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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Capítulo 27: Reflexiones


La luz que atravesaba la ventana le daba en toda la cara, sin embargo el calor se concentraba bajo su mejilla, la palma de la mano, la pierna y la cintura. Abrió los ojos, apoyó la mano y… miró arriba.

«¡Oh, no!» tragó saliva e intentó moverse, pero era imposible con Jared agarrándola, entrelazando las piernas con las suyas. Ahogó un grito en la garganta y se deslizó con cuidado. Debió haberlo golpeado, debió haber gritado, pero no quería despertar a Dominic, aunque… Esa no era su casa, no era su cama. Las paredes estaban pintadas de blanco con dibujos —que a su parecer no tenían ningún significado— entre verdes y negros, el gran ventanal daba vista a los edificios y las cortinas blancas ondeaban sin rumbo.

Jaló una sábana y se envolvió con ella, Jared se movió como consecuencia, se colocó boca abajo, abrazando la almohada con la cara completamente oculta entre el cabello y la seda roja que cubría la cama. ¡Ellos no tenían sábanas de seda! Mucho menos roja.

Intentó hacer memoria. Recordaba dejar a Dominic con Paloma y Raúl, las luces de la discoteca, el olor a cigarrillo, la música demasiado alta y luego… Nada.

Se mordió el labio al ver que Jared tenía un montón de rasguños en la espalda, debía habérselos hecho ella porque no había ninguna otra chica desnuda en la habitación.

Se deslizó por la pared y se tapó la cara con las manos. Frunció el ceño al reconocer los destellos que lanzaba el anillo de oro que le rodeaba el dedo, parecía que se burlaran de ella.

Desde el día en que se casó, ella se lo quitó y lo metió en el cajón de la mesita de noche, consciente de que aquello no era más que una farsa. Ella y Jared no eran más que dos desconocidos viviendo bajo el mismo techo. No era solo que su matrimonio fuera una mentira, era que aquel anillo más que aprisionarle el dedo le ahogaba el corazón. Su madre le enseñó que los anillos de matrimonio eran una forma de unir a dos personas, no recordaba el rostro su madre, pero sí sus palabras, era ridículo; su padre se aseguró de extinguir cualquier pensamiento referente al verdadero amor, en su mundo no existía espacio para los sentimentalismos absurdos. Rememoró a su madre cepillándole el cabello y atando las coletas con listones, hablándole con palabra suaves que se asemejaban a una brisa.

 Volvió a observar el anillo. Jared lo deslizó algunas noches atrás, la misma en que Amelié y Anthony ocuparon la habitación de invitados. Él no dijo nada, simplemente le cogió la mano, metió el anillo en su dedo y le besó la mejilla. Ella no se atrevió a hacer ningún comentario. Jared nunca se quitó el anillo, a diferencia de ella su decisión fue voluntaria. Claro que… la suya también lo fue, pudo haberse negado a casarse, su padre le habría regresado a Dominic tarde o temprano, sabía que quien lo cuidaba era André, George jamás le confiaría la vida de su nieto a otro, aunque no lo quisiera. André por lo general dejaba que Dom hiciera lo que quisiera, siempre y cuando se mantuviera bajo su mirada atenta.

Quería tanto alejarse de George, pero luego de casarse esa pequeña parte suya, que deseaba confiar en alguien más, no fue suficiente para luchar por la decisión que tomó.


Jared aparentó dormir mientras Evangeline luchaba consigo misma. Ella se estaba mordiendo el labio, tenía el entrecejo ligeramente fruncido y no parecía tomar ninguna decisión, aunque demasiadas cosas le pasaban por la cabeza.

Él se despertó antes que ella, tuvo tiempo de recordar la noche pasada, no le costó ya que no tomó tanto de aquella mezcla que Anthony les ofreció. Al principio pensó en matar a su mejor amigo, luego decidió esperar a ver la reacción de Evangeline. Ella estaba más confusa y aturdida que otra cosa, sabía que aquellas bebidas no producían dolor de cabeza, siempre y cuando no se revolvieran con nada más.

Consideró levantarse y hablar con ella, aunque lo mejor sería que la dejara pensar un rato más, hasta que tomara una decisión o quisiera armar un escándalo, lo que sucediera primero.

Evangeline se movió hasta el ventanal, abrió la puerta corrediza y salió al balcón. Tal vez debería decirle que se vistiera, pero la seda roja contrastaba contra su piel y marcaba cada curva. No tenía nada malo quererla otra vez ¿verdad? Después de todo era su esposa…

Las sábanas no hicieron ruido cuando se movió, la alfombra ahogó el sonido de sus pasos, recogió el pantalón y se metió en él sin molestarse en abrocharlo, llegó hasta el baño y cogió la bata que estaba colgada ahí, tenía algo de ropa en aquel departamento, después de mudarse se aseguró de contratar a alguien para que lo mantuviera limpio.

