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miércoles, 29 de junio de 2011

Capítulo 3: El restaurante de Raúl

—Entonces ¿te encuentras bien? ¿Superaste tu trauma? —preguntó Anthony con un aire burlón como si Jared fuese un niño muy crecido. En respuesta emitió un gruñido de enfado y siguió con su almuerzo como si nada.

—La verdad, ahora creo que fue muy mala idea contarte eso… —Sintió su silla moverse, un pisotón en su zapato. Decidió alzar el mantel y ver qué pasaba—. ¿Dominic? —preguntó. El niño lo observó sorprendido y con sus ojos muy abiertos, traía la ropa impecable aunque estaba gateando. Su cara era de estar en un buen problema—. Sal de ahí —pidió incómodo. El infante sacudió la cabeza—. Dom, las personas están mirando, debes salir de ahí. ¿Estás con tu madre? —Dominic sacudió su cabeza de nuevo—. ¿Con George? ¿Con tu padre…? —aventuró. El niño soltó una risita ante la última pregunta.

—No tengo papá —musitó asomándose debajo del mantel. Jared suspiró trémulamente, cansado y el niño se apiadó de él—. El mesero me llevará a una de las mesas, entonces George me verá y va a llevarme —objetó temblando y colocando de nuevo el mantel en su lugar—. No puedo dejar que George me vea —explicó intranquilo y se abrazó las rodillas—. Él está en el restaurante al otro lado de la calle. Solo espero que se vaya.

—Vale. — Jared se fijó en la acera del otro lado, precisamente George salía del restaurante, subió a un auto y se fue, probablemente a su oficina—. George se fue, es seguro que salgas. —El niño lo miró dudoso, pero finalmente aceptó. Se sacudió el polvo por si acaso y vio a Anthony que lo miraba curioso. Tal vez debió pensarlo mejor en un principio. Jared tal vez estaba ocupado con un socio y él estaba molestando… lo entregaría. Antes de que pudiera echar a correr Jared lo cogió por el hombro y lo sentó en el asiento a su lado, entre él y Anthony, que estaba al otro lado de la mesa—. Bien. Dominic, él es mi mejor amigo, Anthony. Anthony, él es Dom —presentó—. Es nieto de George.

Dominic hizo una mueca, pero los adultos no parecieron notarlo.

—Un placer —dijo Anthony extendiéndole la mano sobre la mesa. Dom la estrechó como si fuera algo que hiciese todos los días y sonrió—. Es un gusto conocerte, la otra vez no pudimos presentarnos. —El niño enrojeció, recordaba el accidente, aunque no tenía por qué avergonzarse. Anthony le guiñó un ojo de manera cómplice para que se calmara—. ¿Por qué te escondes de tu abuelo? —preguntó divertido.

Ahora sí hizo una cara de verdadero horror. Él jamás —de hecho, nadie que conociera la forma en que George lo miraba— juntaría «George» y «abuelo» en la misma oración. Claro que Jared solo los vio juntos una vez, así que puso una cara de extrema incomodidad y prefirió decir por qué estaba ahí.

—Mi mamá está trabajando. Raúl me sacó del jardín y más tarde me llevará al parque —explicó—. George siempre reniega contra mamá, usa cualquier cosa para echarle en cara lo joven e inmadura que es para criar un niño, si me ve aquí cuando debería estar estudiando la tomará contra ella cuando tenga que ir a recogerme en su casa —completó dando una largo suspiro y hundiéndose en el asiento. Jared enarcó una ceja ante eso. Anthony se dedicó a mirar el niño con atención. Ambos olvidaron el almuerzo. Jared debía ir a la empresa, pero le importaba más Dom, aunque no tuviera que ver con él. Anthony tenía que ir al hospital, como doctor su trabajo era curar heridas físicas, como persona no podía limitarse solo a eso.

—¡Dom! —llamó una voz. El niño la reconoció de inmediato y esperó que llegara hasta él—. Soy Raúl Lambert, dueño del restaurante. La casa invita por cualquier molestia o desastre que haya causado mi hijo —dijo nerviosamente corriendo la silla para sacar el niño. Dominic rodó los ojos al verlo.

