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viernes, 31 de diciembre de 2010

Adiós 2010

Bueno el 2010 ya se va y como todo estuvo lleno de alegrías tristezas y también de lágrimas por lo menos yo lloré muchísimo peor también me reí conocí nuevos amigos y personas que me han apoyado... a todos ellos les doy las gracias y pues siempre llevare esas personitas en el corazón y espero en el 2011 que sigan conmigo y quererlos más de lo que los quiero....pero dejando de lado todo el sentimentalismo pues va haciendo la hora de gritas

¡adiós 2010!

Y

¡Bienvenido
!

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Capítulo 15: Discusiones

David frunció el ceño al ver a Alejandro con su hermana. Hace unos días Jonathan le había dicho que al parecer estaba tras Mailen y, por lo que notaba, se hicieron novios. En ese momento no le creyó, pero ahora que los veía afuera abrazados y besándose, la idea no le apareció tan descabellada.

—Mailen —murmuró. Asustada y sonrojada se separó de Alejandro.

—Hola —balbuceó—. Será mejor que me vaya, adiós. —Ella le dio un beso en la mejilla y se fue sin decir nada más.

—¿Qué haces con mi hermana? ¿Qué es lo que quieres? —farfulló enojado—. ¿A quién buscas?

—Ella es muy linda. ¿Es qué no crees que puede llamar la atención sólo por ser ella? —preguntó sonriendo con sorna.

—No me charles, dime qué quieres —gruñó. Alejandro sonrió y se encogió de hombros.

—No es tu problema —dijo y se fue con una sonrisa.

David dio un suspiro cansado, aquel chico desprendía un aura siniestra además de que sus sentidos estaba alertan y le avisaban que era peligroso. Pensó en su hermana, ¿y si quería llegar a él o a Christopher por medio de ella? Porque su primo había puesto el grito en el cielo cuando se enteró de que Mailen salía con Alejandro, prácticamente le prohibió que lo viera, pero ella se había enfadado y le dijo que podía ser su primo, pero no le daría órdenes.

Caminó tranquilamente por la acera, con las manos en los bolsillos pensado en qué hacer, su hermana no le haría caso, estaba feliz con Alejandro.

—¿Qué te paso? —preguntó sin detener su paso cuando Jonathan se puso a su lado. Tenía la muñeca vendada y respiraba con dificultad.

—Un ataque, cada vez son más. Creo que deberíamos irnos de esta ciudad —comentó. David dio media vuelta furioso y lo fulminó con la mirada. Él ya se esperaba esa reacción de su parte.

—No hasta que la encuentre —declaró decidido y su amigo suspiró.

—A veces esto me parece inútil, sé que has sentido su presencia, pero son débiles rastros de su poder, alguien la protege y sea quien sea es muy fuerte.

—Me importa un bledo —terció enfadado, la sola idea de dejar la cosas así le parecía una locura, él derrotaría a quién fuera con tal de encontrarla. Jugueteó un poco con el collar que llevaba en el bolsillo. Jonathan lo observaba de reojo—. Hoy vi a Mailen con Alejandro —dijo de repente—. Se estaban besando —agregó. Jonathan se detuvo con la boca abierta.

—Te lo dije, pero no me creíste —reprochó—. ¿Se alejará de ella?

—No lo sé —contestó con simpleza.

Jonathan lo miró furioso, él chasqueó la lengua con fastidio y rodó los ojos. Por alguna extraña razón su amigo se había mostrado interesadísimo en ese tema. Eso era algo que no comprendía, quizás entendía un poco a Christopher con su reacción de primo protector, después de todo había pasado un poco más de tiempo con Mailen, pero ¿de Jonathan? Todo era diferente, él lo conocía de, prácticamente, toda la vida, era su amigo, confidente, quien siempre lo apoyaba… Por eso todo le resultaba más confuso llegar a una conclusión sobre lo que le pasaba con su hermana.

—¡Debes alejarla de él, le hará daño! —reprendió empezando a llamar la atención de la gente. El chico le dio un tiro en la manga y lo obligó a caminar, no era un tema para que los demás escucharan.

—No quiso hacerle caso Christopher que la ha apoyado, mucho menos me lo hará a mí que dejé todo atrás —contestó—. Además ya está grande, debería cuidarse sola.

—¡¡Eres su hermano!! —exclamó y le iba a dar la espalda, pero David lo detuvo cogiéndole por la camisa.