—Lin —musitó. Evangeline dio un respingo del susto, casi suelta el borde de la sábana que tenía apretado en un puño contra su cuerpo. Jared sencillamente colocó la bata sobre sus hombros—. Creo que esto te quedaría mejor —comentó distraídamente.

Evangeline le dio la espalda, metió un brazo dentro de la manga y con el otro mantuvo la sábana en su lugar, el mismo proceso con la otra manga antes de dejar que la sábana de deslizara hasta el suelo.

—Gracias —musitó por lo bajo antes de volver a mirarlo sin mirarlo.

 —Lin…yo…

—¿Cómo me llamaste? —preguntó alzando una ceja y cruzándose de brazos.

—Lo siento, si no te gusta no volveré a decirte así —aseguró muy serio, aquel diminutivo le salió sin querer. Deseaba que ella confiara en él.

—No —balbuceó—. No importa.


Dominic esbozó una amplia sonrisa al ver a sus padres en primera fila, su madre le correspondió la sonrisa y su padre —¡aún no se creía que llamaba a Jared así!— le guiñó un ojo. Gregory, tirado a su lado en el suelo, le dio un codazo y señaló la esquina opuesta a donde estaban sentados los padres de su amigo.

—¡Niños! —exclamó la maestra apurada. Los cogió a ambos del brazo y los obligó a levantarse, les sacudió el polvo de la ropa con aire reprobador—. La función empezará en quince minutos y ustedes dos deberían estar con los demás —proclamó apuntando el lugar donde los niños mayores estaban demasiado apurados, corriendo de un lado a otro, maquillando a los niños pequeños que faltaban y terminando de arreglar la escenografía.


Jared se rió al ver a Evangeline tomando fotos sin control, después de un mes de aquella salida con Anthony las cosas por fin parecían volver a la normalidad. Evangeline no era fría y distante como al principio, pero se mantenía alejada de él porque al parecer no confiaba en ella misma.

Dominic no notaba la diferencia, el niño estaba ocupado con sus juguetes, su amigo, su primo y la atención que recibía por parte de su familia. No tenía nada de qué preocuparse.

Evangeline se levantó y aplaudió efusivamente. Todos los niños se cogieron de las manos, hicieron una reverencia y las cortinas se cerraron.

Una de las maestras los animó a que pasaran a los salones, donde los niños a los pocos minutos atacaron las mesas de comida y gaseosa. Entre el mar de disfraces y caritas pintadas, Dom se abrazó a las piernas de sus padres con una sonrisa de oreja a oreja. Jared lo alzó.

—¡Estuviste genial! —susurró Evangeline besándole la mejilla. El infante esbozó una sonrisa avergonzada y se rascó la mejilla—. ¿Ya comiste? —inquirió arreglándole un poco el cabello.

—No —contestó moviendo la cabeza, los rizos volvieron a su antiguo lugar y su madre emitió un suspiro frustrado.

—¡Dom! —gritó Gregory con su disfraz de zorro aún puesto. Desde su punto de vista aquel traje le quedaba muy bien a su amigo, Gregory conseguía convencer a cualquier de hacer lo que quería con sus interminables monólogos—. Mi mamá quiere tomarnos una foto juntos, claro que es porque yo se lo pedí. —Jared lo dejó en el suelo y le arregló las orejas de peluche, que se le estaban cayendo,  y les tomó una foto. Hubiera sido más fácil si Gregory se quedara quieto y sonriera, pero al niño le parecía una tarea imposible ya que movía los pies, hablaba y hablaba sin parar—. ¿Sabes que el zorro y el lobo se supone que no se llevan bien? A mí eso no me importa, tú eres mi mejor amigo aunque seas un lobo, claro que solo lo serás mientras tengamos estos disfraces. ¿Ya? —preguntó Gregory luego del flash de la cámara. Jared asintió y Gregory arrastró a Dominic lejos de él mientras seguía hablando.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Capítulo 26: Problemas y más problemas


Jared le puso el pijama a Dominic tratando de no despertarlo, el pequeño estaba profundamente dormido antes de llegar a la ciudad, al igual que Luc después de pasarse todo el camino jugando, sin embargo antes de que se quedara completamente dormido su sobrino protestó y le hizo prometer a Jared que irían el próximo domingo a cenar.

Su hermana y su cuñado poseían una bonita casa cerca de su padre, la cual estaba siendo remodelada provocando que ellos vivieran con Leandro, claro que por fin les sería entregada esa misma semana.