Raúl lucía como siempre que su madre estaba a punto de asesinarlo. El cabello castaño, casi rubio, lo traía desordenado luego de habérselo revuelto, probablemente cuando descubrió que no estaba. Sus ojos negros iban de aquí para allá, rastreando que no hubiera Evangeline cerca.

—No he hecho nada malo, tú eres el que me perdió de vista, por lo que me vi obligado a esconderme. Y no eres mi padre —bufó el infante ofendido. Raúl colocó una cara de estar a punto de sufrir un infarto.

—No hay problema —habló Anthony con aire despreocupado—. En realidad ya lo conocíamos. —Raúl pareció relajarse ante eso—. Puede quedarse con nosotros a almorzar si es que no lo ha hecho ya —comentó al ver que los meseros lo llamaban.

—Si no hay problema… —murmuró agradecido porque odiaba tener que dejar al pequeño solo—. De todos modos, la casa invita. Tener que soportar al enanito así sea por un rato es suficiente pago. —Sonrió revolviéndole el cabello al niño, que refunfuñó ante la acción. Cambió su actitud de «padre nervioso» a una que parecía más la de un hermano mayor y se fue ordenando a uno de los camareros que los atendiera.

Los dos hombres voltearon a ver el niño al mismo tiempo, esperando una explicación.

—Raúl es el novio de Paloma, que es una amiga de mamá con la que vivimos —musitó jugueteando con los cubiertos sin mirarlos—. Es un buen negociante, pero en su vida personal es bastante despreocupado. Él y Paloma siempre me alientan a hacer cosas que mamá dice están mal, como comer muchos dulces o escaparme del jardín. —Sonrió ante eso—. A mamá la tratan como si fuese su hija y siempre la están regañando —añadió y dejó de ponerles atención cuando llegó el camarero con su comida.

***

Paloma dio un largo suspiró al ver a Evangeline tirada en el sofá de la sala como si ese fuese una cómoda cama, negó con la cabeza y le puso una manta encima, sabía que luego de que se quedaba dormida no volvía a despertar hasta que sonaba el despertador.

Fue a la habitación se que suponía compartía su amiga con su hijo, pero en realidad solo usaba los fines de semana o cuando lograba hacerla entrar en razón.

Evangeline siempre estaba haciendo algo, no podía quedarse quieta, desde que había nacido Dom hasta el sol de hoy consiguió las cosas por ella misma. Claro que recibió ayuda, pero porque no le quedaba más opción, como en el caso de Paloma que debía obligarla. Para ella seguía siendo la misma niña de dieciséis años que encontró en el parque envuelta en lágrimas y confesó estar embarazada.

***

Tres… Dos… Uno.

La alarma dio un pitido molesto, estiró el brazo para apagarla, ya estaba despierto, con sus cinco sentidos alerta desde hacía buen rato. No se sentía cansado a pesar de que solo durmió unas pocas horas. Usualmente se tomaba un buen rato antes de salir de la cama, pero considerando que ya llevaba tiempo despierto se deslizó entre las sabanas y se dirigió al baño.

No debió dejarse convencer por Anthony de ir a aquel bar, no tenía ojeras, pero sí se veía pálido. El celular sonó en alguna parte de la habitación, con pereza revolcó la ropa que estaba por ahí, debía estar en algún bolsillo de su pantalón.

—Hola —contestó cuando por fin lo encontró.

—Jared, nos vemos en el restaurante de siempre en dos horas —murmuró la voz adormilada de Anthony, pero no estaba solo, se oía una voz femenina—. Amigo, tengo que irme, me esperan —susurró y estaba seguro de que tenía una sonrisa de medio lado.

Jared tiró el celular a la cama, a veces le sorprendía que su amigo siendo doctor no se cortara a la hora del sexo. Anthony había madurado en muchas cosas, pero seguía poniendo sus poses de chico malo, revolviéndose el cabello negro descuidadamente, regalando sonrisas coquetas y usando sus ojos miel como en sus días en la universidad.

