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miércoles, 30 de marzo de 2011

Capítulo 28: Empieza la guerra

David suspiró cansado, Aranel estaba a su lado, aunque iba tan silenciosa como él. Cuando llegaron al edificio que vivían Nel, siguió derecho y él subió por el ascensor.

—¡David! —gritó Jonathan sorprendido—. Te estaba buscando —comentó acercándose—. Hay algo que tengo que decirte —susurró entre sorprendido y confundido, es qué las noticias que había recibido de los de arriba lo tenían impresionado—. Es sobre Catherine.

—Eh, mejor me buscas más tarde tengo algo que hacer —balbuceó alejándose y es qué no estaba listo para enfrentarse a la verdad, mucho menos a su amigo. Metió las manos en los bolsillos y siguió caminando con la cabeza gacha hacia el departamento.,

—Vale —replicó con el ceño fruncido. David nunca lo dejaría si decía el nombre mágico Catherine, era extremadamente raro—. ¿Estás bien? ¿Te pasa algo? —interrogó siguiéndolo.

Negó con la cabeza, no tenía ganas de contestar, estaba enojado con el mundo, pero no con Jonathan —que no tenía la culpa de nada—, no iba a enojarse con él o contestarle de mala manera. Era la única persona que nunca le dijo mentiras y siempre lo apoyó.

—Déjame solo —pidió abriendo la puerta—. Sólo he tenido un mal día —musitó poniéndole una mano en el cabello y despelucando un poco, finalmente entró y dejó a su mejor amigo en el pasillo.

Frunció el ceño porque hacía mucho tiempo David dejó de hacerlo.



Catherine sonrió al ver por la ventana que todo estaba bien, Erika seguía intacta, sonrió. Bryan no podía estar cerca, a diferencia de ella que por ser lo que era Alejandro no la detectaba. Atravesó la pared como si nada y se acercó a la cama, la pequeña la observó sorprendida, y es que no la veía desde hace mucho.

—Me encanta verte de nuevo, pequeña, aunque ahora tengas otra apariencia —susurró con una sonrisa.

—No puedo creer que estés aquí —tartamudeó la niña, jamás imaginó volver a tener a Catherine nuevamente frente a ella, justo como la recordaba, los ojos y el cabello melado, el vestido blanco con el que murió, el día que vio un dolor como ninguno otro—. ¿Haciendo tus jugarretas de nuevo? —inquirió sentándose mejor en la cama.

Catherine sonrió y empezó a desaparecer, ya que sintió Alejandro se acercaba, el olor a flores quedó impreso en la habitación, como recordatorio de que estuvo allí, y se escuchó eco de su voz diciendo: «Es un secreto, pero pronto, muy pronto…».



Mailen sonrió con maldad mientras arrastraba a Nel por la calle, sólo quedaba una calle para llegar a casa de sus tíos, donde también estaban sus padres. Su amiga tenía el ceño fruncido, hacía mucho tiempo que no visitaba a los padres de Chris, ellos que la apoyaron tanto cuando perdió a su familia y el hermano de su padre se convirtió en una ave rapaz al acecho.

Dio un hondo suspiró antes de cruzar el umbral de la puerta.

—Aranel —exclamó efusivamente la madre de Christopher, la abrazó quitándole el aire. Con una enorme sonrisa la hizo pasar. Se fijó en el motón de extraños que había y reclamó a Mailen, que la ignoró y se acercó con timidez a una pareja.

Enarcó una ceja al ver el comportamiento de la chica, podía ver el nerviosismo y ansiedad en su mirada, ella siempre era tan extrovertida y ahora…

La vio hablar y sonreír, pero luego sus ojos se apagaron, regaló una sonrisa falsa y dio media vuelta para regresar a su lado.

—¿Te sientes bien? —interrogó cruzando los brazos sobre su pecho.

—¡Sí! —dijo con energía que no sentía.

Mailen le cogió el brazo y la arrastró de un lado a otro presentándole a su familia, aunque no se acercó a esas dos personas, por más que intentara caminar hacia ellos la llevaba al otro lado de la habitación.

Abrió los ojos con sorpresa al ver a David cruzar la puerta, se había cambiado de ropa y tenía una cara de increíble seriedad, pasó de ellas y se dirigió directamente a la pareja que evitaba Mailen.

—¿Quiénes son? —preguntó con curiosidad. Mailen dio un rápido vistazo.