Evangeline le dio un beso en la frente a su hijo, se aseguró de que estuviera bien arropado antes de retirarse de la habitación.

—Hice que movieran tus cosas a mi habitación —dijo Jared en cuanto estuvieron afuera. Evangeline se volvió a mirarlo muy lentamente, después de aquella semana creía que ella confiaría un poco más en él, pero la manera en que lo fulminó con la mirada dejaba en claro que no estaba para nada feliz con la decisión—. Somos esposos, solo compartiremos la cama —gruñó porque había notado que era la única forma en que ella escuchaba a alguien más—. Yo jamás te obligaría a hacer algo que no quieres —musitó y ella le dirigió una mirada insegura. Finalmente se fue a la habitación que ahora era de ambos sin protestar. Jared la siguió.

Evangeline analizó todo antes de ponerse a revolver los cajones en busca de su ropa, ella nunca se atrevió a entrar, aunque Dominic más de una vez se deslizó en su habitación después de tener una pesadilla. Jared frunció el ceño al escuchar el timbre de la casa, era tarde y había empezado a caer una ligera llovizna que obligaría a cualquier miembro del barrio mantenerse alejado de las calles.

Miró por la ventana antes de abrir la puerta y empezar a soltar palabrotas.

Anthony estaba apoyado a duras penas en el hombro de Amelié, la camiseta negra de seda estaba rasgada y manchada, el pantalón no estaba en mejor estado, el ojo empezaba a ponerse morado, tenía sangre en la sien y un montón de arañazos en la cara. Jared lo ayudó a llegar hasta el sofá antes de arrodillarse frente a él y empezar a examinar las heridas. Evangeline se apresuró al baño en busca del botiquín de primeros auxilios.

—Esto es tú culpa ¿verdad? —preguntó a Amelié. Ella le observó con una expresión angustiada y rota. Era claro porque Anthony estaba «estupidizado» por ella. Amelié con su cabello rubio, la piel tan pálida y aquellos ojos azules obtenía la imagen de una muñeca. Pero era una muñeca engañosa y traidora, a ella no le importaba irse con cualquiera que tuviera dinero, ni siquiera tenía que acostarse con ellos para conseguir lo que quería, pero más de una vez Anthony la sacó de problemas por meterse con la persona equivocada, siempre era él quien terminaba mal—. Siempre estas cosas son tu culpa —exclamó furioso—. Siempre lo estás metiendo en tus problemas.

—No las regañes, estoy lo suficiente grande como para tomar mis decisiones…

—Cállate —cortó Jared con mal genio. Cogió la caja de primeros auxilios que le tendía Evangeline, sacó el alcohol y mojó el algodón con él—. Eres un imbécil. Si fueras tan grande como dices te alejarías de ella por tu bien. —Anthony emitió un quejido cuando Jared presionó con más fuerza de la necesaria sus heridas.

—Menos mal que yo soy el doctor —protestó.

—Vas a tener que pagar la limpieza del sofá —replicó fulminándolo con la mirada.

—No me hagas eso, tengo que reponer todo lo de mi casa —bufó haciendo muecas por el dolor.

—¿Qué le pasó a tu casa? —inquirió dirigiéndole otra mirada de reproche a Amelié, tenía el maquillaje corrido por las lágrimas y la lluvia, pero eso le daba una apariencia de muñeca rota con la que engatusaba a cualquiera, a todos menos a Jared.

—Fue destruida, también mi auto. Tengo que llamar al seguro —suspiró derrotado.
Jared fulminó con la mirada a Amelié.

—Entonces tendrán que quedarse aquí —murmuró Evangeline. Jared hizo una mueca, porque sabía que aquello incluiría a Amelié, a él le gustaría que ella estuviera bien lejos de su familia. Anthony era parte de su familia—. Ven, te prestaré algo de ropa.

Evangeline le hizo un gesto de mano para que la siguiera, Jared ayudó a Anthony a levantarse, su mejor amigo se apoyó en las paredes hasta llegar al baño, se encerró para quitarse toda la mugre y terminar de limpiar los cortes que tenía en el resto del cuerpo.


Dominic salió de su habitación frotándose los ojos, se chocó contra la mesita del pasillo aún medio dormido, ni siquiera el golpe de su pie contra las patas de la cama lo había despertado completamente. Abrió la puerta de la habitación de su madre y se tiró encima de la cama, sin fijarse que había dos cuerpos en vez de uno.

Un chillido horroroso le perforó los oídos, el estruendo de un cuerpo cayendo al suelo. Gritos, chillidos, quejas, insultos, pasos… La puerta estrellándose contra la pared.

