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miércoles, 27 de octubre de 2010

Capítulo 6: Para eso son los amigos

Lo recordaba a la perfección, tenía el cabello miel y los ojos verdes. Siempre estaba sonriente y animado, excepto cuando la veía a ella, se sonrojaba y empezaba a tartamudear, o a lo lejos cuando la observaba suspiraba sin parar.

Le causaba gracia que fuera así, se reía a su costa y junto con Christopher le hacían bromas, pero él lejos de molestarse sonreía ampliamente y volvía su mirada a ella, perdido en sus pensamientos.

Nunca supo lo que pensaba, siempre estaba tan alejado de la realidad, o al menos de la que ella conocía.


—¿Dónde está Aranel? —interrogó al entrar al departamento y ver a su primo sentado como si fuera su casa.

—Se fue a dormir hace un rato, se veía realmente muy mal —contestó con aire aburrido y siguió a su primo por el pasillo.

Abrió la puerta despacio y se adentró en la habitación. Las ventanas estaban cerradas y todo estaba absolutamente oscuro, gracias a la luz que se colaba por la puerta pudo notar un bulto bajo las sabanas.

Aranel tenía las mejillas sonrojadas y la frente ardiéndole, pero no era capaz de hacer algo por ella, siempre tuvo que verla así, impotente. Se sentó en la cama junto a ella y puso la mano sobre su frente.

—Es extraño que enferme considerando que te tiene tan cerca —musitó David desde la puerta con los brazos cruzados.

—Yo también lo creo, siempre se me hace raro, pero es algo que pasa por estas fechas, añadiéndole que es demasiado terca —respondió con una media sonrisa apagada.

—Sigo pensado igual —murmuró fijándose en como su primo apartaba la mano de la frente y guardaba algo en el cajón. Se levantó de la cama y se dirigió hacia él—. Debe haber una razón por la que se enferma, y más aún si siempre es en la misma época.

—Algún día sabré la respuesta a esa pregunta, pero no será esta noche, de eso estoy seguro. Así que sí no te molesta, vete —balbuceó cansado—. No estoy para discutir ahora contigo.

David se fue por el pasillo y cerró la puerta tras de sí. Christopher arrastró sus pies hasta la habitación y se encerró, serían días muy agitados.



El timbre sonaba sin parar y aunque odiara tener que hacerlo se levantó de la cama, tirando todo al suelo, incluida la cobija en la que había estado envuelta.

—Tienes un aspecto horrible —balbuceó Mailen al verla. Rodó los ojos ante el comentario y con voz bajita, quedada y ronca musito con sarcasmo:

—Muchas gracia por tu ánimo, al despertar, lo que más quiero es que me digan lo mal que me veo.

Mailen se encogió de hombros y entró al departamento mientras vio como ella se metía a la habitación de nuevo, golpeó la puerta de su primo sin compasión, esperando escuchar al menos un respiro desde adentro.

—¿Qué? —inquirió de mala gana cuando abrió la puerta, pensado que era de nuevo su primo.

—¡Uy, que genio!, pero a mí no me vengas con eso que no tengo la culpa.

Entró a la habitación y abrió las cortinas, escuchó como Christopher gruñía, mas siguió con su trabajo sin importarle que protestara.

—Deberías dejar de quejarte y arreglar esto. ¡Eres un desastre! No tienes derecho a estar así —renegaba la chica y salió de nuevo, al ver al puerta cerrada cayó en cuenta de añadir—. Aranel está mal, se le ven ojeras horribles y la cara muy pálida, pero tiene las mejillas rojas. ¿Por qué no me mencionaste que estaba enferma? —recriminó enfadada, cruzando los brazos y golpeando el suelo con sus zapatos.

—No estuve en casa, lo siento —tartamudeó aturdido y quiso entrar a la habitación, pero su prima lo envió hacia el baño.

—Eres un asco, mejor arréglate y yo iré a preparar sopa, a ti también terminara dándote gripe —farfulló y se fue, no pudo evitar sonreír ante el gesto y obedeció.

—Si supieras que no puedo enfermarme —susurró escuchando como golpeaba ollas, dio un suspiro resignado y entró al baño.



—¿Has encontrado algo? —interrogó David cuando Jonathan salió de entre las sombras. Tenía el cabello húmedo y la ropa desgarrada, no es que él estuviera en mucho mejor estado, pero al menos no sangraba.

—La verdad es que no mucho, un par de bestias se me han tirado encima, creo que ya está despierto y con su poder al límite —susurró apartándose el cabello de la frente y dejando ver sus ojos de color miel con el toque verdoso que los caracterizaba—. ¿Estás seguro de querer encontrarla? Lo hacíamos antes porque no había ningún peligro, pero ahora con ése vagando por el mundo estará en riesgo.

—Lo haré antes que él.

Jonathan no dijo nada más, no tenía caso.



—Levántate —ordenó una voz en tono osco. Sintió como le quitaban las cobijas y las tiraban al suelo, abrió los ojos con pereza.

—Tú no —balbuceó con un tono ronco y cansado.

—Deja de ser vaga, enana. Si no estás en el auto en quince minutos, te juro que vendré y te llevaré del cabello —amenazó y salió dando un portazo.

Aranel se levantó de la cama y se dirigió al baño, por experiencia propia sabía de lo que era capaz.

—No deberías llevártela, tiene gripe —explicó al ver que fruncía el ceño.

—Me importa un comino, que se ponga un saco y listo —dijo y se fue.