Miró el reloj una vez más antes de perderse en el baño, dispuesto a ir a la empresa y luego reunirse con Anthony.

miércoles, 22 de junio de 2011

Capítulo 2: Evangeline

—No me agradan las personas impuntuales —dijo George fríamente al verlo entrar.

—Lo siento, he tenido un pequeño encuentro con su nieto…

—¿Dominic? —interrumpió el mayor. Jared asintió y lo vio tensar la mandíbula al tiempo que le hacía un gesto brusco para que se sentara—. ¿Qué hizo ahora? —interrogó, pero cuando iba a responder dijo—: Será mejor que vayamos al grano, he revisado el contrato y hay un término que quiero agregar. —Jared se quedó quieto—. Mi abogado redactará el nuevo contrato, desgraciadamente está de viaje y volverá en algunas semanas, así que habrá que esperar —zanjó levantándose dispuesto a irse—. El almuerzo ya debe estar servido…

—Creí que todo estaba discutido —protestó Jared parándose—. Si no es así me gustaría saber con qué no está de acuerdo y podemos arreglarlo. Daniel, puedo redactar el nuevo, no hay por qué esperar.

—Por esto no me gusta trabajar con jovencitos —refunfuñó George—. No tienes paciencia, muchacho, si hay algo que debes aprender es que las prisas nunca llevan nada bueno. Firmaremos el contrato, pero hay una nueva cláusula que mi abogado agregará. Si pasado determinado tiempo decides que no es satisfactorio, simplemente la cláusula se dará por vencida y punto. Ahora vamos al comedor —ordenó dando por terminada la reunión. Jared iba a protestar, pero irritado decidió callarse—. ¿Podrías, ahora sí, decirme qué hizo Dominic?

—Lo encontré en el jardín tratando de sacar un gato de entre los rosales.

George asintió sin sorprenderse y lo guió al comedor. Daniel, el abogado, se fue alegando tener una reunión con otro cliente.

—¿Dónde está Dominic? —preguntó una chica sin fijarse en Jared.

—Cierra la boca, Evangeline —gruñó George con mal humor—. Hay invitados. Tu hijo está por ahí salvando gatitos.

La chica lo miró con la cara roja de furia. Su cabello castaño le caía por la cara. Sus ojos azules —iguales a los de Dominic— miraban a su padre con furia contenida. Era una chica de estatura promedio que no pasaba de los veintidós años.

—Evangeline, él es mi futuro socio, Jared O’Conell. —Jared murmuró un «Es un placer» aturdido como estaba, porque aquella chica menor que él ya tenía un hijo de cinco años. Además él había crecido en una familia unida y por la manera en que padre e hija se miraban era evidente que no se llevaban bien—. Mi hija Evangeline —presentó sin preámbulos. La chica hizo una leve inclinación de cabeza que logró molestar a su padre—. Ahora almorcemos.

—Solo vine por Dom, me voy —susurró ella con frialdad.

—Nada de eso, te quedas a almorzar y es una orden —añadió cuando ella iba a decir algo—. Traigan al niño. —Mandó a una de las empleadas que dejó los platos de la mesa y se fue a cumplir la orden.

—Dominic tiene nombre —musitó ella irritada cruzando los brazos sobre su pecho al ver que George se sentaba y el invitado le seguía.

Él la ignoró y le hizo una seña para que se sentara a su lado.

Jared los observó anonadado, era por las miradas que se lanzaban podía decirse que se odiaban, la situación era bastante incómoda y deseaba irse, pero su futuro socio solo mandaba de aquí para allá y sabía no le agradaría la idea de que se fuera.

La tensión bajó un poco cuando la empleada entró con Dominic tras ella. Al infante se le iluminó la cara al ver a su madre, pero se contuvo de correr hacia ella cuando vio a George.

—¡Sabía que no era buena idea dejar a Dominic aquí! —rugió la chica en cuanto vio al niño. Lo habían bañado, tenía la ropa impecable y el cabello húmedo entre revuelto y ordenado. Sin embargo los aruñetazos en la cara y brazos eran suficientes para enojar a su madre.