—¿Qué rayos pasa? —reclamó Jared enojado. Anthony seguía refunfuñando, Amelié gritando y Dominic se tapaba las orejas con las manos completamente confundido—. ¡Deja de gritar! —exclamó entre irritado y alterado. Amelié se calló, Anthony se sentó en la cama adolorido, todos sus músculos protestaban.

—Lo siento —balbuceó Dominic—. Yo no quería… pensé que…

—¿Y tú quién eres, niñito? —Amelié se ganó a una mirada fulminante por parte de Jared. Ella no quería que su voz sonara como lo hizo, pero era imposible porque acaba de levantarse con un susto de muerte, después de haber pasado la noche medio en vela cuidando que Anthony no se lastimara más.

—¡Mi hijo! —declaró furioso—. Anthony colócate una camiseta antes de bajar —ordenó. Cargó a Dominic y lo sacó de la habitación. Amelié apretó los labios, los ojos se lo colocaron vidriosos cuando observó a Anthony.

—Yo creí que mamá estaba ahí. —Escucharon musitar a Dominic antes de que los pasos en la escalera resonaran.

—Bueno. Si Jared no te quería antes, ahora creo que te odia —bostezó sin el menor interés. Se movió con lentitud hacia la esquina, arrastrando los pies. Tenía moretones en la espalda y el pecho, cogió una camisa doblaba que estaba en la silla y se dirigió a la puerta—. ¿Te vas a quedar ahí toda la mañana? —inquirió.

—Tal vez sería mejor que yo me vaya —musitó con la voz rota.

—¿Por Jared? Se le pasará, solo odia por ratos —aseguró—. Te metiste con su niño recién estrenado —comentó soltando una sonrisa torcida. Se movió perezosamente hasta las escaleras.

Amelié caminó tras él, Dominic estaba sentado en el sillón grande viendo caricaturas, Anthony se sentó a su lado y le revolvió el cabello.


Jared le ayudó a Evangeline a salir del taxi. Después de un mes del viaje y la golpiza de Anthony, su mejor amigo volvía a las andadas de la mano de Amelié, ambos coqueteaban, reían y se deslizaban por la pista. Vivían en el antiguo departamento de Jared hasta que los problemas con el seguro de Anthony se resolvieran.

Evangeline estaba visiblemente nerviosa, Dom se había quedado en casa de Suzanne. Ella nunca lo dejó con nadie aparte de Paloma, mucho menos para ir a una discoteca, pero ahí estaba con Jared que permitió que su mejor amigo los engatusara a ambos. Anthony se abrió paso entre las personas, le tendió una copa a cada uno, con aquella sonrisa torcida que no presagiaba nada bueno.

—¡Vamos, es hora de la fiesta! —burló sacudiendo la cabeza. Al ver que ninguno de los dos se dignaba a ceder colocó los ojos en blanco y tomó un poco de su propia copa—. Miedosos —protestó indignado. Se movió al ritmo de la música, sí, aquel era el llamado, pero Anthony no iba a atender hasta que los dos bebieran un poquito.

Evangeline miró la inocente copa en su mano, ella jamás tomaba, excepto por el vino y la champaña que siempre ofrecían en las fiestas a las que su padre la obligaba a asistir. Tomó un sorbito, el calor se deslizó por su garganta, no reconocía la bebida, bebió otro poquito. Anthony le dio una sonrisa satisfecha antes de mirar a Jared.

—¿Vas a dejar que tu esposa te gane, Jared? —interrogó arrastrando las palabras, aquello era un reto, Jared no pensaba caer, no, alguien debía mantenerse cuerdo—. Aquello no se ve bien ¿sabes? —Anthony siguió pinchándolo, empujándolo despacio hasta el borde.

Hasta ese abismo en el que Jared accedía a sus deseos, no importaba cuantas veces se cayera volvía a hacerlo. Tal vez eso era lo que lo unía a Anthony.

Jared suspiró, llevo la copa hasta su boca y tragó. Anthony se deslizó entre los cuerpos, cogió a Amelié y se contonearon al mismo ritmo.

Nada malo podía pasar ¿verdad?

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Capítulo 25: El bosque


Dominic se rió al escuchar la respiración forzada de su madre, ella siempre estaba corriendo tras él, pero no le agradaba hacer ejercicio, como consecuencia estaba cansada de deslizarse entre los árboles. El perfume de la naturaleza los rodeaba, pasaron raíces, esquivaron ramas y troncos. Luc desde hacía mucho rato estaba subido en los hombros de su padre, sus piernas no habían resistido a muchos de los troncos que se atravesaban, además de las irregularidades del terreno.