Vio el auto rojo y como la chica dentro de él golpeaba la dirección de una forma rítmica. Le tiró la chaqueta al regazo, no le dio importancia, Jaqueline no era la chica más paciente del mundo, ni la más educada o respetuosa. De hecho ella era lo contrario a todo eso, razón por la que no entendía muchas cosas, pero también del que se llevaran también, aunque si se le agregaba el que fuera la única que le había parado los pies y era capaz de enfrentársele, le obligaba a tenerle cierto respeto hacia su poca paciencia y tolerancia.

—Aún no sé qué te vio —susurró muy bajito, al menos eso creyó.

—Puedes preguntárselo cuando lo veas, claro que no se vale hacer trampa e intentarlo antes —dijo y supo de inmediato a qué se refería por lo que guardó silencio y se hundió en el asiento.





—Bueno, mocosa…

—No me digas así —interrumpió molesta y la chica la observó con una ceja enarcada.

—Para mí siempre lo serás, así que cierra…

—Cállate tú, a mí nadie me dice qué hacer y menos una a la que le tuve que enseñar matemáticas, aunque me lleve cuatro años —objetó y cuando Jaqueline la observó sin decir nada supo que le había ganado la partida, pero la guerra iba a ser muchísimo más dura.

—Escúchame muy bien, porque lo diré una y sólo una vez…

—Pues más te vale que empieces ya que tienes tanta prisa.

—¡Muy bien! Si vuelves a abrir tu bocota juro que te la rompo —amenazó y la señaló con el dedo. Hizo un gesto desinteresado indicándole que continuara.

Aquella manera tosca y ruda de hablar le traía recuerdos de su infancia, tantas veces habían peleado de esa forma, aunque ella en realidad nunca le puso una mano encima, eso fue antes del incidente porque aún recordaba muy bien la cachetada que le dio hace un año.

—Niña, hazme caso —exclamó chasqueando sus dedos frente a ella—. Jane me llamó y dijo que habrá un recital el domingo, vas a ir.

—No —replicó de inmediato y frunció el ceño apretando sus manos en un puño.

—A Bryan no le hubiera gustado que lo dejaras, siempre dijo que te veías linda…

—¡¡No me importa lo que él quería!! ¡¡Haré lo que se me dé la regalada gana, porque al fin y al cabo soy mayor!! —Sintió su mejilla arder al terminar la frase—. No me importa lo que digas, no lo haré.

—¿Dejarás tu carrera así como así? —interrogó con una mirada fulminante.

—Ésta fue la misma discusión que tuvimos hace dos años. Te diré lo mismo que en aquella ocasión: Jódete y déjame en paz. —Le dio la espalda y caminó en dirección a la carretera, ignorando la lluvia. Jaqueline no iría tras ella, la conocía lo suficiente para saber que prefería empeorar a dejar que la llevara de vuelta, además era una niña caprichosa y se lo merecía.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Capítulo 5: La familia de Erika

Bajó la cabeza mientras sentía que sus lágrimas se deslizaban hacia el suelo por sus mejillas empapadas. Abrazó la fotografía como si se le fuera la vida en ello y luego la metió en el sobre, borrando los recuerdos, dejándolos a un lado con aquella carta que sólo le enviaba de nuevo a sus recuerdos.

A aquella época donde las sonrisas escapaban libres de vez en cuando.

—¡No quiero! —renegó Erika cruzándose de brazos con molestia—. Además tienes gripe —espetó sacándole la lengua.

—No es lo que quieras o no, es lo que te diga —replicó jalándola por el brazo con la mochila rosa al hombro lista para llevarla así fuera a rastras.

—¡No puedes obligarme!

—Claro que sí.

—Soy la que tiene que soportarlos. No quiero ir —lloriqueó resistiéndose.

Comenzaron una pelea por quién era la más fuerte, a pesar de que Aranel era mayor las continuas patadas y resistencias de la niña le dificultaban sacarla del apartamento. Finalmente Erika consiguió su cometido, zafarse, pero por la fuerza terminó en el piso y su hermana mayor golpeándose contra el filo de la pared.

—¡Aranel! —gritó asustada y se acercó a ella que tenía los ojos cerrados y una mano en la parte trasera de su cabeza.

—Estoy bien —farfulló para calmarla, pero Erika emitió un grito hacia Christopher cuando vio la sangre, en realidad sólo eran unas cuantas gotas, mas ella no lo creía así.

—¿Qué rayos…? —Su oración quedó a medias al ver la sangre y como Erika sollozaba. Fulminó a su amiga con la mirada cuando le dijo que se tranquilizara y que estaba bien, ordenó traer un trapo—. No puedo dejarlas solas cinco minutos porque ya se están matando —gruñó de mala gana cuando terminó de limpiar la herida. No tenía más que unos pocos milímetros.

—Más te vale que estés lista, porque no te salvas de que te lleve ¿entendiste? —dijo Aranel a la niña.

—Tú no vas a ningún lado —habló Christopher. Estaba a punto de protestar y Erika de celebrar cuando agregó—. La llevaré y todos felices.

—No estoy feliz —contestó señalado su rostro con un puchero enfadado.

Christopher se mostró impasible ante su disgusto. Tomó la mochila de la niña y la llevó al hombro, cogió su mano para salir. En el camino al ascensor Erika no le habló, le dio la espalda y se cruzó de brazos, a pesar de que sonreía al comportamiento infantil.

—No quiero ir. ¿Por qué yo no puedo quedarme con ustedes? —preguntó sollozando.

—Porque eres una niña que necesita una familia, yo estudio, Aranel estudia y trabaja, no podemos prestarte la atención necesaria —contestó abriéndole la puerta de la parte trasera.

