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miércoles, 6 de octubre de 2010

Capítulo 3: La pequeña de sonrisa misteriosa

—No necesito que me lleves a la universidad como si fuera una bebita —protestó enfadada.

—Da igual, vamos a la misma universidad. No seas ridícula y súbete de una buena vez —replicó Christopher sin prestarle mucha atención.

Subió de mala gana en el copiloto y él encendió el auto.

—¿Cómo te fue el viernes? —interrogó cuando un semáforo estaba rojo—. No te vi antes de que partieras —explicó.

—Bien, aunque creo que debo buscar un nuevo empleo —contestó secamente. Le bastó eso para esbozar una sincera sonrisa y negar con la cabeza.

Aranel no es que hablara mucho y menos cuando se trataba de los fines de semana. Muchas veces la había clasificado como: odiosa, cínica, egoísta y mucho más, claro que por darles el gusto y que no las juzgaran sin bases se comportó de esa forma. La cosa era que no la conocían, ella no se dejaba conocer.

—Y no, no quiero que me ayudes —dijo a sabiendas que tarde o temprano ofrecería su ayuda para buscar un nuevo empleo.

—Yo pensé que romperías el record, ya estabas durando mucho ahí —burló.

—Puede ¿qué no vienes? —inquirió al ver que la dejaba en la entrada, pero no bajaba del auto.

—No, iré a la cafetería y debo estacionar el auto —contestó con una sonrisa y la vio alejarse. Dio un suspiro cansado y apoyó su frente contra la dirección pero el sonido de su celular lo alejó de sus pensamientos—. Hola.

—Aranel no contesta el celular —musitó la voz al otro lado del teléfono.

—Le diré que lo encienda, ¿vale? —replicó más animado.

—De acuerdo, gracias. Por cierto, ¿puedo ir el fin de semana? Mis tíos saldrán y estaré libre. —La vocecita sonaba alegre y él podía imaginarse claramente como saltaba de alegría.

—Claro, jugaremos con mis video juegos y al escondite y también nos trasnocharemos viendo pelis y comiendo dulces, no pienso dejar que te regañe. —La persona colgó sin siquiera despedirse, encendió de nuevo el auto y se fue con una sonrisa.



—Odio esto —musitó sentándose en una de las blancas mesas de la cafetería.

—Míralo como tu oportunidad para pagar una buena renta y dejar de vivir conmigo —dijo Christopher con una sonrisa y le pasó la bandeja con una hamburguesa y malteada de chocolate.

—Para eso simplemente consigo otro empleo, lo que me recuerda que debo buscar uno —musitó, pero luego recordó que ya se lo había dicho.

—Sabes que no es necesario —comentó atendiéndose a que ella lo fulminará con la mirada—. Si trabajas es porque quieres. Yo puedo con los gastos del departamento…

—Da igual —cortó dándole una gran mordida a su hamburguesa.

—Así nunca conseguirás una cita —comentó David sentándose al lado de Christopher.

Aranel se atragantó al escuchar eso, sintió un dejá vu y una sonrisa melancólica se formó en su rostro.

—Yo… ya no tengo apetito. —Se levantó sin siquiera despedirse y se fue.

—No creo haber dicho algo malo. —Intentó defenderse antes de que su primo lo fulminara con la mirada o algo por el estilo.

—No te preocupes, no fue tu culpa, esta vez —replicó masajeándose las sienes. Tenía un horrible dolor de cabeza y aún no le había dicho a Aranel que tendría que irse.

—¿Cómo fue que terminaste saliendo con una chica loca y desquiciada que cree que la acosan? —interrogó David a su primo cruzando los brazos por encima de la mesa.

—Aranel no está loca —rió—. Es una historia complicada y no salimos, sólo es mi amiga. Una cosa es que te quiero ver bien lejos de ella —amenazó.

—Si claro, lo que no quieres competencia —bufó.

—No. Ella es como mi hermanita y a ti te conozco y no te quiero cerca de ella —susurró bajando la voz para agregar—. Viniste a buscarla.

