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miércoles, 2 de febrero de 2011

Capítulo 20: Huir, volver y recordar…

Desde aquel día en las escaleras, Christopher evitó hablar con David. No se sentía muy seguro de lo que estaba pasando a su alrededor y mucho menos sobre Aranel, por lo cual se había ido a casa de sus padres. Se sentía culpable porque en el fondo —de alguna manera— llegó a buscar a Catherine en su amiga. A pesar de que eso había sido de manera inconsciente, no era algo que ella se merecía, en realidad, ninguna de las dos, se parecían, no podía negarlo, pero ambas eran personas completamente diferentes a la vez.

David ni siquiera intentó a cercarse a Aranel, y ella no hizo nada para hablar, ya le caía bastante mal y el que intentara alejarse era lo mejor que podía hacer. Estaba cansada que cada vez que se encontraran pasara algo parecido, no era el primer beso entre ambos y el fastidio por aquellas insignificantes cosas comenzaba a notarse hasta por los poros, lo mejor era no verlo.

—Cálmate —susurró una vocecita desde el rincón de la habitación mientras Erika daba golpeaba su lápiz contra la mesa de madera.

—Tú lo dices porque eres el que ordena mientras yo tengo que cuidarlos a todos —replicó la niña—. ¿Por qué acepté hacer esto? —preguntó a la nada.

—Porque eres una niña buena… —La infante le fulminó con la mirada antes de que se atreviera a decir algo más.

Bryan rió y decidió que lo mejor sería irse o le pillarían, se despidió de su hermana con una sonrisa y desapareció. Erika suspiró, le encantaba estar con su hermano y a veces preferiría que no se marchara, pero las cosas debían ser así… él era lo que era y ella… ella también.


Aranel estaba en una de sus clases, contando los minutos para que el aburrido profesor dejara de hablar. Cuando por fin lo hizo se levantó y salió del salón de clase sin despedirse de nadie. Tenía que ir a trabajar.

Escuchó el sonido de un claxon. Christopher le sonrió desde el auto. Algo sorprendida se acercó con paso seguro, aunque sin responderle la sonrisa, ella no sonreía.

—Creí que estabas en casa de tus padres —comentó subiéndose y revisando alguna cosa en su celular.

—Lo estaba —contestó empezando a conducir—. Tuve que regresar.

—¿Por qué? —interrogó con curiosidad.

—Trabajo.

El resto del camino fue en silencio, hasta donde ella sabía su amigo no trabajaba y aquello no hizo más que confundirla más, pero no preguntó nada, la curiosidad era algo que sabía controlar muy bien.


—¡Maldición! —gruñó David cuando una de aquella horribles criaturas le mordió la pierna. Era de noche lo cual de dificultaba bastante la visión.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Jonathan al verlo.

—Estoy cansando —contestó. Juntó energía en sus manos, sabía que si hacía aquel hechizo quedaría débil y su amigo tendría que llevarlo a casa, pero al menos ahuyentaría todas las criaturas y podría alejarlos.

—¡Estás loco! —gritó el chico cuando vio lo que estaba a punto de hacer—. ¡En el estado en que estás podría matarte! —reprochó, pero era demasiado tarde, el hechizo estaba completo. Se tapó los ojos con las manos cuando una gran luz se extendió por el callejón.

Una figura encapuchada sonrió al ver aquello y protegió los monstruos que había invocado. Así todas aquellas criaturas resultaron ilesas y continuaron allí, el hechizo de David fue por nada.

Jonathan se apresuró a proteger a su amigo con un escudo mágico cuando vio aquella persona.

—Tu amigo es un idiota. —Soltó una carcajada al decir eso y ordenó a las criaturas atacar.

Sin más opciones, Jonathan pasó un brazo de David por su cuello y luego de acumular la energía suficiente desaparecieron.


Christopher miró sorprendió aquella explosión de luz, reconoció uno de los ataques de David. Tras un breve destello dos personas aparecieron frente a él envueltas en humo y con manchas de sangre.

—Ayúdanos —tartamudeó Jonathan antes de caer al suelo inconsciente.

Suspiró resignado y extendió la palma de su mano para curarlos. Agradeció mentalmente que Aranel estuviera con Mailen en el cine.


Sentía que su corazón estaba siendo estrujado por una fuerza invisible, su respiración se convirtió en un jadeo, las piernas le fallaron y cayó al suelo. Mailen se agachó a su lado preocupada. Cerró los ojos y se hundió en su mente.

Allí estaba de nuevo, en aquel barranco que su mente le decía conocía, la misma chica apareció frente a ella, pero esta vez no le pidió que se dejara caer, señaló detrás suyo y cuando volteó se quedó sorprendida al ver que había varias personas en el campo y parecía que estaban en medio de una lucha.

Observó confundida.

—Se acaba el tiempo —susurró la voz de la chica en su oído—. Se te está acabando el tiempo —repitió extendió la palma de la mano sobre su cabeza y tras un destello abrió los ojos.

—¿Estás bien? —interrogó Mailen al ver que su respiración volvía a la normalidad.

—Sí —contestó.


Cerró la puerta del departamento y miró a todos los que estaban en la sala.

—Hola —murmuró desde la puerta. David estaba dormido en uno de los sillones. Jonathan y Christopher charlaban, pero se callaron al instante—. Me voy a mi habitación —musitó caminado por el pasillo con una mirada de desconfianza.

Cerró la puerta tras ella y se tiró a la cama. Los recuerdos fluyeron como si fueran un río que estuvo estancado.


—Hola —saludó Mailen con una alegre sonrisa al verlo. Jonathan se la devolvió—. ¿Y mi hermano? —inquirió al ver que no venían juntos.

—Se quedó con Christopher —respondió nervioso.

La chica asintió y fue a retirarse, pero sintió como Jonathan le jalaba el brazo.

—Siento lo del otro día —balbuceó.

—No importa —replicó y fue a irse, pero Jonathan la abrazó y le dio un beso en la mejilla y se fue dejándola aturdida y completamente confundida.


—Eres un idiota, James —refunfuñó la chica mientras lo curaba. Emitió un quejido cuando ella apretó su brazo más de la cuenta. Le regaló una sonrisa burlona y ató la venda con un nudito.

—Tienes poca delicadeza y eso que tienes la apariencia de una muñeca —comentó riendo. Le dio la espalda para alejarse de él—. Eres una niña caprichosa —susurró viéndola irse.

—Tú un burro terco y no te digo nada —reprochó observándolo ofendida.

—Me lo estás diciendo ahora. —Se enfado al ver que tenía razón y le echó agua con un balde. Sonrió con altanería cuando él la fulminó con la mirada.

—Eres un idiota —repitió y se fue.

—Aún tienes que enseñarme los alrededores —dijo. Se volvió a él con absoluto odio, algo que le decepcionó, creía que se llevaban mejor, pero se equivocaba.

1 Plumas:

Unknown dijo...

perdon por no haber comentado antes.
Muy buen capitulo. quien es la chica???. Me has dejado con la itriga.
Espero ansiosa el proximo cap.
Que andes bien.besos

 

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