Aranel nunca se había caracterizado por la paciencia, por eso en aquel momento, cuando Christopher le reclamaba por haber estado con una persona que más de uno le había dicho era peligroso, se cruzó de brazos y dejó ver una mueca de fastidio producida en sus labios. Christopher prácticamente le gritaba y ella sin soportarlo más explotó.
—¡Maldita sea, no soy tu hermana! —exclamó con las manos cerradas y eso fue como un puño en el estómago para el chico de ojos grises—. ¡Sé que te importa lo que me pase, pero estoy cansada de hacer lo que me dices como si fuera una niña pequeña! —Él apretó los labios y ella se masajeó las sienes—. Lo siento, pero tengo que salir.
Tomó su chaqueta, hacía frío y tal vez lloviera. Aquella brisa helada erizaba su piel y el vaho que salía de su boca ya era imposible de detener, aun así no deseaba regresar, quería ir al parque e imaginar que todo estaría bien, que su hermano la buscaría como cuando escapaba de casa.
Por eso se hizo en una banqueta esperando que el tiempo pasara, aunque Bryan no iría por ella. Suspiró con cansancio recordando el pasado, uno que no volvería y que se negaba a mostrar a quienes la rodeaban. Los juegos, llantos, peleas y risas pasaban una y otra vez por su mente, pero era algo que sólo le pertenecía a ella y que no compartiría con nadie.
—¿Por qué tan sola? Te escapaste de tu niñera —inquirió Alejandro frente a ella, no hizo ningún gesto, no le iba a temer, era un simple chico del que le dijeron que se alejara.
—Soy bastante grande para tener niñera —contestó con simpleza y echó la cabeza hacia atrás—. No te invité a sentarte —dijo frunciendo el ceño cuando lo sintió a su lado.
—Creí que el parque era publico —replicó rápido con una sonrisa cínica.
—Al menos sé que con este frío tus neuronas siguen funcionando —susurró cerrando los ojos.
—No deberías quedarte aquí y mucho menos con los ojos cerrados, no sabes qué clase de cosas aparecen en la noche —murmuró tomándole la mano. Intentó apartarla, pero él se lo impidió y la jaló para que se levantara—. Vamos a una fiesta —sugirió con una sonrisa tentadora en sus labios.
—No puedo, mañana tengo trabajo, odio las fiestas y tengo que regresar a casa… —El chico la besó dejándola aturdida antes de que dijera algo más.
—¿Quieres regresar con tu niñera? Te dará un regalo, eres joven, Aranel, vamos a vivir la vida. Si te van a castigar que sea por algo que valga la pena. Su voz era suave, aterciopelada e incitaba a cometer un crimen, además sus ojos de color chocolate la tenían hipnotizada, él sabía lo que era capaz de provocar y estaba poniéndole todo su empeño en hacerlo, la cogió por el brazo y la arrastró por el parque hasta su auto.
—Aquí hay mucho ruido —musitó resistiéndose a entrar. Pero Alejandro le dio un último jalón y la música resonó en sus oídos.
No era mucha la luz, de por sí sólo era un estrover que la enloquecía y le hacía difícil caminar entre la gente y a menudo se chocaba, pero Alejandro no soltaba su mano. Las luces intermitentes la estaba mareando y se golpeó contra un tipo, estaba a dispuesto a gritarla, mas al ver que le fruncía el ceño y lo fulminaba con la mirada la dejó en paz.
Estaba molesta, ni siquiera sabía por qué estaba ahí, algo le decía que se fuera. Alejandro casi no le estaba prestando atención y sólo la jalaba por el lugar, empezaba a desesperarse.
Poco y nada había notado del camino recorrido desde el parque al lugar de la fiesta, no sabía muy bien dónde se encontraba, pero de seguro si lograba soltarse del agarre del chico llegaría sin problemas a casa, a seguir aguantando los regaños y reclamos de Christopher, que ahora serían más.