—Eres un mal mentiroso, sobre todo conociéndome ¿crees que en serio me voy a tragar esa historia cuando es en realidad lo que la seguridad social les dijo que dijeran? —replicó enarcando una ceja y negando con la cabeza.

—Deberías ser una niña normal, a ella se les puede mentir con facilidad y no me asustan con sus cambios de personalidad —protestó en voz baja cuando ella subió al auto.

—Lo haría, si mis tíos se preocuparan en verdad por mí y no fingieran cuidarme por la pensión que les dan —contestó desinteresada y cuando le dirigió una mirada triste ella rodó los ojos—. No te preocupes por mí, puedo cuidarme, tú cuida de Nel.

—Me gustaría que estuvieras con nosotros.

—Sí, lo sé. No me lo digas a mí, díselo al grande. —Señaló al cielo y se puso unas gafas negras, con aquella acción le recordaba a las chicas de cuando iba al instituto.

—Ojalá pudiera, pero estoy vetado —contestó subiendo al piloto. La pequeña se bajó un poco las gafas, con la clase de una princesita, observándolo desde el asiento trasero.

—No estás vetado, elegiste esto, ¿tengo que recordártelo? —musitó y él sonrió.

—No gracias, igual no quiero regresar, este lugar me encanta, sólo me preocupo por los míos.

—Eres todo un ángel —farfulló con sarcasmo—, deberías interesarte un poquito más por la humanidad en general, aunque no me sorprende —protestó cruzándose de brazos.

—Tú encárgate de los tuyos y tus negocios, tengo mi propio camino y no está por tus lares. —Encendió el auto y se dirigió a la carretera.

Erika estuvo silenciosa por el camino, pero cuando sonó alto y fuerte la radio cantó a todo pulmón al ritmo de la canción.

Se detuvo frente a una casa con la fachada blanca y volvió la mirada, se despidió con un gesto triste y ella se fijó en la puerta, ahí estaba su tío con el ceño fruncido y a su lado esa mujer con lágrimas fingidas en los ojos.

—¡Oh! Erika estaba tan preocupada por ti, gracias por traerla Christopher —sollozó la mujer abrazándola y vio la disimulada cara de fastidio de la menor—. Apuesto a que todo es culpa de esa chica…

—Ella no hizo nada, es mi hermana y fui porque quería verla —renegó la niña y se dirigió hacia la puerta, sintió la mano de su tío apretando su hombro­ levemente—. Tócame y olvídate del dinero —dijo con una mirada fulminante y la dejó continuar con su camino.

Arrancó el auto mientras se mordía el labio inferior, deseaba no tener que dejarla ahí, pero sabía que no estaba en sus manos.



El timbre sonó y creyó que Christopher volvió a olvidar las llaves, dio un suspiro cansado y se levantó envuelta en una manda.

—¿Qué haces aquí? —interrogó al encontrarse con David en la puerta.

—Busco a mi primo —contestó con simpleza y entró sin pedir permiso.

—Esta también es mi casa, tengo tanto derecho como Christopher a echarte de aquí y que sepa no te he invitado, así que largo —farfulló señalando la puerta al verlo cómodamente sentado en el sofá.

—No pienso irme así que puedes volver a lo que hacías. —Fulminó con la mirada al chico que pensaba era tonto y no captaba ideas directas. Pero al parecer lo que decía era cierto por lo que le arrebató el control de la televisión

—Mi casa, mis reglas —alegó con severidad cuando él la volteó a mirar, luego rodó los ojos y se cruzó de brazos.

—Sólo espero que no veas cosas de niñas rosas —musitó y se le ocurrió una magnífica idea para molestarlo, así que cambio el canal a Disney Channel, el favorito de su hermana y lo peor para ella. Se torturaría, pero iba a valer la pena.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Capítulo 4: La lluvia cae trayendo recuerdos

—¡¡Erika!! —El grito de Aranel se escuchó en todo el edificio y ella no tardó en aparecer con los ojos brillantes de furia y caminado a zancadas hasta ella.

—¡Oh! Vaya, supongo que ya te enteraste —exclamó inocentemente y volvió la vista a la pantalla, desinteresada del regaño.

—¿Sólo eso dirás? —interrogó molesta.

—Diría que lo siento, pero sería mentira y papá y mamá me enseñaron que mentir estaba mal —contestó abriendo muchos sus ojos y regalándole una sonrisa angelical.

Christopher creyó oportuno entrometerse y tratar de calmarla al ver que estaba reprimiendo las ganas de lanzarse sobre su hermanita.

—No pienso que haya hecho algo tan malo para que le grites así. Cálmate —ordenó sosteniéndola por los hombros.

—¿Qué me calme? —musitó lentamente, acentuando las silabas.

Retrocedió un paso, la conocía lo suficiente como para saber que estaba a punto de explotar, insultar a todos y tal vez golpear a alguien; para su desgracia, él era el más cercano.

—¡¿Te parece poco que se haya escapado?! ¡Pudo haberle pasado algo! ¡Además piensan que la he secuestrado! ¡Tal vez nunca más me dejen verla! —gritó fuera de su casillas.

—Vamos, Nel. Erika es algo inquieta pero no creo que lo haya hecho con mala intención —comentó intentado apaciguar su ira, pero ella sólo se puso roja y miró a su hermanita sentada tranquilamente en el sofá y comiendo chocolates. Los observaba con si viera un partido de tenis, intentado saber quien ganaría esa discusión—. No la regañes —musitó débilmente en su último intento.

—¡No me digas cómo tengo que cuidar a mi hermana! ¡Más te vale que en media hora tengas lista tu maleta porque te llevaré de vuelta! —Salió con un portazo del apartamento, dándole final a la discusión.

