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miércoles, 26 de enero de 2011

Capítulo 19: Revelaciones

David entró al departamento y lanzó la chaqueta a un lado, la organizaría después, estaba demasiado cansado. Él y Christopher por fin estaban trabajando juntos para encontrar a Catherine, era bastante difícil considerando que desde aquel día todo rastro de ella desapareció.

—¿Por qué tan feliz? —preguntó al ver a Jonathan con una sonrisa de oreja a oreja.

—Nada. Nada —contestó como si fuera a cantar una canción. Tenía la impresión de que en cualquier momento su amigo empezaría a saltar y bailar—. David, te volveré ayudar con los demonios. Lo necesitas ahora que están buscando en serio.

Asintió confundido, últimamente Jonathan estuvo siguiendo a Mailen y presionándola para que dejara a Alejandro, probablemente por fin lo hubiera conseguido.

—Aunque…

—¿Qué? —inquirió David al verlo dudoso.

El chico de cabello miel negó con la cabeza y se alejó por el pasillo. Dejando a su amigo completamente confundido y sin saber muy bien qué hacer, a veces ya no reconocía a Jonathan.



Mailen iba caminando con la mirada baja, a su lado Aranel. Estaban en un centro comercial, cada uno con una bebida en la mano. Su amiga terminó de hablar sobre que estaba cansada y terminó su relación con Alejandro.

—Me parece lo mejor que pudiste hacer —dijo con total sinceridad dando un sorbo a su malteada de chocolate.

—Pero se veía molesto —comentó ella—. Incluso me amenazó, me da un poco de miedo —susurró.

—No te hará nada, si lo intentara Jonathan no lo dejaría. —Mailen, que en aquel momento estaba bebiendo, se atrancó y empezó a toser sin control. Aranel preocupada le dio palmaditas en la espalda y luego soltó una risotada—. Lo sabía —musitó riendo.

—¡¡No sé de qué hablas!! Jonathan no se metería, no tiene por qué —protestó con la cara roja y negando con la cabeza como si no hubiera mañana.

—No te hagas la tonta, estuviste saliendo con él e incluso llegó a besarte. —Mailen soltó una risita histeria y sus mejillas se encendieron aún más—. ¡Entonces es cierto! —acusó—. ¡Te besó!

—No digas tonterías —replicó avergonzada. No sabía por qué Aranel últimamente estaba tan feliz, pero la verdad no hacía más que burlarse con descaro de ella. Su amiga le lanzó una mirada que claramente decía «No te creo nada, así que acéptalo». Dejó escapar un suspiro resignado—. Me besó, pero no significa nada. Él viaja por el mundo, quien sabe con cuantas chicas ha estado…

—Mailen, deja de ser ridícula. Hasta yo, una completa antisocial, he notado que no es esa clase de chico y que se muere por ti —reprochó terminado su bebida y tirando el vaso de plástico a un contenedor—. Pero, la pregunta del millón es: ¿Lo quieres o sólo te gusta? Tómate tu tiempo para responder a eso —musitó antes de irse dejándola con la boca abierta.

No entendía cómo de repente Aranel le estaba dando consejos, mucho menos románticos considerando que ella no se enamoró… bueno eso creía, la conoció cuando empezó a vivir con su primo. Era alguien difícil de tratar, considerando que no le agradaba mucho la gente.



Llegó a su edificio, luego de haber estado en la mañana con Mailen, tuvo que ir a la cafetería y no pudo irse si no hasta una hora después de que su turno había terminado, porque el local estaba lleno.

—Disculpe —balbuceó cuando chocó contra alguien al subir las escaleras. Su pie resbaló del escalón, pero un tirón en su mano detuvo la caída, por la fuerza se golpeó contra el pecho. Frunció el ceño al alzar la mirada y encontrarse con David. Definitivamente odio el momento en que supo que el ascensor estaba en mantenimiento, aún más cuando descubrió que sus rostros estaban muy cerca.

David la miró y como sí una fuerza lo empujara la besó. Aranel no se movió, abrió los ojos con asombro y lo observó desconcertada. Se quedaron así unos segundos, tal vez minutos, quietos y con sus labios tocándose.

Sin poder evitarlo al chico se le pasó por la cabeza la imagen de una chica de ojos melados que había conocido hace tiempo. Recordó la mirada asombrada y la bofetada que le había dado luego de que la besó. Se separó de inmediato.