—Sí y no pienso descansar hasta hacerlo —continúo decidido.

—Eres un idiota —musitó el chico de ojos grises—. Has desperdiciado muchos años de tu vida en una búsqueda que nunca terminará.

—Es mi vida, puedo hacer con ella lo que me dé la gana —protestó con desgano.

—Eso no te lo niego, pero me refiero es a que deberías hacer otras cosas —musitó con la mirada baja.

David se encogió de hombros sin darle importancia.

—No creo que te aguantes su carácter por nada —farfulló terco.

—Es más fácil que soportar un loco que busca algo que tal vez no encuentre. Ella es como mi hermana.

—Tú y yo sabemos bien quien es tu hermana. —El lanzó una mirada despectiva y se levantó.

—No pienso ayudarte. —Fueron sus últimas palabras.



—¡¡Aranel!! —gritó una voz lejana, pero sintió como la detenían por el brazo.

—Ah, eres tú —dijo decepcionada al reconocer a su ex compañera de trabajo.

—¿Podrías reemplazarme hoy? —interrogó con la respiración entre cortada por la carrera.

—Malas noticias, ya no trabajo ahí —respondió deseando irse.

—¿Renunciaste? —musitó asustada.

—No, pero luego de show del viernes dudo que me dejen volver —contestó caminando.

—No, no, no, no —renegó la chica caminando tras ella—. El jefe dijo que todo fue culpa del chico, además el otro habló para que no te despidieran, sigues trabajando.

—Que mal, yo ya me hacía ilusiones con que buscaría otro empleo. —La chica esbozó una mueca mientras la observaba irse, enserio que ella era rara. Maldijo mentalmente cuando recordó que no le respondió si la reemplazaba o no.

Echó a correr nuevamente en su búsqueda.



Christopher sacó su celular al sentir que vibraba en sus bolsillos. Un mensaje de Aranel.

“Al parecer sigo con mi empleo, por decepcionante que parezca. No me esperes”.

Esbozó a una sonrisa y se despidió de sus compañeros para contestar el mensaje mientras caminaba.

“Sólo tú te aburres por tener tu empleo.”

Tiró su mochila al asiento trasero y se sentó en el piloto, dejando a un lado el celular.

—¡¡Tonto!! —exclamó Aranel luego de que Christopher la abrazara por la espalda, asustándola—. ¿Qué haces aquí? —interrogó mientras atendía la mesa.

—Quiero un pastel de fresa y una Coca-Cola —contestó con una sonrisa a lo que ella frunció el ceño y cruzó los brazos.

—No me charles, viniste a vigilarme.

—No eres tan importante, Nel.

—No me llames así —replicó fastidiada ante el diminutivo—. Sabes que no me gusta.

—No quiero cocinar y punto, ahora a trabajar. Por cierto Erika vendrá el fin de semana —musitó antes de que se fuera. La observó irse con una media sonrisa, por un minuto creyó ver algo parecido a una sonrisa en ella.



Saltó para alcanzar el timbre, pero su estatura no la ayudaba para nada. Se cruzó de brazos enfadada, para su mala suerte no parecía haber nadie en el departamento de enseguida y no le contestaban el celular. Intentó de nuevo, estirando su brazo, tanto como su escaza altura se lo permitía.

—¿A quién buscas? —interrogó una voz a sus espaldas. Dio un saltito hacia atrás y observó a la persona frente a ella, con los ojos entre miel y verde, muy bonitos y curiosos le parecieron.

—Busco a Christopher y a Nel —contestó educadamente—. A ti no te he visto, ¿quién eres?

—Me llamo Jonathan, vivo aquí —señaló el departamento de al lado y se levantó—. ¿Qué hace una nenita tan pequeña sola, eh?

—Que mida un metro y veinticinco centímetros no me hace pequeña —contestó molesta y cogió su mochila de color rosa, que había dejado al lado de la puerta—. Soy muy alta comparada con las de mi clase, pero tú eres mayor.