—Vale, ¿quieres hacer algo por ella? Vigílala, no se puede hacer mucho más, si está en peligro me llamas y yo me encargo, al igual que de las bestias. ¿Te parece?

Jonathan entrecerró los ojos y asintió, ya nada más le quedaba por hacer, prefería vigilarla él a que lo hiciera David, se notaba de lejos que no tenía mucho interés por hacerlo, a pesar que sentía aquella aura maligna saliendo de Alejandro. Suspiró pesadamente, a veces no entendía el porqué deseaba ayudar tanto a Mailen. Se dirigieron a un callejón y cuando estuvieron seguros que no había nadie observándolos, Jonathan desapareció en el aire.



Erika sonreía abiertamente y la abrazaba como una loca, su hermanita se encontraba feliz de verla de nuevo. Los días lejos de la única familia que le quedaba eran interminables, siempre esperaba ansiosa que terminaran y llegara la ocasión en que podría viajar a ver a Aranel. Ése era el momento justo en que todo su sufrimiento y pesar por estar alejadas desaparecía y sólo había felicidad en su corazón que se dejaba notar por las pocas sonrisas que lucía la mayor parte del tiempo.

—¿Cómo están todos? —preguntó la niña comiendo su helado.

—Bien —contestó con simpleza y se dedicó a mirarla. Su hermanita le sonreía de oreja a oreja y le pidió que siguiera contándole. Sabía que no iba a parar hasta que consiguiera lo que quería—. Christopher ha estado muy ocupado estos días y Mailen consiguió un novio —comentó. Ante eso la infante abrió los ojos como platos—. Se llama Alejandro, era de mi colegio —añadió distraídamente.

—¿Qué hizo Christopher cuando lo supo? —preguntó sin reparos poniendo aquella expresión de madurez.

Se la quedó mirando, parecía más adulta y aquello lograba ponerle los pelos de punta y le daba escalofríos, su hermanita era rara. Vio de nuevo sus ojos verdes y tuvo un fugaz momento en que los vio, los mismos ojos en la cara de alguien más, la presencia de su hermana no le pareció extraña. Se llevó la mano a la cabeza y apretó los parpados.

—¡Aranel! ¡Aranel! —gritó su hermanita asustada. Sus ojos la miraban con preocupación y nerviosismo. La escuchaba lejana, como si se estuviera yendo a otro mundo—. No, no, no. —Erika negó con la cabeza y la abrazó por el cuello—. No puedes, no puedes —susurraba a su oído acariciándole el cabello con una mano. Siguió murmurando frases y finalmente se sintió entre adormilada y mareada.



Christopher abrió los ojos con sorpresa al sentir ese poder, era cálido y dulce, tal y como lo recordaba. Estaba parado en uno de los edificios más altos de la ciudad con sus alas extendidas tras él, había salido a dar un paseo, pero nunca esperó volver a sentir eso de nuevo. Miró al horizonte hacia el lado sur de la ciudad.

Se acercó al borde y echó a volar.



—Erika —llamó Aranel abriendo los ojos por fin—. ¿Por qué me abrazas? —preguntó al verla agarrada a su cuello.

—Por nada, nada —contestó risueña ocultando su nerviosismo—. Será mejor que nos vayamos —musitó tomando su mano y jalándola.

Frunció el ceño, se sentía extraña, su hermanita había vuelto a tener aquel toque infantil.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Feliz navidad!


¡Feliz navidad a todos! Bueno, es mi primera navidad con el blog así que no podía dejarlo así, desgraciadamente con estas cosas nunca he sido muy expresiva... tampoco escribiendo cartas soy pésima para eso, el hecho es desearles una muy feliz navidad a todos que la pasen muy bien con sus seres queridos y porque no, ¡¡que tengan muchos regalos! (Pero no olviden que no es la finalidad de la navidad, si no la de compartir).


También agradecer a los que han apoyado el blog y leído las historias.

¡Besos!

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Capítulo 14: Cuestión de estrategia

Caminaba sin rumbo, no tenía ningún lugar especial al que ir, sólo deseaba poder alejarse de todo. Fue por eso que no supo por qué terminó frente a una discoteca, se quedó un rato pensado en la posibilidad de entrar, ella no era esa clase de chica, pero considerando que no tenía nada que perder, se decidió…

Se sobresaltó al escuchar un ruido proveniente de la parte trasera del local, se mordió el labio antes de caminar, debía estar loca, cualquier persona normal se iría corriendo a su casita, pero era un impulso el que la llevaba. Abrió los ojos como platos al ver un chico siendo golpeado por un hombre adulto.

