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miércoles, 25 de enero de 2012

Capítulo 31: Descubrimientos


Jared observó a Gregory mantener al cachorro quieto para que Dominic deslizara el collar con la placa por el cuello del perrito. El animalito le lamió la mano e intentó masticar la placa, pero no alcanzaba, tiró con una patita y se enredó, terminó acostado con la barriga al descubierto en la alfombra, ladrando y gruñendo porque no podía levantarse. Gregory  soltó una carcajada mientras Dominic lo liberaba, el cachorro se abalanzó a lamerle la mejilla al tiempo que batía la cola. Anthony se acercó y lo cargó, el perro ladró por ser separado de su dueño y su amiguito.

Era fin de semana y Gregory estaba ahí porque harían una pijamada, Luc llegaría en un rato y entonces Jared tendría tres niños inquietos corriendo por la casa. Evangeline estaba con Paloma y volvería en la noche, dispuesta a ayudarle a acostarlos, pero hasta entonces el problema era exclusivamente de Jared.

—Káiser —leyó Anthony la placa alzando las cejas, miró a Jared, su mejor amigo simplemente se encogió de hombros y señaló a Dom—. Esposa, hijo y un perro —contó con los dedos dramáticamente—. Tu vida está hecha. Yo seré el falso tío solterón por el resto de la vida y lo malcriaré.

—Cuidado —reclamó Gregory saltando a su alrededor cuando Anthony lanzó el cachorrito al aire.

—Vayan a lavarse las manos —ordenó a Dominic y Gregory. Los niños corrieron escaleras arriba y el perrito empezó a emitir ladridos agudos. Jared arrebató a Káiser de las manos de su mejor amigo y lo dejó en el suelo. Anthony le lanzó una mirada llena de rencor.

—Yo siempre quise tener un perro —protestó cruzándose de brazos.

—Pues cómprate uno y deja el de mi hijo en paz —murmuró al ver el perrito tratar de subir las escaleras, era gracioso observarlo impulsarse un escalón a la vez con sus patas delanteras, mientras que las traseras luchaban por no resbalar del borde. Jared negó con la cabeza y se fue a la cocina.

—No tengo tiempo para pasearlo, cuidarlo y esas cosas —replicó viendo a Dom  y Gregory bajar las escaleras. Ambos niños se fueron a la cocina, con el cachorro batiendo la cola tras ellos.

—Me saludas a tu padre —murmuró Anthony entrando en la cocina. Tomó uno de los sándwich hechos por Jared para los niños y se lo fue comiendo mientras se dirigía a la puerta—. Rico —suspiró al aire.

—Oye, espera —murmuró Gregory—. Dom dijo que eras doctor —susurró con aire conspirador, como si lo acusara de algo—. ¿Qué es un padre biólogo?

—Biológico —corrigió Dominic de inmediato, agarrando el vaso de jugo con ambas manos.

—¿Dónde escucharon eso? —inquirió Jared.

—Dominic lo leyó en un papel que le robó a… —Dom se atrancó y escupió el jugo, pateó a  su mejor amigo debajo de la mesa y Gregory se tapó la boca de inmediato, era una de esas veces en que su lengua incontenible lo metía en problemas.

—¿Qué papel? —interrogó Jared—. ¿A quién se lo robó?

—A su abuelo que no es un abuelo —declaró Gregory señalándolo. Dom ocultó la cara entre los brazos, Gregory no se detuvo ni siquiera al ver las caras de alarma de Jared y Anthony—. No entiendo cómo un abuelo no se comporta como un abuelo, yo tengo dos abuelos, uno me da un montón de dulces cuando voy a su casa y el otro no me deja comerlos, pero no  importa porque igual siempre llevo escondidos los que me da mi otro abuelo y… 

—¿Qué papel? —interrumpió Jared, conocía lo suficiente a Gregory para saber que no se detendría y solo los enredaría. Gregory se mordió los labios negándose a hablar—. ¿Qué papel? —repitió lentamente mirando a ambos niños. Cogió a Dominic por la mejilla y lo obligó a mirarlo—. Dime: ¿dónde está? —pidió con voz suave.