—¿A dónde iras? —preguntó al ver que se dirigía a las escaleras.

—Ellos no están, tampoco Mailen, no pienso quedarme aquí. Iré a Coffe’s chesire, deben estar ahí —respondió

—¿No es más fácil bajar por las escaleras?

—No alcanzo los botones —masculló entre avergonzada y enfadada. Jonathan soltó una carcajada y le tomó la mano para acercarla al ascensor.

—Te llevo, no es bueno que una niña ande sola por las calles de New York.

—Y se supone que no debo hablar con extraños —replicó soltándose y las puertas del ascensor se abrieron dejando ver a Mailen.

—¡Mai! —La niña se zafó y corrió hacia ella.

—Erika, me alegra verte, ¿no están? —La pequeña negó con la cabeza y esbozó una gran sonrisa.

—Te invitaré un gran pedazo de pastel mientras llegan. Hola, Jonathan —saludó abriendo la puerta del apartamento.



—Oye, Aranel te tengo un regalo acá —murmuró recostándose en el marco de la puerta.

—¿Regalo? —Se asomó para ver a qué se refería y vio una niña jugando con el control del televisor.

—Hola —balbuceó tragando un pedazo de pastel más grande que su boca. Observó como la mayor fruncía el ceño.

—¿Dónde están tus zapatos? —preguntó al verla descalza.

—No sé —respondió tranquila. Aranel se adentró y Mailen fue tras ella para ayudarle.

Escuchó que tocaban el timbre y al ver que ellas no venían abrió la puerta.



Cuando la puerta se abrió se encontró con una pequeña niña de ojos verdes y cabello castaño, unos pasos apresurados se dejaron escuchar por el pasillo.

—Erika, ¿cuántas veces te he dicho que no abras la puerta así como así? —gruñó Aranel, con los zapatos en la mano—. Menos mal que sólo es el idiota de David, ahora ven, debo ponerte los zapatos. —Tomó la mano de la niña y la jaló al sillón.

—¿Quién eres, chico guapo? —preguntó la pequeña y la castaña soltó un bufido.

—Me llamo David ¿y tú?

—Te he preguntado quién eres, no cómo te llamas. Mi hermana ya había mencionado tu nombre. —La pequeña lo observó con una sonrisita misteriosa mientras Aranel le ataba los zapatos.

David quedó confundido con eso, no entendía a que se refería.

—Erika no salgas con cosas raras, iré a despedirme. —Ignoró a David olímpicamente y siguió por el pasillo.

En un momento la niña se acercó a él, evaluándolo camino a su alrededor.

Erika lo miraba con curiosidad y una sonrisa misteriosa pintada en los labios. Ahora irradiaba una actitud mucho más madura.

—Sin duda has cambiado mucho —dijo con una mirada, parando frente a él.

—¿Qué…? —Cada vez estaba más confundido, en ese momento la niña desprendía un aura extraña y esos ojos escondían un secreto, esa sonrisa de quien lo sabe todo.

—Oh, sí. Has cambiado muchísimo en estos años, lástima que no ceses en tu búsqueda, es un verdadero desperdicio de tu vida —continuó la niña y la boca de David no podía estar más abierta, ¿quién era esa niña y qué sabía? Era lo único que tenía en mente.

Unos pasos se dejaron escuchar por el pasillo y Erika volvió a su actitud normal, escondiendo su aura al ver a Aranel y Mailen.

—Adiós chico guapo —dijo con una risilla traviesa—…James. —Fue tras su hermana y cogió su mano, pero volvió la cabeza para observar la cara de desconcierto de David al escuchar ese nombre.

1 Plumas:

Unknown dijo...

OHhhhhhhh!! quien es la nena???? y porque le eso a david??
Me has dejado con la duda!
Me encanto el cap como siempre :)
Publica pronto,Que andes de 10,besos y Grax comentar :),Nos leemos pronto.

 

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