—¡¡Deténgase!! —gritó asustada dándole un susto al hombre que soltó al chico.

La observó con una furia, casi inhumana, y cuando se acercaba hacia ella el chico se levantó limpiándose la sangre y tirándolo al suelo. Le dio un par de golpes y lo dejó ahí tirado.

—¿Estás bien? —preguntó con suavidad ayudándola a pararse luego de haber caído por la sorpresa. Asintió hipnotizada por esos ojos chocolate y aquella sonrisa.

—Ah… sí. Sí —asintió con una sonrisa vergonzosa, levantándose.

—Una chica tan linda no debería estar por ahí, nunca se sabe con qué o quién te encuentres —dijo volviendo a sonreír. Ella fue incapaz de decir algo más, sintiéndose tímida y nerviosa—. Soy Alejandro —se presentó.

—Mailen —contestó sencilla.

El chico siguió sonriendo y cada vez se hacía más grande mientras la observaba con astucia, aunque ella no sabía lo que en realidad significaba. Por unos momentos se sintió en una nube color rosa sin poder dejar de mirar a aquel chico. Nadie conocía lo que sentía, pero en ese instante se sintió segura y protegida, algo que había perdido junto con su hermano.

—¿Qué tal sí te acompaño a tu casa? Es peligroso que andes sola —murmuró sin soltar su mano, sus mejillas se sonrojaron y asintió.

Alejandro la condujo hasta su auto y permitió que le guiara por las calles, cuando finalmente llegaron a la zona en que vivían ella le indicó el edificio. Ni siquiera preguntó lo que había pasado en la calle, aquellos golpes que recibió… Todo fue olvidado con esa sonrisa encantadora y mirada confiada, lo único que tenía en mente en ese momento, el chico la dejó embobada.

—Me encantaría volver a verte —musitó cuando ya se iba. Ella le sonrió y le dio su número como despedida.

Alejandro se la devolvió como si nada y la vio partir. Se fijó en lo alto del edificio, podía estar oscuro hasta el punto de casi no ver nada, pero sabía que Jonathan lo observaba con cara molesta y el ceño fruncido.

—Me vas a dañar el carro —susurró con frialdad cuando el chico de ojos entre verde y miel se sentó sobre el capot, luego de haberse tirado desde la azotea del edificio.

—Aléjate de ellas —masculló bajándose.

—¿Por qué? ¿Es tu novia? —preguntó con burla.

—No, pero no es casualidad que primero fueras tras Aranel y luego con Mailen, que curiosamente es la hermana de David y vive cerca de Nel —replicó.

—Es sólo una coincidencia —respondió con sorna—. Y ahora sí me disculpas tengo mejores cosas que hacer que hablar con un simple mensajero —burló.

—No te equivoques conmigo, puedo ser más de lo que parezco —farfulló y se fue de allí.

Él soltó una sonora carcajada mientras lo veía irse, luego se subió a su carro y se fue.



Su amigo le miraba con una expresión serena, clavando sus ojos en los suyos, mientras desayunaba. Jonathan rara veces estaba con él en las mañanas, mucho más desayunar juntos, pero ésta fue diferente, le había pillado mirando a Mailen antes de irse, pero sólo fue un vistazo rápido así que no podía concluir nada.

—¡Podrías soltarlo de una maldita vez! —exclamó ya exasperado.

—A veces me pregunto cómo eres tan ciego —dijo finalmente.

—¿De qué hablas? —inquirió u otro sinónimo de preguntar aún no entendía nada. Vio en Jonathan una expresión con cierto enfado, primera vez que estaba así.

—Anoche estuvo ese tipo raro aquí, ¡con Mailen! —gritó pegándole un puño a la mesa como si eso fuera la peor parte—. Y tú ni enterado —reclamó.

—Cálmate —pidió tranquilo—. Mi hermana está grandecita como para saber qué hacer —agregó encogiéndose de hombros.

Su amigo lo fulminó con la mirada, sin poder creer lo que le estaba diciendo. Jonathan salió del departamento.