—En mi mochila —contestó aguantándose las lágrimas porque no quería que su papá se enojara con él y no deseaba mentirle.

—Lo siento —musitó Gregory tapándose la boca, tenía miedo de soltar alguna otra cosa que no debía. Dom negó con la cabeza, era un hecho Gregory no sabía contenerse y no podía enojarse con su mejor y único amigo. Anthony intentó que terminaran de comer, pero los niños ya no tenían hambre, se limitaban a escuchar los pasos de Jared en el segundo piso. Dom cogió a Káiser y le acarició el pelo cuando los pasos sonaron en la escalera. El cachorro sacó la lengua y se acomodó patas arriba, cerrando los ojos y quedándose dormido en el acto.

—¿Qué tanto leíste de esto, Dom? —preguntó Jared demasiado serio, arrugando el papel entre las manos.

—Solo un pedazo —respondió el niño. Jared suspiró y se revolvió el cabello con la mano—. Es sobre mi verdadero papá ¿verdad? —barbotó con lágrimas en los ojos. Anthony agarró a Gregory silenciosamente y lo sacó de la cocina, eso debía ser entre Jared y su hijo. Jared tomó al niño, colocando los papeles en la mesa y dejando a Káiser en el suelo, y lo sentó en sus piernas—. ¿Él no me quería? —preguntó Dominic con los ojos llenos de lágrimas.

—Yo te quiero, Dom —musitó apretándolo contra su pecho—. Y ahora soy tu papá ¿recuerdas? —reclamó limpiándole las lágrimas. Dom agarró con torpeza algunos cabellos de Jared, era liso y el suyo tan crespo que cuando se lo mojaba le tapaba los ojos. Su mamá se reía de él y siempre le decía que necesitaba un corte.

—¿Y antes? ¿Mi otro papá no me quería?

—Eso ya no importa —replicó firmemente—. Yo te quiero y soy tu papá. —Dominic dejó que lo abrazaran, guardándose su desilusión por aquella respuesta, quería a Jared como su papá, pero también deseaba saber por qué su otro papá no estaba con él—. No debes tomar cosas de la oficina de George —reprendió cambiando de tema.

Dom suspiró, el regaño era inevitable, pero no quería que lo castigara y no le permitiera hacer la pijamada.


Jared era consciente que el padre biológico de Dominic era un tema inevitable, pero no sabía cómo tratar con eso, no estaba acostumbrado a ver el niño llorar y que lo hiciera era algo que le rompía el corazón. Después de la charla en la cocina, Luc había llegado como un torbellino, llamando a su primo a gritos y entre el más pequeño y Gregory, dos charlatanes por naturaleza, disiparon cualquier cosa de la mente de Dominic que no fuera jugar con ellos. Ambos niños luchando por acaparar la atención de Dominic con su hablar rápido, el cachorro los seguía a donde fueran batiendo la cola, ladrando y mordisqueando cuando no le prestaban atención.

Por suerte luego de una tarde de juegos los niños no protestaron demasiado cuando Evangeline llegó. Ella reclamó porque la alfombra tenía manchas de jugo y pintura, los cuatro dijeron a unísono «¡Madres!» aunque el de Luc fue más parecido a un «¡Madles!», Evangeline refunfuñó «Hombres» y los mando a tomar una ducha antes de dormir, Jared incluido. Los cuatro tenían rastros de pintura, barro y pastel.