—Deberías arreglar tu mochila —murmuró Christopher acariciando su cabeza.

—No lo haré —replicó mirando la pantalla del televisor—. Aranel me dejará quedar. —Él enarcó una ceja dudoso, cuando ella tomaba una decisión no la cambiaba—. Son las siete, necesita dos horas para calmarse, o sea que serán las nueve cuando regrese. Para cuando lo haga lloverá y sabes que no le gusta estar en la calle de noche y menos lloviendo. —La tranquilidad con que lo decía le sorprendía, y si no fuera porque no se veía ni una nube en el cielo, creería en sus palabras.



La predicción de Erika había sido acertada, salvo por el hecho de que empezó a llover a las ocho y Aranel aún no había regresado.

—Debería llamarla —balbuceó nervioso y preocupado.

—Cálmate. No es una nenita para que le estés dando órdenes, eso le fastidia —dijo ella balanceando sus piernas—. Odia que se las den, lo recuerdo bien.

—Ni me lo digas, he vivido con ella desde hace dos años y estuve a su lado casi toda la vida. La conozco tanto o más que tú —contestó ofendido.

—Se nota que la conoces —comentó rodando los ojos y la puerta se abrió.

Aranel tiró la bolsa al suelo de mala gana y escurrió su cabello, estaba empapada de los pies a la cabeza, se quitó los zapatos. Christopher se levantó y ella hizo un gesto para que no se le acercara, aún seguía molesta.

—Iré a hacer algo caliente —farfulló escuchando los pasos hacia la habitación.

—A mí no me debes explicaciones. —Fulminó a la niña con la mirada, todo aquel problema era por haberse metido cuando iban a regañarla.

Ella esbozó una sonrisita y bajo del sofá, se dirigió a la habitación de su hermana mayor. Asomó la cabeza tímidamente, oyó un estornudo y algunas maldiciones.

—Tonta lluvia, hermana irresponsable, amigo condescendiente —gruñó terminando de desvestirse.

Luego de asegurarse que no había moros en la costa, deslizó sus pies por la alfombra, de nuevo estaba sin zapatos, sabía cómo eso le molestaba a su hermana, aunque fuera algo que ella misma hacía. Sacó el cajón de la mesita de noche y metió su mano, debía estar allí, la última vez que visitó la casa se encontraba ahí.

—Erika, deja mis cosas quietas —ordenó de mala gana con una toalla envolviendo su cabello. Dio un saltito del susto y tiró la lámpara de noche.

—Lo lamento, Nel… —Intentó disculparse, pero ante un gesto se calló y bajó la mirada.

—Déjalo —replicó al ver que se agachaba a recoger los pedazos—. ¿Qué buscabas? —inquirió sentándose en la cama y palmeando un lugar a su lado, cuando ella se acomodó acarició su cabello.

—Buscaba la foto —tartamudeó abrazándola y dejó de hacerlo.

—¿Por qué? —preguntó en un susurro separándola para apretar sus hombros y mirarla a los ojos.

—Tú no la quieres y tengo tanto derecho a tenerla…

—No, no, no. —Negó con la cabeza incrédula, tantas veces le había pedido esa fotografía, pero siempre se opuso—. No hagas eso, deja mis cosas quietas o no te volveré a traer. —Frunció el ceño para indicarle que hablaba enserio.

Bajó la mirada y se mordió el labio inferior, lo hubiera hecho cuando ella no estaba, pero Christopher era mucho peor vigilante y no le quitaba los ojos de encima.

—La quiero —imploró la pequeña tomando su brazo, con los ojos llorosos.

—No me hagas esto —murmuró sin mirarla y se levantó.

Erika frunció el ceño porque no le prestó atención, deslizó un papel en el cajón, no pudo sacar lo que quería, pero tampoco se quedó con las ganas de jugar.



Christopher tarareaba una canción mientras hacía la cena y Erika le ayudaba, ya que Aranel estaba ocupada con unos ejercicios de matemáticas.

Erika soltó una carcajada cuando el pescado se le resbaló de las manos y terminó en la camiseta de Christopher.

—Están locos —comentó la chica desde el comedor cuando él salió bailando la conga con Erika.

—Y tú eres una amargada, pero aún así te queremos —burló la pequeña con su mejor sonrisa—. Además no sé de qué te quejas, solías bailar con Bryan así.

—Ya es tarde, vete a dormir —replicó esquivando el tema.

Se separó furiosa y se fue a la habitación pisando con fuerza y murmuró a lo lejos:

—Puede que estén muertos, pero el que quieras fingir que nunca estuvieron es cobarde. —Aranel bajó la mirada y Christopher la levantó por el mentón ofreciéndole una sonrisa, ella no se la devolvió, dejó de devolverle las sonrisas cómplices desde hace tiempo. Después de todo, Erika tenía razón, al menos así pensaba ella.



—Cuéntame un cuento —suplicó cuando la vio entrar.

—No, ya deberías estar dormida —contestó molesta y ella le respondió con su sonrisa.

—Por favor, el de la princesa.

—Pero si ese me lo cuentas tú a mí —respondió extrañada y se sentó en la cama.

—Sí, pero ahora yo te lo contaré —murmuró con una sonrisa de oreja a oreja por haberla echo caer.

—No recuerdo haber aceptado —replicó enarcando una ceja.

—Lo hiciste —dijo y empezó a narrar sin darle importancia.

>>Había una vez una princesa con el cabello y ojos de color miel…

—Curiosamente como los míos— interrumpió y la niña frunció el ceño fastidiada.