David se quedó alucinado, su amigo no era así, no entendía qué le pasaba. Pero es que él no podía comprenderlo, está de más como siempre lo tuvo todo, cuando Jonathan sólo tenía aquella amistad, se enfadaba con él porque dejaba de lado a su familia. Se preocupó por ir a salvar y proteger a Nel, una chica que sólo conocía porque vivía con su primo, pero no de su propia hermana, por eso se enojaba, pero tampoco le podía echar nada en cara porque al fin y al cabo era su amigo, sólo quería ayudarlo un poco, más allá de eso no hacía nada.



—Hola, Mailen —saludó Aranel cuando la chica entró a la cafetería.

—¿Muy ocupada? —preguntó al ver el local a punto de estallar y a la chica yendo de un lado a otro con los pedidos, además una bandeja de platos inmensa y bajo ella una libretita donde apuntaba los pedidos.

Ella asintió con gesto cansado y fue a dejar las cosas a la cocina, sólo para salir con más bandejas trayendo pedidos.

Mailen soltó una risotada al verla caer sobre el taburete.

—Creo que voy a renunciar, no puedo con esto. Cientos de mocosos, todos gritando, jalándome de un lado a otro, incluso algunos lloraban… es demasiado para mí —balbuceó recostada en la barra y con la cara enterrada entre sus brazos. Mailen le palpó la cabeza, pobrecita de su amiga.

La cafetería se quedo un poco más vacía así que ahora podía respirar, aunque sabía que no tardaría nada en volver a llenarse.

—No exageres, en unos años terminarás la carrera y podrás dejar de trabajar aquí.

—Que me parta un rayo —masculló levantando la cabeza por fin. Volvió a su expresión seria de siempre y Mailen le volvió a sonreír, pero le timbró el celular y se apartó un momento para hablar. Luego de un rato le dijo que tenía que irse con una sonrisa radiante.

Quiso preguntarle a dónde iba, movida por más que curiosidad un mal presentimiento, pero se fue antes de que pudiera decirle algo. Frunció el ceño con una expresión desconfiada y alejó sus pensamientos de todo eso para seguir atendiendo el local.

martes, 14 de diciembre de 2010

Capítulo 13: ¿Cuál es las respuesta correcta?

Era un día extremadamente soleado. Era extraño considerando que entraban al invierno… lo sentía anti natural.

—Hola —saludó al ver a Christopher. Él le dirigió una mirada examinadora y abrió la boca, pero la cerró, como esperando que le dijera algo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó cariñosamente.

—Normal —contestó tomando una botella de agua y comenzó a lanzarla por el aire distraídamente.

—¿Normal? —interrogó en un susurro. Ella lo observó, estaba raro, no le dio mucha importancia y se fue a trabajar.

Había muchos niños jugando en la calle, aquel barrio no se había caracterizado por los infantes, era un lugar muy tranquilo al ser una serie de edificios con apartamentos y sin jardines para jugar… Algo andaba mal, como si no fuera su mundo… Tal vez era un sueño.

Apretó los labios y siguió caminado, pero el cielo se oscureció y las calles se convirtieron en una serie de callejones con pasos resonantes tras ella, echó a correr con el corazón desbocado y el aire diciéndole que faltaba algo.

Abrió los ojos desmesuradamente cuando casi cae a un barranco, lo conocía. Su cerebro le decía que había algo familiar en la quietud y oscuridad de las olas.

—Ven conmigo —susurró el viento en su oído cuando una chica de cabello largo y ojos miel apareció frente a ella, sobre el mar. Dio un paso asustada, aunque no le parecía peligrosa.

—No puedo, me ahogaré —replicó rápida dando un traspié.

La chica le dirigió una mirada de profunda tristeza, el viento ondeó su vestido y escuchó como las olas chocaban contra las piedras. Un rugido vino desde atrás, una criatura horripilante. La sangre en sus venas se congeló y vio el mar con las rocas, la chica sobre el cielo aún mirándola.

—No temas —murmuró. Era fácil decirlo cuando ella estaba suspendida en el aire y el tiempo, quería gritarle que dejara de verla de esa forma. Le recordaba la mirada que tuvo hace años, le recordaba la mirada que muchas veces la vigiló en sueños…

Pasó sus ojos de uno a otro y se dejó caer con el viento silbando en sus oídos.



Esperaba un fuerte golpe al chocar contra el agua y luego ser arrastrada por las olas hacia las rocas, era lo que ocurría cuando caías por un barranco, lo sabía, aun así se lanzó. Pero no pasó eso, sino que algo completamente diferente y a lo que no estaba preparada. Su corazón dio un vuelco al sentir el pasto húmedo en su espalda… fresco… suave… tranquilizador…

Aunque la visión ante ella, una vez que se sentó, la dejó sin aliento, ¡era magnífico! Un campo de flores blancas, algo que nunca en su vida imaginó conocería, todo era tan hermoso que no podía creer lo que veía, no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa… Pero ante ella volvió a aparecer aquella chica y todos sus pensamientos se perdieron en esos ojos de enfrente.