Jared sabía que debía hablar con Evangeline acerca de los papeles, Dominic conocía el nombre de Gustave y en algún momento le haría preguntas. Maldijo una y otra vez a Gustave por haber aparecido en un momento tan inoportuno. Jared tenía la certeza de que Gustave solo quería poner todo de cabeza, por más que Raúl dijera haber solucionado el problema, debía encontrar una forma de deshacerse definitivamente de él, no iba a soportar estar pagándole a Gustave lo que quisiera cuando quisiera, el dinero no era el problema, el dárselo a un persona como él, que no le importaban los sentimientos de un niño ni siquiera porque era su hijo, sí.

miércoles, 18 de enero de 2012

Capítulo 30: Gustave


Dom siguió columpiándose cada vez más alto, casi podía volar, estiró una mano, deseaba tocar el cielo. Sonrió al ver a su mamá hablando con su papá y Paloma. Su papá, Jared lo adoptó, ahora se llamaba Dominic O’Conell y Ben nunca más podría decirle que no tenía papá. Estiró los pies e intentó detenerse, pero no tocaba el suelo. Una mano detuvo las cadenas, el columpió se quedó en su lugar mientras se bajaba.

—Gracias —musitó Dominic al desconocido cuando tocó el suelo. Era un hombre mayor, debía tener la edad de su papá, pero era difícil decirlo por la ropa.

—No ha sido nada. Soy Gustave. —Le extendió la mano. Dom dudo en tomarla, no debía hablar con extraños, pero si el señor se presentaba dejaba de ser un extraño ¿verdad?


Raúl apartó a Dominic de Gustave bruscamente lanzándole una mirada furiosa, no se explicaba qué hacía tan cerca de Dom. El niño protestó confundido por ser cogido de aquella manera, al ver la mirada que Raúl le dirigía al hombre se abrazó a su cuello y se quedó en silencio.

—Lárgate —ordenó. Gustave alzó una ceja, esbozó una media sonrisa y se recostó en la estructura que sostenía el columpio.

—Es un lugar público ¿por qué habría de hacerlo? —inquirió con aire burlón, estudiando el niño con la mirada. Raúl lo presionó contra su cuerpo, no tenía sentido que intentara ocultarlo, Gustave ya le había dado un buen vistazo. El mismo Gustave que se negó a ver a su hijo cuando nació, recibió el chantaje para ceder la custodia y se fue sin ningún remordimiento. El mismo que Raúl presentó a Evangeline.

Gustave sacó un cigarrillo del bolsillo y lo encendió. Raúl dio media vuelta y dejó a Dominic en el suelo.
—Ve con tus padres y prométeme que no te volverás a acercar a él —pidió consciente de que Gustave seguía ahí, escuchando todo, mirando todo.

—¿Por qué? —preguntó Dominic lanzándole una mirada al extraño por encima del hombro de Raúl.

—Obedece —reprendió Raúl. El infante hizo mala cara pero asintió y se fue corriendo. Raúl volvió a levantarse. Su presencia contra restando la de Gustave, parecía descuidado con aquella chaqueta de cuero y los jeans desgatados, lo cual no era sorprendente considerando que fue sacado de su familia, ahora vivía de las amantes ricas que conseguía gracias a su antigua educación y sus conocidos—. ¿Qué es lo que quieres? ¿Un nuevo pago o qué? —preguntó mientras lo observaba fumar.

Gustave inhaló profundamente, llenándose los pulmones de aquel aire nocivo. Era curioso ver tantas personas dispuestas a proteger un niño.


Jared recibió a Dominic con una sonrisa y lo sentó en sus piernas.

—¿Ya te cansaste? —preguntó riendo. Dominic atacó el pastel que le dio su madre y se tomó todo el refresco antes de responder.

—Sí, además Raúl se puso a hablar con un señor. Estaba enojado —añadió.

—¿Qué señor? —interrogó Evangeline apartándole el cabello de la cara y limpiándole la cara con una servilleta.

—Dijo que se llama Gustave —declaró despreocupadamente. Alzó la mirada al sentir los brazos de Jared tensándose a su alrededor y a su madre quedarse inmóvil—. ¿Pasa algo?

—No —replicó Jared rápidamente, cogió una caja que estaba al lado de la mesa, no tenía nada más que un moño rojo y un montón de hoyos. Dominic esbozó una sonrisa deslumbrante sin poder creerlo cuando la caja se sacudió, arrancó el moño sin piedad y quitó la tapa.