—Su sonrisa era la más bella de todo el reino —relató abriendo sus brazos para darle énfasis—, pero un día su padre intentó obligarla a casarse con un hombre al que no amaba, ni siquiera lo conocía. Ella se molestó muchísimo y escapó, sin importarle sus súbditos. Pero el príncipe fue tras ella y no le dijo quien era.

>>Pasaron los días y se enamoró de él, finalmente se lo dijo y ella se molestó muchísimo, pero él le probó que la amaba y se casaron y fueron felices. Hasta que un malvado hechicero la asesinó y el príncipe se entristeció. —Detuvo el relato al ver que su hermana estaba profundamente dormida, se limitó a acariciar su cabello, sabía que Christopher estaba afuera y la había escuchado.

—Se supone que si es un cuento infantil debería tener un final feliz —murmuró entrando a la habitación.

—Puede, pero ambos sabemos que no hay finales rosas, la realidad es otra —contestó impasible—. Apaga la luz cuando salgas —bostezó.



—¿Me amas? —interrogó curioso.

—No —replicó tranquila y volvió su vista al océano, sintió los brazos asirla fuertemente y cerró los ojos.

—Yo sí te amo, C…

domingo, 10 de octubre de 2010

La creación

La Creación
Se dice que en antaño, cuando el mundo no era lo que hoy se conoce, sino que un lugar gobernado y regido por los dioses, se crearon muchas cosas que en estos tiempos son tan naturales como lo es el respirar. Una de ellas fue el Cielo, estrellado por las noches, azulado en el día. ¿Saben ustedes cómo llegaron las estrellas al lugar donde las vemos? La respuesta la encontrarán aquí, mirando el Cielo nocturno y remontándonos a la época donde los dioses existían.
Se cuenta que el mayor de todos, quien creó lo que vemos y tenemos, tomó un puñado de simple tierra del suelo, luego de haber creado el mundo, y lo lanzó al Cielo. El polvo se adhirió con facilidad y el dios sopló para esparcirlas, algunas se acumularon en montones, otras se separaron, algunas formaron extrañas cosas en el Cielo, pero todas brillaban y relucían para brindarnos tranquilidad y armonía. La noche comenzó a brillar para nosotros…
—¡Oh, eso es espectacular! ¿Pero qué tiene que ver con las crueles dictadoras que nos gobiernan? —preguntó uno de los que escuchaban.
—¡Bastante! —exclamó efusivo el relator—. Y ahora sabrás por qué.
"Erase una vez, un mundo donde los dragones volaban libres por el cielo azul, llevando cartas en sus hocicos, unos que de vez en cuando desprendía el vapor propio de lo que sería una gran llamarada. En ocasiones, también, eran montados por los llamados Caballeros de la Mesa Cuadrada, una congregación especial que juró lealtad a las Malocosas, las dictadoras del Cielo de papel. Si algún miembro de la Mesa se atrevía a traicionarlas, era encerrado en los calabozos por varios días y luego descuartizado en público. Sus restos servían de comida para los dragones."
May Abiatti, conocida como la Malocosa mayor, era cruel, sádica y de vez en cuando amenazaba a alguien con encerrarlos en las mazmorras. Sin embargo, AngelitoAzul, la convencía de no hacerlo, ya que tenía, al igual que Sebastián, su esposo, una leve influencia en su carácter al ser tan dulce y buena. Aunque claro, de vez en cuando mandaba a su Malocosa menor a hacer alguna linda cosa lejos o amenazaba con entrar en depresión, logrando obtener lo que deseaba: hacer maldades.
AngelitoAzul, o también llamada Malocosa menor, era dulce, tierna y extremadamente buena, siempre preocupada por los demás y buscando la manera de pintar todo de azul. Se interponía en todos y cada uno de los ataques locos y desquiciados de la Malocosa mayor, porque lo que deseaba era mantener a su pueblo en paz y tranquilo, sin amenazas y maltratos. Aun así, aceptaba y ayudaba a la Malocosa mayor cuando creía que sus actos estaban en lo correcto…
—Sí, eso todos lo sabemos, ¿pero de dónde salieron?
—Paciencia, pequeño —sonrió—. Que ahora vamos a ello.
"No se sabe muy bien de dónde salieron, ni cuándo, pero algunos, en antaño, han mencionado su arribo a estos lados por causas divinas… Se dice que bajaron de las estrellas, primero fue la Malocosa mayor, que mientras deambulaba desorientada y esperando respuestas, una fuerte luz iluminó su camino y apareció frente a ella su Malocosa menor. Se observaron, sonrieron y se percataron que su destino estaba ligado, ya que sus poderes se incrementaron cuando se tomaron de la mano para caminar a un futuro incierto."
Encontraron a un pueblo marchito, que era gobernado por crueles personas que intentaron someterlas a sus déspotas maltratos, pero ellas no se dejarían frente a aquello. May Abiatti tomó el liderazgo y, con la ayuda de sus caras tiernas y palabras dulces, logró controlar a uno de los más poderosos dragones. Con él bajo su mandato, le pidió que buscara uno para AngelitoAzul. Cuando ambas tuvieron sus feroces acompañantes, tomaron el poder del pueblo. La batalla fue cruel, la Malocosa menor se encargó de proteger a todos a quien su corazón le indicaba, mientras que la Malocosa mayor acababa con todos aquellos que su hermana dejaba. Flyfight, la espada de May, brillaba incluso al estar bañada en sangre. Montando a su dragón, ingresó al palacio y encaró a los que tenían el control, les pidió que se rindieran o sentirían el filo de su arma en sus cuellos, el mayor a cargo contestó que rendirse no era de ellos, tomó su espada y comenzaron a pelear…
AngelitoAzul llegó corriendo al salón donde se libraba batalla, vio a su hermana mayor luciendo su espada, pero también observó que varias heridas tenía en su cuerpo y la sangre salía con rapidez, se concentró y acumuló su magia de curación, cuando la tuvo lista la lanzó a May, quien se restableció por completo y acabó con facilidad con su enemigo. Flyfight volvió a llenarse de aquel espeso líquido. La Malocosa mayor avanzó hasta los demás a cargo del pueblo, los miró con enojo y les pidió rendirse o morir, los tres se arrodillaron frente a ella y rogaron por sus vidas. La Malocosa menor llegó junto a ella y le susurró algo al oído, asintió y tomó del brazo a una de las anteriores mandamases, la observó directo a los ojos y notó lo mismo que su hermana: ternura. La perdonó y AngelitoAzul se hizo cargo de ella, pero a los otros dos los mandó a encerrar en los calabozos y allí se encuentran hasta hoy en día, lamentándose por lo crueles que fueron en su anterior gobierno…
—¿En qué momento se casó May? ¿Cómo alguien la pudo dominar?
—Ésa es una historia que no tengo permitido relatar…
—Entonces, ¿las Malocosas son mejores que los anteriores gobernantes?
—Es cosa que mires a tu alrededor y notes los cambios —contestó con simpleza—. Recuerda lo que pasábamos antes, recuerda que no nos podíamos expresar con libertad, y ahora estamos aquí, libres y el Cielo vuelve a ser azul, la tierra se llena de verde y los pájaros cantan por las mañanas.
—¡Pero son unas dictadoras! ¡Han matado a miles, hacen sólo lo que ellas quieren!
—Aun así estamos mejor que antes…
—¿Las Malocosas vienen del Cielo o de las estrellas?
—De las estrellas.
—¿Y qué son exactamente las Malocosas? Conocemos sus poderes, les tememos y respetamos, pero ¿qué son?
—Es suficiente. —La voz de May Abiatti interrumpiendo sonó con poder al ingresar a la habitación—. Nunca sabrán lo que es una Malocosa, porque el día que lo sepan, Sebitas Jr. —El pequeño oso caminaba tras ella—, se encargará de cortar los cuellos de todos los que se enteren de aquel secreto.
—No seas así, mi dulce y tierna May. —Sebastián estaba apoyado en el umbral de la puerta junto a AngelitoAzul—. Que mi nene se parece más a mí de lo que imaginas, y sabes muy bien que él me obedece en todo.
—Lo que digas. —Ella rodó los ojos y caminó hasta su presa—. Vamos, cuentista. Otro día volverás a relatar sus maravillosas historias, pero por hoy fue suficiente.
El anciano se levantó y se despidió de todos los presentes. La Malocosa mayor lo tomó de las cadenas que amarraban sus manos y comenzó a jalarlo a la salida. Los cinco, contando al oso, desaparecieron de la visual de todas las personas que allí se encontraban. En el bosque, y bastante lejos del pueblo, se detuvieron. May se paró junto a su esposo y AngelitoAzul tomó al relator.
—Has realizado un muy buen trabajo, te lo agradecemos —dijo al usar su magia y quitarle las cadenas—. Puedes volver a tu hogar.
—Estoy para cuando me necesites, pero devuélveme mi apariencia.
—Eso será un placer. —AngelitoAzul juntó su magia y todo lo anciano desapareció, dejando a la vista de ellos a un joven chico de cabellos oscuros y ojos azules—. ¿Quieres ser mi guardaespaldas?
—¿De verdad quieres eso, mi Malocosa menor? —preguntó May.
—Sí.
—Entonces, lo será —sonrió de medio lado y el chico no pudo oponerse frente a ella, sabía muy bien lo que le esperaba si se negaba.
—¿Qué estás diciendo? —Sebastián la encaró con el ceño fruncido.
—Que tú y yo, desapareceremos por allí —sonrió, lo tomó de la mano y se desvanecieron.
AngelitoAzul se quedó paseando de la mano junto a su guardaespaldas, bajo una hermosa noche estrellada, después de todo, las dictadoras también se merecen un poco de distracción, que no sólo de maldad se vive en el Cielo.