Mientras que a ella, se le pasó el fugaz recuerdo de unos ojos azules, como el cielo, un abrazo protector y la sonrisa arrogante.

—Lo siento —susurró y bajó las escaleras lo más rápido que pudo.

Emitió un quejido casi inaudible cuando fue golpeado contra la pared. Christopher estaba frente a él y por la mirada de furia que tenía dejaba en claro que lo había visto todo.

—¡¿Qué no te quedó claro que no te quiero cerca de Aranel?! —exclamó con furia.

—¿Por qué?

—No quiero que vuelvas a arrebatarme a mi hermana —replicó con ira.

—¡Ella no es tu hermana! —gritó intentando zafarse desesperadamente. Lo tenía sujeto por el cuello de la camisa y empezaba a faltarle el aire, pero su primo parecía poseído por la rabia.

—¿Qué quieres con ella? —preguntó aflojando el agarre lo suficiente para que respirara. David tomó una enorme bocanada de aire y lo miró con el ceño fruncido.

—Nada. Ella no me interesa. Sólo la besé porque… no sé ni por qué la besé, Christopher —musitó resignado.

—Te conozco lo suficiente y no te quiero cerca de ella —gruñó soltándolo—. Si intentas algo más juró que no tendré piedad, puedes ser mi primo, pero ella es como mi hermanita.

—Maldición, Christopher. Entiéndelo de una maldita vez, si quieres tener a tu hermana de vuelta debes ayudarme, no intentes reemplazarla.

—¡No la reemplazó! La estoy protegiendo —aseguró soltándolo por completo.

—¿Por qué lo haces? ¿Por qué se le parece? ¿En verdad, la proteges por quién es? —David hizo una larga pausa, quería que su primo lo asimilara—. No pudiste proteger a Catherine, así que intentas protegerla a ella, porque se le parece. Acéptalo de una vez —murmuró con mordacidad antes de irse rumbo a la calle, sentía presencias malignas y debía encargarse de ellas antes de que estuvieran demasiado cerca.

miércoles, 19 de enero de 2011

Capítulo 18: Rendirse ante los recuerdos

—Eres un idiota —dijo riendo. Jonathan se encogió de hombros con una enorme sonrisa—. No, detente, por favor —suplicó a punto de llorar de la risa mientras le hacían cosquillas.

—Eso te pasa —contestó dejándola en paz, ya había tenido suficiente—. ¿Saldrás conmigo? —preguntó luego de un rato.

—Sabes que soy novia de Alejandro —replicó frunciendo el ceño.

—Él no te quiere —reprochó con enfado—. Sólo te está usando.

—¿Y tú cómo vas a saberlo? —gritó cansada de las mentiras. Estuvo insistiendo y preguntando, quería saber la razón por la cual su hermano se alejó, por qué le decían que Alejandro era malo.

—Lo sé y punto —contestó esquivando la mirada de la chica.

—No te quiero cerca, aléjate de mí —farfulló—. Eres igual a Alejandro —susurró antes de irse sin esperar respuesta de Jonathan. La verdad era que le gustaba mucho estar con él, era un chico comprensivo y podían hablar de lo que fuera, además siempre estaba para escucharla, pero seguía sin responder a sus preguntas además de que le mentía a veces, aunque lo hiciera por protegerla.

Jonathan observó dolido la puerta. Alejandro era un idiota, sabía que quería acercarse a Aranel, David y él descubrieron eso cuando en una de sus citas, en que la seguía para asegurarse que todo estuviera bien, se encontraron con Aranel y empezó a preguntarle cosas. Dejando completamente de lado a Mailen, quien al parecer se daba cuenta pero trataba de ignorarlo y seguir adelante.



Erika veía a su hermana trabajar desde una mesa algo apartada mientras comía un pastel, ese fin de semana se quedaría en la casa de ella y como la trajeron antes de tiempo no le quedo más opción que llevarla al trabajo. Aunque le iba muy bien, el jefe de Aranel era muy amable y le dijo que podía pedir lo que quisiera.

—¿Ya estás comiendo otro? —murmuró frunciendo el ceño a su hermanita. La niña le regaló una sonrisa angelical.

—Están muy ricos, deberías aprender a hacerlos —comentó a lo que su hermana se cruzó de brazos con molestia—. Me queda claro que no quieres.