—Mis padres —respondió con seriedad. Se mordió el labio inferior y dio un suspiro resignado antes de volver a hablar, pero empezó a dolerle la cabeza horriblemente.

—Mai —llamó al ver que se apretaba con fuerza.

—Duele —tartamudeó sosteniéndose. Volteó a ver a David debido a que era el que más conocía y vio que estaba en peor estado, sosteniéndose la cabeza y apretándola con fuerza.

Mailen abrió sus ojos, tenía las pupilas empequeñecidas, la esquivó y se dirigió a una de las mesas, se tiró encima de ella al ver que cogía un cuchillo. Los invitados voltearon a verlas extrañados por el comportamiento de ambas chicas, negaron con la cabeza de forma reprobatoria cuando sacó a su amiga al jardín.

—¿Qué rayos crees que haces? —gritó exasperada porque no parecía escucharla e intentaba volver a dentro.

David se acercó a ellas, tambaleándose por el dolor que sentía y aquella presencia que lo confundía. Mailen se le echó encima, asustado retrocedió, sobre todo cuando vio que los ojos de su hermana estaban dilatados y empezaban a ponerse rojas las pupilas.

Comenzó una guerra entre los tres, Aranel intentaba quitársela de encima al igual que él, pero aquel maldito dolor de cabeza le impedía moverse con fluidez y su hermana intentando clavarle las uñas en el cuello…

Aranel terminó por jalarla del brazo y quitársela de encima, intentó pronunciar aquellas palabras que lo trasportarían antes de que Mailen volviera a atacarlo, pero su intento fue en vano ya que para cuando las dijo lo tenía agarrado del cuello de nuevo. Hubo un destello de luz y aparecieron en aquel campo lleno de flores.

David logró quitársela de encima debido a la confusión; Aranel estaba por ahí desorientada y perdida, fijándose en su alrededor. Mailen terminó por caer al suelo, inconsciente.

—¿Qué rayos está pasando aquí? ¿Dónde estamos? —exclamó cada vez más nerviosa. Se fijó en el bosque que estaba un poco alejado, las flores se acababan a medida que se acercaba al barranco que daba final a todo, podía escuchar el golpear del agua contra las rocas, como en sus sueños—. Este lugar no existe —exclamó asustada, temía que aquella chica volviera a aparecer y la hiciera caer.

David tosió un poco y se levantó con dificultad. El dolor cesó cuando escuchó los pasos detrás suyo.

Alejandro sonreía con maldad, a sus espaldas un montón de demonios que salían del bosque. Abrió sus ojos con sorpresa, cayó redondito en la trampa.

—Volvemos a encontrarnos —musitó con una mueca sardónica—. ¿Quieres que te dé tiempo para llamar a tu amigo y el ángel para que ambos vean morir de nuevo a la chica? —inquirió con maldad—. Te diría que a tu amiguita, pero creo que ella te abandonó

—No será necesario, ya estamos aquí.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Porque hay cosas que no deben callarse

Hoy traigo una campaña empezada por May's Places


Hoy, miércoles 23 de marzo del 2011. A eso de las 8 y algo de mañana, una señora —si es que se le puede llamar así— atropelló a un perro que iba cruzando la calle. Si bien el animal se devolvió en medio, ella tuvo suficiente tiempo para frenar, porque como no ver a un Pastor Alemán a menos de diez metros... Para esa señora, si es que llega a ver esto, le aviso que hay un pedal que se llama FRENO y es bastante útil, y también espero que para cuando vaya a renovar licencia, se la quiten porque si no es capaz de frenar por un perro, mucho menos por una persona...

Todo esto ocurrió en el sector del paradero de la población Juan Wesley, frente al Tottus, donde por lo general cada mañana hay un carabinero para que los transeúntes puedan cruzar sin problemas, justo esta mañana no había nadie... Por el camino San Alberto Hurtado (ex camino Melipilla), en la comuna de Padre Hurtado.

Si alguien ve un vehículo con esa placa patente y que lo conduce una señora teñida de rubio con aproximadamente unos cuarenta y algo, más cercanos a los cincuenta años, pueden destrozarle el auto sin problemas, ya que fue lo único que le interesó, porque metros más adelante se detuvo para ver cómo quedó de destrozado el foco derecho luego del impacto. O si quieren dejarle algún recuerdo por ser una asesina, es bienvenido.