—Si tu hijo es un desastre es porque no lo has educado bien —declaró George desinteresado.

—Al menos yo educó a mi hijo —replicó ofendida y acomodó el niño en su regazo.

—Y lo estás haciendo mal —criticó con el ceño fruncido—. Tienes una buena educación, pero te niegas a hacer uso de ella.

Evangeline bufó totalmente molesta y se dedicó a almorzar, esperando salir de ahí lo más pronto posible, aunque sabía que su padre no la dejaría marchar tan pronto.

***

Jared tiró la chaqueta a un lado, desabotonó la camiseta y la dejó en una silla, se tiró a la cama completamente frustrado. Aquel día había sido más que un fracaso, luego de ver como George y su hija se fulminaban con la mirada el uno al otro, Evangeline se fue alegando que debía ir a la universidad, llevándose a Dominic, que parecía estar acostumbrado a aquel comportamiento.

Durante el almuerzo el niño había permanecido callado, debido a una corta ausencia de George —debido a una llamada— el niño se entusiasmo y se abrazó a su madre contándole sobre el gatito y cómo se conocieron. Habló con él con una sonrisa pintada en la cara, su forma de expresarse era educada, se comportaba como todo un hombrecito aún con sus cinco años. Evangeline lo escuchaba atenta a todo lo que decía e incluso sonreía.

Sin embargo, cuando volvió George, todos se quedaron callados y no volvieron a hablar. Por fin luego de un rato, cuando creyó que George no lo creería un ingrato, pudo retirarse y huir a casa de Anthony, quien estaba furioso con él, pero se contuvo al ver la desesperación de su amigo.

Se hundió en su cama para dormir, Anthony lo aconsejó y trató como si fuera un niño traumado, le dijo que eso sucedía muchas veces en algunas familias, que no todos eran amorosos y cariños padres como los que él tuvo suerte en tener y luego de una copa de brandy lo envió a su casa a descansar.

***

Evangeline dio un suspiro resignado y siguió escribiendo en el computador como si no hubiera mañana, sabía que al día siguiente —ése, porque ya era más de media noche— podría dormir hasta tarde y pasar el día con Dominic, por eso mismo quería terminar eso que debía entregar el lunes, luego tendría que terminar el trabajo y…

—¡Basta! —chilló la voz de Paloma detrás suyo y cerró la tapa del portátil sin compasión. Ella dio un grito de pura frustración e intentó arrebatárselo, pero su amiga era más alta que ella, desconectó el aparato y lo puso en una estantería alta—. ¡Vete a dormir! —ordenó señalando el pasillo.

—¡No eres mi madre y estaba haciendo un trabajo de la universidad! —protestó con enfado—. Además no grites, despertaras a Dominic —recriminó cruzándose de brazos con enojo.

—No me importa. Terminarás esto luego y ahora vete a descansar —replicó y le dio un empujón para sacarla del estudio. Al principio se resistió, aunque no tenía mucho sentido porque contra su amiga no podría hacer nada. Finalmente, terminó por resignarse y se fue a su habitación.

—Mami —murmuró la vocecita balbuceante de Dominic. El niño estaba sentado en la cama y se frotaba los ojos—. ¿Por qué Paloma te gritó de nuevo? ¿Lo de siempre? —interrogó. Ella soltó una risotada, asintió y se acercó a él. Empezó a acariciarle el cabello castaño rizado con intención de volverlo a dormir, pero el niño no parecía estar muy de acuerdo porque empezó a hablar—. ¿Qué te pareció Jared?

—¿Por qué preguntas eso? —inquirió enarcando una ceja.