—¿Qué es este lugar? —preguntó sin dejar de observar a todos lados. Aquello parecía sacado de un sueño.

La chica no contestó y se dirigió al bosque, con aquel andar sigiloso y delicado, gracioso y suave, parecía bailar entre los árboles o al menos eso quiso creer. Primero la siguió con la mirada, dudando si levantarse e ir tras ella, pero algo en su interior le decía que debía hacerlo, por su bien. Así que lo hizo a paso lento aunque decidido.

—Si te dijera qué es este lugar, no te ayudaría para nada, no importa. La pregunta es quién eres tú —contradijo.

La miró con gesto huraño, tenía el presentimiento de que la conocía, pero no sabía de dónde y lo que decía le recordaba a Erika, siempre con esas preguntas extrañas, enredándola. Frunció su ceño y se cruzó de brazos, ¡como si tuviera el tiempo de más para estarlo perdiendo con alguien que, al parecer, solo quería fastidiarla! Pateó el suelo como si fuera una niña mimada a la que no le quieren comprar su juguete y la observó fijamente.

—Hablas como mi hermana —replicó caminando.

—Tu hermana sabe quién es.

—¡Pues si sabes tanto, dime quién soy! —farfulló molesta de tanta palabrería.

—No puedo decirte, tienes que responderla —dijo finalmente antes de desaparecer y dejarla sola.

Abrió su boca con asombro, ni siquiera la dejó saber algo más, no entendía absolutamente nada. ¿Qué pasaba con su hermana? ¿Qué pasaba con ella? Apretó los puños con molestia y bajó la mirada… El lugar se borró antes sus ojos.



Despertó cuando tocaron su puerta. Christopher entró como si nada. Se sentía extrañamente cansada.

—Tu jefe llamó hace un rato, dije que estabas enferma —comentó sonriendo—. ¿Estás bien?

—Sí —contestó y se levantó, estaba lloviendo—. ¿Erika?

—Vinieron anoche por ella —respondió sabiendo a que se refería.

Ella no le habló de nada más y caminaba normal, le alegró que al menos los poderes de David funcionaran con ella, aún no comprendía por qué los suyos nunca le hacían caso, pero nada se podía hacer. Soltó un largo suspiro, quizás algunas cosas era mejor no saberlas.

Pensó en llamar a Erika y decirle que todo estaba bien, pero conociéndola ya debería saberlo todo.



Miraba el collar, la fotografía estaba vieja y gastada, además que era a blanco y negro. Lo cerró al sentir los pasos por el pasillo y lo guardó en el bolsillo.

—Hola, David —saludó alegremente su hermana.

—Hola —contestó desanimado, esperaba que fuera Jonathan.

David quería a su hermana, en algún lugar guardaba cariño hacia ella, pero estaba tan concentrado y sumido en sus cosas que se olvidó de su familia y su pasado. Dio un suspiro largo y a ella le pareció que envejeció por un instante. Se notaba cansado, aunque claro, sanar una persona no era tan fácil como decir un conjuro y ya, era mucho más complicado que uno de trasporte.

Mailen frunció el ceño, la verdad no sabía qué decirle, el paso de los años lo convirtieron en un extraño.

—Bien —dijo dudosa y se encerró en su habitación, mas eso fue peor luego de un rato. Tenía que ir a algún lado, no necesitaba estar en esa casa y la presencia de su hermano la ponía inquieta.

Tomó su bolso y salió del departamento, cualquier otro lugar era mejor que ése.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Capítulo 12: Charlas

Los pasos cortos repicaron contra el piso de la azotea. Él no se dio la vuelta, sabía quién era.

—Creí que ibas a quedarte con Nel luego del incidente —dijo la vocecita infantil.

No lo hizo porque creyó que ella lo haría, se equivocó. Pero no lo admitiría ante la pequeña Erika, porque al fin y al cabo ella lo sabía y no se lo echaría en cara. La chiquita, desesperada de que no la mirara, subió al borde de la azotea y se sentó a su lado.