Ahora si quieres ayudar a propagar esta foto para que todo mundo se entere de la clase de persona que es, sólo copia la fotografía y difúndela. Todo ocurrió en Padre Hurtado, región Metropolitana, Chile. Gracias por tu ayuda.

Capítulo 27: Depresión. Desesperación. Reacción

El campo de flores que tantas veces los vio reír juntos, se encontraba manchado de sangre, que poco a poco se limpiaba con la lluvia. James sabía que eran las lágrimas de los ángeles, lloraban la muerte de uno de los suyos, al igual que él lloraba el de la chica que seguía amando a pesar de que su alma abandonara aquel cuerpo frío e inerte que yacía entre sus brazos. Lloraba, lo hacía con desesperación, lloraban con la impotencia de no poder proteger a la persona más amada. Además, si ella no estaba, no tenía sentido fingir que era fuerte.

Aquel hombre, de rodillas frente a él también sollozaba con la cabeza gacha, su cuerpo convulsionaba cada vez con más fuerza. Era increíble que hacía tan sólo unos días fueran rivales por el amor de Catherine, aunque de diferentes formas y ahora… Ambos lloraban juntos. Cuando alzaron la mirada sólo lograron comprobar el dolor desgarrador que los carcomía a ambos por dentro, en aquel momento hicieron un juramento silencioso, iban a vengarse, la muerte de Catherine no quedaría así. Armand quería la venganza de su hermana y poco le importaba ser un ángel.



Frente a él estaba Catherine de nuevo, sabía que aunque estuviera soñando ella estaba ahí, podía sentir el olor a flores rodearlo, envolverlo y luego flotar a su alrededor. Sentía la calidez que sólo conseguía con su presencia, aunque simplemente fuera un vestigio.

Susurró su nombre. Sonrió, pero luego sus ojos se llenaron de tristeza.

—Prometiste no buscarme —musitó ella. Tragó saliva, porque desde que empezó supo que cuando la viera iba a reclamarle precisamente eso—. Me lo juraste por lo que más querías, aunque fuera por mí misma, era un juramento —balbuceó con ojos húmedos.

—Cruce los dedos —replicó intentado hacerla reír. Ella negó con la cabeza, por un momento vio pasar un brillo divertido por su mirada, pero se apagó de inmediato. Se acercó hasta él, al punto que el olor flores lo aturdió. Le acarició la mejilla con delicadeza, su tacto era como el pétalo de una rosa.

—No puede ser así por siempre, David. Catherine amó a James. James amó a Catherine. Tú no eres James —musitó—. Amas un recuerdo —dijo con tristeza y fue apartándose de él. Empezó a negar la cabeza frenéticamente sin poder creerlo y le cogió por el brazo, ella le miró con tristeza y firmeza a la vez—. Búscate un nuevo amor, olvídate de mí —susurró muy bajito y su brazo fue deshaciéndose, convirtiéndose en pétalos de flor. En el fondo apareció otra persona, abrió los ojos sorprendido al reconocer a su hermana. «¡Imposible!» se gritó a sí mismo.

Pero las flores rodearon a Mailen y finalmente terminó por desaparecer.



Christopher esperó con impaciencia que Aranel despertara, cuando lo hizo tenía más cara de estar muerta que de vivir en este mundo, recordó haberla visto así cuando sus padres murieron, en realidad se asemejaba, porque a pesar de que notaba la preocupación había algo más en su mirada, un brillo de esperanza.

A pesar de las protestas, ella fue a la universidad y luego al trabajo.



Estaba de nuevo ahí, en la cafetería, a pesar de que su corazón y mente estaban en otro lugar, buscando respuestas del paradero de su hermanita menor. Apoyó la mano en la barra, estaba distraída, su jefe había sido informado antes que ella. Christopher le pidió que no dejara que los tíos de ella se le acercaran o las cosas terminarían mal.

Ahora comprendía por qué el resto de los empleados la miraba con lastima, cosa que empezaba a fastidiarle, razones demás para no llorar ante nadie. Chasqueó la lengua con fastidio y colgó su mochila al hombro.

Caminaba por inercia, lo que ocasionaba que chocara contra las personas, varias veces le dijeron que debía poner cuidado, no escuchó.

—Cuidado —repitió una voz que ella conocía. Alzó los ojos y se encontró con David, tenía cara de no haber podido dormir. Alzó una ceja, tenía pésimo aspecto, casi tan mal como el de ella, miró su cabello despeinado y cuando él se pasó una mano revolviendo comprendió el porqué. Se miró a sí misma, sus puntas estaban enredadas, si no fuera porque lo tenía cabello liso estaría enmarañado.