El teléfono celular sonaba como loco. Christopher estaba demasiado ocupado en una partida de play contra David y Jonathan para contestarle. Quería ganarles, desde que llegaron que sólo perdía y era suficiente, le tocaba ser el vencedor aunque sea una vez y el estúpido teléfono lo desconcentraba, aun así se negaba rotundamente a responder, quizás era Aranel y no tenía ganas de hablarle, no después de lo que había hecho. ¿Acaso no entendía que sólo quería cuidarla? Suspiró con cansancio y notó que por estar perdido en sus pensamientos, volvía a perder.
—¡¡Contesta!! —gritaron ambos amigos cansados del ruidoso celular.
Los dos siguieron jugando mientras tomaba el celular de la mesa del comedor, era Erika, era un cien por ciento seguro que le gritara.
Se levantó con gesto cansado, sabía lo que le esperaba.
—¡¿Dónde estás?! El peligro suena en cada rincón de mi mente, te aseguro que no es lindo. Más te vale que en media hora hayas arreglado lo que sea que esté mal porque te juró que si algo le pasa a mi hermana ¡voy a cortar tu cuello! —exclamó y escuchó el “pip pip” indicando que habían cortado la llamada.
Erika no era una niña paciente y eso lo sabía desde el día en que vio a su mejor amigo con una pequeña de ojos verdes en brazos. Parecía un dulce angelito al ser tan pequeña, pero a medida que fue creciendo descubrió la verdadera niña tras aquella mirada, se parecía más a su hermano que a su hermana con aquella sonrisa enigmática.
No sólo eso, Erika parecía tener una extraña fijación con su hermana desde que apenas podía caminar, algo que se desarrollo con el tiempo y el exceso de que Bryan estuviera a su lado, si Aranel se fastidiaba porque Bryan la cuidara, mucho más cuando su hermanita se metía al colegio y alejaba a Alejandro de ella. Ambos estaban en absoluto acuerdo de que era peligroso.
—Eso no se oyó bien —comentó Jonathan dejando a un lado el control.
—¿Necesitas ayuda? —inquirió David con una sonrisa.
—Podría decirse —dijo en un suspiro.
Christopher sabía bien de qué era capaz aquella pequeña, él y el mismísimo Bryan le habían enseñado.
—Vamos de niñeros… —susurró David con una sonrisa, quería decirle unas cuantas cosas a Alejandro y averiguar un poco más por la razón que estaba ahí. Tomaron sus chaquetas y salieron del departamento rumbo a la calle, se montaron en el auto de Christopher y vagaron por varios minutos en la fría y peligrosa ciudad de Nueva York.
Los tres se separaron al llegar al lugar, iba a ser difícil encontrar una simple chica en un lugar lleno de adolescentes locos y algunos borrachos o drogados. Algunos se le acercaron a David con sonrisas atontadas en los labios y tambaleándose.
—¡Déjame! —escuchó que gritaron.
David salió al callejón y se encontró con Aranel a punto de saltarle encima a un hombre que estaba borracho, tenía las manos empuñadas y el hombre sólo estaba caído, se levantó y tambaleándose intentó acercarse a ellos. No se dio cuenta cuando su primo llegó, seguido de Jonathan, hasta que lo escuchó.
—¡¡Manuel!! —gritó Christopher y lo cogió por el brazo para que la dejara—. ¿Quieres matar a tu sobrina, idiota?
El hombre dio un paso atrás desorientado.
Aranel se soltó y caminó por la calle, sin importarle en lo más mínimo los chicos que había llegado. Sabía que Christopher iría por ella y prácticamente la arrastraría hasta el departamento, no le diría nada porque estaba molesta con él, o tal vez sí le diría algunas cuantas cosas por lo irresponsable que fue, escucharía mostrando atención a sus palabras, pero en el fondo sus pensamientos estarían en otro lado. Luego de eso, ambos se encerrarían en sus habitaciones, sólo volverían a hablarse cuando sus enojos pasaran. Algo típico en sus peleas, pero lo más pesado le tocaría a Christopher, debía darle todo los detalles de lo sucedido a Erika, aquella niña no lo dejaría en paz hasta que lo hiciera.
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1 Plumas:
haaaaaa quiero mas!! jaja buenisimo el capitulo! quien es alejandro?? y porque no lo quieren cerca de aranel??
Publica pronto. :D
Que andes bien,besos!
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