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miércoles, 22 de junio de 2011

Capítulo 2: Evangeline

—No me agradan las personas impuntuales —dijo George fríamente al verlo entrar.

—Lo siento, he tenido un pequeño encuentro con su nieto…

—¿Dominic? —interrumpió el mayor. Jared asintió y lo vio tensar la mandíbula al tiempo que le hacía un gesto brusco para que se sentara—. ¿Qué hizo ahora? —interrogó, pero cuando iba a responder dijo—: Será mejor que vayamos al grano, he revisado el contrato y hay un término que quiero agregar. —Jared se quedó quieto—. Mi abogado redactará el nuevo contrato, desgraciadamente está de viaje y volverá en algunas semanas, así que habrá que esperar —zanjó levantándose dispuesto a irse—. El almuerzo ya debe estar servido…

—Creí que todo estaba discutido —protestó Jared parándose—. Si no es así me gustaría saber con qué no está de acuerdo y podemos arreglarlo. Daniel, puedo redactar el nuevo, no hay por qué esperar.

—Por esto no me gusta trabajar con jovencitos —refunfuñó George—. No tienes paciencia, muchacho, si hay algo que debes aprender es que las prisas nunca llevan nada bueno. Firmaremos el contrato, pero hay una nueva cláusula que mi abogado agregará. Si pasado determinado tiempo decides que no es satisfactorio, simplemente la cláusula se dará por vencida y punto. Ahora vamos al comedor —ordenó dando por terminada la reunión. Jared iba a protestar, pero irritado decidió callarse—. ¿Podrías, ahora sí, decirme qué hizo Dominic?

—Lo encontré en el jardín tratando de sacar un gato de entre los rosales.

George asintió sin sorprenderse y lo guió al comedor. Daniel, el abogado, se fue alegando tener una reunión con otro cliente.

—¿Dónde está Dominic? —preguntó una chica sin fijarse en Jared.

—Cierra la boca, Evangeline —gruñó George con mal humor—. Hay invitados. Tu hijo está por ahí salvando gatitos.

La chica lo miró con la cara roja de furia. Su cabello castaño le caía por la cara. Sus ojos azules —iguales a los de Dominic— miraban a su padre con furia contenida. Era una chica de estatura promedio que no pasaba de los veintidós años.

—Evangeline, él es mi futuro socio, Jared O’Conell. —Jared murmuró un «Es un placer» aturdido como estaba, porque aquella chica menor que él ya tenía un hijo de cinco años. Además él había crecido en una familia unida y por la manera en que padre e hija se miraban era evidente que no se llevaban bien—. Mi hija Evangeline —presentó sin preámbulos. La chica hizo una leve inclinación de cabeza que logró molestar a su padre—. Ahora almorcemos.

—Solo vine por Dom, me voy —susurró ella con frialdad.

—Nada de eso, te quedas a almorzar y es una orden —añadió cuando ella iba a decir algo—. Traigan al niño. —Mandó a una de las empleadas que dejó los platos de la mesa y se fue a cumplir la orden.

—Dominic tiene nombre —musitó ella irritada cruzando los brazos sobre su pecho al ver que George se sentaba y el invitado le seguía.

Él la ignoró y le hizo una seña para que se sentara a su lado.

Jared los observó anonadado, era por las miradas que se lanzaban podía decirse que se odiaban, la situación era bastante incómoda y deseaba irse, pero su futuro socio solo mandaba de aquí para allá y sabía no le agradaría la idea de que se fuera.

La tensión bajó un poco cuando la empleada entró con Dominic tras ella. Al infante se le iluminó la cara al ver a su madre, pero se contuvo de correr hacia ella cuando vio a George.

—¡Sabía que no era buena idea dejar a Dominic aquí! —rugió la chica en cuanto vio al niño. Lo habían bañado, tenía la ropa impecable y el cabello húmedo entre revuelto y ordenado. Sin embargo los aruñetazos en la cara y brazos eran suficientes para enojar a su madre.

—Si tu hijo es un desastre es porque no lo has educado bien —declaró George desinteresado.

—Al menos yo educó a mi hijo —replicó ofendida y acomodó el niño en su regazo.

—Y lo estás haciendo mal —criticó con el ceño fruncido—. Tienes una buena educación, pero te niegas a hacer uso de ella.