—¿Es para mí? —balbuceó cogiendo el cachorrito en sus brazos. Era una bola de pelo de color café con las orejas negras igual que sus patas, parecía que llevaba botas, tenía los ojos de diferentes colores, uno verde y otro azul. El cachorrito sacó su lengüita rosada e intentó lamerle la mejilla moviendo incesantemente la cola.

—Es para ti —confirmó Jared—. Tienes que escoger un nombre para mandar a hacer la placa.

Dom no podía creerlo, en unos meses tenía todo lo que quería: su mamá, un papá y un perrito. En realidad tenía mucho más de lo que deseó, tíos, tías, un primo, un mejor amigo y un abuelo, uno de verdad pensó al recordar la gentileza del padre de Jared.


Dom no pudo evitar reírse al ver el cachorrito, dormía dejando la barriguita blanca al descubierto y estiraba las patitas en medio del sueño. Jared miró el cachorrito que dormía a los pies de la cama y volvió a arropar a Dominic. El infante lo miró con ojos somnolientos, rehusándose a cerrarlos. El pequeño estaba tan contento que no podía quedarse quieto, apagó la luz de la lámpara en cuanto el niño se quedó dormido, cerró la puerta de la habitación con cuidado. Evangeline estaba en la sala, con las piernas cruzadas sobre el sillón, mordiéndose el labio nerviosamente.

—Deja de pensar en eso —pidió Jared sentándose a su lado y presionando sus labios contra los de ella. Lin no reclamó cuando la abrazó—. Dominic es nuestro, nada puede cambiar eso.

Evangeline lo miró con los ojos cargados de confusión. Nuestro, simple y sencillo. Jared consideraba a Dominic su hijo, la quería a ella y a Dominic. Tal vez su padre le hizo un favor al presionarla para casarse con Jared.


Dominic deslizó los dedos sobre el papel, casi podía sentir la pequeñísima elevación que dejaba la tinta al ser impresa, trato de no perder la línea mientras intentaba descifrar aquella letra tan pequeña y pegada.

—Gus… te… ta… ve… ¡Gustave! —leyó Dominic. Gregory, que tenía la cara hundida en un pastel de chocolate, levantó la vista y lo miró con aire aburrido.

—No entiendo para qué robaste eso —reclamó Gregory lamiéndose los dedos—. ¡Vamos a jugar! —pidió levantándose, intentó coger las hojas, pero Dominic las alejó de sus manos llenas de chocolate. Dominic negó con la cabeza y siguió viendo las letras que debían ser del apellido. Gregory empezó a hacer pucheros y emitir gemiditos de protesta, le recordó a su perrito nuevo esa mañana cuando lo bajó de la cama. Gregory se levantó y dio saltos inquieto a su alrededor, quería ir a jugar, pero se negaba a irse sin él—. ¿Qué es tan importante con esos papeles, Dom? —interrogó arrastrándose por el suelo y sentándose a su lado.

—No sé, se lo oí mencionar a George una vez. Fue cuando estuve en su casa días antes del matrimonio de mamá y papá. —Las mejillas se le encendieron por la alegría. Gregory le dio una palmadita en la espalda, Dom hizo una mueca e intentó mirar sobre su hombro qué tan manchada tenía la camiseta del uniforme, su mejor amigo puso los ojos en blanco. Dominic volvió a hablar—. Estaba escondido en los rosales que dan a la ventana de su estudio, vi cuando los guardó. Le dijo a su abogado que quería tener todo listo para cuando Jared se los pidiera. —Dominic se rascó la mejilla distraídamente al distinguir la palabra padre, la escribía tantas veces que no era difícil reconocerla. Gregory ladeó la cabeza y trato de leer, reconocía las letras por las planas que la profesora les ponía, pero a diferencia de Dominic no sabía cómo se pronunciaba—. Bio...ló…gi…co…

—Biológico —repitió Gregory juntando las sílabas—. ¿Qué es eso? Da igual, no importa —contradijo a sí mismo—.Vamos a jugar —pidió jalándole la manga—. Eso es aburrido y quiero quitarle unas cuantas canicas a Ben. —Dom desvió la atención de los papeles al oír eso. Gregory era muy bueno jugando a las canicas. Ben siempre tenía canicas nuevas, era divertido verlo haciendo pataleta cada vez que perdía y Gregory recogía su botín, le daba la mitad a Dom enfrente de él por el puro placer de ver la cara de Ben retorcerse.