—No lo sé. Es que es raro. No malo —aclaró al ver la mirada de su madre—. Solo raro. Cuando me corté con las flores y el gato me aruñó me trató con cuidado, me recordó a cuando los papás de mis amigos los regañan y curan. —Evangeline se puso tensa, ya sabía por dónde iba esa conversación—. Cualquier otra persona se hubiera ido al ver que no pensaba renunciar a rescatar el gato. En cambio, él se quedo ahí y me regañó y todo —negó con la cabeza con resignación—. Él sería un buen papá si tiene hijos…

—Eso no importa Dominic —cortó acariciándole la mejilla—. No lo volveremos a ver. El señor O’Conell solo hace negocios con George, no tiene nada que ver con nosotros, es mejor que te vueltas a dormir —dijo volviéndolo a acostar en la cama y tapar con la cobija. Dominic frunció el ceño y cerró los ojos, molesto consigo mismo y la actitud de su madre, no con ella. Ella era muy buena, pero él quería tener un papá, así no tratarían mal a su mamá y tampoco dirían cosas de ella cuando los vieran jugar en el parque.

miércoles, 15 de junio de 2011

Capítulo 1: Dominic

Jared sonrió con satisfacción, el acuerdo sería firmado la semana siguiente.

Sus ojos grises destellaban radiantes de alegría. Desde que su padre se fue de viaje para tomar unas merecidas vacaciones y conocer el mundo, dejándole la presidencia a él, no se había sentido tan feliz y orgulloso de sí mismo. Su padre siempre decía que estaba listo, pero lograr algo que su padre, no con tanto tiempo en aquel negocio lo llenaba, eran sus propios meritos los que hacían que aquel hombre sentado frente a él diera su aceptación.

George Montagne era un hueso duro de roer. El hombre de unos cincuenta años con cara de en sus tiempos haber sido muy bien parecido por el cabello negro, ya canoso, de sabios y orgullosos ojos azules, era terco, siempre quería la mejor parte —como era obvio entre grandes empresarios—, pero luego de muchas insistencias y arreglos por fin lo consiguió.

No era el trato que él tenía pensado en un principio, pero sí uno bastante satisfactorio.

—Ha sido un placer negociar contigo, O’Conell —dijo su socio levantándose y tendiéndole la mano—. No soy partidario de hacer negocios con muchachos recién salidos de la universidad, pero he de aceptar que me has convencido. Nos veremos la próxima semana, como ya te pedí el trato se firmará en mi casa.

Con una última inclinación de cabeza el mayor se retiró, permitiéndole regodearse de la victoria, aunque claro que no podía dar nada por sentado hasta que estuviera la firma en el papel.

George bien podría echarse para atrás a último momento y…

Espantó sus pensamientos y decidió que era hora de ir a almorzar.

***

—Te lo digo, amigo, te preocupas demasiado. Estás obsesionado con ese acuerdo y empieza a estresarme tener que escucharte —farfulló Anthony frente a él.

Jared bufó porque su amigo era demasiado exagerado. Puede que si estuviera algo nervioso, pero ¿obsesionado? ¡Anthony estaba loco! No entendía por qué George insistió en que firmara el trato en su casa, le dijo que le invitaría a almorzar luego de eso, pero sentía que había algo más.

—Jared ¿me estás escuchando? —preguntó su amigo chasqueando los dedos frente a él, sabiendo de antemano la respuesta.

Pensó en colocar su mejor cara de póker, pero sabía que con Anthony eso no funcionaría, se conocían desde hace demasiado tiempo. Esbozó una sonrisita nerviosa y negó. Anthony dio un suspiró exasperado y se levantó, recogió su abrigo del asiento.

—Entre estar con un obsesivo que no me escucha y poner tiritas en raspones, me quedo con la segunda opción —refunfuñó ofendido y dio un paso para irse, pero tropezó con algo. No alguien—. ¿Qué pasa amiguito? ¿Estás perdido? —preguntó con voz suave al ver al niño de ojos azules y cabello castaño rizado. Ese restaurante se caracterizaba por ser de los más caros y exclusivos de la ciudad, era extraño ver niños, ya que solo iban personas con traje y una enorme cuenta en el banco.

—No —negó el pequeño con una sonrisa encantadora. Uno de los meseros se acercó y con una disculpa se llevó al niño de la mano, directo hacia una de las mesas, donde se lo entregó a un hombre que lo recibió con una sonrisa, si no se equivocaba era el nuevo dueño. Aquel era el restaurante donde siempre almorzaba, era su favorito, y Jared compartía ese gusto, hacía poco había sido vendido, por supuesto que como uno de los clientes recurrentes ya conocía al dueño. Negó con la cabeza y se concentró.

