Para una correcta visualización de las letras, te recomiendo instalar esta fuente.

Para ver mi otro blog, mis proyectos y divagues AQUI
Para hacer cualquier otra pregunta AQUI

miércoles, 24 de agosto de 2011

Capítulo 10: Espionaje


Dominic ahogó un gemido de dolor cuando las espinas se le clavaron en la piel, oculto entre el rosal que daba a la ventana de la oficina de George.

Aquel día Raúl no pudo llegar a tiempo para recogerlo, como consecuencia para cuando llegó, George había enviado a uno de sus orangutanes por él, por supuesto todo era un trampa para que Evangeline se viera obligada a ir a la casa de su padre, quien estaba atrapada en la oficina de George, ambos hablaban a gritos, de los cuales muchos eran injurias de Evangeline a su padre.

—¡No voy a casarme con Jared O’Conell! ¡Ni con él ni con nadie! —exclamó con las mejillas rojas por la rabia.

Dominic se apretó contra la pared intentando no hacerse más daño.

—Ya veremos —replicó—. Aprenderás a las buenas o a las malas el lugar que te corresponde —murmuró sentándose en la silla detrás del escritorio, sacó un puro limitándose a observarla en silencio mientras lo encendía.

—¡Ya no soy una niña para que vengas a controlarme! —rugió observándolo con frialdad, la misma que le dedicaba su padre. Una de las cosas que muchas veces dificultó la convivencia de ambos es que podían llegar a ser igual de tercos. Claro que Evangeline no tenía la manía de controlar la vida de los demás como su padre.

George sabía que ella no se iba a echar para atrás en aquel momento así que hizo un gesto de mano para indicarle que podía irse.

Ella soltó un bufido rabioso y se retiró con un portazo. Dominic al escucharlo empezó a arrastrarse para salir de su escondite. Reconoció la voz de André, el jefe guardias de seguridad de George, quien aparte de eso podía considerarse su «mandadero» y secretario a medio tiempo debido a que era en quien más confiaba, aunque no lo consideraba su amigo, solo un empleado leal. Medía dos metros de altura y quién sabe cuánto de ancho, lo seguro es que a Dominic siempre le había parecido un orangután.

—Su hija no se veía muy feliz —comentó.

—No importa, tú ya sabes qué hacer. La boda será en tres semanas, no voy a esperar que Evangeline tenga oportunidad de escaparse —susurró con una mirada fría—. Cuatro días antes de la boda, ni más ni menos. Evangeline asistirá quiera o no.

—De acuerdo, señor —dijo con voz monótona. George era un gran jefe, aunque  no estuviera de acuerdo con la mayoría de sus decisiones.

Dominic se arrastró pasa salir de su escondite en cuanto oyó que la puerta se cerraba de nuevo, corrió hacia la puerta trasera de la casa, que daba a la cocina, para escabullirse hasta la sala, su madre ya debía estar buscándolo.

—¡Suéltame! —protestó el infante tratando de zafarse. El hombre lo inmovilizó tranquilamente—. ¡André, suéltame!

—No creo que quieras que tu madre se entere que estuviste espiando. ¿Qué acaso tu madre no te enseñó que espiar está mal? —inquirió burlón—. De hecho no solo está mal, ella se pasa la vida tratando de que crezcas como un niño normal, muy lejos de la influencia de George, y cuando no te dicen andas escuchando a escondidas cosas que no te corresponden.

—Eres el mandadero de George, no mi padre —refunfuñó cruzándose de brazos.

—Eres un niño malcriado —rió jalándole la mejilla. Sacó una piruleta del bolsillo y se la entregó—. Pórtate bien y no te metas en más problemas. —Dominic lamió el dulce sin dar muestras de escucharlo mientras se dejaba llevar.