—Sí, ya casi nos vamos así que muévete —farfulló antes de seguir atendiendo las mesas. La infante se encogió de hombros y sonrió, pero se le borró en cuanto vio a Mailen y Alejandro entrar a la cafetería, cogidos de la mano, él sonreía y ella lo intentaba, pero podía notar en sus ojos que se encontraba confusa.

Dio un sorbo a su bebida y miró fijamente a la pareja, esperaba que aquella relación se acabara por fin, no le agradaba la idea de que Mailen estuviera con una persona peligrosa y mucho menos que la usara de esa forma.

—Erika, es hora de irnos —dijo Aranel. Asintió y tomó la mano de su hermana mayor.



Se le había hecho tarde de nuevo. Iba a tener muchos problemas por eso, pero lo único que esperaba era no encontrarse con la esposa de su padre. Hasta el día de hoy no comprendía cómo podía haberse casado con una persona así, la odiaba, la odiaba porque sólo era tonto reemplazo de su madre. Esbozó una sonrisa nostálgica al recordarla.

—Catherine —musitó una voz a sus espaldas. Maldijo internamente su mala suerte, esperaba pasar desapercibida y la descubrieron.

—¿Qué? —contestó dando la vuelta con una sonrisa altanera.

—¿Dónde estabas? ¿Sabes la hora que es? ¿No te dijo tu padre que había invitados esta noche? —regañó cogiéndola el brazo de mala manera.

—¡Quítame tus manos de encima! —gritó moviendo su brazo y zafándose—. Puedo hacer lo que me dé la gana, no eres nadie para regañarme —exclamó antes de salir corriendo por los amplios pasillos.

Luego de un rato terminó de alistarse, había cambiado su ropa para que su padre no le dijera nada sobre la «vestimenta adecuada» y esas cosas que siempre la aburrían Se dirigió al comedor y entró sin tocar, a lo cual recibió una mirada de reproche de su padre.

—Ella es mi hija Catherine —presentó levantándose. Se fijó en los invitados, uno tenía la edad de su padre, más o menos, y el otro era un joven un poco mayor que ella—. Ellos se quedarán aquí y le enseñarás el lugar a James —comentó viendo al muchacho quien le sonrió. Iba a protestar, pero se detuvo al observar a su padre que no le anunciaba nada bueno si se negaba.

Asintió respetuosamente y chico sólo amplió su sonrisa.

David miró el techo como si fuera la cosa más interesante del mundo, no sabía a qué venía aquel recuerdo, el día en que conoció a Catherine, ellos se habían odiado mutuamente desde el primer instante, en realidad, ella lo había odiado y a él le gustaba fastidiarla.

—No deberías hundirte en los recuerdos —susurró Christopher el balcón—. La vida sigue —habló con un tono irónico.

—Deja de mentirte, la extrañas tanto como yo. La diferencia está en que no lo aceptas y yo sí.

—¡Sí la extraño! Me siento culpable cada día que despierto y recuerdo que no está, que no sé dónde está —corrigió— y mucho peor al saber que debía protegerla y no lo hice. —Ahogó un sollozó en su garganta y se tapó la cara con las manos—. ¿Es lo que querías escuchar, David? —preguntó viéndolo fijamente.

—Sí, y ¿me ayudarás? —interrogó ansioso. Lo vio encogerse de hombros y aceptar, se había rendido.



—Así que te rendiste y dejaste convencer —musitó Erika desde el sillón cuando entró al departamento. Christopher dio un respingo asustado al ver esos ojos verdes que lo miraban con furia—. Creí que ya lo habías aceptado, pero ahora veo que eres débil —reprochó.

—¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que acepté? —balbuceó sin poder creerlo.

—Yo lo siempre lo sé todo —respondió con aire tranquilo—. Sea como sea, me aseguraré de que no la encuentre. —Se dijo a sí misma en voz tan baja que no la alcanzó a escuchar—. Aunque ahora será un problema, protegerlos mientras estaban quietos era más fácil que cuando empiecen a meter las manos al fuego sin dudar —siguió hablando consigo misma y el mayor la observó como si estuviera loca y prefirió dejarla sola—. ¡Ay, hermano, me gustaría saber cómo hacías! —sollozó dramática—. ¡Parecen niños!

miércoles, 12 de enero de 2011

Capítulo 17: Dilemas y persecuciones

Entró al departamento y dejó las llaves a un lado, estaba agotado. Las bestias cada vez se hacían más fuertes y eran más, alguien las controlaba y hasta ahora no había podido averiguar quién estaba tras todo eso, debía ser alguien poderoso, lo cual sólo le complicaba detectarlo. Además desde el día en que habló con Erika no volvió a sentir la presencia de Catherine, era como si hubiera desaparecido por arte de magia.