A Dominic le encantaba sentir la corteza de los árboles bajo sus manos. Vida. Los árboles eran vida, no solo porque producían oxígeno, entre sus ramas se ocultaban  animales, insectos. Los pájaros trinaban.

—Vengan niños —susurró Leandro agachándose frente a Dom. Luc rápidamente pidió a su padre que lo bajara y se ubicó a su lado. El anciano abrió las manos con cuidado frente a ellos, en  la palma reposaba una mariposa. Una mariposa pequeña con alas de un vistoso color amarrillo. Dom estiró su mano para tocar el ala, el bicho las movía con lentitud, de repente las agitó y se alejó volando. Dominic trató de seguirla con la mirada, sin embargo la perdió de vista rápidamente entre las hojas doradas.

—¿Por qué la dejaste ir? —protestó Luc cruzándose de brazos y mirando con el ceño fruncido a su abuelo.

—Porque fue hecho para ser libre, por eso le dieron alas —contestó con una sonrisa cariñosa.

—Yo quería tocarle las alas, pero no pude —refunfuñó haciendo un puchero—. Abuelo, atrapa a otra —suplicó colgándosele del cuello.

Su abuelo se rió en respuesta, les cogió a ambos la mano. El primer impulso de Dominic fue soltarse, pero la silenciosa mirada de su madre llena de tristeza lo detuvo. Ella estaba muy rara, tironeaba de su cabello y no parecía molesta por el brazo de Jared que le rodeaba la cintura desde que el abuelo de Luc los llamó.

Su madre no había deseado a Jared cerca, hasta ahora. Leandro tiró de su mano para incitarlo a caminar, él siguió mirando a su mamá. ¿Sería que ya se llevaban bien? Se mordió el labio esperando que fuera así. Le gustaría llamar a Jared papá, pero no lo había hecho por temor a la forma en que reaccionara su mamá.
—¡Una mariposa! —gritó Luc emocionado, se zafó de las manos de su abuelo.

Fue demasiado rápido. Luc se tropezó y cayó al suelo, Dominic se precipitó tras él. Bajo el peso de ambos las tablas, que tapaban la entraba de un antiguo pozo, crujieron al romperse.


Oscuridad.

Dominic se movió y trató se sentir el cuerpo de Luc, le sacudió lo que creía era uno de sus brazos. Cuando Luc rompió a llorar a todo pulmón supo que estaba bien.  La tierra estaba mojada y blanda, aunque eso no significaba que la caída hubiera sido muy suave, el pozo no era demasiado hondo, pero necesitarían una cuerda para sacarlos y no podrían entrar porque era estrecho, menos en el fondo, podía sentir los rayos del sol que se colaban entre las hojas de los árboles, escuchar los gritos angustiados de todos.

—¡¿Están bien?! —preguntó el padre de Luc. Tres sombras taparon la poca luz que se filtraba.

—¡Sí! —gritó. Revisó rápidamente a Luc, alzándole un poco las mangas. Ambos tenían la ropa toda embarrada, pero aparte de unos raspones y cortes no estaban heridos—. ¿Te duele algo? —interrogó. Luc lo observó a través de las lágrimas y negó con la cabeza, se sorbió los mocos e iba a limpiarse la cara con la manga embarrada si Dominic no lo hubiera detenido—. No te preocupes, todo está bien.

—Quiero a mamá —sollozó—. Tengo frío.

Dominic se acomodó detrás de él, lo rodeó con los brazos así como hacía su mamá cuando tenía una pesadilla y le frotó los brazos, no era de mucha ayuda con la tela toda mojada, pero era algo.

—¡Vamos a sacarlos de allí pronto! —prometió la voz de Jared haciéndose más débil a cada palabra. Aún podía escuchar los sollozos de su madre y la voz de Suzanne, Leandro seguía inclinado sobre la entrada del pozo. Charles debía haberse ido con Jared.

—Cuando los saquemos de ahí voy a conseguirles una mariposa —dijo el anciano.

—¡Nada de mariposas! —objetó Luc llorando—. Quiero chocolate. Mucho chocolate.

Luc se calmó ligeramente al escuchar la risa de su abuelo. El anciano empezó a tararear una canción, asegurándose de que los niños supieran que no estaban solos.

—¿Vamos a salir pronto? —interrogó el más pequeño mirando por sobre el hombro a Dominic.

—Tan pronto como puedan sacarnos —susurró apoyándole la barbilla en la cabeza.