André, al ser el hombre de más confianza de George, inevitablemente terminaba encargándose siempre de aquellos temas que George consideraba relevantes, pero molestos: Evangeline y Dominic. A ella la había conocido cuando tenía unos trece años, por entonces solo era otro más en el montón y se encargaba de ser niñero y chofer de las pocas veces en que ella estaba en casa, algunos fines de semana —en vacaciones de verano solía irse con sus amigas— hasta aquel en que nunca más se volvió a ir y meses después apareció Dominic en su vida, logrando por fin una pequeña luz en los ojos de la niña que solía sentarse en silencio en la parte trasera del auto mientras era llevada a alguna de las aburridas  reuniones de su padre.

Dominic siempre lo trataba de «mandadero», al menos desde que había aprendido a hablar, cosa que no había disminuido el cariño que le tenía por haberlo visto crecer.

—¿Sabes, André? Eres un mandadero…

—Eso ya me lo has dicho millones de veces —murmuró abrochándole el cinturón.

—Déjame terminar —protestó—. El punto es que eres amable así que no entiendo por qué sigues trabajando para alguien como George.

—Creo que hemos tenido esta conversación cientos de veces. Él puede ser un mal padre, un mal abuelo y en general, aunque le da mucha importancia a la familia, no le da la misma que a sus negocios, así que es un buen jefe.

—Está bien ¿podrías ir a buscar a mamá? Por favor —pidió. André se rió y le revolvió el cabello.

—No será necesario, ella ya viene —contestó. Evangeline dio un suspiró resignado.

—No tienes que llevarnos —musitó.

—Órdenes del jefe —dijo dándole un pequeño empujón en el hombro para que entrara al auto.

***

—¿Estás seguro de que vas a seguir con esto? —preguntó Anthony una semana después de que hubiera firmado el contrato.

Jared se frotó la sien con molestia, siempre que le hacía esa pregunta empezaba a sufrir de dolor de cabeza.

—¿Ya se lo dijiste a tu padre y a tu hermana? —interrogó con una sonrisilla burlona, sonrío más cuando su mejor amigo colocó una cara de estar a punto de sufrir un infarto—. ¿Qué, acaso vas a casarte sin decir nada? —inquirió rodando los ojos—. ¡Imposible! —balbuceó al ver la cara de tremenda culpabilidad de Jared—. Tienes que estar loco, van a darse cuenta tarde o temprano, ¿qué les dirás cuando lo sepan, eh?

—Ya sé me ocurrirá algo —contestó moviéndose inquieto en el asiento.

—¿Qué te casaste en Las Vegas? —bufó Anthony levantándose.

—Pues no lo había pensado, pero es una buena idea.

Anthony se fue a la cocina rodando los ojos. Jared aprovechó para dirigirse a la habitación de invitados. Se quedó en la puerta sin poder hablar al ver la chica que dormitaba en la cama. Escuchó como algo se rompía.

—¿Qué acaso esa no es…? —Anthony se apresuró y lo cogió por la espalda, le tapó la boca con una mano y lo sacó, cerró la puerta con cuidado y terminó de arrastrarlo hasta la sala—. ¡Anthony! —llamó enfadado al ver que su amigo se iba a la cocina.

—Cierra la boca —replicó hablando en susurros—. Y sí es ella —renegó al notar el tonó que había usado.

—Dijiste que no querías volver a saber nada de ella, que la odiabas, que era una traidora… —Anthony lo calló con impaciencia.

—Sé lo que dije, pero me pidió ayuda y bueno…

—¿Y la ayudarás después de lo que hizo? —balbuceó estupefacto. Anthony lo observó impasible.

—Sí —respondió finalmente.

—Y luego me dices que yo soy el estúpido —suspiró—. En todo caso dime si necesitas desahogarte o que alguien te vigile cuando te emborraches porque ella te clavó el cuchillo en la espalda.
Anthony se encogió de hombros, conteniéndose de replicarle.

—¿Sabes? Somos unos idiotas con las mujeres —susurró Anthony y su amigo se echó a reír.

1 Plumas:

Eli dijo...

Ooohh que bien, si que son idiotas con las mujeres ^^ Me gusta el "mandadero", parece amable. Ya suponía que la reacción de Evangeline sería ruidosa, ¿que hará Jared con ella? Estoy deseando descubrirlo.

Un beso

 

Template para blogger por May Abiatti para Plumas Azules