Evangeline bufó totalmente molesta y se dedicó a almorzar, esperando salir de ahí lo más pronto posible, aunque sabía que su padre no la dejaría marchar tan pronto.

***

Jared tiró la chaqueta a un lado, desabotonó la camiseta y la dejó en una silla, se tiró a la cama completamente frustrado. Aquel día había sido más que un fracaso, luego de ver como George y su hija se fulminaban con la mirada el uno al otro, Evangeline se fue alegando que debía ir a la universidad, llevándose a Dominic, que parecía estar acostumbrado a aquel comportamiento.

Durante el almuerzo el niño había permanecido callado, debido a una corta ausencia de George —debido a una llamada— el niño se entusiasmo y se abrazó a su madre contándole sobre el gatito y cómo se conocieron. Habló con él con una sonrisa pintada en la cara, su forma de expresarse era educada, se comportaba como todo un hombrecito aún con sus cinco años. Evangeline lo escuchaba atenta a todo lo que decía e incluso sonreía.

Sin embargo, cuando volvió George, todos se quedaron callados y no volvieron a hablar. Por fin luego de un rato, cuando creyó que George no lo creería un ingrato, pudo retirarse y huir a casa de Anthony, quien estaba furioso con él, pero se contuvo al ver la desesperación de su amigo.

Se hundió en su cama para dormir, Anthony lo aconsejó y trató como si fuera un niño traumado, le dijo que eso sucedía muchas veces en algunas familias, que no todos eran amorosos y cariños padres como los que él tuvo suerte en tener y luego de una copa de brandy lo envió a su casa a descansar.

***

Evangeline dio un suspiro resignado y siguió escribiendo en el computador como si no hubiera mañana, sabía que al día siguiente —ése, porque ya era más de media noche— podría dormir hasta tarde y pasar el día con Dominic, por eso mismo quería terminar eso que debía entregar el lunes, luego tendría que terminar el trabajo y…

—¡Basta! —chilló la voz de Paloma detrás suyo y cerró la tapa del portátil sin compasión. Ella dio un grito de pura frustración e intentó arrebatárselo, pero su amiga era más alta que ella, desconectó el aparato y lo puso en una estantería alta—. ¡Vete a dormir! —ordenó señalando el pasillo.

—¡No eres mi madre y estaba haciendo un trabajo de la universidad! —protestó con enfado—. Además no grites, despertaras a Dominic —recriminó cruzándose de brazos con enojo.

—No me importa. Terminarás esto luego y ahora vete a descansar —replicó y le dio un empujón para sacarla del estudio. Al principio se resistió, aunque no tenía mucho sentido porque contra su amiga no podría hacer nada. Finalmente, terminó por resignarse y se fue a su habitación.

—Mami —murmuró la vocecita balbuceante de Dominic. El niño estaba sentado en la cama y se frotaba los ojos—. ¿Por qué Paloma te gritó de nuevo? ¿Lo de siempre? —interrogó. Ella soltó una risotada, asintió y se acercó a él. Empezó a acariciarle el cabello castaño rizado con intención de volverlo a dormir, pero el niño no parecía estar muy de acuerdo porque empezó a hablar—. ¿Qué te pareció Jared?

—¿Por qué preguntas eso? —inquirió enarcando una ceja.

—No lo sé. Es que es raro. No malo —aclaró al ver la mirada de su madre—. Solo raro. Cuando me corté con las flores y el gato me aruñó me trató con cuidado, me recordó a cuando los papás de mis amigos los regañan y curan. —Evangeline se puso tensa, ya sabía por dónde iba esa conversación—. Cualquier otra persona se hubiera ido al ver que no pensaba renunciar a rescatar el gato. En cambio, él se quedo ahí y me regañó y todo —negó con la cabeza con resignación—. Él sería un buen papá si tiene hijos…

—Eso no importa Dominic —cortó acariciándole la mejilla—. No lo volveremos a ver. El señor O’Conell solo hace negocios con George, no tiene nada que ver con nosotros, es mejor que te vueltas a dormir —dijo volviéndolo a acostar en la cama y tapar con la cobija. Dominic frunció el ceño y cerró los ojos, molesto consigo mismo y la actitud de su madre, no con ella. Ella era muy buena, pero él quería tener un papá, así no tratarían mal a su mamá y tampoco dirían cosas de ella cuando los vieran jugar en el parque.

 

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