—Si nos sacan de aquí antes de que oscurezca te dejaré jugar con mis juguetes, también dejaré de mirarte mal y aceptaré que seas hijo de tío Jared —lloriqueó abrazándolo. Dom no pudo evitar reírse. Una risa ahogada, corta y teñida de miedo.


Jared no tuvo mucho tiempo para pensar después de que las tablas se rompieran. Evangeline estaba dispuesta a lanzarse al hoyo, por suerte logró detenerla, Suzanne la agarró y trató de calmarla aunque ella misma estuviera temblando. Su cuñado y él corrieron a través del bosque tan rápido como podían.

Charles se apresuró a entrar en la cabaña, adentrándose en una de las habitaciones. Tenía un equipo de escalada que usó hace algunos años con un grupo de amigos, antes de casarse, sabía que estaba en perfectas condiciones porque el año pasado lo revisó para ir con los mismos amigos, pero al final no lo hizo. Metió todo en una maleta y salió apresuradamente de la cabaña. Sus pasos resonaban en la madera. Protestando ante el peso de la fuerza usada para caminar.


Jared sentía que el tiempo corría demasiado rápido, a la vez que percibía que con una exhalación estaba de nuevo junto a su familia. Evangeline le dirigió una mirada lacrimógena, sus barreras completamente quebradas. A su hermana le temblaban las manos, pero tenía la misma determinación en la cara de cuando eran niños, y amenazaba a Anthony con hacer que lo castigaran si volvía a hacerle a alguna broma.

Charles bajó una linterna amarrada al equipo de escalada, explicó a los niños con palabras suaves y pacientes como atárselos, él tenía su propia linterna para ver lo que ellos hacían. Menos mal que uno de sus amigos dejó el equipo porque no le hacía gracia que alguno de los dos niños se quedará solo en aquel agujero. Dom ayudó a Luc a ponérselo antes de acomodarse el suyo y pedir que los sacaran.

Dominic clavó los dedos en las paredes para evitar golpearse, Luc estaba agarrado a él como si se le fuera la vida en ello.


Dominic sentía que no podía respirar en medio de Jared y su madre, ambos lo tenían fuertemente abrazado. Su madre estaba llorando, Jared no decía nada, pero lo estaba abrazando fuerte, demasiado fuerte. Luc le sonrió desde los brazos de sus padres. Su padre le había soltado todo el equipo, que pesaba más que él, y envuelto en la chaqueta.

—Creo que ya es hora de que suelten a los niños. Los están ahogando —musitó el anciano recogiendo todo aquel enredo usado para salvarlos.

Evangeline dejó que Jared cargara a Dominic mientras se dirigían de vuelta a la cabaña. Su niño estaba bien, asustado, lo sabía por las lágrimas que le humedecían los ojos del infante, aunque no estaba dispuesto a derramarlas.

Jared no la soltaba, la tenía agarrada por la cintura, la ataba a la cordura porque el solo pensamiento de perder a su niño la aterraba.


Jared sonrió al ver a los dos niños, el accidente en el pozo disolvió cualquier recelo de Luc dirigido a Dominic, incluso lo llamaba «plimo». El pequeño parecía haberlo aceptado como un nuevo compañero de juegos, ya no lo veía como el niño que le quitaba la atención de su familia.

Su sobrinito estaba demasiado mimado, pero agradecía que la relación entre los dos niños ya no fuera un problema y Dominic estuviera aceptando a su padre. No estaba dispuesto a dejarlo escapar a él y a su madre, a la que tenía un montón de cosas bonitas que enseñarle de la vida.

Tal vez él fuera un romántico como siempre le reprochaba Anthony. Pensando en su amigo tuvo un escalofrío, sentía que algo andaba mal con él, pero no lo había llamado, estaba seguro que si su mejor amigo tuviera algún problema lo llamaría ¿o no?

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Capítulo 24: El abuelo


Luc tenía la cabeza apoyada en uno de los cojines, sus piernas colgaban del brazo del sofá. Dominic estaba en el otro lado del sofá, abrazándose las rodillas mientras veía el cachorro de león andar a la deriva.

—Qué injusticia —susurró en voz alta apretando las manos hasta convertirlas en puños—. Tenía a su papá y  se lo quitaron.

Luc no dio muestras de escucharlo, movía los pies al ritmo de la música mientras cantaba Hakuna Matata a todo pulmón, tenía bastantes problemas para pronunciar la «r», aunque no parecía importarle o darse cuenta.

Unas llantas deteniéndose y un ligero toque en la puerta callaron a Luc.

Dominic corrió un asiento de la cocina hasta la sala, se subió y movió la cortina para ver quien estaba tras la ventana.