No le parecía justo que Ben hubiese molestado a Dom por no tener papá, Ben seguía haciéndolo, diciéndole a Dominic que cuando su mamá y su «papá prestado» tuvieran un hijo lo dejarían de querer. Dominic lo ignoraba, desde que Gregory se hizo su amigo los demás niños los invitaban a jugar con ellos. Dominic les caía mucho mejor que Ben.

Ben se quedaba sin amigos por aquel mal carácter que tenía, siempre intentaba aprovecharse de otros porque tenía dos amigos dispuestos a secundarlo.

—Vamos, Dom. A jugar —repitió Gregory riendo y continuó jalándolo de la manga, provocando que los papeles se movieran. Dom solo alcanzó a ver su nombre y reconocer la palabra «custodia». Regresó los papeles al sobre tratando de no arrugarlos y los metió en su maleta.

Gregory lo observó con los ojos extasiados de alegría, corrió muy rápido, gritándole a Dom que intentara alcanzarlo. Dominic lo siguió aunque el corazón le golpeaba muy rápido contra el pecho.

miércoles, 11 de enero de 2012

Capítulo 29: Papeles importantes


Dominic se quedó en el último escalón al ver a sus padres a la mañana siguiente, frunció el ceño al ver que ambos tenían miradas sumamente tensas. Ellos obviamente no lo habían escuchado, seguían hablando con Suzanne y Charles. Sus expresiones serias estrujaron su corazón y convirtieron su mente en un huracán. Llevaba semanas sin ver aquella seriedad en su madre, ella parecía más feliz, ya no odiaba a Jared ni le miraba mordiéndose los labios para contener las palabras cuando le hablaba de él, incluso parecía que le gustaba.

Jared solo fruncía el entrecejo al revisar los papeles de su trabajo, algunas veces lo sentaba en sus piernas y lo dejaba dibujar mientras leía. Desde el viaje al lado y una vez que su madre empezó a trabajar para Jared, Dom visitó varias veces la empresa, la secretaria le daba leche con chocolate siempre que iba. Dominic le echaba alguna que otra mirada a esos papeles con una letra muy pequeña y pegada, pero Jared leía muy rápido y Dom no, esos papeles se asemejaban al que ocultaba en su habitación, bajo una tabla de uno de los cajones, debía terminar de leerlo, pero no encontraba el tiempo entre hacer tareas, jugar y disfrutar su nueva vida. Además sus padres siempre estaban muy pendientes de lo que estaba haciendo.

—¡Tío Jared! —gritó Luc emocionado, bajó las escaleras y se abrazó a sus rodillas. No importaba que la noche anterior hubiera estado ahí, Luc siempre lo saludaba como si no lo viera en mucho tiempo, con los ojos extasiados de alegría y una sonrisa que jamás podría ser manchada.

Jared cargó al niño y dirigió la mirada a Dominic. Su madre igual, esbozó una sonrisa cálida que envolvió su mente en algodón y calmó el viento que arrastraba sus pensamientos sin control. Dom sonrió, corrió hasta ellos y le dio un beso en la mejilla a su mamá, Jared le revolvió el cabello, su madre lo miró mal porque ella siempre estaba intentando peinarlo, a veces le seguía pareciendo un sueño que fuera su papá, de vez en cuando lo llamaba por su nombre, pero Jared siempre lo corregía con una mirada amable.

—¿Cómo estuvo la fiesta? —curioseó enredando los dedos en el cabello de su mamá, su cabello olía a flores y a nieve, una mezcla rara de primavera e invierno.

—Aburrida, muy aburrida —respondió Jared cuando su madre lo abrazó con fuerza contra su pecho.