—Pareces un vago —comentó con una sonrisilla burlona.

—¿Cuándo estás depresiva se te ocurre burlarte de mí? —inquirió con una mirada cansina queriendo pasar de ella. Por mero impulso Aranel lo siguió. El chico al notar que no se desharía de ella terminaron, sentados en el mismo banco que el día que salieron juntos, comiendo perros calientes.

—La vida es muy complicada —musitó él al dar la última mordida.

—Es la única que existe —replicó tranquilamente.

David la observó, se veía más calmada, se preguntó si era la misma chica que tuvo que dormir para que no entrara en un ataque de pánico porque su hermanita estaba desaparecida.

—Estás rara —balbuceó aturdido. Ella volvió la cabeza, sus ojos miel se clavaron en él.

—¿Rara? —inquirió enarcando una ceja—. Eso digo de ti, parece que te hubieran dado una mala noticia.

—Algo así —contestó—. ¿Qué harías si estuvieras enamorado, pero las cosas no son como crees? —inquirió. Necesitaba un punto nulo. Jonathan estaba enamorado de Mailen, ella era su hermana, por más que hubiera sido Catherine, nunca estaría con ella. Era como si la felicidad de de saber que ella estaba aquí hubiera sido desinflada como un globo al que pincharon con un alfiler. Se sentía cansado, porque buscó toda su vida algo que tuvo al lado y con quien no podría estar. Aranel puso una cara pensativa—. Toda mi vida enamorado de una persona con quien no puedo estar —balbuceó con gesto contrariado.

Ella se encogió de hombros, porque nunca se había enamorado, por lo tanto no podía llegar a hacerse una idea de lo que significaba amar a alguien. No comprendía como alguien podía pasar el resto de su vida con la misma persona.

David se rindió, porque a sus ojos ya nada podía ser.

Dos fantasmas los vigilaban a lo lejos, uno de ellos con una mueca de confusión, el otro con un gesto entre triste y divertido.

—No entiendo porque lo hiciste —confesó Bryan.

—Él debe enamorarse por sí mismo, no por un recuerdo, sí me hacía pasar por su hermana se olvidaría de mí —replicó encogiéndose de hombros—. Además, no sé de qué te quejas, tú obtendrás la ayuda que necesitas para sacar a Erika y yo usé mis poderes para calmar a Nel, ambos ganamos —explicó con convicción.

—No me gusta que usen a mi hermana —musitó.

Catherine se encogió de hombros y se fue del lugar. David podía ser tan idiota a veces.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Capítulo 26: Verdades y mentiras

Christopher tragó grueso al colgar el teléfono, agradeció que fuera él quién contestó, porque si Aranel se daba cuenta, probablemente le daría un ataque.

—¿Te pasa algo? —preguntó David que estaba en el departamento y se había fijado que su primo no hacía más que morderse la uña—. Christopher —llamó cogiéndole por el hombro.

—Erika —musitó volteando a verlo con expresión torturada—. Está desaparecida —susurró débilmente y se giró su cabeza cuando la puerta se abrió. Dio un gran suspiró cuando notó que era Jonathan.

—¿Cómo qué desapareció? —inquirió David sin creérselo.

—No está —balbuceó aturdido—. Al parecer desapareció en medio de la noche. Creyeron que Aranel tenía la culpa. Ya que siempre se está escapando para verla, pero es imposible, ella salió con Mailen.

—¿Y? Supongo que ya le avisaron a la policía —comentó encogiéndose de hombros y revisando los papeles que su mejor amigo había traído.

—¿No lo entiendes, David? —bufó Jonathan molesto. Tenía las manos empuñadas y es que a veces el que su amigo se abstrajera en su tonta búsqueda lo volvía insensible—. La única familia que le queda a Nel es su hermana.

—La destruirá —tartamudeó Christopher tapándose la cara con frustración—. La razón por la que no se rindió la última vez fue por su hermana, pero sin Erika no sé qué va a pasar.

David pareció comprender, pero no habló más en toda la tarde, siguió con lo suyo mientras Christopher se propuso ocultarlo a su compañera de piso por el mayor tiempo que pudiera.