Se tiró en el sofá, se encontraba frustrado por eso, no sabía qué haría, sin rastros de ella no había como encontrarla.

—¿Cansado? —preguntó una voz cantarina desde el pasillo.

—Cierra la boca, Jonathan —masculló con enfado.

—Alguien está de muy mal humor —continuó.

—Y tú exageradamente feliz. ¿Qué? ¿Acaso alejaste a Mailen de su novio? —interrogó.

—No, aún no —contestó empezando a curarle las heridas más graves. David cerró los ojos, tenía la esperanza de que con eso su amigo se callara y lo dejara dormir.

Y así fue, como Jonathan lo creyó dormido, tanto por el hecho de curarle las heridas como por lo cansado que se encontraban después de la batalla, se quedó en silencio y luego de un rato desapareció, tenía cosas que hacer. David aprovechó aquello y se puso a meditar sobre todo lo que había pasado en los últimos días, las bestias, la pequeña Erika y Catherine…



—¿No tienes nada mejor que hacer? —protestó Mailen harta de que Jonathan la siguiera. Él pareció pensarlo por un momento.

—No —respondió finalmente con una sonrisa de oreja a oreja. La chica lo fulminó con la mirada al escucharlo, al principio le pareció un chico callado, siempre lo veía tras su hermano como si fuera su sombra, pero desde la semana pasada comenzó a seguirla a todos lados, cuando salía con Alejandro a algún lugar casualmente se lo encontraba. Él sonreía y tenía la impresión de que en realidad estaba ahí por ella.

Se había acercado a ella lentamente al principio, tanteando el terreno, ahora la seguía con descaro a donde iba.

—¡¡Eres un pesado!! —exclamó parándose frente a él con enfado.

—Gracias —dijo con simpleza y le dio un tironcito para que continuara caminado. Mailen lo observó con fastidio y lo siguió—. Ya que no sabes a donde ir, mejor te invito al cine.

—¿Estás loco? —inquirió enarcando una ceja y cruzándose de brazos—. Además ¿quién te dijo que no sé a dónde voy?

Jonathan soltó una carcajada y le dio otro jalón. Mailen al darse cuenta de que no tenía caso hacerle entender lo siguió.



Se quitó el delantal y se recostó en la barra, estos días estuvo haciendo horas extras por petición de su jefe y estaba agotada.

—Sírveme un café —pidió al chico que atendía la barra.

—Sírvetelo tú —contestó dejando el trapo a un lado—. Además eres empleada no cliente.

—Lo pagaré, idiota —replicó altanera empezando a enfadarse. Él se encogió de hombros, no haría lo que ella quería—. No me digas que sigues molesto porque no quise salir contigo —murmuró con una media sonrisa.

—No te creas, Aranel, no eres tan bonita, incluso es más guapa esa chica que siempre está contigo, además de agradable —terció con enfado, pero tenía la cara roja de vergüenza.

Finalmente se encogió de hombros, vio el reloj y se fue, había acabado su turno.



El silencio del departamento la sorprendió, Christopher ya debía estar ahí. Caminó hasta el final del pasillo y abrió la puerta. Su amigo estaba sentando en el borde de la ventana con expresión ausente.

—Hey, ¿qué te pasa? —Christopher se movió lentamente y fijó su vista en ella, luego en el objeto que tenía en su mano, negó con la cabeza.

—Nada, estoy bien —musitó al ver la confusión en Aranel.

—Podrías caerte —reprochó. Él esbozó una pequeña sonrisa y posó sus pies en el suelo de nuevo.

—Será mejor que prepare la cena —murmuró saliendo de la habitación.

—No seas tonto, no tengo hambre y no estás bien. ¿Estás enfermo?

—No puedo enfermarme, Nel —contestó soltando una risa irónica. Como si en verdad le molestara no poder hacerlo.

Nunca se había preguntado por qué su amigo no se enfermaba y, a pesar de saber que él no le diría nada, quiso preguntar, mas se detuvo y prefirió quedarse quieta, si Christopher no le había dicho nada debía ser por algo. Frunció su ceño y fue a encerrarse a su habitación.



—¿Ves que salir conmigo no es tan malo? —dijo Jonathan riendo.

—Tonterías —replicó haciéndose la ofendida, pero la verdad era que incluso la había pasado mejor que cuando estaba con Alejandro.