—Me encanta hablar con mi viejo amigo de infancia, avísame cuando regrese —murmuró a modo de despedida.

Jared bufó. Anthony estaba exagerando, decidió al pagar la cuenta.

***

Entró en su casa dando un suspiro resignado al sentir el lugar tan solitario al estar casi vacío —aún no había terminado de comprar los muebles— a duras penas la cocina, su habitación y estudio tenían aspecto de estar habitados. El moderno departamento ubicando en el centro de la ciudad —a diez minuto de la empresa en su BMW, y de los lugares que usualmente frecuentaba— fue un regalo de su padre cuando salió de la universidad, aún no había terminado de mudarse por completo a pesar de llevar varios meses desde que se lo dio, había seguido viviendo en su antigua casa al graduarse.

Ahora iba muy poco, casi nada, ya que su padre estaba de vacaciones, su hermana junto a su esposo e hijo andaban de viaje quién sabe dónde, y aquella enorme casa en donde creció era aún más solitaria que aquel frío departamento.

Usualmente los hombres de su edad debían estar de parranda en algún bar al ser viernes, sería algo que haría con Anthony si su amigo no se hubiera enfadado con él, además el día de mañana tendría otra reunión importante y no quería despertar con resaca.

***

Las rejas dobles se abrieron ante él automáticamente. Un jardinero que pasaba por ahí le dio una leve inclinación de cabeza y continuó su camino.

Bajó del BMW y caminó lentamente hacia la mansión. Su abogado ya debía haber llegado a juzgar por el auto parqueado en la entrada. Se permitió observar la gran mansión de aspecto sobrio con sus paredes blancas, toques de madera y todo al estilo antiguo sin dejar de ser de este siglo. El césped perfectamente cortado, los arbustos podados y las flores enrollándose entre ellas.

Tan contrario al césped jardín de su casa cuando era un niño al estar pisoteado por él y Anthony en sus juegos, los arbustos con manchas de guerras de pintura contra su hermana, las flores cortadas como regalos a su madre. Habían tenido jardineros que arreglaran los desastres que causaban, pero siempre quedaban huellas indiscutibles del pasar de niños.

Sacudió la cabeza, últimamente solía ensimismarse demasiado.

Escuchó un gemido de dolor entre los arbustos. Vio la mansión… probablemente lo estaban esperando, pero decidió caminar al lugar donde escuchó el sonido y revolver los arbusto en busca del causante.

—¡Auch! —protestó una voz infantil. Un niño de unos seis años intentaba sacar un gatito de entre las rosas, pero al parecer el animalito estaba demasiado asustado y tiraba a arañarle, además de que el niño se chuzaba con las espinas de las flores, por lo cual su ropa se veía bastante mal—.Ven aquí, amiguito —animó el niño estirando su brazo.

Jared se preguntó de dónde había salido un niño pequeño con aquel lugar de apariencia tan frío. Probablemente era un intruso a juzgar por su desesperación en sacar el animalito.

—Deberías volver a la casa, dudo que el gato salga de ahí —comentó. El niño dio un respingo y sacó el brazo abruptamente provocando nuevos cortes y gemidos de protesta por el dolor—. Deberías tener más cuidado —reprendió sacándose un pañuelo del bolsillo y limpiándole la sangre. Se fijó en su cara, sus ojos azules, el cabello rizado; el mismo niño del restaurante. Le tomó la mano para llevarlo hacia la casa, ellos sabrían qué hacer con el niño si era un intruso, pero el infante se soltó.

—No puedo irme de aquí sin haberlo sacado —replicó indicando el animalito aún escondido.

—Pues parece que tu amigo no quiere irse, lo mejor será que lo saque el jardinero y tú vayas con tus padres para que te curen —musitó intentando cogerle nuevamente la mano.