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Esto es algo así como una "historia en conjunto" entre May Abiatti y yo, que hicimos para el foro Cielo de papel el cual ya tiene blog aquí.

sábado, 9 de octubre de 2010

Ángel de Cristal nominada como Pluma del mes de octubre

Wow esta mañana me he levantado y paso algo que no esperaba "Ángel de Cristal" fue nominada como Pluma del mes de octubre en "El árbol de las plumas" y quiero dar las gracias y pues voten por mí sí eso creen ^^

miércoles, 6 de octubre de 2010

Capítulo 3: La pequeña de sonrisa misteriosa

—No necesito que me lleves a la universidad como si fuera una bebita —protestó enfadada.

—Da igual, vamos a la misma universidad. No seas ridícula y súbete de una buena vez —replicó Christopher sin prestarle mucha atención.

Subió de mala gana en el copiloto y él encendió el auto.

—¿Cómo te fue el viernes? —interrogó cuando un semáforo estaba rojo—. No te vi antes de que partieras —explicó.

—Bien, aunque creo que debo buscar un nuevo empleo —contestó secamente. Le bastó eso para esbozar una sincera sonrisa y negar con la cabeza.

Aranel no es que hablara mucho y menos cuando se trataba de los fines de semana. Muchas veces la había clasificado como: odiosa, cínica, egoísta y mucho más, claro que por darles el gusto y que no las juzgaran sin bases se comportó de esa forma. La cosa era que no la conocían, ella no se dejaba conocer.