—¡El abuelo! —gritó Luc feliz inclinado en el respaldar del asiento—. ¡Mamá! ¡Papá! ¡Tío Jared! —exclamó el infante subiendo las escaleras, un pie a la vez, y agarrado al barandal con firmeza. Dominic fue tras él, para asegurarse de que no se resbalaba por error. Al llegar al piso de arriba el más pequeño golpeó las puertas sin cuidado—. ¡Vino el abuelo! ¡Vino el abuelo!

Charles salió de la habitación con pinta de no haber pegado un ojo en toda la noche, le fue muy difícil porque tuvo que pasársela esquivando las pataditas involuntarias de su hijo mientras dormía.  Agarró a Luc como un costal de papas, el infante tenía los ojos delirantes de felicidad, pataleaba para soltarse y seguía pegando gritos mientras bajaban las escaleras.


Jared soltó un montón de insultos por lo bajo contra todo aquel que se le pasaba por la cabeza.

—Espero que no uses ese vocabulario delante de Dominic —protestó Evangeline envolviéndose en un bata, buscó los zapatos apresuradamente, el piso estaba helado.

Jared no dio muestras de escucharla, abrió la puerta y llamó a su hermana que estaba bajando las escaleras.

—Tú… —gruñó fulminándola con la mirada. Suzanne respondió la mirada enojada con una sonrisa burlona.
—Quiere conocerlos —declaró. Jared se revolvió el cabello frustrado. Su padre envolvió a Suzanne en un abrazo de oso en cuanto bajó.

Dio media vuelta, Evangeline estaba apoyada en el marco de la puerta, con el seño fruncido y los labios apretados. Dominic tenía a su conejo de peluche agarrado por la oreja. El niño parecía tener un problema existencial al ver aquel extraño abrazar a Luc y hablarle con enorme cariño.

—Dom —musitó su madre. Dominic le cogió la mano que le tendía con fuerza.

Luc no hacía más que repetir «abuelo». Según su maestra los abuelos eran los padres de sus padres. George se supone era su abuelo, pero así como su madre jamás lo llamaba papá, él nunca lo llamó abuelo. Para él aquella palabra era extraña y sin sentido. No era como tía o tío, esas palabras las veía reflejadas en Raúl y Paloma.

—Jared, ¿no piensas saludar a tu padre? —inquirió el anciano. Tenía el cabello cano, con algunas hebras más blancas que otras, ligeras arrugas alrededor de los ojos grises que ocultaban su sabiduría, los pliegues cerca de su boca escondían millones de sonrisas. Con todo aquello obtenía la apariencia de un rey del invierno.

—Sí, dame un momento —replicó mirando de reojo a Dominic que prefirió agarrarse fuerte a la bata de su madre con una expresión cautelosa. El hombre asintió, desde el piso de abajo no podía ver más que una chica con una muralla para proteger el corazón.

—Dom —murmuró agachándose—. Él es mi papá, ¿no quieres que te lo presente?

—No —respondió el niño ocultándose tras su madre.

—No tuviste problemas con que te presentara a Suzanne, Charles o a… Luc —suspiró con duda por el último nombre—. Es mi papá, así como yo el tuyo. ¿Eso quiere decir que entonces tampoco hubieras querido conocerme a mí?

—Es diferente —objetó el niño muy seguro—. Ninguno de ellos es papá de un papá.

—¿Te refieres a que no es un abuelo? —Dominic apretó los labios y asintió.

—Él es bueno, no es como George. Luc está muy feliz con él, ¿ves? —Luc estaba en los brazos de su abuelo, acariciándole la mejilla y riendo.

—Sí, pero yo no soy su nieto.

Jared miró a su padre, al niño y luego a Evangeline. Ella estaba callada, tensa y… asustada. En aquel momento no sabía que decirle a su hijo, no tenía ni idea de cómo protegerlo. Dominic nunca fue golpeado, pero tenía aquel incesante deseo de saber y las dudas eran las que no le permitían dormir en la noche, sobre todo cuando se trataba de familia.

—Entiendo que no confíes en él, pero confías en mí ¿cierto? —preguntó observándolo. Dominic asintió, pero no se soltó de su madre. Las tablas de la escalera rechinaron.

—¿Algún problema? —interrogó el anciano acomodándose al lado de Jared. Dominic se encogió de hombros y se ocultó tras su madre completamente.

—Hola —musitó Evangeline insegura. El hombre correspondió al saludo con una inclinación de cabeza y una sonrisa gentil. Jared emitió un suspiro y decidió que lo mejor era dejar a Dominic tranquilo. Se levantó y le cogió la mano a Evangeline, contrario a lo que pensó ella no lo rechazó, estaba demasiado insegura sobre qué hacer con Dominic como para negar cualquier cosa—. Leandro O’Conell —dijo el  anciano a forma de saludo—. Me hubiese gustado conocerlos antes —declaró echándole una ojeada a Dominic, que se movió inquieto tras su madre—. Pero supongo que está bien ahora.