—Si el jardinero lo encuentra lo llevara con George y él lo mandará a degollar o lo echará a patadas, en el mejor de los casos —objetó agachándose nuevamente. Jared iba a decirle algo, pero dudaba que el niño lo escuchara—. Vamos, George te matará si te encuentra. No quieres morir ¿verdad? —balbuceó. El animal pareció entenderle porque se asomó con desconfianza. El niño sonrió y lo agarró de una forma no muy agradable, lo cargó a pesar de los maullidos y protestas del animal. El gatito le clavó las garras en el brazo y le aruñó la cara antes de salir corriendo y escabullirse entre las rejas.

—Eso ha sido una locura —reprochó.

—No importa —gimoteó sintiendo el ardor en su cara. Se limpió las lágrimas que pugnaban con salir y lo miró con el desafío pintado en sus ojos azules—. No importa si me ha hecho daño, al menos George no lo mandará a asesinar, todo estará bien —afirmó con su cabello castaño rizado cayéndole por la cara de forma desordenada, su ropa un desastre, la cara llena de polvo y aruñada. Era la viva imagen de la persistencia infantil. Se acachó ante él para que no tuviera que alzar tanto la cabeza.

—Soy Jared O’Conell. ¿Cómo te llamas? —preguntó limpiándole la cara.

—Mi nombre es Dominic Montagne —respondió educado. Se sorprendió un poco por su apellido, debía ser nieto de George, aunque su futuro socio no tenía ni apariencia de ser padre—. Es usted muy amable, pero ya soy un desastre, lo mejor será que vaya a la casa y me dé un baño antes de que mi madre me vea —musitó.

Jared asintió y lo alzó en brazos pese a las reticencias y protestas del niño. Ya estaba bastante magullado, tenía raspones y aruñetazos por todos lados.

—¿No hablas muy raro para tener seis años? —inquirió curioso. El niño lo miró.

—Tengo cinco. No habló raro, las personas que conozco hablan así —objetó enfurruñado.

Jared rió al escucharlo y se quedo callado al ver que a medida que se acercaba nuevamente a la casa se distinguía un grupo de cuatro personas que, a juzgar por la apariencia, parecían asustados.

—Parece que me están buscando —balbuceó el niño con un suspiro resignado.

Una de las empleadas lo vio y corrió hacía él.

—¡Niño Dominic! —exclamó la mujer al verlo, el resto del grupo volteó a verlos. El infante le miró esperando una reprimenda—. Nos ha preocupado mucho, y a penas su madre lo vea se enojara, además ha retrasado al señor. —Tendió los brazos y Jared le pasó el niño—. Supongo que usted es el otro invitado del señor George —dijo y él asintió tranquilo—. Ann lo escoltara hasta la oficina —agregó cuando una de las muchachas se acercó.

—Adiós, señor O’Conell —despidió Dominic con su mano mientras se alejaba en brazos de la empleada.

miércoles, 8 de junio de 2011

El problema eres tú


     Jared O’Conell tiene una obsesión malsana con aquel acuerdo, según su mejor amigo. Por supuesto él no lo ve así (claro que estuvo a punto de tener un ataque cuando George, su «casi» socio, dijo que no estaba de acuerdo y que quería agregar una nueva clausula). Luego no lo deja marchar e insistente en que se quede, siendo sometido a ver las miradas de frialdad y odio que se lanzan él y su hija, ni siquiera se contenía por el hijo de Evangeline presente, quien parecía estar acostumbrado.

     Luego de semanas de espera, cuando creyó que por fin obtendría lo que quería, y merecía por el infernal almuerzo por el que paso la tarde en que George se negó a firmar el acuerdo sufre un autentico shock.

     Lo clausula es por demás ridícula, cuando George se empieza a creer que el hombre no está bien de la cabeza, debió haber sufrido un momentáneo ataque de locura cuando redacto el acuerdo. Sin embargo, él debe estar más loco para aceptar…

     ¿Qué es lo que pide George y porqué Jared ha aceptado? ¿Qué hay detrás del pasado de niña rica de Evangeline? 

 

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