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miércoles, 23 de marzo de 2011

Capítulo 27: Depresión. Desesperación. Reacción

El campo de flores que tantas veces los vio reír juntos, se encontraba manchado de sangre, que poco a poco se limpiaba con la lluvia. James sabía que eran las lágrimas de los ángeles, lloraban la muerte de uno de los suyos, al igual que él lloraba el de la chica que seguía amando a pesar de que su alma abandonara aquel cuerpo frío e inerte que yacía entre sus brazos. Lloraba, lo hacía con desesperación, lloraban con la impotencia de no poder proteger a la persona más amada. Además, si ella no estaba, no tenía sentido fingir que era fuerte.

Aquel hombre, de rodillas frente a él también sollozaba con la cabeza gacha, su cuerpo convulsionaba cada vez con más fuerza. Era increíble que hacía tan sólo unos días fueran rivales por el amor de Catherine, aunque de diferentes formas y ahora… Ambos lloraban juntos. Cuando alzaron la mirada sólo lograron comprobar el dolor desgarrador que los carcomía a ambos por dentro, en aquel momento hicieron un juramento silencioso, iban a vengarse, la muerte de Catherine no quedaría así. Armand quería la venganza de su hermana y poco le importaba ser un ángel.



Frente a él estaba Catherine de nuevo, sabía que aunque estuviera soñando ella estaba ahí, podía sentir el olor a flores rodearlo, envolverlo y luego flotar a su alrededor. Sentía la calidez que sólo conseguía con su presencia, aunque simplemente fuera un vestigio.

Susurró su nombre. Sonrió, pero luego sus ojos se llenaron de tristeza.

—Prometiste no buscarme —musitó ella. Tragó saliva, porque desde que empezó supo que cuando la viera iba a reclamarle precisamente eso—. Me lo juraste por lo que más querías, aunque fuera por mí misma, era un juramento —balbuceó con ojos húmedos.

—Cruce los dedos —replicó intentado hacerla reír. Ella negó con la cabeza, por un momento vio pasar un brillo divertido por su mirada, pero se apagó de inmediato. Se acercó hasta él, al punto que el olor flores lo aturdió. Le acarició la mejilla con delicadeza, su tacto era como el pétalo de una rosa.

—No puede ser así por siempre, David. Catherine amó a James. James amó a Catherine. Tú no eres James —musitó—. Amas un recuerdo —dijo con tristeza y fue apartándose de él. Empezó a negar la cabeza frenéticamente sin poder creerlo y le cogió por el brazo, ella le miró con tristeza y firmeza a la vez—. Búscate un nuevo amor, olvídate de mí —susurró muy bajito y su brazo fue deshaciéndose, convirtiéndose en pétalos de flor. En el fondo apareció otra persona, abrió los ojos sorprendido al reconocer a su hermana. «¡Imposible!» se gritó a sí mismo.

Pero las flores rodearon a Mailen y finalmente terminó por desaparecer.



Christopher esperó con impaciencia que Aranel despertara, cuando lo hizo tenía más cara de estar muerta que de vivir en este mundo, recordó haberla visto así cuando sus padres murieron, en realidad se asemejaba, porque a pesar de que notaba la preocupación había algo más en su mirada, un brillo de esperanza.

A pesar de las protestas, ella fue a la universidad y luego al trabajo.



Estaba de nuevo ahí, en la cafetería, a pesar de que su corazón y mente estaban en otro lugar, buscando respuestas del paradero de su hermanita menor. Apoyó la mano en la barra, estaba distraída, su jefe había sido informado antes que ella. Christopher le pidió que no dejara que los tíos de ella se le acercaran o las cosas terminarían mal.

Ahora comprendía por qué el resto de los empleados la miraba con lastima, cosa que empezaba a fastidiarle, razones demás para no llorar ante nadie. Chasqueó la lengua con fastidio y colgó su mochila al hombro.

Caminaba por inercia, lo que ocasionaba que chocara contra las personas, varias veces le dijeron que debía poner cuidado, no escuchó.

—Cuidado —repitió una voz que ella conocía. Alzó los ojos y se encontró con David, tenía cara de no haber podido dormir. Alzó una ceja, tenía pésimo aspecto, casi tan mal como el de ella, miró su cabello despeinado y cuando él se pasó una mano revolviendo comprendió el porqué. Se miró a sí misma, sus puntas estaban enredadas, si no fuera porque lo tenía cabello liso estaría enmarañado.

—Pareces un vago —comentó con una sonrisilla burlona.

—¿Cuándo estás depresiva se te ocurre burlarte de mí? —inquirió con una mirada cansina queriendo pasar de ella. Por mero impulso Aranel lo siguió. El chico al notar que no se desharía de ella terminaron, sentados en el mismo banco que el día que salieron juntos, comiendo perros calientes.

—La vida es muy complicada —musitó él al dar la última mordida.

—Es la única que existe —replicó tranquilamente.

David la observó, se veía más calmada, se preguntó si era la misma chica que tuvo que dormir para que no entrara en un ataque de pánico porque su hermanita estaba desaparecida.

—Estás rara —balbuceó aturdido. Ella volvió la cabeza, sus ojos miel se clavaron en él.

—¿Rara? —inquirió enarcando una ceja—. Eso digo de ti, parece que te hubieran dado una mala noticia.

—Algo así —contestó—. ¿Qué harías si estuvieras enamorado, pero las cosas no son como crees? —inquirió. Necesitaba un punto nulo. Jonathan estaba enamorado de Mailen, ella era su hermana, por más que hubiera sido Catherine, nunca estaría con ella. Era como si la felicidad de de saber que ella estaba aquí hubiera sido desinflada como un globo al que pincharon con un alfiler. Se sentía cansado, porque buscó toda su vida algo que tuvo al lado y con quien no podría estar. Aranel puso una cara pensativa—. Toda mi vida enamorado de una persona con quien no puedo estar —balbuceó con gesto contrariado.

Ella se encogió de hombros, porque nunca se había enamorado, por lo tanto no podía llegar a hacerse una idea de lo que significaba amar a alguien. No comprendía como alguien podía pasar el resto de su vida con la misma persona.

David se rindió, porque a sus ojos ya nada podía ser.

Dos fantasmas los vigilaban a lo lejos, uno de ellos con una mueca de confusión, el otro con un gesto entre triste y divertido.

—No entiendo porque lo hiciste —confesó Bryan.

—Él debe enamorarse por sí mismo, no por un recuerdo, sí me hacía pasar por su hermana se olvidaría de mí —replicó encogiéndose de hombros—. Además, no sé de qué te quejas, tú obtendrás la ayuda que necesitas para sacar a Erika y yo usé mis poderes para calmar a Nel, ambos ganamos —explicó con convicción.

—No me gusta que usen a mi hermana —musitó.

Catherine se encogió de hombros y se fue del lugar. David podía ser tan idiota a veces.

 

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