—Y no, no quiero que me ayudes —dijo a sabiendas que tarde o temprano ofrecería su ayuda para buscar un nuevo empleo.

—Yo pensé que romperías el record, ya estabas durando mucho ahí —burló.

—Puede ¿qué no vienes? —inquirió al ver que la dejaba en la entrada, pero no bajaba del auto.

—No, iré a la cafetería y debo estacionar el auto —contestó con una sonrisa y la vio alejarse. Dio un suspiro cansado y apoyó su frente contra la dirección pero el sonido de su celular lo alejó de sus pensamientos—. Hola.

—Aranel no contesta el celular —musitó la voz al otro lado del teléfono.

—Le diré que lo encienda, ¿vale? —replicó más animado.

—De acuerdo, gracias. Por cierto, ¿puedo ir el fin de semana? Mis tíos saldrán y estaré libre. —La vocecita sonaba alegre y él podía imaginarse claramente como saltaba de alegría.

—Claro, jugaremos con mis video juegos y al escondite y también nos trasnocharemos viendo pelis y comiendo dulces, no pienso dejar que te regañe. —La persona colgó sin siquiera despedirse, encendió de nuevo el auto y se fue con una sonrisa.



—Odio esto —musitó sentándose en una de las blancas mesas de la cafetería.

—Míralo como tu oportunidad para pagar una buena renta y dejar de vivir conmigo —dijo Christopher con una sonrisa y le pasó la bandeja con una hamburguesa y malteada de chocolate.

—Para eso simplemente consigo otro empleo, lo que me recuerda que debo buscar uno —musitó, pero luego recordó que ya se lo había dicho.

—Sabes que no es necesario —comentó atendiéndose a que ella lo fulminará con la mirada—. Si trabajas es porque quieres. Yo puedo con los gastos del departamento…

—Da igual —cortó dándole una gran mordida a su hamburguesa.

—Así nunca conseguirás una cita —comentó David sentándose al lado de Christopher.

Aranel se atragantó al escuchar eso, sintió un dejá vu y una sonrisa melancólica se formó en su rostro.

—Yo… ya no tengo apetito. —Se levantó sin siquiera despedirse y se fue.

—No creo haber dicho algo malo. —Intentó defenderse antes de que su primo lo fulminara con la mirada o algo por el estilo.

—No te preocupes, no fue tu culpa, esta vez —replicó masajeándose las sienes. Tenía un horrible dolor de cabeza y aún no le había dicho a Aranel que tendría que irse.

—¿Cómo fue que terminaste saliendo con una chica loca y desquiciada que cree que la acosan? —interrogó David a su primo cruzando los brazos por encima de la mesa.

—Aranel no está loca —rió—. Es una historia complicada y no salimos, sólo es mi amiga. Una cosa es que te quiero ver bien lejos de ella —amenazó.

—Si claro, lo que no quieres competencia —bufó.

—No. Ella es como mi hermanita y a ti te conozco y no te quiero cerca de ella —susurró bajando la voz para agregar—. Viniste a buscarla.

—Sí y no pienso descansar hasta hacerlo —continúo decidido.

—Eres un idiota —musitó el chico de ojos grises—. Has desperdiciado muchos años de tu vida en una búsqueda que nunca terminará.

—Es mi vida, puedo hacer con ella lo que me dé la gana —protestó con desgano.

—Eso no te lo niego, pero me refiero es a que deberías hacer otras cosas —musitó con la mirada baja.

David se encogió de hombros sin darle importancia.

—No creo que te aguantes su carácter por nada —farfulló terco.

—Es más fácil que soportar un loco que busca algo que tal vez no encuentre. Ella es como mi hermana.

—Tú y yo sabemos bien quien es tu hermana. —El lanzó una mirada despectiva y se levantó.

—No pienso ayudarte. —Fueron sus últimas palabras.



—¡¡Aranel!! —gritó una voz lejana, pero sintió como la detenían por el brazo.

—Ah, eres tú —dijo decepcionada al reconocer a su ex compañera de trabajo.

—¿Podrías reemplazarme hoy? —interrogó con la respiración entre cortada por la carrera.

—Malas noticias, ya no trabajo ahí —respondió deseando irse.

—¿Renunciaste? —musitó asustada.

—No, pero luego de show del viernes dudo que me dejen volver —contestó caminando.

—No, no, no, no —renegó la chica caminando tras ella—. El jefe dijo que todo fue culpa del chico, además el otro habló para que no te despidieran, sigues trabajando.

—Que mal, yo ya me hacía ilusiones con que buscaría otro empleo. —La chica esbozó una mueca mientras la observaba irse, enserio que ella era rara. Maldijo mentalmente cuando recordó que no le respondió si la reemplazaba o no.

Echó a correr nuevamente en su búsqueda.



Christopher sacó su celular al sentir que vibraba en sus bolsillos. Un mensaje de Aranel.

“Al parecer sigo con mi empleo, por decepcionante que parezca. No me esperes”.

Esbozó a una sonrisa y se despidió de sus compañeros para contestar el mensaje mientras caminaba.

“Sólo tú te aburres por tener tu empleo.”

Tiró su mochila al asiento trasero y se sentó en el piloto, dejando a un lado el celular.

—¡¡Tonto!! —exclamó Aranel luego de que Christopher la abrazara por la espalda, asustándola—. ¿Qué haces aquí? —interrogó mientras atendía la mesa.

—Quiero un pastel de fresa y una Coca-Cola —contestó con una sonrisa a lo que ella frunció el ceño y cruzó los brazos.

—No me charles, viniste a vigilarme.

—No eres tan importante, Nel.