—Cuidado te caes. —Empezó a enfadarse porque sus frases eran tan cortas que no podría sacar ningún provecho de ellas.

Al llegar ahí esperó que hubiera pensado lo suficiente como para concentrarse en el embrolló que se les iba a venir encima.

—¡Ponme atención! —exclamó ya exasperada haciendo excesivo usos de sus brazos y por un momento perdió el equilibrio, vio su muerte. Su cuerpo estrellado contra el piso y sangrante, por suerte Christopher la sostuvo y la devolvió a su lugar.

—¿Cómo has llegado aquí, Erika? —preguntó observándola por fin. Se veía triste, culpable e impotente, claro que ella sabía el remedio para los sentimientos turbios que invadían al chico.

—Eso es secundario, no te preocupes, pero bueno a lo que vine —se dijo a sí misma—. No fue tu culpa, la verdad es que la cuidas mucho mejor que yo —habló la pequeñita—. Mi hermano estaría feliz…

—Esto ya no tiene que ver con Bryan y mi promesa, Erika. Es con la promesa que me hice a mí mismo cuando mi hermana murió.

—Tú no tienes hermanos —recordó remarcando la palabra de forma exagerada.

Christopher sabía que ella le diría eso, a pesar de que el mismo a veces se olvidaba y mezclaba todo. En aquellos momentos su cabeza se convertía en un verdadero torbellino de recuerdos y pensamientos. Se estrujó la cabeza como si quisiera olvidar, estaba cansado tanto física como mentalmente.

—Erika, sólo déjame en paz —dijo sacando las alas de su espalda y parándose al borde del edificio para poder volar.

—Entonces huirás como siempre. Bien —replicó y le dio la espalda, ella se las arreglaría sola para proteger a su hermana y que David no descubriera quien realmente era. No necesitaba un tonto ángel que había decidido renunciar al cielo.

Escuchó cada vez más bajo el aleteó, indicándole que se había alejado. Golpeó una lata que estaba tirada en el suelo como si fuera la culpable de sus problemas. Debía irse a su casa. Sabía que Christopher iba a regresar tarde o temprano para revisar a su hermana, pero depender de él, siendo que huyó, le ponía de mal humor.



Abrió sus ojos y los sintió heridos por la luz del sol, miró a un lado y no encontró nada.

—No te levantes, sigues muy débil. —La voz de David la obligó a girar su cabeza al otro lado.

Se encontraba cerca a la puerta del baño con un pantalón largo y subió la mirada. No llevaba camisa puesta y algunas gotas de agua resbalaban por su torso bien marcado debido al ejercicio, el cabello húmedo y desordenado revelándole que acaba de tomar una ducha.

Se incorporó sobre la cama y un mareo acudió a ella.

—Te dije que no lo hicieras. Nunca haces caso —renegó acercándose a la cama descalzo. Le tomó la temperatura, por lo menos no tenía fiebre—. Debes descansar. —La empujó por los hombros para acostarla de nuevo, mas ella se mostró recia a seguir órdenes.

—No. ¿Dónde estoy? No es mi habitación —acotó luego de notar la pintura, las cortinas y la colcha blanca. Su mente adormilada comenzó a trabajar con rapidez y el dolor en su pierna le alertó que su sueño fue real—. ¿Qué fue lo que pasó anoche?

—Luego las respuestas —replicó rápido y empujó de ella un poco más fuerte, que al estar débil no pudo resistir más—. Duerme —ordenó dándole un beso en la frente. Sintió sus ojos pesados y no tuvo más opción que sumirse de nuevo en lo más profundo de su mente.

Dio un suspiro y acomodó la cobija sobre ella, acarició su mejilla detenidamente y la dirigió a su frente, sabía lo que tenía que hacer, pero no estaba muy seguro sí…

Tomó un mechón de cabello y lo enredó en sus dedos para ver mejor su rostro. Sus párpados cerrados y tranquilos, los labios entre abiertos y su respiración acompasada. No supo por qué, simplemente se agachó sobre ella y le robó un beso de los labios, sabían a miel, a lágrimas borradas por la lluvia y sonrisas perdidas en el tiempo.

—Eres un aprovechado —dijo una voz desde atrás, se volvió molesto para observar a Jonathan, divertido por la escena que presenciaba—. Siempre deseé que olvidaras al ángel, pero no creí que te aprovecharías de ella estando inconsciente.