Bajó la mirada ante ese pensamiento, Alejandro siempre que estaba con ella parecía pensar en otra cosa y no hablaban mucho, incluso un día se había ido dejándola sola y sin darle explicaciones. A veces no entendía por qué estaba con él si la trataba de esa manera.

—¿Por qué estás con mi hermano? —interrogó deteniéndose.

—Es mi amigo, el único que he tenido. David puede ser idiota y terco, pero es buen amigo, sé que ha estado ignorando a su familia y al hacer eso ha hecho daño, pero no lo culpó ya que sé por qué lo hace.

—¿Sabes lo que busca? —preguntó incrédula.

—Así que sabes que busca algo, pero no sabes qué —dijo pensativo—. Pues… no puedo decírtelo —musitó luego quedarse callado un rato.

—¡Creí que me lo dirías! —protestó enfadada—. Luego de esa pausa, tonto.

—Eres tierna cuando te enfadas —exclamó riendo. Mailen hizo un puchero y se cruzó de brazos en una rabieta infantil—. Vamos, aún puedo comprarte un helado —susurró dándole empujoncitos para que se moviera, al ver que no funcionaba le cogió la mano.

Rodó los ojos y lo siguió, sentía un cosquilleo en el estómago y no pudo evitar sonreír.



Erika daba vueltas en su cama como un gato enjaulado. Hacía mucho tiempo su hermano le había dicho toda la verdad. Sabía quiénes eran cada uno de los que la rodeaban, incluyendo a Alejandro, que estaba conectado a ella por medio de Mailen, por eso podía sentir como sus poderes iban en aumento y comenzaba a desesperarse, si seguía así acabaría descubriendo quien era Catherine e iría por ella y también por David.

El idiota de Christopher no podría defenderse, era ángel, pero estaba débil por haber abandonado el cielo. Era el precio que tenía que pagar por permanecer lejos, aunque siempre estuvo en la tierra, mas cuando no sabía lo que era en realidad.

—Ay, hermano, ¿cómo protegerlos? —balbuceó antes de caer profundamente dormida.

miércoles, 5 de enero de 2011

Capítulo 16: Mi pasado

David se quedó en medio de la calle pasmado y sin poder moverse, su amigo acababa de desaparecer y él reconoció aquella presencia en todo su esplendo, una que llevaba años sin sentir. Sintió que su corazón se detuvo y volvió a latir como no lo había hecho desde hace tiempo.

Revisó que no hubiera nadie que viera hacia el callejón y desapareció. Se encontró en medio de un parque y se fijó en todos lados para poder volver a sentir ese poder cálido, mas no se encontró con nada, la presencia se fue tan rápido como llegó. Clavó su puño contra el árbol que estaba a su lado.

—Erika, ¿hay algo que quieras decirme? —preguntó con molestia cuando vio que su hermanita se detenía ya lejos del parque, prácticamente estaban en la casa.

—No —contestó dándole la espalda y caminó rumbo al antiguo hogar de sus padres.

—Erika —volvió a llamarle, pero la niña no se detuvo hasta estar frente al lugar que las vio crecer. Dio un suspiro cansado cuando entró y dejó las llaves en la mesita al lado de la puerta.

Recorrió las paredes con una mirada triste, llevaba dos años quedándose cada fin de semana —a excepción de aquellos en que Erika se quedaba en el departamento—, aún no se acostumbraba, seguía sintiendo aquel vacío que la enviaba al mundo de los recuerdos, aquellos que por un tiempo deseó borrar, es más, que no existieran. Su familia lo había sido todo considerando que a veces era muy apática y no le caía bien a los otros niños, aunque ella tenía a sus hermanos y los ignoraba.

Deslizó sus manos por el barandal de las escaleras por el cual momentos antes subió su hermanita, todo seguía tal y como lo recordaba, cada mueble y pequeño cuadro en su lugar, intacto… Se consideró egoísta cuando su hermanita le pidió que le bajara una foto para quedársela y se negó a pesar que ella misma tenía una, pero no quería que Erika se encerrara en el pasado, no quería que la imitara. Vio la puerta del final del pasillo medio abierta. Desde que sus padres murieron ella no se atrevió a entrar… tampoco a la de Bryan. Vio sus trofeos y algunas medallas, frunció el ceño al ver entre la repisa la foto de su primera presentación. Recordó su respiración agitada y el latir rápido y nervioso de su corazón infantil.