Aranel estaba extrañada por el comportamiento de su amigo, pero como tantas otras veces no le dijo nada, sabía que Christopher en ocasiones estaba raro y nunca lo juzgó, aunque tenía una mezcla de frustración, culpabilidad y ansiedad.

Mailen seguía insistiéndole con que la acompañara a la cena con su familia. Erika no la llamaba ni le contestaba el celular, lo que empezaba a molestarle, su hermanita nunca dejaba pasar un día sin acosarla por teléfono. De igual forma sólo quedaban dos días para el viernes.



El mayor caminaba en círculos por la sala, revolviéndose el cabello. David lo observaba con indiferencia.

—No sé qué hacer. No hay rastros de su presencia por ninguna parte de la ciudad. He tenido que mantener a Aranel el secreto, usando mis poderes en sus tíos para que no le digan nada, pero tengo que decírselo antes de que sea viernes —balbuceó con ganas de golpear a alguien.

—No necesariamente, podrías usar tus poderes con ella —replicó bostezando con aire aburrido.

—Mis poderes no funcionan con ella —replicó con el ceño fruncido. Molesto consigo mismo por ese hecho y con David por ser tan insensible e idiota—. Tarde o temprano tendré que decirle que Erika está desaparecida —aceptó resignado.

—Que Erika qué —susurró una voz desde la puerta.

Christopher sintió que el corazón se le detenía cuando vio a Aranel, aunque no tanto como a ella al escuchar sus palabras. Su cara era un poema, entre la palidez, el ceño fruncido y las lágrimas que pugnaban por salir. Se acercó rápidamente hasta ella y fue a tocarla, pero ella negó y se alejó tratando de mantener su respiración controlada y no llorar.

—¿Desde cuándo? —inquirió con un nudo en la garganta.

—El lunes —contestó y ante la respuesta Aranel comenzó a dar señas de tener un ataque de pánico.

Chasqueó sus dedos y la chica cayó en brazos de su primo.

—¿Qué hiciste? —exclamó histérico.

—Sólo la dormí —bufó con desdén.

Christopher quería empezar a gritarle, pero primero debía encargarse de su amiga.



Erika miraba ceñuda al chico, sentadita quietecita en la cama, tampoco era que se pudiera mover mucho teniendo manos y pies atados. Estaba aburridísima, Alejandro no le había hecho nada, pero lo veía muy alegre y sonriente de aquí para allá, cogiendo cosas de los estantes y llevándoselas a la sala.

—¿Cuándo vas a dejarme ir? —inquirió desesperada.

—Tranquila por eso, muy pronto haré lo que tengo que hacer contigo —musitó palpándole la cabeza como si fuera un cachorrito—. Además, si lo que quieres es regresar con tu hermana, morirá junto con tus amigos y luego seguirás tú —comentó riendo maliciosamente.

—Eso es lo que tú crees, eres patético y no lograrás hacerles daño —masculló a punto de morderlo.

Él se fue dejándola sola de nuevo. Se acostó en la cama. Aquella casa impedía que sintiera la presencia de su hermana y que ellos sintieran la de ella, lo cual empezaba a molestarle porque no sabía si estaban bien, tenía la esperanza de que fuera así ya que Alejandro no dejó la casa en ningún momento, lo que sí pasaba era que venían muchos monstruos que la observaban como una golosina.



Mailen llegó al departamento sintiendo pesadez. Se sentó y se tiró a la cama cada vez más débil, dejando que aquel presentimiento que llevaba teniendo desde hace días la hundieran en un profundo sueño.



Todo estaba totalmente negro, ella sentada en medio de la oscuridad de su mente mientras las imágenes de ella con su familia pasaban como una película, sentía lo mismo que aquella vez cuando sus padres y hermano murieron. Como se perdía en sí misma, el hecho de que su corazón latía aún sintiendo que estaba partido… deseaba poder detenerlo, sólo para no saber que estaba sola.

—¿Entonces te vas a quedar quieta? —preguntó esa voz que solía molestarla cuando se hundía en sus problema—. Tu hermana aún está viva, puedes salvarla —aseguró saliendo de la oscuridad. De nuevo la chica de cabello y ojos miel con el vestido blanco estaba frente a ella, aunque esta vez parecía furiosa.

Se abrazó a sí misma. No quería escuchar, se sentía cansada, no quería despertar y descubrir que Erika no estaba, no quería recibir una llamando avisando que simplemente nunca iba a volver.