Jared le lanzó una mirada muy expresiva a Lin para pedirle que se controlara, Dom era muy observador y sensible a su entorno, si sentía que algo estaba mal iba a preocuparse, no tenía nada de qué preocuparse. Jared no permitiría que Gustave se acercara a Dominic, ahora era su hijo, solo necesitaba los papeles en que Gustave renunció a su custodia, la firma de Evangeline y llevaría su apellido, si hasta ahora no había presionado era porque sabía que ella se negaría. Lin aún se aferraba un poco a la idea de que Dom era su única familia, si tenía que irse lo haría con el niño y nadie se lo impediría. Con Gustave revoloteando por sus vidas tenía que asegurarse de que Lin no entrara en pánico y huiría.

A pesar de que su relación seguía sufriendo ciertos altibajos estaba muy seguro de que la quería a su lado. Dominic era diferente, con él las cosas fluían mucho más fáciles, era como si el niño siempre hubiera estado allí, conocía su color favorito, la comida que le gustaba y la que no, sabía que tenía alergia a ciertas cosas y que algunos tipos de ropa le irritaban la piel. Dom se levantaba temprano los fines de semana, casi nunca dormía más allá de las nueve, pero si lo despertaban antes se ponía gruñón y estaba cerca de armar una pataleta.

A Jared le gustaba jugar futbol con él mientras Evangeline dormía, a ella le agradaba dormir hasta tarde, pero una vez que se levantaba no se detenía.

No. No quería perder a ninguno de los dos.

—Ve por tu mochila —ordenó guiñándole un ojo. Dom sonrió y se bajó, Luc lo siguió como un pollito.
Luc no tenía hermanos, estuvo acosando a sus padres con que quería uno hasta el día en que cayó al pozo y obtuvo un hermano mayor, eso les daba a sus padres un poco más de tiempo hasta que decidieran tener otro bebé. Jared sabía que Charles se moría por una niña.

Dominic bajó de nuevo, cogido de la mano de Luc que empezaba a hacer pucheros y lanzar miradas lastimeras para que se quedaran. Dom le dio palmaditas en el hombro y le prometió que volvería pronto, pero eso no calmó al más pequeño que soltó lágrimas de cocodrilo al despedirse.

Esta vez no conseguiría lo que quería como otras veces, Jared ya tenía planes para esa tarde, Suzanne y Charles si no los tenían estaban en marcha.


Evangeline frunció el ceño cuando Jared se alejó para hablar por teléfono, él parecía feliz cuando contestó, sin embargo en cuestión de segundos su cara cambio, ahora estaba enojado.

—¿Crees que pasa algo malo? —preguntó Dominic lamiendo la cucharita de su helado.

—No —replicó quitándole uno de los ensortijados mechones que le caía por la carita, tapándole la vista—. Solo es algo de su trabajo. —Dom echó otro vistazo a Jared, tratando de entender qué pasaba. Su madre le mentía, era una mala mentirosa así como él.

—Papá jamás se enoja cuando es algo de su trabajo —replicó firme—. Mucho menos un fin de semana, él no contesta llamadas del trabajo cuando está con nosotros.

Evangeline hizo una mueca, Dom podía no conocerlo desde hacía más que meses, pero tenía razón, Jared poseía una calma inigualable en lo que se refería al trabajo, le gustaba lo que hacía y las batallitas eran su día a día, pero cuando llegaba a casa cualquier enojo se evaporizaba como si no hubiera existido. En las mañanas del fin de semana olvidaba el celular en la mesita de noche, eran los días en que jugaba con Dominic sus partidos de fútbol uno a uno, no renunciaba a ninguno de ellos.

Jared cerró la tapa del teléfono y volvió con ellos. Evangeline le tendió la copa de helado derretida y él se la comió. Seguía teniendo el ceño fruncido, pero sonrió a ambos cuando dijo:

—Vamos al cine.