—Nel —llamó su hermanita desde la puerta de su antigua habitación. Erika le miraba con esos ojos tristes y melancólicos de cuando ella se hundía en los recuerdos. La miró con culpabilidad, después de todo Erika también los había perdido, pero ella era tan pequeña.

—¿Qué pasa? —preguntó sin alterarse tumbándose en la cama. La niña se acostó a su lado, apoyando la cabeza en su estómago. Acarició su cabello distraídamente mientras la pequeña tarareaba una canción.

—A mí me hubiera gustado bailar como tú —dijo viendo las zapatillas de ballet colgadas en la pared, Aranel emitió un sonido inteligible con los ojos adormilados—. Bryan siempre decía que te veías linda. —Su voz cada vez era más suave, como un arrullo.

Erika se levantó al escuchar la respiración pausada de su hermana. Aranel se acurrucó más contra las almohadas y su hermana le dio un beso en la frente al sonreír para pegar saltitos por la casa.

Vio una fotografía de toda su familia en una guerra de agua, Christopher la tomó un día que la hicieron en el patio. Estaba su hermano lanzándole agua a su padre que no se veía nada feliz, pero nadie lo mandó a que se metiera en medio del campo de juego, su madre y ella riendo descaradamente de él y Nel por ahí con cara fastidiada porque interrumpieron su ensayo.

Su hermana siempre había sido seria, más parecida su padre. Mientras que ella y Bryan a la distraída y perdida de su madre, aunque el aire juguetón provenía de que no eran simples e inocentes niños.

Dio un saltito al cerrar la puerta y caminar por la calle, si tenía suerte David aún estaba en el parque. Esbozó una sonrisa cuando él se sorprendió por el tirón de su pantalón.

—Si no estuvieras tan distraído me habrías sentido desde que salí de mi casa —rió burlonamente.

—¿De qué hablas? ¿Qué haces aquí? —preguntó contrariado, lo menos que esperaba era verla ahí, justamente a ella. Erika puso la mano en su barbilla pensativa y luego soltó una risotada que lo sorprendió, empezaba a creer que estaba loca.

—¿Loca? —Resopló indignada antes ese pensamiento—. Es muy grosero de tu parte pensar eso —dijo con ojos llorosos—. Lo único que yo quería era una charla amena contigo y piensas eso de mí. —Hizo un gesto teatral con la mano y le dirigió una mirada burlona.

—¿Quién eres realmente, niña?

—¡Ah! La pegunta del millón, es una lástima que no pueda responderte eso —comentó sentándose al lado del árbol.

—¿A qué te refieres? —preguntó sin poder aguantar más. Esa pequeña desde hace tiempo le llamó la atención, tenía un aire extraño, ¡además sabía de James!

Nadie aparte de aquellos viejos y Christopher podía saber de él, de quién fue.

—Sabes, a mí me pareces un aprendiz de hechicero —comentó la niña con una mueca pensativa. David la vio con los ojos a punto de salírsele cuando ella le sonrió socarronamente—. ¿Entonces no me equivoco? —murmuró riendo.

—¿Cómo sabes eso?

—Sospeche de ti desde el principio —replicó dejando a un lado su actitud juguetona—. Cuando te conocí sentí un poder raro, aún más considerando que fuiste James, era natural que adquirieras tu antiguo poder, pero no creí que llegaras al punto de tenerlo todo. En cuanto a lo de por qué lo sé, no puedo decírtelo, mi hermano me lo prohibió. Lo sé todo, todo de ti y Catherine.

David cayó al suelo del impacto y se quedó con la boca abierta.

—¿Sabes dónde está ella? —dijo entre nervioso y ansioso al cogerla por los hombros.

—No te lo diré —respondió alzando su cabeza altanera y por un momento le pareció idéntica a su hermana.

—¿Por qué? —balbuceó.

—Porque no me da la gana —refutó y se levantó dejándolo ahí.



—No debiste decírselo —murmuró una voz en su espalda cuando abría la puerta.

—Christopher, siempre me he molestado que te aparezcas de la nada y en el mejor momento.

—¿A qué juegas? —preguntó desesperado.

—No juego —dijo con simpleza y se dirigió arriba—. Recibo órdenes.

Christopher se quedó con la boca seca al escuchar eso, sólo había una persona a la que Erika le haría caso sin titubear y reprochar nada. Bryan.

¿Por qué Bryan planearía algo así?

 

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