—Cierra la boca, ella no me importa —terció enfadado porque lo hubieran pillado in frangati. Jonathan soltó una risotada y protestó levantándose para ponerse una camiseta—. ¿Averiguaste quién envió a los demonios?

—No encontré nada, él que haya sido sólo la quería muerta a ella y sabe a qué juega.

David suspiró y le hizo un ademán de que podía irse. Jonathan se encogió de hombros y dejó que hiciera lo que quisiera.

La querían muerta a ella. ¿Por qué? Era una simple humana común y corriente o ¿no?

Cerró los párpados con fuerza, no era su problema.

—Creí que ya no regresarías —murmuró hundido en la silla. Los pasos no resonaron al tocar el suelo, sabía quién era, pocas personas podían tomarlo desprevenido y Christopher no era uno de esos.

—Hazlo —pidió Christopher parando frente a él.

—¿Qué cosa? —preguntó con tono inocente.

—Ya sabes —murmuró y David esbozó una pequeña sonrisa antes de levantarse y hacer lo que había planeado.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Capítulo 11: Demostrar quien se es realmente

Se dejo caer en el sofá. Erika la tuvo corriendo de un lado a otro sin parar, aunque no fue la única porque luego de que Mailen terminara la historia, prácticamente la obligó a ir con ellas. Su hermanita a veces era imparable.

—¿Cansada? —interrogó Christopher con una sonrisa.

—Muerta, diría yo —replicó con ganas de dormir. Para su mala suerte la niña de ojos verdes salió del pasillo proclamando que verían una película.

—¡Quiero ver la del Rey León! —gritó a todo pulmón con una enorme sonrisa.

—Erika, tengo dolor de cabeza —susurró con los ojos cerrados. La chiquilla hizo un puchero infantil y se cruzó de brazos.

Empezó a darle pequeños empujones y jalones, sabía que con los ojos cerrados no haría efecto su técnica, tal vez abiertos tampoco, pero nada costaba intentar.

—Vamos, déjala dormir. Veré la película contigo —dijo Christopher riendo.

—Eso es genial, me voy a dormir —alegó Aranel levantándose y dejándolos solos.

Erika estaba a punto de ir tras ella, pero Christopher sonrió y encendió el DVD, enfadada aceptó, era de las pocas veces que podía estar con su hermana y todos se confabulaban en su contra para no dejarla estar. Bueno, tal vez era un poco dramática.

—¿Qué tanto hicieron? —preguntó con curiosidad mientras comía palomitas.

—Averiguar un poco más de lo que ha hecho James, ver películas, correr. Lo normal —respondió sin mirarlo.

—Él no es James, es David —recriminó, mas la niña lo ignoró.

Para ella siempre se llamaría así, aunque pasara el tiempo.



Erika saltaba de charco en charco y soltaba una risa cada vez que el agua salpicaba, sobre todo si mojaba un poco a su hermana que la miraba molesta, pero sabía que era incapaz de hacerle algo.

Sabía que su hermano ya no estaba con ella, por mucho que se empeñara en olvidarlo no podría y por más que buscara un reflejo de Bryan en la sonrisa de su hermanita, no sería lo mismo. Cerró los ojos, debía concentrarse y alejar esa tristeza que a veces la invadía, ella odiaba llorar, se sentía débil cuando lo hacía.

Se detuvo y se colocó alerta, no podía verlo ni escucharlo, pero sabía que estaba ahí, lo sentía. El cielo mismo se lo decía al oscurecerse de aquella forma. Se mantuvo alerta esperando que la presencia se revelara o al menos saber qué o quién era el objetivo.

La niña salió corriendo entre la multitud de niños que huían de la lluvia para llegar a sus padres. Intentó seguirla. Aranel quiso seguirla, pero no la veía por ningún lado

Su corazón latía acelerado, no sabía qué hacer, podía sentir el peligro retumbando en sus oídos. Cerró los ojos e intentó concentrarse. Aranel gritó su mente.

Miraba a todas lados nerviosa y empezó a correr nuevamente sin poner atención a lo que sucedía a su alrededor, finalmente chocó con alguien. Cerró sus ojos por inercia al estar a centímetros del suelo.

Una mano en su brazo hizo que se colocara de pie nuevamente. Un chico de cabello negro y revuelto, ojos azules y mirada profunda la observaba expectante.

—¿Erika? —Esa voz llego a su oído con suave murmullo, removiéndose inquieta se lanzó a los brazos de Aranel—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué escapaste?

