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miércoles, 7 de diciembre de 2011

Capítulo 24: El abuelo


Luc tenía la cabeza apoyada en uno de los cojines, sus piernas colgaban del brazo del sofá. Dominic estaba en el otro lado del sofá, abrazándose las rodillas mientras veía el cachorro de león andar a la deriva.

—Qué injusticia —susurró en voz alta apretando las manos hasta convertirlas en puños—. Tenía a su papá y  se lo quitaron.

Luc no dio muestras de escucharlo, movía los pies al ritmo de la música mientras cantaba Hakuna Matata a todo pulmón, tenía bastantes problemas para pronunciar la «r», aunque no parecía importarle o darse cuenta.

Unas llantas deteniéndose y un ligero toque en la puerta callaron a Luc.

Dominic corrió un asiento de la cocina hasta la sala, se subió y movió la cortina para ver quien estaba tras la ventana.

—¡El abuelo! —gritó Luc feliz inclinado en el respaldar del asiento—. ¡Mamá! ¡Papá! ¡Tío Jared! —exclamó el infante subiendo las escaleras, un pie a la vez, y agarrado al barandal con firmeza. Dominic fue tras él, para asegurarse de que no se resbalaba por error. Al llegar al piso de arriba el más pequeño golpeó las puertas sin cuidado—. ¡Vino el abuelo! ¡Vino el abuelo!

Charles salió de la habitación con pinta de no haber pegado un ojo en toda la noche, le fue muy difícil porque tuvo que pasársela esquivando las pataditas involuntarias de su hijo mientras dormía.  Agarró a Luc como un costal de papas, el infante tenía los ojos delirantes de felicidad, pataleaba para soltarse y seguía pegando gritos mientras bajaban las escaleras.


Jared soltó un montón de insultos por lo bajo contra todo aquel que se le pasaba por la cabeza.

—Espero que no uses ese vocabulario delante de Dominic —protestó Evangeline envolviéndose en un bata, buscó los zapatos apresuradamente, el piso estaba helado.

Jared no dio muestras de escucharla, abrió la puerta y llamó a su hermana que estaba bajando las escaleras.

—Tú… —gruñó fulminándola con la mirada. Suzanne respondió la mirada enojada con una sonrisa burlona.
—Quiere conocerlos —declaró. Jared se revolvió el cabello frustrado. Su padre envolvió a Suzanne en un abrazo de oso en cuanto bajó.

Dio media vuelta, Evangeline estaba apoyada en el marco de la puerta, con el seño fruncido y los labios apretados. Dominic tenía a su conejo de peluche agarrado por la oreja. El niño parecía tener un problema existencial al ver aquel extraño abrazar a Luc y hablarle con enorme cariño.

—Dom —musitó su madre. Dominic le cogió la mano que le tendía con fuerza.

Luc no hacía más que repetir «abuelo». Según su maestra los abuelos eran los padres de sus padres. George se supone era su abuelo, pero así como su madre jamás lo llamaba papá, él nunca lo llamó abuelo. Para él aquella palabra era extraña y sin sentido. No era como tía o tío, esas palabras las veía reflejadas en Raúl y Paloma.

—Jared, ¿no piensas saludar a tu padre? —inquirió el anciano. Tenía el cabello cano, con algunas hebras más blancas que otras, ligeras arrugas alrededor de los ojos grises que ocultaban su sabiduría, los pliegues cerca de su boca escondían millones de sonrisas. Con todo aquello obtenía la apariencia de un rey del invierno.

—Sí, dame un momento —replicó mirando de reojo a Dominic que prefirió agarrarse fuerte a la bata de su madre con una expresión cautelosa. El hombre asintió, desde el piso de abajo no podía ver más que una chica con una muralla para proteger el corazón.

—Dom —murmuró agachándose—. Él es mi papá, ¿no quieres que te lo presente?

—No —respondió el niño ocultándose tras su madre.

—No tuviste problemas con que te presentara a Suzanne, Charles o a… Luc —suspiró con duda por el último nombre—. Es mi papá, así como yo el tuyo. ¿Eso quiere decir que entonces tampoco hubieras querido conocerme a mí?

—Es diferente —objetó el niño muy seguro—. Ninguno de ellos es papá de un papá.

—¿Te refieres a que no es un abuelo? —Dominic apretó los labios y asintió.

—Él es bueno, no es como George. Luc está muy feliz con él, ¿ves? —Luc estaba en los brazos de su abuelo, acariciándole la mejilla y riendo.

—Sí, pero yo no soy su nieto.

Jared miró a su padre, al niño y luego a Evangeline. Ella estaba callada, tensa y… asustada. En aquel momento no sabía que decirle a su hijo, no tenía ni idea de cómo protegerlo. Dominic nunca fue golpeado, pero tenía aquel incesante deseo de saber y las dudas eran las que no le permitían dormir en la noche, sobre todo cuando se trataba de familia.

—Entiendo que no confíes en él, pero confías en mí ¿cierto? —preguntó observándolo. Dominic asintió, pero no se soltó de su madre. Las tablas de la escalera rechinaron.

—¿Algún problema? —interrogó el anciano acomodándose al lado de Jared. Dominic se encogió de hombros y se ocultó tras su madre completamente.