—Eres débil —gritó y la voz retumbó en medio de su mente—. Siempre te haces la fuerte, pero cuando nadie te ve te hundes, lo mismo pasó cuando tus padres se fueron —bufó—. Deja de ser ridícula y levántate de una buena vez —exclamó y comenzó a zarandearla con desesperación—. No sólo actúes —protestó.

—¡No quiero! ¡Déjame en paz! Vete, no quiero escucharte —exclamó alejándose de ella con las mejillas húmedas.

La chica masculló algo que no entendió y volvió a hablar.

—Bien, ríndete —susurró y se fue dejándola sola.

Dejó que las lágrimas escaparan. Nunca le gustó llorar, se sentía tonta, pero tampoco podía evitarlo, por eso lo hacía cuando estaba sola o hundida en su mente.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Capítulo 25: Protegidos

Christopher estaba parado en el borde de un edificio, vigilando los alrededores de la ciudad. Se sentía nervioso, la última pelea que tuvieron con Alejandro fue hace algunas semanas y desde entonces no había rastros de nada raro por la ciudad… ni siquiera de aquellos demonios y monstruos que atacaron en un principio. Absolutamente nada. Eso en vez de tranquilizarlo sólo lo ponía más nervioso porque para nadie era un secreto que cuando se creía que todo estaba en calma era porque se formaba los peores planes.

Él ya fue víctima de aquello una vez. Esa equivocación, esa distracción y la confianza que tuvo en algún momento en sí mismo, la pagó a un precio extremadamente alto, perdió a la persona que más quería en el mundo, aunque antes se la habían quitado de otra forma.



La chica le miraba con furia, deseando poder retorcer aquel cuello hasta romperlo, pero todos sus pensamientos se esfumaron cuando vio unos ojos plateados. Lanzó un grito emocionado, aparte de un empujón al chico y se lanzó a los brazos del otro.

—¡Te extrañe tanto! —gritó dándole un gran beso en la mejilla.

James fijó sus ojos en él con desprecio, no sabía quién era, pero lo detestaba porque Catherine lo quería.

Ella lo dejó ahí parado y se fue con esa persona que ni siquiera se tomó la molestia de presentarse. La chica se la pasó ignorándolo por el resto del día, andando de aquí para allá con el extraño.

Había contemplado la posibilidad de no ir a cenar, pero aceptó cuando el dueño de la casa se lo pidió en persona.

Era el hermano de Catherine, aquel chico del que estaba celoso, era hermano de Catherine. Su nombre era Armand. No se parecían en nada, él tenía los ojos grises… casi plateados; ella miel. Ambos tenía caracteres distintos, ella reía mucho cuando estaba con él mientras el mayor se limitaba a mirarla con una sonrisa y contarle historias de sus viajes.

Y entonces comenzó una guerra entre ambos, porque James quería a Catherine y Armand amaba a su hermana cómo no lo hacía su padre, porque más que su hermano era el único que le brindó aquel amor que le hacía falta, la cuidó y protegió como si fuera su hija.

Cuando llegó aquel momento en que ambos la perdieron, se les rompió el corazón a la par.



David suspiró resignado, ansioso, desesperado y cogió un cigarrillo de su bolsillo, pero luego de observarlo con atención lo tiró al suelo. No iba a recurrir a aquel método para calmarse. Se revolvió el cabello con pereza.

No encontrar a Catherine cada día se le hacía más frustrante, sentía su presencia por todos lados, sus ojos mirándole, escuchaba su risa como un eco. Jonathan le dijo que se calmara, que sino terminaría loco, pero eso poco le importaba, desde hace mucho tiempo que lo estaba.



—Es imposible —renegó Aranel tercamente a Mailen. Se cruzó de brazos con enfado, no pensaba ceder. La chica rodó los ojos no podía creerlo, de hecho sí, su amiga era más testaruda que su hermano cuando se le metía algo en la cabeza.

—¡Sólo será un rato! —persuadió con ojos de cachorrito a medio morir.

—No —repitió ella haciendo énfasis en cada letra, luego la deletreó a ver sí así captaba.

—Nel, no seas mala —exclamó usando sus últimas armas—. Piensa en todo lo que he hecho por ti, acompáñame —rogó jalándole la camisa. La compañera de departamento de Christopher sólo aumentó el ritmo de sus pasos, exasperada—. ¡No pierdes nada!