A Dom le encantaba el cine, palomitas, gaseosa y un montón de caramelos que Jared no tenía reparo en comprar. A Jared también le gustaba, poseía una colección de películas que aún tenía problemas para trasladar del departamento a la casa. Películas de toda clase, incluso de niños, ya que a Luc siempre que se quedaba con él le agradaba dormirse viendo películas.

Jared suspiró. Esa mañana le pidió a George los papeles de la custodia de Dominic, él prometió dárselos al día siguiente, pero la llamada que le devolvió aseguraba que no encontraba los papeles, George estaba furioso. Esos papeles aseguraban que Gustave no podía acercarse a su nieto, claro que podrían sacar una copia de los servicios infantiles, pero se tardaría más tiempo.

miércoles, 4 de enero de 2012

Capítulo 28: Pasado


—No —negó Evangeline enjuagando los platos. Jared emitió un suspiro frustrado y continuó secando los que ella terminaba de lavar.

—No puedes estar huyendo siempre de él —replicó—. Además estaré contigo.

Evangeline volteó a mirarlo con los brazos cruzados, apoyándose en el mesón de la cocina, dirigiéndole aquella mirada de «No me digas» que descubrió le lanzaba a Raúl bastante a menudo. Jared sonrió y le metió un mechón de cabello detrás de la oreja, la desarreglada coleta muy pronto se soltaría. Lin arrugó la nariz y comenzó a meter los platos en la alacena.

—No iré —declaró ignorando el tamborileo impaciente de Jared ante su actitud. Evangeline esbozó una sonrisa descarada y salió de la cocina con la frente bien alta. Jared rodó los ojos.

—Creí que enfrentabas todo lo que te venía por delante —musitó siguiéndola.

—No cuando se trata de George, lo evito todo lo posible. Es peor que un dolor de muelas —farfulló haciendo una mueca. Aquello no era la verdadera razón, la verdad era que sentía un insano dolor en el pecho y el estómago se le revolvía de solo pensar en estar en esa fiesta, pero eso Jared no tenía que saberlo. Evangeline empezó a subir las escaleras, con la intención de ir a la habitación de Dominic.

—Estás siendo completamente infantil —protestó cogiéndola por la cintura. Evangeline se retorció, lo fulminó con la mirada y le dio un pisotón cuando no la soltó. Jared la agarró más fuerte—. Quédate quieta ¿no has escuchado de los accidentes de escaleras?

—No iré. No me importa lo que digas ni lo que pienses —masculló intentando zafarse. Bufó al no obtener los resultados deseados—. No voy a pasarme una noche entera entre un montón de viejos que solo hablan de dinero, estadísticas y más dinero —habló medio alzando la voz.

—¿Mami? —inquirió Dominic apoyándose en la barandilla, parpadeó confundido y apretó al Sr. Orejas contra sí, preguntándose si debía estar preocupado o no. Llevaba un pijama de naves especiales y estaba descalzo—. ¿Qué están haciendo?

—Solo estamos hablando —dijo dándole un empujón a Jared, esta vez él no se resistió, subió las escaleras de dos en dos ganándole a Evangeline.

—Ah… —balbuceó Dominic como si no les creyera, pero tampoco supiera que decir.

—¿Quieres quedarte en casa de Suzanne mañana mientras vamos a una fiesta en casa de George? —interrogó cogiéndole la mano para llevarlo de nuevo a su habitación. Dom pegó un saltó emocionado, con los ojos muy abiertos y una sonrisa de oreja a oreja. Evangeline lo fulminó con la mirada, Jared respondió con una sonrisa burlona y llena de petulancia—. Podrías mostrarle a Luc las fotos de tu actuación —comentó aguantándose la risa al ver a Evangeline de reojo. Lin golpeó el piso con el talón como si fuera una niña que se negaba a irse del parque. Ella iba a saltarle encima e intentar cortarle la cabeza cuando entrara a la habitación que ambos compartían.


—No voy a dejarte sola —prometió antes de entrar. Lin suspiró al sentir su mano en la parte baja de la espalda, lo vellos del cuello se le erizaron, pero su estómago se retorció al dar un paso adelante. Se obligó a caminar a paso lento al lado de Jared, con aquellos tacones que odiaba ponerse, muchos más desde que trabajaba para Jared y no se sentía obligada a colocárselos.