—Debemos irnos, rápido —susurró inquieta bajándose y tomó su mano empezando a arrastrarla. La chica la detuvo por lo hombros. La niña estaba muy rara y sea lo que fuera le explicaría—. No hay tiempo, Aranel. Debemos irnos. Te lo contaré todo, luego —añadió al ver que no la soltaba.

Observó a su alrededor, tratando de sentir esa energía que la perseguía. David, al igual que ella la notó y, tomando a la mayor de una mano y la niña de otra, empezó a jalarlas donde algunos autos estaba parqueados.

—¿Qué rayos haces? —gritó Aranel furiosa.

—Salvar tu vida —contestó abriendo la puerta trasera del auto y Erika subió de inmediato y se abrochó el cinturón.

—No me subiré —replicó cuando le abrió la puerta del copiloto. El chico, que en ese momento no tenía paciencia para las paranoias femeninas, la obligó a subir y se puso al volante.

—Ponte el cinturón —ordenó cortante y ella con rabia obedeció.

Piso el acelerador a fondo, las llantas del auto chirriaron y el motor rugió con fuerza. David manejaba a máxima velocidad en la autopista. De un momento a otro empezó a andar entre callejones hasta que finalmente quedaron en uno sin salida y se obligó a frenar.

—¡¡¡Estás loco!!! —exclamó cuando se detuvo.

—Nos encontraron —informó la niña de ojos verdes saliendo del auto.

—Maldita sea. —Soltó un sonoro suspiro y bajó del auto.

—¿Cuál es tu problema? —preguntó la chica furiosa, tomando la mano de la niña.

David ignoró los gritos y puso la vista al frente esperando el ataque, un rugido bestial salió de una esquina oscura, tirándose sobre Aranel y obligándola soltar la manita de Erika.

Gritó con sorpresa y dolor cuando el enorme animal mordió su pierna derecha y con sus garras hirió el muslo, con un movimiento de cabeza la tiró contra una pared dejándola semi inconsciente. Erika estaba punto de abalanzarse sobre la criatura cuando David la apartó a un lado y lo atravesó con la espada, la criatura quedó a un lado de Aranel.

Ella observó esas garras filosas, el pelaje grisáceo desaliñado, los ojos rojos y el fétido olor que desprendía y tuvo miedo. Por primera vez desde hace años tuvo miedo, se llevo la mano al rostro, sus ojos estaban cristalizados y su boca temblorosa. Erika corrió hacia ella para abrazarla.

—Ya tranquila, todo acabó —intentó calmarla.

—No. Todavía no acaba, hay más —rebatió David convencido dándoles la espalda para fijarse alrededor.

David, al no sentir la presencia de más seres, se volteó a ellas agachándose junto a la chica para revisar la herida. Era horrible, brotaba sangre sin detenerse y unas manchas negras cubrían parte de ella, sacó un pañuelo le hizo un torniquete para evitar la hemorragia, luego revisó la herida en su cabeza.

El chirrido de unas llantas lo alertó y vio a Jonathan bajando del auto y acercándose a ellos.

De las sombras saltaron más de esas criaturas, ahogó un grito del susto y Erika, ya cansada de los seres de ojos rojos, dio un paso al frente. David intentó detenerla cuando la niña les envió una mirada siniestra y un aura de color verde emanó de ella, elevó sus pies del suelo y sacudió su cabello.

—¡¡Largo!! —gritó la infante con furia, las criaturas corrieron despavoridos mientras unas manchas rojas aparecían en sus pieles debido a pequeños cortes causados por el viento.

Erika cayó al suelo exhausta. Jonathan recogió su pequeño cuerpo y David tomó en brazos a Aranel, que se encontraba en un estado de shock al ver a su hermanita espantar esas horribles criaturas.

—Christopher me va a matar —renegó David cuando ella apoyó su cabeza contra el pecho.



En las sombras y atrapada en su mente podía escuchar gritos lejanos. Sentía que algo la quemaba.

—¿¡Cómo mierda pasó esto!?

—¡¡¡No fue mi maldita culpa!!! La niña llegó y sentí las presencias, no sé nada más. Las saqué del lugar para que no hubiera más heridos.

—Pero no cuidaste de Aranel y ahora está herida. ¡¡Pudo haber muerto!! —recalcó sus últimas palabras con rabia.

—¡¡No soy protector de nadie!! Hice lo mejor que pude —renegó.

Lo último que escuchó fue un portazo antes de volver a ser engullida por las sombras.

 

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