—No me llames así —replicó fastidiada ante el diminutivo—. Sabes que no me gusta.

—No quiero cocinar y punto, ahora a trabajar. Por cierto Erika vendrá el fin de semana —musitó antes de que se fuera. La observó irse con una media sonrisa, por un minuto creyó ver algo parecido a una sonrisa en ella.



Saltó para alcanzar el timbre, pero su estatura no la ayudaba para nada. Se cruzó de brazos enfadada, para su mala suerte no parecía haber nadie en el departamento de enseguida y no le contestaban el celular. Intentó de nuevo, estirando su brazo, tanto como su escaza altura se lo permitía.

—¿A quién buscas? —interrogó una voz a sus espaldas. Dio un saltito hacia atrás y observó a la persona frente a ella, con los ojos entre miel y verde, muy bonitos y curiosos le parecieron.

—Busco a Christopher y a Nel —contestó educadamente—. A ti no te he visto, ¿quién eres?

—Me llamo Jonathan, vivo aquí —señaló el departamento de al lado y se levantó—. ¿Qué hace una nenita tan pequeña sola, eh?

—Que mida un metro y veinticinco centímetros no me hace pequeña —contestó molesta y cogió su mochila de color rosa, que había dejado al lado de la puerta—. Soy muy alta comparada con las de mi clase, pero tú eres mayor.

—¿A dónde iras? —preguntó al ver que se dirigía a las escaleras.

—Ellos no están, tampoco Mailen, no pienso quedarme aquí. Iré a Coffe’s chesire, deben estar ahí —respondió

—¿No es más fácil bajar por las escaleras?

—No alcanzo los botones —masculló entre avergonzada y enfadada. Jonathan soltó una carcajada y le tomó la mano para acercarla al ascensor.

—Te llevo, no es bueno que una niña ande sola por las calles de New York.

—Y se supone que no debo hablar con extraños —replicó soltándose y las puertas del ascensor se abrieron dejando ver a Mailen.

—¡Mai! —La niña se zafó y corrió hacia ella.

—Erika, me alegra verte, ¿no están? —La pequeña negó con la cabeza y esbozó una gran sonrisa.

—Te invitaré un gran pedazo de pastel mientras llegan. Hola, Jonathan —saludó abriendo la puerta del apartamento.



—Oye, Aranel te tengo un regalo acá —murmuró recostándose en el marco de la puerta.

—¿Regalo? —Se asomó para ver a qué se refería y vio una niña jugando con el control del televisor.

—Hola —balbuceó tragando un pedazo de pastel más grande que su boca. Observó como la mayor fruncía el ceño.

—¿Dónde están tus zapatos? —preguntó al verla descalza.

—No sé —respondió tranquila. Aranel se adentró y Mailen fue tras ella para ayudarle.

Escuchó que tocaban el timbre y al ver que ellas no venían abrió la puerta.



Cuando la puerta se abrió se encontró con una pequeña niña de ojos verdes y cabello castaño, unos pasos apresurados se dejaron escuchar por el pasillo.

—Erika, ¿cuántas veces te he dicho que no abras la puerta así como así? —gruñó Aranel, con los zapatos en la mano—. Menos mal que sólo es el idiota de David, ahora ven, debo ponerte los zapatos. —Tomó la mano de la niña y la jaló al sillón.

—¿Quién eres, chico guapo? —preguntó la pequeña y la castaña soltó un bufido.

—Me llamo David ¿y tú?

—Te he preguntado quién eres, no cómo te llamas. Mi hermana ya había mencionado tu nombre. —La pequeña lo observó con una sonrisita misteriosa mientras Aranel le ataba los zapatos.

David quedó confundido con eso, no entendía a que se refería.

—Erika no salgas con cosas raras, iré a despedirme. —Ignoró a David olímpicamente y siguió por el pasillo.

En un momento la niña se acercó a él, evaluándolo camino a su alrededor.

Erika lo miraba con curiosidad y una sonrisa misteriosa pintada en los labios. Ahora irradiaba una actitud mucho más madura.

—Sin duda has cambiado mucho —dijo con una mirada, parando frente a él.

—¿Qué…? —Cada vez estaba más confundido, en ese momento la niña desprendía un aura extraña y esos ojos escondían un secreto, esa sonrisa de quien lo sabe todo.

—Oh, sí. Has cambiado muchísimo en estos años, lástima que no ceses en tu búsqueda, es un verdadero desperdicio de tu vida —continuó la niña y la boca de David no podía estar más abierta, ¿quién era esa niña y qué sabía? Era lo único que tenía en mente.

Unos pasos se dejaron escuchar por el pasillo y Erika volvió a su actitud normal, escondiendo su aura al ver a Aranel y Mailen.

—Adiós chico guapo —dijo con una risilla traviesa—…James. —Fue tras su hermana y cogió su mano, pero volvió la cabeza para observar la cara de desconcierto de David al escuchar ese nombre.

domingo, 3 de octubre de 2010

Adiós, Chat box

   He quitado la Chat box porque resulta que a algunas personas les gusta joder la vida y no estoy para eso. Los comentarios los pueden dejar incluso anónimos, pero son moderados, así que por favor si van a dejar algo el respeto ante todo porque si no ni siquiera me tomare la molestia de publicarlo, así que no pierdan su tiempo porque tampoco les haré una entrada para putear -y disculpen la palabra los que no tiene nada que ver- a alguien. 


Gracias 

sábado, 2 de octubre de 2010

Premicillos

Muchas gracia sal blog  Mundo Inmortal por este premio:


Y este de parte de Noche de lectura:


¡Muchas gracias chicas!
 

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