—El desayuno está listo —anunció la vocecita aguda de Luc. El niño estaba más que feliz porque sus padres le dejaron hacerle caritas felices al desayuno de todos, sobre todo al de su abuelo.


Dominic se sentó lo más lejos posible del padre de Jared, no fue difícil ya que todos los demás parecían querer estar a su alrededor, excepto por su madre que trató de acomodarle algunos rizos rebeldes tras la oreja, un gesto netamente maternal. Dominic la dejó, él sabía que era una batalla perdida. La ama de llaves de George varias veces intento acomodárselo, incluso aplicándole cantidades irracionales de gel, nada funcionaba, los rizos volvían al orden ya definido, completamente desordenado.

—Vaya sorpresa que me llevé. Me voy algunos meses y cuando regreso tengo una nueva nuera y otro nieto —exclamó esperando que el niño volteara a verlo. No funcionó. Dominic mantuvo la cabeza gacha mientras se metía la cuchara a la boca. Luc por su parte sí que volteó a verlo disgustado, pero la sonrisa y el guiño de ojo de su abuelo lo detuvieron de protestar.

—Sí, imagínate entonces mi sorpresa cuando Luc anunció que estabas aquí. Suzanne no mencionó que te invitó —comentó Jared lanzándole una mirada de reproche a su hermana.

—Queríamos darte una sorpresa, nos lo merecíamos después de que nos bombardearon con lo de su matrimonio —replicó su padre devolviéndole la mirada de reproche.

Jared clavó sus ojos en la ventana, un ligero viento movía los árboles, las hojas se caían y bailaba un vals hasta llegar al suelo. Sabía que este día iba a llegar. Miró a Evangeline, ella estaba observando a Dominic con preocupación, hasta ahora el pequeño se mostró sociable, sin embargo las dudas hacia George las manifestaba también al padre de Jared, se comportaba como siempre que estaba cerca de George.

—¿Qué pasa con el niño? —preguntó Leandro a Jared en cuanto se quedaron solos en la cocina. A Jared le tocaba lavar los platos porque Suzanne y Charles hicieron el desayuno, Evangeline debía ayudarle, pero ella estaba ocupada tratando de sacar a Dominic de la habitación en la que se escondió luego de terminar de desayunar.

—Dom no confía en ti —explicó incómodo—. No cree en los abuelos, el padre de Evangeline es algo… complicado —dijo finalmente—. ¿Nada? —interrogó al ver a Evangeline mover las manos nerviosamente, ella sacudió la cabeza. ¿Qué hizo ella mal? Ella no confiaba en las personas, ya la habían herido suficiente, pero eso no quería decir que quisiera que su hijo se escondiera como hizo ella. Dominic era alegre, vivaz y con todo el derecho a vivir su infancia como debía ser.

Jared se secó las manos y se fue al piso de arriba.

—Hay cosas que van más allá de lo que nosotros podemos hacer —dijo el anciano cogiéndole ambas manos y encerrándolas entre las suyas. Sus manos estaban tibias, él le sonreía. George jamás le sonrió, mucho menos le cogió las manos de aquella forma… Era tan diferente.


Dominic estaba en la cama  jugando con algunas piezas armables que su madre le empacó. Armaba robots y nave espaciales.

—¿Por qué te escondes? –preguntó Jared sentándose en frente suyo, empezó a armar su propio robot.

—Tu papá me da miedo —respondió el niño sin quitar los ojos de su propia creación.

—Él no te hará nada, Dom. Lo prometo. —Dominic se mordió el labio.

—Si no le agrado tú no vas a quererme más… —balbuceó el infante frotándose los ojos.

—Por supuesto que voy a quererte —replicó acomodándolo en su regazo—. Vas a agradarle a mi padre muchísimo —aseguró limpiándole unas pocas lágrimas que se le escaparon al niño—. Eres listo, valiente y muy bueno jugando al fútbol.

—Me estoy escondiendo —acotó el pequeño por lo de valiente.

—Todos tenemos miedo, eres valiente cuando enfrentas lo que te asusta.

Dominic se lo pensó un rato antes de decidir bajar la escalera y dejar que Leandro le cogiera la mano, para entonces ya todos estaban vestidos y los esperaban para ir a caminar. Su madre permitió que Jared lo bañara y vistiera, él argumentó que lo hacía todo el tiempo con Luc cuando estaba de visita.


 

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