poniendo sus poses de chico malo, revolviéndose el cabello negro descuidadamente, regalando sonrisas coquetas y usando sus ojos miel como en sus días en la universidad.
Miró el reloj una vez más antes de perderse en el baño, dispuesto a ir a la empresa y luego reunirse con Anthony.