—Hola —musitó Evangeline insegura. El hombre correspondió al saludo con una inclinación de cabeza y una sonrisa gentil. Jared emitió un suspiro y decidió que lo mejor era dejar a Dominic tranquilo. Se levantó y le cogió la mano a Evangeline, contrario a lo que pensó ella no lo rechazó, estaba demasiado insegura sobre qué hacer con Dominic como para negar cualquier cosa—. Leandro O’Conell —dijo el  anciano a forma de saludo—. Me hubiese gustado conocerlos antes —declaró echándole una ojeada a Dominic, que se movió inquieto tras su madre—. Pero supongo que está bien ahora.

—El desayuno está listo —anunció la vocecita aguda de Luc. El niño estaba más que feliz porque sus padres le dejaron hacerle caritas felices al desayuno de todos, sobre todo al de su abuelo.


Dominic se sentó lo más lejos posible del padre de Jared, no fue difícil ya que todos los demás parecían querer estar a su alrededor, excepto por su madre que trató de acomodarle algunos rizos rebeldes tras la oreja, un gesto netamente maternal. Dominic la dejó, él sabía que era una batalla perdida. La ama de llaves de George varias veces intento acomodárselo, incluso aplicándole cantidades irracionales de gel, nada funcionaba, los rizos volvían al orden ya definido, completamente desordenado.

—Vaya sorpresa que me llevé. Me voy algunos meses y cuando regreso tengo una nueva nuera y otro nieto —exclamó esperando que el niño volteara a verlo. No funcionó. Dominic mantuvo la cabeza gacha mientras se metía la cuchara a la boca. Luc por su parte sí que volteó a verlo disgustado, pero la sonrisa y el guiño de ojo de su abuelo lo detuvieron de protestar.

—Sí, imagínate entonces mi sorpresa cuando Luc anunció que estabas aquí. Suzanne no mencionó que te invitó —comentó Jared lanzándole una mirada de reproche a su hermana.

—Queríamos darte una sorpresa, nos lo merecíamos después de que nos bombardearon con lo de su matrimonio —replicó su padre devolviéndole la mirada de reproche.

Jared clavó sus ojos en la ventana, un ligero viento movía los árboles, las hojas se caían y bailaba un vals hasta llegar al suelo. Sabía que este día iba a llegar. Miró a Evangeline, ella estaba observando a Dominic con preocupación, hasta ahora el pequeño se mostró sociable, sin embargo las dudas hacia George las manifestaba también al padre de Jared, se comportaba como siempre que estaba cerca de George.

—¿Qué pasa con el niño? —preguntó Leandro a Jared en cuanto se quedaron solos en la cocina. A Jared le tocaba lavar los platos porque Suzanne y Charles hicieron el desayuno, Evangeline debía ayudarle, pero ella estaba ocupada tratando de sacar a Dominic de la habitación en la que se escondió luego de terminar de desayunar.

—Dom no confía en ti —explicó incómodo—. No cree en los abuelos, el padre de Evangeline es algo… complicado —dijo finalmente—. ¿Nada? —interrogó al ver a Evangeline mover las manos nerviosamente, ella sacudió la cabeza. ¿Qué hizo ella mal? Ella no confiaba en las personas, ya la habían herido suficiente, pero eso no quería decir que quisiera que su hijo se escondiera como hizo ella. Dominic era alegre, vivaz y con todo el derecho a vivir su infancia como debía ser.

Jared se secó las manos y se fue al piso de arriba.

—Hay cosas que van más allá de lo que nosotros podemos hacer —dijo el anciano cogiéndole ambas manos y encerrándolas entre las suyas. Sus manos estaban tibias, él le sonreía. George jamás le sonrió, mucho menos le cogió las manos de aquella forma… Era tan diferente.


Dominic estaba en la cama  jugando con algunas piezas armables que su madre le empacó. Armaba robots y nave espaciales.

—¿Por qué te escondes? –preguntó Jared sentándose en frente suyo, empezó a armar su propio robot.

—Tu papá me da miedo —respondió el niño sin quitar los ojos de su propia creación.

—Él no te hará nada, Dom. Lo prometo. —Dominic se mordió el labio.

—Si no le agrado tú no vas a quererme más… —balbuceó el infante frotándose los ojos.

—Por supuesto que voy a quererte —replicó acomodándolo en su regazo—. Vas a agradarle a mi padre muchísimo —aseguró limpiándole unas pocas lágrimas que se le escaparon al niño—. Eres listo, valiente y muy bueno jugando al fútbol.

—Me estoy escondiendo —acotó el pequeño por lo de valiente.

—Todos tenemos miedo, eres valiente cuando enfrentas lo que te asusta.

Dominic se lo pensó un rato antes de decidir bajar la escalera y dejar que Leandro le cogiera la mano, para entonces ya todos estaban vestidos y los esperaban para ir a caminar. Su madre permitió que Jared lo bañara y vistiera, él argumentó que lo hacía todo el tiempo con Luc cuando estaba de visita.


1 Plumas:

Eli dijo...

Hola de nuevo!! Genial el cap. ha sido muy natural que Dom se sienta desconfiado con respecto al padre de Jared, pero me alegra que vaya superando sus miedos así como Evangeline. Ambos han tenido una vida muy dura pero ahora gracias a Jared están empezando a aprender que hay otras formas de tratar a la familia en lugar de las que empleaba George.

También me he dado cuenta de que Jared ya piensa en Dominic como su hijo. Espero el proximo cap. el miércoles.

Un beso

 

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