—Un fin de semana con Erika es mucho para mí —replicó fastidiada—. Además ni conozco a tu familia —explicó.

—¡Pero David no ira, y no quiero ir sola!

—Pues pregúntale a Christopher, es tu primo —bufó caminando con gesto molesto.

—¡No quiere! —gritó a punto de echarse a llorar.

Siguió insistiendo todo el camino hasta el departamento, mas sólo consiguió que Aranel le cerrara la puerta en la cara cuando llegaron. De igual forma no se iba a rendir, la convencería fuera como fuera, rió malvadamente sin entrar aún a su casa.

—¿Mailen? —preguntó Jonathan sin comprender que hacía en medio del pasillo riendo de esa forma. Ella volteó y se encontró con su lindo novio que la observaba entre asustado y confundido.

Se lanzó a sus brazos con una sonrisa.

—¿Me quieres? —interrogó con una expresión dulce y tierna.

—Sí —respondió titubeante por la pregunta.

—¿Me acompañaras a la reunión en casa de mis tíos? —susurró contra sus labios. El chico de inmediato se soltó.

—Lo siento, ya tengo cosas que hacer con David —contestó y salió huyendo.

A Jonathan no le agradaba ir a esas reuniones, siempre lo miraban de reojo y por sobre el hombro, se sentía terriblemente incómodo. Nunca le cayó bien a la familia de su mejor amigo, ¿a quién le agradaría un huérfano ladrón? Y ahora resultaba que no sólo tenía amistad con el mayor de los hermanos, sino que era novio de la menor, no le quedaban dudas que lo despedazarían parte por parte en habladurías y luego con un cuchillo, si es que tenían la oportunidad.

Ella lo dejó huir, conocía su situación, aunque igual algún día tendría que presentárselo a su familia. Ambos lo sabían.

Entró al apartamento al sentir de nuevo aquella sensación que le revolvía el estómago y le presionaba el corazón.



Erika dio saltitos desesperados para subir por la ventana, logró cogerse del borde y vigilar aquella bodega vieja. Todo estaba en oscuras, pero podía escuchar aquellos siniestros susurros de ultratumba. Eran voces graves. Puso la mayor atención que pudo, tanta que no prestó atención a su alrededor.

Intentó emitir un grito al sentir una mano en su hombro, pero fue callada con la otra.

Aterrorizada miró al demonio que las sostenía, iba a intentar defenderse, pero la carcajada que soltó Alejandro la obligó a voltear.

—Mira quién tenemos aquí —exclamó con una sonrisa de oreja a oreja y se recogió el cabello, pero la niña lo fulminó con la mirada—. Parece que tu hermanito no cayó en cuenta y te entregó en bandeja de plata ¿eh?

Iba a replicar, pero él extendió una mano hacia ella. Sintió sus parpados pesados y como sus fuerzas se iban poco a poco.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Capítulo 24: La otra cara

Aranel caminaba a su lado con paciencia. Estaban cerca el uno del otro, mas no llegaban a tocarse. Ninguno hablaba, tampoco era necesario, porque a pesar de que no se llevaban bien el silencio no era incómodo. Ella miraba a todos lados con gesto desinteresado.

—Aún es muy temprano para ir al cine —musitó dirigiéndose a un puesto de perritos calientes. Pidió dos, cuando el vendedor le dio el pedido, tendió uno a la chica.

—¿Sabes cuántas posibles enfermedades o infecciones pueden producir estas cosas? —inquirió, aun así le dio una mordida. Él se encogió de hombros con desinterés y siguió caminando.

—Tenemos que morir de algo —balbuceó sentándose en una banca.

—Sí, pero hay cosas que se pueden evitar —replicó ella viendo que él daba el último mordisco a su comida.

—Da igual —replicó echando la cabeza hacia atrás—. Tampoco es que a muchos les importe si me muero —susurró viendo el cielo—. Además, sí fuera tan malo como dices no estarías comiéndole —contrarrestó.

—Sí los hay —replicó con el ceño fruncido—. Otra cosa es que no te des cuenta por andar pensando en quién sabe qué. Si tuvieras un poquito más de conciencia en los que te rodean te darías cuenta que Jonathan haría lo que fuera por ti, Mailen le gustaría que la abrazaras y escucharas, y Christopher, aunque lo saques de quicio, te aprecia —declaró fijando sus ojos de color miel en él, con claro reproche.