El primer día fue bastante raro, sobre todo porque los otros empleados la reconocieron, el rumor de que el presidente fue cacheteado en medio de una reunión incluyó una foto proveniente de las cámaras de vigilancia del pasillo. Todos cuchichearon y la miraron con curiosidad, Jared se deshizo de ellos mostrándoles las manos unidas con el anillo reluciendo en su dedo, la presentó con la jefa de la sección de recursos humanos, le dio un beso rápido y desapareció hasta el almuerzo. Todos se hubieran abalanzado sobre ella si no fuera por la mirada fulminante de su jefa.


—Me alegra que hayan venido —declaró George como buen anfitrión, estrechó la mano de Jared e hizo una ligera inclinación de cabeza a Evangeline. Los llevó a que saludaran el resto de los invitados y presentó a Jared como su yerno.

Evangeline empezó a impacientarse después de una hora de mantener la sonrisa fingida. Los intentos de Jared por relajarla fueron en vano, quería salir corriendo.

—Vámonos —pidió inquieta. Jared asintió y se dirigió a la salida. Evangeline dejó de respirar antes de llegar a la puerta. Gustave estaba ahí, no podía creer que se atreviera a cruzar aquella puerta después de haberla abandonado, aunque era mucho peor pensar que George lo hubiera invitado, buscó a su padre entre los invitados, sus ojos se cruzaron y ella dirigió la mirada a Gustave. George frunció el ceño, en cuestión de segundos su padre estaba a su lado con André—. ¿Qué pasa? —susurró Jared en su oído al ver que no se movía.

—Dom —respondió simplemente.

Evangeline apretó los labios y negó con la cabeza en dirección a Gustave.

Él estaba agarrado del brazo de una rubia que no hacía más que jalarlo, parecía más viejo de lo que debería, su cabello rubio estaba amenazado con canas prematuras, los ojos tan oscuros parecían un agujero negro. Agradecía profundamente que Dominic no hubiera sacado ningún rasgo de él, mucho menos los ojos que estaban llenos de resentimiento, avaricia y odio. George se encargó de que Gustave entregara la custodia incluso antes de haber visto al niño, cuando lo hizo pareció aceptarlo mucho mejor al ver que tenía los ojos tan azules como él. La aceptación de George no era algo que la desvelara, pero ahora parecía un punto clave en su vida y la de su hijo.

Jared la rodeó con un brazo completamente y caminó tranquilo hasta la puerta.

—¿Cómo está mi hijo? ¿Don…? —preguntó Gustave entre dientes, tanteando porque no recordaba el nombre del niño, cuando pasaron por su lado. Evangeline estuvo a punto de voltear y recordarle que era solo suyo, pero Jared no la dejó, volteó él mismo y fulminó con la mirada a Gustave antes de decir:

—Es mi hijo y más te vale que te mantengas alejado de él.

George y André caminaron detrás de ellos, logró escuchar que George le espetaba a Gustave que no era bienvenido en su casa mientras esperaban el auto, la mujer chilló algo, pero no tuvo tiempo de oír más. Jared le abrió la puerta y se fueron de ahí.


—¿Cómo se llama? —inquirió Jared cuando estaban los suficiente lejos de la casa.

—Gustave —contestó consciente de a quién se refería. Apoyó la mejilla contra el vidrio y cerró los ojos, quería olvidarse de él. Jared buscó su mano y se la apretó. A veces era bueno que estuviera con él. Dejó que los dedos de Jared se enredaran con los suyos.


Jared nunca creyó llegar a conocer al padre biológico de Dominic, sobre todo después de que Lin le dijera que fue echado de su familia y sobornado por George. Había algo en Gustave que no le gustaba, se preguntaba qué rayos vio Lin en él, no le parecía el tipo de persona en que ella se fijaría, pero bueno ella misma dijo que fue error.



 

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