Se dejo caer en el sofá. Erika la tuvo corriendo de un lado a otro sin parar, aunque no fue la única porque luego de que Mailen terminara la historia, prácticamente la obligó a ir con ellas. Su hermanita a veces era imparable.
—¿Cansada? —interrogó Christopher con una sonrisa.
—Muerta, diría yo —replicó con ganas de dormir. Para su mala suerte la niña de ojos verdes salió del pasillo proclamando que verían una película.
—¡Quiero ver la del Rey León! —gritó a todo pulmón con una enorme sonrisa.
—Erika, tengo dolor de cabeza —susurró con los ojos cerrados. La chiquilla hizo un puchero infantil y se cruzó de brazos.
Empezó a darle pequeños empujones y jalones, sabía que con los ojos cerrados no haría efecto su técnica, tal vez abiertos tampoco, pero nada costaba intentar.
—Vamos, déjala dormir. Veré la película contigo —dijo Christopher riendo.
—Eso es genial, me voy a dormir —alegó Aranel levantándose y dejándolos solos.
Erika estaba a punto de ir tras ella, pero Christopher sonrió y encendió el DVD, enfadada aceptó, era de las pocas veces que podía estar con su hermana y todos se confabulaban en su contra para no dejarla estar. Bueno, tal vez era un poco dramática.
—¿Qué tanto hicieron? —preguntó con curiosidad mientras comía palomitas.
—Averiguar un poco más de lo que ha hecho James, ver películas, correr. Lo normal —respondió sin mirarlo.
—Él no es James, es David —recriminó, mas la niña lo ignoró.
Para ella siempre se llamaría así, aunque pasara el tiempo.
Erika saltaba de charco en charco y soltaba una risa cada vez que el agua salpicaba, sobre todo si mojaba un poco a su hermana que la miraba molesta, pero sabía que era incapaz de hacerle algo.
Sabía que su hermano ya no estaba con ella, por mucho que se empeñara en olvidarlo no podría y por más que buscara un reflejo de Bryan en la sonrisa de su hermanita, no sería lo mismo. Cerró los ojos, debía concentrarse y alejar esa tristeza que a veces la invadía, ella odiaba llorar, se sentía débil cuando lo hacía.
Se detuvo y se colocó alerta, no podía verlo ni escucharlo, pero sabía que estaba ahí, lo sentía. El cielo mismo se lo decía al oscurecerse de aquella forma. Se mantuvo alerta esperando que la presencia se revelara o al menos saber qué o quién era el objetivo.
La niña salió corriendo entre la multitud de niños que huían de la lluvia para llegar a sus padres. Intentó seguirla. Aranel quiso seguirla, pero no la veía por ningún lado
Su corazón latía acelerado, no sabía qué hacer, podía sentir el peligro retumbando en sus oídos. Cerró los ojos e intentó concentrarse. Aranel gritó su mente.
Miraba a todas lados nerviosa y empezó a correr nuevamente sin poner atención a lo que sucedía a su alrededor, finalmente chocó con alguien. Cerró sus ojos por inercia al estar a centímetros del suelo.
Una mano en su brazo hizo que se colocara de pie nuevamente. Un chico de cabello negro y revuelto, ojos azules y mirada profunda la observaba expectante.
—¿Erika? —Esa voz llego a su oído con suave murmullo, removiéndose inquieta se lanzó a los brazos de Aranel—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué escapaste?
—Debemos irnos, rápido —susurró inquieta bajándose y tomó su mano empezando a arrastrarla. La chica la detuvo por lo hombros. La niña estaba muy rara y sea lo que fuera le explicaría—. No hay tiempo, Aranel. Debemos irnos. Te lo contaré todo, luego —añadió al ver que no la soltaba.
Observó a su alrededor, tratando de sentir esa energía que la perseguía. David, al igual que ella la notó y, tomando a la mayor de una mano y la niña de otra, empezó a jalarlas donde algunos autos estaba parqueados.
—¿Qué rayos haces? —gritó Aranel furiosa.