David la miró asombrado. Jonathan muchas veces se lo dio a entender, mas nunca de aquella manera tan directa, y ahora venía ella a recriminárselo siendo que cuando hablaban sólo era para pelear. Prefirió ignorarlo.

—Además, puedo hacer lo que me dé la gana. Yo sí podría decir que no muchos me extrañarían, al fin y al cabo tú tienes familia. No sabes lo que es perder a alguien y quedarte casi vacío.

—Sí, lo sé —cortó él fijando su mirada en ella, que comía con parsimonia. Como respuesta ella alzó las cejas y le dirigió una mirada de duda. Bufó antes eso, le produjo una gran curiosidad porque nunca había escuchado nada de sus padres o que tuviera más familia aparte de Erika—. ¿Entonces a quién perdiste? —inquirió con fingido desinterés, pero Aranel era una chica lista y no estaba dispuesta a hablar a menos que consiguiera algo a cambio. Entrecerró los ojos con sospecha y habló:

—Hagamos un trato, tú me dices a quién perdiste y yo te respondo —ofreció estirándole la mano para cerrar el trato. David la estrechó, nada perdía, la mano de Nel era pequeña comparada con la de él.

—Perdí a la chica que más amaba —contestó e hizo una pausa antes de continuar—, pero la encontraré de nuevo y esta vez no dejaré que me la arrebaten —aseguró hablando más consigo mismo que con ella.

—Mis padres y mi hermano —musitó ella antes de que la interrogara—. Fue hace dos años y medio —balbuceó sin hacer ningún gesto especial—. Luego me separaron de Erika y me quedé sola —contó y fue incapaz de renegar algo o al menos hilvanar una idea inteligente—. No vayas a decir «lo siento», porque la verdad siempre me dicen eso y estoy cansada de escucharlo —atajó levantándose y caminó con las manos en los bolsillos, indiferente.

David la siguió sin animarse a acercarse mucho.

—Me gustaría tener una familia como la que tienes tú, aunque no la veas está ahí —declaró ella con una mirada melancólica. Dio un hondo suspiro porque eran esos momentos los que debilitaban su voluntad de hierro. Apretó los parpados con fuerza y le dio la espalda, porque no iba a romperse ante nadie, mucho menos ante un conocido desconocido.

David puso sus manos en los hombros de ella y le dio media vuelta y la abrazó por instinto.

Se la pasaron el resto del día juntos —aunque al final no fueron al cine—, era relativamente fácil hablar entre ellos, mas no dejaron de pelear y tener discusiones, a veces hasta ridículas. Ella aún lo llamaba idiota, porque nadie iba a sacarle esa idea de la cabeza, era demasiado terca.



Alejandro sonrió burlón mientras veía a ambos chicos por la fuente. Pobre David, no se daba cuenta de que estaba muy cerca de su querida novia, aunque de igual forma todo terminaría como la última vez. Lo tenía todo planeado. No como sus contrincantes que se pasaban buscándose los unos a los otros. Esta vez conseguiría acabar con ellos, conseguir los poderes de ambos y cumplir su ansiado sueño.

Uno de los tantos demonios que trabajaban para él se acercó, informándole que localizaron nuevamente la presencia de Catherine, ganaría. No quedaban dudas.



—¿Pasa algo? —inquirió Jonathan al ver que su novia hacia una mueca.

Negó con la cabeza y sonrió a pesar de que era falsa, sentía una gran angustia, como si en verdad algo estuviera mal, muy mal. Él le dio un pequeño beso y siguió caminado a su lado. Miró a su alrededor, tratando de saber que era esa extraña sensación. Al no ver nada raro se resignó.

Mientras Erika lo seguía con la mirada, desde la esquina de un callejón con su usual mochila rosa y el ceño fruncido. La figura fantasmal de su hermano estaba a su lado, indicándole que era hora de irse.

—¿Estás seguro? —inquirió ella con preocupación.

—No podemos intervenir en todo, sólo arreglar un poco las cosas a favor de ellos. Cada quien debe enfrentar su destino —replicó ofreciéndole una sonrisa—. No buscamos detener lo que pasará, sólo darles un tiempo de ventaja —musitó acariciando su cabello. Transformó su presencia en viento y rodeó a su hermanita.

Con él rodeándole volvió a su casa. Su hermano podía decir que todo estaba bien pero sentía aquella inquietud que le revolvía el estómago.

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Por cierto tengo nuevo blog

 

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