—Salvar tu vida —contestó abriendo la puerta trasera del auto y Erika subió de inmediato y se abrochó el cinturón.
—No me subiré —replicó cuando le abrió la puerta del copiloto. El chico, que en ese momento no tenía paciencia para las paranoias femeninas, la obligó a subir y se puso al volante.
—Ponte el cinturón —ordenó cortante y ella con rabia obedeció.
Piso el acelerador a fondo, las llantas del auto chirriaron y el motor rugió con fuerza. David manejaba a máxima velocidad en la autopista. De un momento a otro empezó a andar entre callejones hasta que finalmente quedaron en uno sin salida y se obligó a frenar.
—¡¡¡Estás loco!!! —exclamó cuando se detuvo.
—Nos encontraron —informó la niña de ojos verdes saliendo del auto.
—Maldita sea. —Soltó un sonoro suspiro y bajó del auto.
—¿Cuál es tu problema? —preguntó la chica furiosa, tomando la mano de la niña.
David ignoró los gritos y puso la vista al frente esperando el ataque, un rugido bestial salió de una esquina oscura, tirándose sobre Aranel y obligándola soltar la manita de Erika.
Gritó con sorpresa y dolor cuando el enorme animal mordió su pierna derecha y con sus garras hirió el muslo, con un movimiento de cabeza la tiró contra una pared dejándola semi inconsciente. Erika estaba punto de abalanzarse sobre la criatura cuando David la apartó a un lado y lo atravesó con la espada, la criatura quedó a un lado de Aranel.
Ella observó esas garras filosas, el pelaje grisáceo desaliñado, los ojos rojos y el fétido olor que desprendía y tuvo miedo. Por primera vez desde hace años tuvo miedo, se llevo la mano al rostro, sus ojos estaban cristalizados y su boca temblorosa. Erika corrió hacia ella para abrazarla.
—Ya tranquila, todo acabó —intentó calmarla.
—No. Todavía no acaba, hay más —rebatió David convencido dándoles la espalda para fijarse alrededor.
David, al no sentir la presencia de más seres, se volteó a ellas agachándose junto a la chica para revisar la herida. Era horrible, brotaba sangre sin detenerse y unas manchas negras cubrían parte de ella, sacó un pañuelo le hizo un torniquete para evitar la hemorragia, luego revisó la herida en su cabeza.
El chirrido de unas llantas lo alertó y vio a Jonathan bajando del auto y acercándose a ellos.
De las sombras saltaron más de esas criaturas, ahogó un grito del susto y Erika, ya cansada de los seres de ojos rojos, dio un paso al frente. David intentó detenerla cuando la niña les envió una mirada siniestra y un aura de color verde emanó de ella, elevó sus pies del suelo y sacudió su cabello.
—¡¡Largo!! —gritó la infante con furia, las criaturas corrieron despavoridos mientras unas manchas rojas aparecían en sus pieles debido a pequeños cortes causados por el viento.
Erika cayó al suelo exhausta. Jonathan recogió su pequeño cuerpo y David tomó en brazos a Aranel, que se encontraba en un estado de shock al ver a su hermanita espantar esas horribles criaturas.
—Christopher me va a matar —renegó David cuando ella apoyó su cabeza contra el pecho.
En las sombras y atrapada en su mente podía escuchar gritos lejanos. Sentía que algo la quemaba.
—¿¡Cómo mierda pasó esto!?
—¡¡¡No fue mi maldita culpa!!! La niña llegó y sentí las presencias, no sé nada más. Las saqué del lugar para que no hubiera más heridos.
—Pero no cuidaste de Aranel y ahora está herida. ¡¡Pudo haber muerto!! —recalcó sus últimas palabras con rabia.
—¡¡No soy protector de nadie!! Hice lo mejor que pude —renegó.
Lo último que escuchó fue un portazo antes de volver a ser engullida por las sombras.
2 Plumas:
waw como se esta poniendo la cosa... muy bueno el capitulo y q valiente Erika!!! un besooo ;)
woooooaaaw! me encannto! que eran esas cosas? se pone cada vez mejor ame el capitulo!
que andes bien!
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